7.12.12

 

Las iglesitas de pueblo siempre están en obras. Cuando no es una gotera en la sacristía, son las humedades de la nave central, y cuando todo parece que está arreglado surge un desprendimiento en la torre. Los mayores ya se sabe que tienen sus achaques, y la iglesia del pueblo de la señora Rafaela dicen que es muy antigua y de cierto mérito.

Después de mil avatares estaban terminado una restauración de las grandes: tejado nuevo, remodelación del presbiterio, sustitución de las viejas baldosas de barro del piso. Ya tenían todos ganas de ver la obra terminada, dejar el localito provisional donde estaban celebrando las misas y regresar al templo. Por eso no era extraño que a determinadas horas, especialmente de la tarde, se reunieran unas cuantas vecinas a la puerta de la iglesia a ver si conseguían ver algo.

La última tarde se añadió Paquita, una de esas “rojas” del pueblo de siempre. Ya lo decía Rafaela: ¿pero qué vas a esperar de ella si ha sido comunista toda la vida?

Paquita se acercó, miró la iglesia por fuera, la remiró… para exclamar a continuación: “aquí cura que viene, otro destrozo a la iglesia, todos que hay que dejarla como estaba antes y nadie sabe cómo era, así que perder el tiempo y los cuartos”.

Se hizo el silencio. Paquita siempre tuvo muy mal genio y no era para nada agradable discutir con ella. Generalmente respondían a sus bravatas con el mayor de los silencios.

Generalmente. Porque ese día la señora Rafaela tenía ganas de hablar y decidió hacerlo:

Mira Paquita, vamos a ser claros de una vez. Las cosas buenas que tenía esta iglesia se perdieron en la guerra civil, tú lo sabes mejor que yo. Teníamos algunas imágenes buenas, un retablo, las ropas de los curas, los libros antiguos. Aquello se perdió y por no liarla hemos preferido callar y decir que se perdió todo en la guerra, como si se hubiera producido en la iglesia un terremoto.

Lo que teníamos en la iglesia de valor lo quemasteis tú y los tuyos. ¿O no te acuerdas de cuanto te vestiste con la ropa de los curas y fuiste bailando por todo el pueblo mientras arrastrabais a los santos? ¿Y ahora protestas?

Durante muchos años hemos preferido todos callar y dejar pasar las cosas. Pero si quieres que hablemos, pues hablamos. De la iglesia, de los curas, de las cosas que faltan y de lo que hubo que hacer para sacaros de la cárcel y que no se quedara sola tu madre.

Yo no quiero hablar más de esas cosas, que todos sufrimos y a todos nos tocó algo. Pero como te empeñes se habla todo lo que haya que hablar.

El silencio se mascaba. Paquita sin decir nada se fue a su casa. Las otras se hacían las tontas. La señora Rafaela se despidió de todas ellas: “Hasta mañana, que por hoy fue bastante”. Y se fue calle abajo mientras se decía: “y encima la Paquita que si los curas… si no falla, los que más tienen que callar, los que más hablan. Pues me da que esta no vuelve a abrir el pico”.