15.12.12

 

En mi post anterior comentaba que Dave Amstrong está escribiendo un nuevo libro en donde aborda el tema del tradicionalismo radical, y aproveché de compartir mi traducción de su primer capítulo. Quiero partir de esas reflexiones como punto de partida para ahondar un poco más en el tema, y compartir ahora sí mi propia opinión.

Definiciones: “tradicionalistas” frente a “ultra-tradicionalistas”

Precisiones sobre la terminología

Dice el refrán escolástico: “De definitionibus non est disputandum” ( “las definiciones no se discuten” ), porque las cuestiones terminológicas son de segundo orden con respecto a las cuestiones de fondo o de contenido y porque cada uno tiene derecho a elegir su propia terminología, dentro de ciertos límites. Más importante es por lo tanto, que cuando se haga uno de alguna terminología, se explique de manera clara que se quiere decir con ella, evitando así equívocos y malos entendidos. Con ese fin considero oportuno clarificar el sentido que le doy a los términos utilizados por mí en los temas vinculados al tradicionalismo.

Tradicionalismo católico

Dar una definición de tradicionalismo católico no es algo simple, debido a que el término abarca un abanico muy amplio de sensibilidades. El término “tradicionalismo” a secas significa la tendencia a valorar la tradición en cuanto conjunto de normas y costumbres heredadas del pasado, por lo que quienes se definen como tradicionalistas católicos, lo que quieren enfatizar es su deseo de preservar íntegra la Tradición de la Iglesia.

Particularmente el término “tradicionalismo” no es de mi agrado, no porque sienta algún rechazo a la Tradición de la Iglesia, sino porque el “ismo” refleja generalmente un exceso de algo. En este caso denota una exageración del papel de la Tradición a tal punto que distorsiona su recta relación con la Escritura y el Magisterio, quedando así hipertrofiada.

Hay otra razón por la que prefiero no definirme como “tradicionalista” y es porque suele entenderse como una posición donde se niega -en mayor o menor grado- el carácter vivo la Tradición. La Constitución Dogmática de la Divina Revelación Dei Verbum enseña que la Tradición no es algo estático, que pueda quedarse congelado en el pasado, sino que “progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo: puesto que va creciendo en la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón y, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales” (DV 8).

El Papa Benedicto XVI en su audiencia general del 28 de marzo del 2007 distinguía precisamente entre “tradición” y “tradicionalismo” y refiriéndose a la Tradición apostólica decía:

“San Ireneo no se limita a definir el concepto de Tradición. Su tradición, la Tradición ininterrumpida, no es tradicionalismo, porque esta Tradición siempre está internamente vivificada por el Espíritu Santo, el cual hace que viva de nuevo, hace que pueda ser interpretada y comprendida en la vitalidad de la Iglesia. Según su enseñanza, la fe de la Iglesia debe ser transmitida de manera que se presente como debe ser, es decir, “pública", “única", “pneumática", “espiritual". A partir de cada una de estas características, se puede llegar a un fecundo discernimiento sobre la auténtica transmisión de la fe en el hoy de la Iglesia”
Benedicto XVI, Audiencia General, 28-03-2007

El Papa Juan Pablo II también señalaba como raíz del acto cismático cometido por Mons. Lefebvre esta “imperfecta y contradictoria noción de Tradición: imperfecta porque no tiene suficientemente en cuenta el carácter vivo de la Tradición (Juan Pablo II, Carta Apostólica Ecclesia Dei, 02-07-1988). Son precisamente los sectores radicales del tradicionalismo los que se adhieren en mayor medida esta noción imperfecta de la Tradición. No digo por supuesto que todos.

Concedo también que inclusive los tradicionalistas más radicales aceptan que existe un legítimo desarrollo de la doctrina cristiana, pero su percepción les suele hacer ver que esta se “congeló” en 1958, y el Magisterio postconciliar representa no un desarrollo homogéneo de la doctrina cristiana, sino una evolución transformista o un desarrollo anómalo de la misma, que debe ser rectificado.

Vuelvo a repetir que estoy cierto que no todos los tradicionalistas comparten las posturas de estos tradicionalistas radicales, pero aun así prefiero abstenerme de aplicar a mi mismo esta forma de definirme y prefiero reconocerme simplemente como un católico tradicional, pero no “tradicionalista".

Ultra-tradicionalismo católico

Es precisamente dentro de este sector radical dentro del tradionalismo donde se ubican tendencias como el lefebvrismo, filo-lefebvrismo y sedevacantismo. Entiendo también que el sedevacantismo (aquellos que afirman que la Sede Apostólica Apostólica y el Papado está vacante, y acusan a los últimos Papas de herejía) son inclusive una minoría entre estos sectores.

Identifico como filo-lefebvrianos aquellos tradicionalistas que, sin llegar al extremo de los sedevacantistas, y sin estar vinculados formalmente con la FSSPX, se identifican con algunos de estos postulados:

1. Creen que la Misa del Novus ordo es o inválida, y aquellos que la consideran válida la sostienen que es “objetivamente ofensiva a Dios”, “protestantizada", “aguada", etc. Suelen utilizar calificativos despectivos para identificarla, como “misa de Bugini".

2. Creen que el Concilio Vaticano II es cualitativamente diferente de los concilios anteriores, o inválido, o intrínsecamente herético, o un concilio con pensamientos con “ambigüedad modernista” o una corrupción o “evolución” de la doctrina católica dogmática, como opuesta al consistente desarrollo (Newmaniana, Vicenciana o Tomista), tal que no es vinculante a los católicos y puede ser no obedecido.

3. Creen que el Vaticano II es la raíz y causa central de la presente crisis modernista.

4. Creen que el pontificado de Juan XXIII, Pablo XI y Juan Pablo II son cualitativamente diferentes de sus predecesores, o que ellos conscientemente (o incluso inconscientemente) presiden sobre la destrucción de la tradicional fe católica.

5. Creen que el ecumenismo o la noción de libertad religiosa, o la salvación fuera de la Iglesia, propiamente entendida a la luz de la Sagrada Tradición – como promulgada y desarrollada especialmente por el Vaticano II – es una radical innovación no presente en la previamente recibida tradición católica.

6. Creen que la Iglesia Católica institucionalmente hablando puede realmente alejarse de la verdadera fe (defectibilidad). Esto incluye nociones conspiratorias de que la iglesia podría substancial e institucionalmente ser infiltrada por movimientos como la masonería, nuevo orden mundial, secularismo radical o humanismo, elementos protestantes, etc.

7. Juegan al cisma, a la desobediencia, al juicio privado en nombre de la “Tradición Católica”, por lo que terminan terminan jugando con la verdadera Tradición y construyendo una pseudo-tradición basada en su propia manera de pensar (las tradiciones humanas que hace referencia la Escritura), inmune a cualquier desarrollo posterior, por decir, a 1958.

Algo que es importante aclarar es que el término filo-lefebvrismo no pretende ser peyorativo, insultante u ofensivo. Surge por la necesidad de distinguir entre las distintas sensibilidades de tradicionalismo, de manera de no “meter a todos en el mismo saco". Cuando se aborda estos temas es necesario hilar fino para no ser injusto y atribuir a todos los tradicionalistas los errores de un pequeño sector.

En el post anterior recibí comentarios bastante interesantes de algunos lectores que me objetaban que el término filo-lefebvrismo es un término inventado, manufactura de los “infocatólicos” y que no es equivalente al término “radtrads” (utilizado por apologetas católicos de habla inglesa para identificar la rama extrema del tradicionalismo). He aquí algunas aclaraciones puntuales:

Es cierto que el término “radtrads” no es una equivalencia absoluta a lo que en nuestro idioma llamamos a “filo-lefebvrianos” porque “radtrads” abarca un dominio mucho más amplio y engloba también sectores mucho más radicales incluidos los sedevacantistas. Un filo-lefebvriano ciertamente es un tradicionalista radical, pero no todo tradicionalista radical es un filo-lefebvriano.

Dave Armstrong en su primer libro sobre el tradicionalismo ni siquiera llegó a utilizar el término “radtrads", porque este se acuñó y se popularizó mucho más recientemente. En dicha ocasión utilizaba a secas el término “tradicionalismo” pero se encargó de clarificar su terminología e indicar que se refería solo a aquellos tradicionalistas radicales que se identifican con las características que acabamos de exponer. Otros apologetas católicos como Patrick Madrid, y Pete Vere en su libro More Catholic than the Pope optan por utilizar el término “extreme traditionalism” ("tradicionalistas extremos") para identificar tradicionalismos radicales como el de la Fraternidad San Pio X y sus simpatizantes. Otras páginas de apologética utilizan términos similares. Catholic Legate utiliza “Ultra-traditionalism” ("ultra-tradicionalismo"). Inclusive en español antes de que se popularizara el término “filo-lefebvriano” se utilizaban muchos sinónimos. El padre Carlos Buela en su memorable artículo Integrismo conservador. ¿Una opción válida? utiliza para referirse a esta tendencia el término “meta-lefebvrismo”

Al final de todo esto, es ciertamente de importancia secundaria que terminología se elija, lo importante es que se entienda realmente lo que se quiere transmitir. Y en este caso, no se pretende insultar a nadie, ni poner una etiqueta peyorativa sobre su frente. En última instancia, si alguien no se identifica con las características que se atribuyen al filo-lefebvrismo no tiene por qué sentirse aludido.

Para el próximo post reflexionaré sobre el término “neocon".