18.12.12

Morito, jamón y tintorro

A las 10:28 AM, por Jorge
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Antes de nada por favor, no se me ofendan antes de tiempo. Según el diccionario de la legua, el de la Real Academia, moro es “que profesa la religión islámica”.

A mí que un morito se meta entre pecho y espalda sus buenos bocatas de jamón, y los acompañe con un tintorro de mediana calidad no me parece ni bien ni mal. Allá él con su conciencia y con el imán.

Ahora bien, si resulta que el morito es profesor de islamismo en una escuela, y al acabar las clases los alumnos se le encuentran disfrutando de las bondades del cerdo y degustando los alcoholes más variados, pues no sería de extrañar que su carrera docente fuera más bien breve. Es decir, para que se me entienda todo, entiendo que es incompatible dar clase de algo, especialmente en lo que afecta la moral y las creencias, y llevar públicamente una vida contraria a lo que se enseña.

¿Y quién decide si este morito borrachín y aficionado a los bocatas de ibérico puede seguir impartiendo sus clases de religión islámica? Pues entiendo que algún morito jefe que dice tú sí, tú no, tú me vales, tú ni soñarlo. Hombre, no va a ser el arzobispo de Burgos, el Dalai lama, o el subsecretario de educación, que sabe de islam lo que servidor de sánscrito.

Se entiende facilito. A ver, se contempla la educación religiosa en las escuelas públicas, concertadas o no, y existe la posibilidad de que los alumnos aprendan religión católica, judía, islámica o evangélica. ¿Quién decide que un profesor es competente para ello? Pues entiendo que los obispos, el gran rabino, el imán jefe o el pastor protestante que toque. La cosa es muy facilita: la consejería de educación pide a los organismos religiosos competentes que nombren los profesores que sean necesarios. Y son estos organismos los que nombran o destituyen a los que creen conveniente.

Acaba de salir a la palestra ¡una vez más! el caso Resurrección Galera, una profesora de religión a la que el arzobispado correspondiente no renovó como profesora de religión católica. Antes de nada, decir que parece lógico de toda lógica que sean los obispos los que garanticen a los padres que lo que da un profesor de religión católica es eso y no otra cosa, no lo va a vigilar el bedel del centro. Así son las cosas y así hay que tomarlas. ¿Qué una de las razones para no renovar el contrato a esta profesora es que se haya casado civilmente con un divorciado? Pues podría ser. Pero no es el problema fundamental.

El problema fundamental, entiendo, es el de garantizar que los niños reciben en el colegio la educación religiosa que sus padres han elegido y que la reciben de forma correcta. Y eso tiene que garantizarlo quienes tienen autoridad para ello, en el caso de la religión católica, los obispos. Y si yo soy un padre que llevo a mis niños a un colegio, exijo a mi obispo que me garantice religión católica, no sucedáneos, invenciones, ocurrencias o gracietas del profesor de turno.

El obispado, en el caso de Resurrección Galera ha entendido que no debía continuar dando clases y, como tiene competencia para ello, no le ha renovado su contrato. Ahora me vendrán los abogados de causas perdidas hablándome de los derechos humanos y la pobre profesora. A ver si alguien me habla de los niños y de sus derechos a ser educados como quieren sus padres, que es algo que nos cuesta muchísimo entender.