Mundo
20 de noviembre del 2012

"Lo primero que buscan los norcoreanos que huyen a escondidas de su país es una iglesia", el testimonio del antiguo editor adjunto del Wall Street Journal

Una auténtica aventura. Eso es lo que debe afrontar aquel que escapa del represivo régimen de Pyongyang. El antiguo editor adjunto del WSJ, Melanie Kirkpatrick, lo certifica en su libro "Escapar de Corea del Norte: la historia no contada del ferrocarril subterráneo de Asia". El relato y los testimonios hablan de represión a los capturados, matrimonios obligados, hijos en distintos lados de la frontera y lo más curioso: la búsqueda de las iglesias como lugares auténticamente seguros en los que se recibe ayuda.


 

Que Corea del Norte no es el paraíso que contaba el español Alejandro Cao de Benós, delegado especial del Comité de Relaciones Culturales con Países Extranjeros, nace en la mente de cualquiera que lea el relato de Kirkpatrick. Basado en testimonios, revela la realidad de muchos norcoreanos. Entre salir hacia China o bajar hacia Corea del Sur hay mucha diferencia. Las autoridades del país más poblado del mundo te devuelven al 'infierno' en un ferrocarril subterráneo si te pillan huyendo. Y las consecuencias también las sufre la familia.

Si por suerte logras pasar, la mayor parte de las veces mediante soborno a los oficiales que guardan la frontera, hallar algo distinto a lo que has dejado atrás cuesta. Sobre todo si eres mujer: muchas han cruzado la línea engañadas, con promesas de trabajo o de visitar a familiares lejanos. Acaban casadas sin posibilidad real de rechazo; la política de un solo hijo se traduce en casi 300 millones más de hombres en China y esposas de fuera son bien recibidas.

Raramente encajan, por lo que buscan una salida. La única figura en las redes que los cristianos crean en China y que les ponen en contacto con los consulados de Corea del Sur para salir hacia el sur de la península. "Mucha de la gente que entrevisté me dijo que el consejo que les daba era buscar un edificio con una cruz en él; eso es una iglesia. Si un norcoreano es lo suficientemente afortunado como para conectar con un cristiano chino, esa persona le ayudará. Los cristianos son realmente las únicas personas en China que quieren ayudar a los norcoreanos", revela Kirkpatrick.

Y una vez lejos del comunismo, la odisea no termina. "Una vez que estas mujeres han alcanzado la seguridad en Corea del Sur, una de las primeras cosas que hacen es empezar a ahorrar dinero para intentar sacar a sus hijos de China y Corea del Norte. Es muy, muy triste". Los frutos de la doctrina de la hoz y el martillo, la encarnen Mao Tsé Tung, Kim Jong Il o cualquiera de sus sucesores.