20.11.12

 

De poco vale proclamar que la parroquia, el templo, son lugares abiertos a todos cuando llegas a la puerta y empiezas a descubrir barreras que no te permiten vivir tu fe con normalidad.

Personas con dificultades de movilidad que acuden a las celebraciones en silla de ruedas, ayudados por un bastón, arrastrando los pies. Mamás con bebés en sus carritos. Feligreses con problemas serios de audición que apenas consiguen captar ruidos con sus audífonos. Ciegos que se van tropezando con todas nuestras cosas: mesitas, expositores, limosneros.

Incluso se puede dar que aún haciendo el esfuerzo de ir adaptando los templos para que las personas con dificultades especiales puedan acceder a ellos, nos ocurra que tengan vetada cualquier otra forma de participación en las celebraciones. Por ejemplo, una persona en silla de ruedas difícilmente podría proclamar una lectura, ya que los escalones de subida al presbiterio difícilmente se adaptan.

Pienso que todos tenemos en cuenta el problema de acceso físico al templo, y lo vamos solucionando poco a poco. Pero es a todas luces insuficiente. Cada vez que a una persona con dificultades le decimos “usted no puede”, se levanta una nueva barrera en la iglesia, no sólo en el templo.

Cuando se dedicó nuestra parroquia, hace ahora tres años, quisimos presentar un modelo de accesibilidad. Recuerdo que al arquitecto le puse el reto de que un niño en silla de ruedas pudiera ser monaguillo, o una abuelita madrina de bautismo sin problemas por la altura de la pila. Más aún, quisimos una iglesia muy accesible entre otras cosas porque los curas también nos caemos y tenemos problemas. Creo que lo conseguimos.

Os invito a ver un pequeño video que hemos colgado en la web de la parroquia con el pequeño reportaje que ofreció televisión en aquel momento, y que destaca sobre todo la accesibilidad. De paso, podéis conocer la parroquia.

Con esta entrada me gustaría animar a todos a luchar por templos e instalaciones cada vez más accesibles para todos. Los nuevos, por supuesto, pero también creo que las iglesias ya construidas pueden hacer un esfuerzo grande.

La acogida a los demás no es sólo cuestión de palabras. Tiene que plasmarse en hechos muy concretos que después facilitan la vida pastoral. El sábado, por ejemplo, hemos tenido en la parroquia un encuentro –misa, conferencia, ágape- al que asistieron miembros de la “Frater” (Fraternidad cristiana de enfermos y personas con discapacidad) que acudieron aquí precisamente por esa accesibilidad que para ellos es vital.

Esto sirve para curas y para laicos. ¿Están adaptados nuestros templos y centros parroquiales? ¿Pueden acoger a todos y facilitarles su plena integración en la vida de la comunidad? Pues manos a la obra.