«La independencia de nuestro país no es real»

Los obispos de Madagascar denuncian el saqueo de los recursos naturales y la corrupción en su país

 

Los obispos de Madagascar han hecho pública una carta pastoral en la que aseguran haber constatado «todos los días que la independencia de nuestro país no es real». Entre los ejemplos de cómo se ve comprometida la independencia nacional, señalan el saqueo de los recursos naturales (madera, piedras preciosas, hierro, petróleo, ganado y tierras fértiles) a través de contratos injustos con intereses económicos extranjeros.

03/12/12 9:16 AM


(Fides) Los obispos también denuncian un estado de anarquía reinante con corrupción, asesinatos, proliferación de armas de fuego y «agentes de policía que se aprovechan de su poder para masacrar a los pobres»; población abandonada a sí misma y en la miseria («hambre intolerable, falta de atención médica, niños que no pueden ir a la escuela y los que han conseguido terminar sus estudios no encuentran trabajo»); justicia con dos medidas («sólo los ricos o aquellos protegidos por el régimen, obtienen una sentencia a su favor. ¡Muchos inocentes indefensos tienen que pagar por crímenes cometidos por otros!»).

La responsabilidad de esta situación radica, según los prelados, en primer lugar en la clase política, cuyos representantes «a menudo sólo piensan en sus intereses personales y los de los países que los apoyan, y no a los de nuestro país» mientras que el choque entre los dos Presidentes, Rajoelina y Ravalomanana, es descrito como «una lucha fratricida que toma al pueblo como rehén».

La carta hace algunas sugerencias para hacer salir de la crisis a Madagascar: la descentralización administrativa preservando la unidad nacional; el fortalecimiento del sistema educativo y sanitario; independencia real, en primer lugar ideológica y cultural («No tratemos simplemente de imitar a otras naciones o esperar continuamente la ayuda externa sino que debemos servirnos de nuestra capacidad para explotar nuestras riquezas y para buscar nosotros mismos las soluciones a nuestros problemas»).

Los obispos concluyen, tras recordar el inicio del Año de la fe y el deber de la Iglesia de defender y representar a los pobres, con un llamamiento a la verdadera conversión del corazón.