8.12.12

 

Pues sí. Por una vez, y sin que sirva de precedente, estoy completamente de acuerdo con lo que afirman los foros de curas de Vizcaya y Guipúzcoa, aunque quizá por otras razones que intento explicar a continuación. Copio el documento, destacando en negrita algunas cosas, y dejo mis comentarios en cursiva (ya me gustaría poner mis comentarios en rojo, pero no sé):

Ahí van documento y comentarios:

Observamos que la Iglesia Católica entre nosotros sufre un proceso de involución en sus postulados y estructuras jerárquicas (yo también lo observo: menos vida, menos vocaciones, un discurso que no se renueva desde los años sesenta). Cada vez más, constatamos en nuestras comunidades y también entre amigos y familiares, la preocupación que este influjo negativo causa en nuestras comunidades, que languidecen sin una esperanza, por su limitada capacidad de renovación (esto lo entendemos todos: su capacidad de renovación es cero empezando por sacerdotes y religiosos).

Una buena muestra de este proceso de involución han sido los nombramientos de Obispos en las diócesis de Baiona, Bilbao y Donostia (pues sí, visto lo que hemos visto, y constatado lo constatable, había que estar locos para seguir nombrando obispos de la misma cuerda).

Al mismo tiempo vivimos una realidad social compleja donde se producen cambios acelerados y en los cuales las personas y también los cristianos nos encontramos cada vez más aislados y desorientados, sin recibir una palabra que oriente o ayude a encontrar caminos (normal, ya que en esta época de grandes cambios no se pueden seguir manteniendo los discursos de los años setenta, que ya no sirven para nada, ni aclaran nada ni sugieran nada, y en cuanto se dice una palabra diferente se pierden).

La debilidad de los proyectos pastorales presentados, manifiesta al mismo tiempo una incapacidad de leer los “signos de los tiempos” y de hacer llegar el Evangelio a esta sociedad tan necesitada de Buena Noticia (sabemos que cuarenta años de otro tipo de iglesia ha dejado el País Vasco arrasado, los nuevos proyectos son muy nuevos, habrá que dejar que pasen si no cuarenta años, al menos cuatro o cinco para ver si sirven de algo).

La imposición, la incapacidad para adoptar actitudes evangélicas y dialogantes han sido (sobre todo han sido) y siguen siendo actitudes y modos de actuar constantes, por parte de los responsables actuales de nuestras diócesis (¿qué me dicen de anteriores obispos, vicarios, arciprestes, delegados…? Pues que han vivido de imponer sus formas sin ningún tipo de diálogo). Lo que ha generado el miedo de algunos, la desidia de otros y el desinterés de muchos de los miembros de las mismas (¿y a mí esto que me suena pero al revés?)

La Iglesia que se ha tratado de construir durante los últimos cuarenta años, como fruto del Concilio Vaticano II y las orientaciones y trabajos realizados con los anteriores obispos está en fase de derribo (afortunadamente viendo los frutos que ha dejado) y cada vez es más evidente que las decisiones no se toman de manera colegiada (no hay por qué hacerlo), no se consulta a los consejos y órganos preceptivos y la desinformación, la continua improvisación, la falta de rigor y en ocasiones la tergiversación (¿este documento no es tergiversar, no está falto de rigor, no está improvisado?) son el día a día, al que nuestras comunidades y parroquias se ven abocadas. Esto o se demuestra o no deja de ser un conjunto de frases hechas.

Así las cosas, y ante a esta situación, grupos de cristianos han querido reivindicar y recuperar el espíritu del Concilio Vaticano II (yo también quiero reivindicar el concilio Vaticano II entero, en espíritu y letra) y se han organizado en diferentes grupos, como son : Bizkaiko Abadeen foroa en la Iglesia de Bilbao, Eutsi Berrituz en Donostia y más recientemente Atxik Berrituz en Baiona.

El pasado día 1 de Diciembre estos tres grupos dieron un paso al reunirse y constatar que partiendo de las mismas realidades los objetivos y tareas que pretenden promover fortalecen y aúnan una línea común de trabajo en la evangelización de nuestras diócesis (genial lo de la línea común, la coordinación del trabajo pastoral con toda la diócesis superando la división en grupúsculos al margen de los demás).

Las personas que integran estos colectivos son laicos, religiosos y presbíteros que proponen una forma de ser Iglesia que reivindica el espíritu del Concilio Vaticano II (insisto en que yo también reivindico el Concilio Vaticano II de verdad, enterito), con una relación más dinámica, más dialogante, más actualizada y en conexión y relación con la sociedad de hoy, con sus inquietudes, preocupaciones y problemas. Pero teniendo en cuenta sus raíces sociales y culturales, sus ilusiones y esperanzas para que ese mundo y la sociedad en la que vivimos tengan un carácter más “humano” (no tengo nada que objetar). Una Iglesia que inculturizándose en la diversidad social de su entorno busca ser fermento, proponer la fe al que quiera optar (no me queda muy claro esto exactamente qué es, lo de ser fermento sí, lo de proponer la fe también, pero me pierdo en eso de “al que quiera optar”, pero tampoco uno va a estar de acuerdo al cien por cien).

Pues ya ven, estando de acuerdo prácticamente en todo, me apuesto un dedito de agua del Carmen a que jamás me considerarían un cura de los suyos. Y no acierto a comprender por qué.