Fe y Obras

Todas las noches son Nochebuena

 

 

20.12.2012 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Es bien cierto que los cristianos, aquí católicos, tenemos, en el 24 de diciembre un recuerdo muy especial porque traemos al hoy mismo el nacimiento del Hijo de Dios y Salvador nuestro.

Así, confirmamos nuestra fe y hacemos de tal fecha algo tierno y amoroso, llena de buenos recuerdos y pensamiento por los que nos dejaron para irse a la Casa del Padre. 

Sin embargo, quizá deberíamos traer a colación algo sin lo cual no deberíamos vivir y es el hecho de que, a diferencia de tener la Nochebuena como una que lo es, espiritualmente, perfecta para nuestro corazón, el resto de noches del año también deberían ser nochebuena.

Con eso no se quiere decir que no tengamos como importante la noche en la que recordamos el nacimiento de Cristo. Eso deber descartarse. Pero sí que deberíamos tener en cuenta, a partir del significado de tal momento que fue histórico qué representa para nosotros, los discípulos de Cristo, que viniera al mundo y que Dios se hiciera carne.

¿Qué supone al nacimiento de Jesús para los que nos consideramos hijos de Dios?

Por ejemplo, sabemos que el Creador se ha hecho hombre.

Por ejemplo, sabemos que, desde entonces, Jesús tiene hermanos que somos nosotros.

Por ejemplo, sabemos que desde entonces Dios muestra especial predilección por los pobres, por los pequeños en la fe, por los sencillos, por los limpios de corazón y, claro, por los pecadores a los que quiere sanar en su alma cual oveja perdida necesita que su pastor la devuelva al redil.

Por ejemplo, sabemos que desde entonces lo que es material ha de ceder a lo que es espiritual y que, por tanto, no importa tanto el escenario del nacimiento sino el considerar que la pobreza en la que nació Dios era la preferida por el Creador para que llegara a nuestro corazón la importancia de lo que no se compra con dinero sino que se adquiere con amor y entrega a los demás, Palabra hecha efectivo hacer.

Por ejemplo, sabemos que, desde entonces, todos los caminos han de conducirnos por la senda recta que nos lleva al definitivo reino de Dios y que todo debemos emplearlo en ser salvados por Quien crea porque también existen el purgatorio y el infierno.

Por ejemplo, no debemos olvidar que todo el género humano es creación de Dios y que debe saber que es creación de Dios. Así, la evangelización y el transmitir tal verdad han de ser el primer objetivo de nuestra vida como hijos de Dios.

Por ejemplo, por ejemplo, por ejemplo… todo aquello que, desde entonces, surgió para el mundo no puede quedar anquilosado en el recuerdo de un momento histórico sino que ha de ser llevado al cada ahora de cada día.

Y como no podemos olvidar que la creencia también es oración, del web católico de Javier tomamos la siguiente bendición de la cena de Nochebuena

“Señor, en una noche como ésta, hace ya tiempo, quisiste venir como un niño, con nombre y apellidos, en medio de los niños más pobres de la tierra. Cuando creciste, hablaste de cosas muy buenas, y dijiste que ya nadie es pobre, porque es hijo de Dios. Nosotros nos hemos reunido para cenar aquí hoy. Llevamos mezclada con nuestra alegría, los disgustos y las penas de todo el año.

Por ello queremos que bendigas nuestra mesa para que nos llenes de tu amor y de tu paz. Te pedimos hoy, que queremos que el mundo sea como una gran familia: sin guerras, sin miseria, sin drogas, sin hambre y con más justicia.

¡Jesús recién nacido!, que hoy en esta casa, acojamos tu palabra de perdón y de amor. Consérvanos unidos. Danos pan y trabajo durante todo el año. Danos fuerza y ternura para ser hombres de buena voluntad. Señor, sé bienvenido a esta casa, hoy y siempre.”

Así, hagamos siempre, extendamos a siempre lo que así se dice: recordemos que somos hijos de Dios, llevemos siempre la alegría que nos corresponde como hijos de Dios, sepamos soportar los sufrimientos que la vida nos depara, sepamos perdonar y mostrar amor por el prójimo. Además, no procuremos la separación entre los hijos de Dios sino, al contrario, procuremos la unidad que es lo que Cristo reclamaría mucho después de su nacimiento en su Última Cena sin olvidar que tenemos que aceptar a Dios en nuestra casa llamada, también, corazón.

Pues, para cuando llegue, pronto: ¡Feliz Nochebuena eterna!

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net