ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 7 de octubre de 2012

Nueva Evangelización para la transmisión cristiana de la fe

Benedicto XVI: Un nuevo dinamismo para el redescubrimiento de la fe
Juan de Ávila e Hildegarda de Bingen, modelos de evangelizadores plenamente actuales

Redescubrir la fe, la esperanza, la alegría
Enseñanza de Benedicto XVI en la homilía de apertura del Sínodo de los Obispos

El matrimonio debe ser una Buena Noticia para el mundo actual
Importante llamado del santo padre Benedicto XVI en clave de Nueva Evangelización

Santa Sede

Debemos rezar el rosario personalmente, en familia y en comunidad
Reflexión del papa Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus

Mundo

"El futuro de la sociedad catalana está íntimamente vinculado a su capacidad para integrar la diversidad que la configura"
Nota de los obispos de Cataluña ante las elecciones al Parlamento autonómico

Dios llora en la tierra

El Cristianismo en Asia: Valor, decisión y heroísmo
Entrevista a la hermana Bernarda Cadavid, hija de San Pablo

Foro

Por una sociedad plural
Un ambiente de respeto mutuo para unir fuerzas en la lucha contra la pobreza

Documentación

Un renovado dinamismo de la actividad evangelizadora de la Iglesia
Homilía de Benedicto XVI en la misa de apertura del Sínodo de los Obispos y proclamación del doctorado de san Juan de Ávila y santa Hildegarda de Bingen


Nueva Evangelización para la transmisión cristiana de la fe


Benedicto XVI: Un nuevo dinamismo para el redescubrimiento de la fe
Juan de Ávila e Hildegarda de Bingen, modelos de evangelizadores plenamente actuales
Por Nieves San Martín

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 7 octubre 2012 (ZENIT.org).- En una solemne ceremonia, en este domingo XXVII del tiempo ordinario, en la plaza de San Pedro, Benedicto XVI proclamó doctores de la Iglesia a san Juan de Ávila, sacerdote diocesano, y a santa Hildegarda de Bingen, monja profesa de la Orden de San Benito. El santo padre presidió la celebración eucarística que abre la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema "La nueva evangelización para la transmisión de le fe cristiana". Con el papa concelebraron los padres sinodales y los obispos de las conferencias episcopales española y alemana.

En la ceremonia de proclamación de los nuevos doctores, enmarcada en la celebración eucarística, estuvieron presentes 62 obispos españoles, de los que hay que destacar los prelados de las diócesis que vieron nacer, morir y asistieron a la evangelización de san Juan de Ávila: los de Ciudad Real y Córdoba, especialmente. También de la Conferencia Episcopal española: su presidente, cardenal Rouco Varela, el vicepresidente, monseñor Blázquez Pérez, y monseñor González Montes, presidente de la Comisión para la Doctrina de la Fe. Autoridades civiles en representación de España y los lugares relacionados con el "apóstol de Andalucía", asistieron a la celebración.

Tras la impresionante procesión, animada por el canto de las letanías de los santos, en una plaza ornada con austeridad, destacaban los tapices de los dos nuevos doctores: san juan de Ávila, con capa de quien anduvo muchos caminos, la cruz, iglesia al fondo, y una pluma de escritor, compartía espacio con la nueva doctora alemana: santa Hildegarda, con una leyenda: profetisa, y en la mano la pluma de escritora.

El cardenal Angelo Amato, acompañado esta vez por dos postuladoras, en unas palabras introductorias, consideró este momento como la "antífona" del Sínodo de los Obispos. Las postuladoras, una laica (por san Juan de Ávila) y una religiosa (por santa Hildegarda de Bingen).

María Encarnación González, vestida con la tradicional mantilla, postuladora de la Conferencia Episcopal española y del doctorado de san Juan de Ávila, leyó la motivación para considerar al santo español modelo inspirador de la nueva evangelización.

El cardenal pidió públicamente a Benedicto XVI la proclamación de san Juan de Ávila y santa Hildegarda de Bingen como doctores, considerándolos "testigos de una fecunda búsqueda de la verdad". Tras la solemne proclamación por Benedicto XVI, toda la plaza rompió en aplausos.

Al inaugurar el Sínodo de la nueva evangelización para la transmisión de la fe, el papa subrayó la presencia en el mismo, que durará tres semanas, de otra Iglesias y comunidades eclesiales cristianas.

Centró la reflexión de su homilía en dos puntos principales: partiendo de la lectura de la Carta a los Hebreos de la liturgia de hoy, llamó la atención de los participantes hacia Jesucristo, crucificado y glorioso, punto central de toda evangelización.

Quiso distinguir claramente Benedicto XVI, al hacer un recorrido histórico por los momentos de la historia eclesial, en que se generó un dinamismo evangelizador que respondía a los signos de los tiempos, qué entiende por nueva evangelización, diferenciándola de la cotidiana u "ordinaria" y de la misión "ad gentes". Aunque las tres modalidades se complementan y benefician mutuamente.

El santo padre señaló que, a partir del Concilio Vaticano II, se produjo un nuevo dinamismo de evangelización al que diversos papas llamaron "nueva". La nueva evangelización, dijo Benedicto XVI, se dirige preferentemente a aquellas poblaciones que, habiendo sido evangelizadas, se han alejado de la Iglesia y no siguen la praxis cristiana. trata de suscitar en ellas un nuevo encuentro con el Señor.

El otro punto en el que se detuvo Benedicto XVI fue: el matrimonio. En sí mismo, dijo el papa, es ua "una buena noticia" para el mundo de hoy. No es casualidad, dijo el papa, que el matrimonio, tal como lo entiende la Iglesia católica, está ligado a la fe. Relacionó directamente la crisis de fe actual con la crisis del matrimonio.

Se puede leer el texto de la homilía íntegra en español en: http://www.zenit.org/article-43304?l=spanish.

Tanto en la procesión de las ofrendas como entre las peregrinaciones llegadas a Roma para el evento, hubo nutrida presencia española. Se estima que están aquí presentes unos quinientos sacerdotes y dos mil fieles. Entre otras cabe destacar las peregrinaciones procedentes de Ciudad Real, Jaén, Montilla, y Almodóvar del Campo, lugares especialmente marcados por la presencia del nuevo doctor de la Iglesia.

Todos los acudieron a Roma por este doctorado, y los demás eventos a los que aludió Benedicto XVI, pudieron asistir ayer a una celebración de vísperas, presidida por el cardenal Rouco Varela, y mañana tendrá lugar la habitual misa de acción de gracias, también presidida por el presidente de la Conferencia Episcopal.

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Redescubrir la fe, la esperanza, la alegría
Enseñanza de Benedicto XVI en la homilía de apertura del Sínodo de los Obispos
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 7 octubre 2012 (ZENIT.org).- Pocas veces se han juntado en la Iglesia tantas celebraciones en un mes, lo que ha triplicado en Roma y el Vaticano la asistencia de miembros de la jerarquía, así como de fieles venidos de todo el mundo para las diferentes celebraciones. Este mes histórico empezó a celebrarse hoy en la plaza de san Pedro, que llena hasta los bordes, dejaba sentir la algarabía expresada en diferentes idiomas, trajes y estilos, con motivo de la inauguración de la XIII Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva evangelización, durante la cual fueron declarados dos nuevos Doctores de la Iglesia, los santos Juan de Ávila e Hildegarda de Bingen.

Unido a esto, durante este mes se inaugurará también el Año de la fe, se proclamarán nuevos santos relacionados con la misión y la evangelización, y se conmemorarán los aniversarios del Vaticano II (50 años) y del nuevo Catecismo (20 años).

Es importante destacar que cada uno de estas actividades tendrán diversos eventos y ceremonias que con la finalidad de profundizar y valorizarlos en su justa medida, para que sean una herramienta de apoyo en los esfuerzos de la Iglesia católica por "recuperar lo que estaba perdido".

Durante la homilía pronunciada hoy, el papa Benedicto XVI subrayó que el tema central del conocido también como "Sínodo de los Obispos", responde a una orientación programática que él ha querido darle a la vida de la Iglesia para el futuro, que involucre a las familias, las comunidades y los demás miembros e instituciones de la Iglesia.

Antes de profundizar en este tema, el santo padre recordó que la Palabra de Dios de la liturgia celebrada, en la segunda lectura, presenta al cristiano al crucificado en gloria "de modo que toda nuestra vida, y en concreto la tarea de esta asamblea sinodal, se lleve a cabo en su presencia y a la luz de su misterio". Afirmó por eso que "la evangelización, en todo tiempo y lugar, tiene siempre como punto central y último a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1,1); y el crucifijo es por excelencia el signo distintivo de quien anuncia el Evangelio: signo de amor y de paz, llamada a la conversión y a la reconciliación". E invitó a los presentes a ser los primeros "en tener la mirada del corazón puesta en él, dejándonos purificar por su gracia".

La Nueva evangelización no es Misión Ad gentes

La lectura paulina fue ocasión para que el papa reflexionara sobre la «nueva evangelización», relacionándola con la evangelización ordinaria y con la misión ad gentes. Recordó que la Iglesia existe para evangelizar, y por eso los discípulos, fieles al mandato de Jesús, fueron por el mundo entero llevando esa Buena Noticia, y fundaron comunidades que con el tiempo se han organizado bien, con presencia de mucho fieles.

Destacó cómo, en determinados periodos históricos, Dios suscitó un renovado dinamismo de la actividad evangelizadora de la Iglesia. Describió diversas experiencias de evangelización, como la que se hizo en los pueblos anglosajones y eslavos, o en el continente americano, y en los pueblos de África, Asía y Oceanía.

Hoy, reconoció Benedicto XVI, "el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia un nuevo impulso para anunciar la Buena Noticia, un dinamismo espiritual y pastoral que ha encontrado su expresión más universal y su impulso más autorizado en el Concilio Ecuménico Vaticano II". Y distinguió que a partir de este acontecimiento, se produjo un influjo beneficioso sobre dos «ramas» que se desarrollan a partir de ella.

Una de ellas fue la missio ad gentes, que no es otra cosa que el anuncio del Evangelio a aquellos que aun no conocen a Jesucristo y su mensaje de salvación; y, por otra parte, la nueva evangelización, "orientada principalmente a las personas que, aun estando bautizadas, se han alejado de la Iglesia, y viven sin tener en cuenta la praxis cristiana."

Sobre este último aspecto, clarificó que la Asamblea sinodal inaugurada hoy, está dedicada a esta nueva evangelización, "para favorecer en estas personas un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social."

Con el fin de que esa orientación no disminuya el impulso misionero como tal, ni la actividad ordinaria de evangelización en las comunidades cristianas, aseveró que estos dos aspectos, junto a la nueva evangelización, "se completan y fecundan mutuamente".

La santidad en la vida ordinaria

El santo padre recordó también que una de las ideas clave del renovado impulso que el Concilio Vaticano II ha dado a la evangelización "es la de la llamada universal a la santidad, que como tal concierne a todos los cristianos (cf. Const. Lumen gentium, 39-42)".

Haciendo referencia a los nuevos doctores de la Iglesia recién proclamados, enseñó el papa que "los santos son los verdaderos protagonistas de la evangelización en todas sus expresiones". Porque ellos, añadió, "son los pioneros y los que impulsan la nueva evangelización: con su intercesión y el ejemplo de sus vidas, abierta a la fantasía del Espíritu Santo, muestran la belleza del Evangelio y de la comunión con Cristo a las personas indiferentes o incluso hostiles".

Y no solo son ejemplos para el trabajo hacia fuera, porque, en palabras de Benedicto XVI, ellos "invitan a los creyentes tibios, por decirlo así, a que con alegría vivan de fe, esperanza y caridad, a que descubran el «gusto» por la Palabra de Dios y los sacramentos, en particular por el pan de vida, la eucaristía".

Identificó también que la santidad florece entre los misioneros que anuncian la buena noticia a los no cristianos, tradicionalmente en los países de misión y actualmente en todos los lugares donde viven personas no cristianas. Porque, dijo el pontífice "la santidad no conoce barreras culturales, sociales, políticas, religiosas. Su lenguaje –el del amor y la verdad–, es comprensible a todos los hombres de buena voluntad y los acerca a Jesucristo, fuente inagotable de vida nueva".

Nuevos doctores para la Iglesia

En otra parte de su homilía, flaqueado por dos grandes lienzos que destacaban en el frontis de la basílica de san Pedro, el santo padre invitó a admirar a los dos santos que hoy han sido agregados al grupo escogido de los doctores de la Iglesia. Destacó en san Juan de Ávila, hijo del siglo XVI, "su profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras, con un ardiente espíritu misionero".

Como teólogo también él, el papa reconoció que el presbítero español "supo penetrar con singular profundidad en los misterios de la redención obrada por Cristo para la humanidad", reconociéndolo como "Hombre de Dios, que unía la oración constante con la acción apostólica". Recordó cómo estuvo dedicado a la predicación y al incremento de la práctica de los sacramentos, "concentrando sus esfuerzos en mejorar la formación de los candidatos al sacerdocio, de los religiosos y los laicos, con vistas a una fecunda reforma de la Iglesia".

Desde otro ángulo, quiso referirse a santa Hildegarda de Bilden --alemana como él--, como una importante figura femenina del siglo XII, quien "ofreció una preciosa contribución al crecimiento de la Iglesia de su tiempo, valorizando los dones recibidos de Dios y mostrándose una mujer de viva inteligencia, profunda sensibilidad y reconocida autoridad espiritual".

Recordó cómo el Señor la dotó de espíritu profético y de intensa capacidad para discernir los signos de los tiempos y cómo la monja y abadesa alimentaba un gran amor por la creación, cultivó la medicina, la poesía y la música. "Sobre todo", dijo "conservó siempre un amor grande y fiel por Cristo y su Iglesia".

Un aspecto de gran importancia fue la invitación de Benedicto XVI a fijar la mirada "sobre el ideal de la vida cristiana, expresado en la llamada a la santidad", ya que esta actitud "nos impulsa a mirar con humildad la fragilidad de tantos cristianos, más aun, su pecado, personal y comunitario, que representa un gran obstáculo para la evangelización, y a reconocer la fuerza de Dios que, en la fe, viene al encuentro de la debilidad humana".

Y fue tajante al afirmar que "no se puede hablar de la nueva evangelización sin una disposición sincera de conversión". Porque, según la enseñanza paulina, "dejarse reconciliar con Dios y con el prójimo (cf. 2 Cor 5,20) es la vía maestra de la nueva evangelización".

Terminó su intervención encomendando los trabajos y el fruto de la Asamblea sinodal a la Virgen María, Estrella de la nueva evangelización, y "a la particular intercesión de los grandes evangelizadores, entre los cuales queremos contar con gran afecto al beato Papa Juan Pablo II, cuyo largo pontificado ha sido también ejemplo de nueva evangelización". (javv)

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El matrimonio debe ser una Buena Noticia para el mundo actual
Importante llamado del santo padre Benedicto XVI en clave de Nueva Evangelización
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 7 octubre 2012 (ZENIT.org).- Dada la importancia del tema, hemos querido destacar de modo independiente, la reflexión del papa en su homilía de hoy durante la misa de inauguración de la XIII Asamblea especial del Sínodo de los Obispos, en la que se refirió a los retos que significa la familia para la nueva evangelización.

En el evangelio leído durante la ceremonia, se escucha a Jesús referirse con claridad a la relación entre el hombre y la mujer, santificada por el Creador en el Génesis, y perpetuada por el mismo Salvador con sus enseñanzas en la tierra.

En tal sentido, el papa dijo que el mensaje de la Palabra de Dios se puede resumir en la expresión del libro del Génesis, y que el mismo Jesús retoma: «Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne» (Gn. 1,24, Mc. 10,7-8).

"¿Qué nos dice hoy esta palabra?", se preguntó, y dijo: "el matrimonio constituye en sí mismo un evangelio, una Buena Noticia para el mundo actual, en particular para el mundo secularizado". Porque esta unión, "una sola carne", lo debe ser "en la caridad, en el amor fecundo e indisoluble".

El pontífice destacó en su homilía, que esto es un signo que habla de Dios con fuerza, "una elocuencia que en nuestros días llega a ser mayor, porque, lamentablemente y por varias causas, el matrimonio, precisamente en las regiones de antigua evangelización, atraviesa una profunda crisis".

Esta relación no es casual, según dijo, porque al estar el matrimonio, unido a la fe, "como unión de amor fiel e indisoluble" que "se funda en la gracia que viene de Dios Uno y Trino, que en Cristo nos ha amado con un amor fiel hasta la cruz", entonces, "hay una evidente correspondencia entre la crisis de la fe y la crisis del matrimonio".

Recordó a propósito lo que la Iglesia afirma y testimonia desde hace tiempo: "el matrimonio está llamado a ser no sólo objeto, sino sujeto de la nueva evangelización".

Invitó así a trabajar por las familias, dirigiendo la mirada "a las muchas experiencias, vinculadas a comunidades y movimientos, que se están realizando cada vez más también en el tejido de las diócesis y de las parroquias, como lo ha demostrado el reciente Encuentro Mundial de las Familias". (javv)

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Santa Sede


Debemos rezar el rosario personalmente, en familia y en comunidad
Reflexión del papa Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 7 octubre 2012 (ZENIT.org).- Al finalizar la santa misa celebrada en la plaza de san Pedro por la proclamación como Doctores de la Iglesia, de san Juan de Avila y de santa Hildegarda de Bingen, así como la inauguración de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, el santo padre Benedicto XVI se dirigió a los fieles antes del rezo del Ángelus.

Destacó de manera especial la fiesta de la Virgen del Rosario que celebra hoy la Iglesia Universal, invocando a todos los fieles a valorizar más el rezo del santo rosario durante el próximo Año de le fe, que será inaugurado por él mismo este jueves 11 de octubre.

“Con el rosario –dijo el papa--, nos dejamos guiar de María, modelo de fe, en la meditación de los misterios de Cristo, para que día a día, podemos asimilar el Evangelio, de tal forma que modele toda nuestra vida”.

Y recordó que hace diez años, el hoy beato Juan Pablo II firmó la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, invocando a los fieles –en continuidad con su predecesor--, “a rezar el rosario personalmente, en familia y en comunidad, asistiendo a la escuela de María, que nos conduce a Cristo, centro vivo de nuestra fe”.

Ante una gran cantidad de fieles venidos de España y de América Latina, el santo padre dirigió un saludo en la lengua de san Juan de Ávila: “Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. Invito a todos a orar por los trabajos del Sínodo de los Obispos, que en los próximos días reflexionará sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. Hoy he declarado Doctores de la Iglesia al sacerdote español san Juan de Ávila y a la religiosa alemana santa Hildegarda de Bingen. Que sus figuras y obras sigan siendo faros luminosos y seguros en el anuncio del Reino de Dios, y nos ayuden a todos a crecer cada día en la auténtica vida de fe. Que la Santísima Virgen María nos acompañe en estos propósitos”. (javv)

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Mundo


"El futuro de la sociedad catalana está íntimamente vinculado a su capacidad para integrar la diversidad que la configura"
Nota de los obispos de Cataluña ante las elecciones al Parlamento autonómico
BARCELONA, domingo 7 octubre 2012 (ZENIT.org).- Los obispos de la Conferencia Episcopal Tarraconense han hecho pública una nota ante las próximas elecciones al Parlamento de la comunidad autónoma de Cataluña. Ofrecemos el texto de la nota.

*****

El Pueblo de Cataluña ha sido convocado a elegir a sus representantes en el Parlamento. Esta convocatoria de elecciones democráticas se hace en un momento particularmente delicado, sobre todo, por la situación de crisis económica grave que atraviesa nuestra sociedad, y también por la trascendencia de las opciones políticas para el futuro.

La Iglesia quiere continuar sirviendo a la sociedad catalana, como ha hecho a lo largo de los siglos, reconociendo los cambios profundos, sociales y culturales que se han producido en los últimos años y también los que se están produciendo en estos últimos meses. Lo hace teniendo presente aquellas palabras emblemáticas con las que se iniciaba la Constitución Gaudium et Spes  del Concilio Vaticano II, de cuyo inicio celebramos el 50º. aniversario: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón.» (G.S. nº1).

De acuerdo con este espíritu, los Obispos de la Conferencia Episcopal Tarraconense queremos recordar a todos los católicos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que viven y trabajan en Cataluña, la necesidad de respetar en todo momento los principios éticos fundamentales, que han sido expresados ​​por el pensamiento social de la Iglesia: la dignidad de toda vida humana, desde la concepción a su muerte natural; el valor de la democracia, el diálogo y la voluntad de acuerdo, como formas de resolución de conflictos; el deber de todos, especialmente los gobernantes, de favorecer siempre el bien común como objetivo prioritario; la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para regular la economía de mercado; la atención solidaria a los más vulnerables; la defensa de los derechos de las personas y de los pueblos, y el respeto a las minorías, como base irrenunciable de cualquier construcción política; el rechazo de toda actitud dirigida a atizar la división social o la violencia; la promoción de la paz y la fraternidad entre los hombres y los pueblos.

En un régimen democrático, cada ciudadano debe poder manifestar las propias convicciones y hacer camino con los otros, pensando que «una sociedad que, en todos sus niveles, quiere positivamente estar al servicio del ser humano es la que se propone como meta prioritaria el bien común, en tanto que bien de todos los hombres y de todo el hombre» (Compendio Doctrina Social de la Iglesia nº 165).

También queremos subrayar que las elecciones democráticas exigen el derecho y el deber de ejercer el propio voto, con libertad y responsabilidad. Estos requisitos se cumplen sólo si los ciudadanos, además de disfrutar de las condiciones externas que aseguren la ausencia de coacción, también reciben una información verídica y completa de las diferentes opciones políticas, de manera que puedan hacerse un juicio responsable en el momento de decidir su voto. Como ya decíamos hace un año, «Hoy se han manifestado nuevos retos y aspiraciones, que afectan a la forma política concreta en la que el pueblo de Cataluña debe articularse y cómo se quiere relacionar con los demás pueblos hermanos de España, en el contexto europeo actual. Como pastores de la Iglesia, no nos corresponde a nosotros optar por una determinada propuesta a estos nuevos retos, pero defendemos la legitimidad moral de todas las opciones políticas que se basen en el respeto de la dignidad inalienable de las personas y de los pueblos y que busquen con paciencia la paz y la justicia. Y animamos el camino del diálogo y el entendimiento entre todas las partes interesadas para conseguir soluciones justas y estables, que fomenten la solidaridad y la fraternidad. El futuro de la sociedad catalana está íntimamente vinculado a su capacidad para integrar la diversidad que la configura» (Al servicio de nuestro pueblo, 2011, nº 5).

Finalmente, hay que tener presente el deber de los ciudadanos de participar activamente en las elecciones legítimas, como miembros responsables de la sociedad, y así mismo exhortamos a todos los cristianos que intensifiquen su oración para pedir que los futuros acontecimientos políticos favorezcan el bien común, la verdad, la justicia y la paz.
Barcelona, ​​5 de octubre de 2012

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Dios llora en la tierra


El Cristianismo en Asia: Valor, decisión y heroísmo
Entrevista a la hermana Bernarda Cadavid, hija de San Pablo
ROMA, domingo 7 octubre 2012 (ZENIT.org).- Fortalecer a los cristianos cuando son una pequeña minoría en su país, hablar de Cristo a personas que quizás nunca antes habían escuchado hablar de él, esta es la realidad que viven cada día cientos de misioneros católicos en Asia, un continente inmenso con una gran variedad de culturas y religiones. La hermana Bernarda Cadavid, hija de San Pablo, ha tenido la oportunidad de conocer muy de cerca estas realidades en sus viajes misioneros por China.

Está entrevista fue realizada por Johannes Habsburg para Donde Dios Llora, un programa semanal en cooperación con la fundación católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN).

Hermana Bernarda, usted es hija de San Pablo, su carisma es la comunicación y la misión: dar a conocer a Cristo. En sus viajes a Asia, ¿cuál ha sido su papel específico?, ¿qué es lo que usted ha buscado hacer en esos viajes misioneros por Asia?

--Hna. Bernarda Cadavid: Yo llegué a Asia invitada por mis hermanas de Macao.

Este fue el primer país que visitó…

--Hna. Bernarda Cadavid: El primer país que visité. Y la finalidad de mi servicio era ejercicios espirituales para las hermanas. A través de esta animación espiritual, dentro de la comunidad, a la que se sumaban a veces otras religiosas, algún sacerdote, se hacían grupos, también laicos, y mediante estas animaciones espirituales pude conocer un poco la realidad de China, la realidad de estos países.

En estos viajes a China, en esos diferentes lugares como Macao, Taiwán y Hong Kong, usted tocó la realidad de la Iglesia en la China Continental. ¿Cómo es la situación de la Iglesia en esas tierras?

--Hna. Bernarda Cadavid: Es diferente la situación de la Iglesia en China continental y la de los otros países- Aquí la iglesia puede expresarse libremente, en cambio en China Continental la Iglesia no tiene derecho a expresarse. Estando en Macao, a través de misioneros, a través de diálogo con las personas, y de alguna publicación que tuve la oportunidad de leer sobre los mártires de China, conocí algunos elementos de esta realidad. Por ejemplo, la clara distinción entre la Iglesia republicana que es tolerada por el régimen, por el gobierno, y la Iglesia clandestina. Las dos Iglesias, pienso que son una presencia de Dios en este pueblo que tiene hambre y sed de Dios. El primer impacto que tuve es que todo Oriente, que no conoce a Jesucristo sino mínimamente, tiene hambre y sed de Dios, y del Dios vivo, como dice el Salmo.

¿Cómo se manifestaba ese deseo?, ¿cómo lo sentía usted en la gente?

--Hna. Bernarda Cadavid: La acogida que ellos dan. A lo que se les dice sobre Dios, la simplicidad de sus vidas, su búsqueda, también hay una gran humildad en ellos. Se percibe en cualquier conversación que tienen hambre de Dios. Tuve la oportunidad de conocer una comunidad religiosa de esta Iglesia “republicana”, muy interesante. Fue fundada por una joven de China apoyada por la comunidad de las Paulinas de Macao. Ellas acompañaron a esta joven que vivió unos meses con nosotros para aprender a ser religiosa y después se arriesgó a comenzar una institución y comenzo con una iglesia oficial reconocida por el gobierno. Tuvieron un gran desarrollo, y empezaron a trabajar con la prensa, podían hacer su trabajo, imprimían catecismos; el gobierno les pidió que trabajaran también con un servicio social para niños diferentes, y ellas aceptaron. Entonces su trabajo se volvió de comunicación y de servicio social, en poco tiempo llegaron a ser cien. Extraordinario. Y una vitalidad espiritual grande, nuestras hermanas de Macao continuaron apoyánadolas, asesorándolas y manteniéndolas; ahora ya son una gran comunidad sólida.

Ahora, ¿no se enfrentaron con problemas al predicar el evangelio en China continental?

--Hna. Bernarda Cadavid: No pueden predicar el evangelio públicamente. Todo su trabajo es muy discreto, tienen que tener mucha prudencia… porque siendo apoyadas en cierta medida por el gobierno, tienen que caminar más fino diría ¿no?, pero pueden trabajar. Hay una cantidad de riesgos allí. Es muy compleja la situación de la Iglesia “republicana”, muy compleja.

De hecho, usted también decía que conoció un poco la realidad de las dificultades de la fe y también de los mártires. China es tierra de muchos mártires, por tanto también tierra de mucha esperanza para el futuro de la Iglesia. ¿Hay alguna historia en particular que le haya llamado la atención en este contexto del martirio de la fe?

--Hna. Bernarda Cadavid: La vida de la Iglesia clandestina. Para poderse reunir como comunidad, los cristianos de la Iglesia escondida, tienen que celebrar la eucaristía en los sótanos y el gobierno ya sabe, entonces está siempre tratando de pescar a los que van. Y una de las cosas que más

me edificóy me conmovió es que hay un amor tan grande a la eucaristía que los cristianos exponen la vida, algunos todos los días, otros cada ocho días, para poder participar a la eucaristía.

¿Qué podemos aprender de ellos? Porque es una iglesia muy joven, apenas naciente…

--Hna. Bernarda Cadavid: El coraje de la fe. Es una fe heroica, personas jóvenes, de todas las edades, que saben que si los encuentran reunidos pueden sufrir tortura, prisión o muerte… y eso no les impide arriesgarse. Porque sienten que de la eucaristía les viene una fuerza enorme, y es lo que les permite continuar viviendo su fe.

¿Qué nos pasa a nosotros que tenemos posibilidad de ir a la esquina todos los días a la misa, hay iglesias en todas partes y no vamos? ¿Por qué ellos dan la vida y yo… me da igual, me aburre ir a la misa?

--Hna. Bernarda Cadavid: Nos falta la convicción de la fe, pienso. La certeza. A veces para nosotros la fe --hablo de occidente- es más una doctrina, unas verdades aprendidas, o una tradición. Para ellos no, para ellos es una opción de vida, es un don, lo acogen como opción de vida. Y cuando un oriental opta por algo, arriesga la vida. En la publicación que encontré eran más de doscientos los mártires de China.

Esos son los que están documentados...

--Hna. Bernarda Cadavid: Y no ha parado, ha continuado; de vez en cuando hay anécdotas impresionantes. Pienso que la sustancia está allí. Su fe es una opción de vida, una convicción profunda. Yo me digo esto, quien de verdad encuentra a Jesucristo y se deja atraer por él, no puede no seguirlo, y pienso que eso es lo que ellos hacen.

¿Qué puede en ese sentido la Iglesia en China aprender de la Iglesia occidental, ya un poco más antigua, con más vicios también, pero puede aprender algo de nosotros los cristianos de occidente?

--Hna. Bernarda Cadavid: Sí, creo que dependerá de nuestro testimonio. En general, la fe en Oriente no brilla, digámoslo así, por su sentido de comunidad. Es una fe individual, personal. Falta algo ese sentido de fraternidad, la que Cristo formó con su comunidad de discípulos y después con la comunidad. Pienso que si nosotros viviéramos más a fondo la dimensión comunitaria de nuestra fe, de soy cristiano con el otro, no solo, compartiendo la vida, los sufrimientos de los otros daríamos un gran testimonio. Otra cosa que ellos esperarían de nosotros es la coherencia.

¿Siente que falta la coherencia en el cristianismo?

--Hna. Bernarda Cadavid: Entre ellos no tanto, pero entre nosotros sí. Yo creo que la Iglesia occidental aprendió doctrina, y a veces muy bien, y también aprendió a repetirla, pero de pronto la fe no tocó profundamente nuestra existencia. Generalizo… claro. Hay tantos testimonios hermosos, pero hablo de cosas generales, como de la imagen que proyectamos: una fe de superficie muchas veces.

Esta entrevista fue realizada por Johannes Habsburg para "Dios llora en la Tierra", un programa semanal de radio y televisión producido por la Catholic Radio y Television Network junto con la fundación internacional pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Para obtener más información en la Red:www.WhereGodWeeps.org y www.acn-intl.org.

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Foro


Por una sociedad plural
Un ambiente de respeto mutuo para unir fuerzas en la lucha contra la pobreza
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 7 octubre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos la colaboración habitual del obispo de San Cristóbal de Las Casas Felipe Arizmendi Esquivel, en nuestro espacio "Foro". Esta vez el obispo mexicano pide unidad frente a las divisiones del país, en concreto para aunar esfuerzos en la lucha contra la pobreza.

+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo de San Cristóbal de Las Casas

HECHOS

Hay muchos signos de fractura social, política, cultural y también religiosa. Hay enfrentamientos, violencia verbal y agresiones físicas, entre grupos, organizaciones, partidos y creencias. Hay posturas radicales y excluyentes, que se quieren imponer no por la fuerza de la razón, sino por la razón de la fuerza. En algunos casos, nada valen las leyes civiles, ni las divinas; cada grupo o persona intenta lograr lo que piensa y quiere, sin importarle derechos de los demás. Se escuchan groserías, lenguajes vulgares, ofensas y calumnias, con tal de desprestigiar al otro, amedrentarlo y lograr el propio objetivo.

Hay muchas divisiones en el país: por las desigualdades sociales y la forma como se ha enfrentado el narcotráfico; por las diferencias políticas y culturales. Pareciera que somos incapaces de vivir en respeto, armonía y paz, dentro de una legítima pluralidad, y que la solidaridad fuera sólo una palabra vacía. Pareciera que es imposible concertar acuerdos para construir el bien nacional, sobre todo en favor de los más desprotegidos.

La que debería ser una normal confrontación de ideas, se torna una lucha sin opciones para lograr un diálogo respetuoso y maduro. En el cambio de ayuntamientos en Chiapas, los inconformes con los resultados electorales expresan en forma violenta sus desacuerdos, incluso con heridos, incendios y saqueos. Por problemas no resueltos oportunamente por las autoridades competentes, o por intereses de grupos y de líderes, sufrimos constantemente bloqueos carreteros, en que se obstruye a quienes nada tenemos que ver en los conflictos, el derecho al libre tránsito. Todavía hay casos de intolerancia religiosa hacia grupos minoritarios o disidentes, a pesar de nuestra insistencia en que se respete el derecho de todos a la libertad de creencias.

CRITERIOS

El Papa Benedicto XVI, en su reciente viaje a Líbano, expresó: “Es grato ver los gestos de colaboración y verdadero diálogo que construyen una nueva manera de vivir juntos. Una mejor calidad de vida y de desarrollo integral sólo es posible compartiendo las riquezas y las competencias, respetando la identidad de cada uno. Pero un modo de vida como éste, compartido, sereno y dinámico, únicamente es posible confiando en el otro, quienquiera que sea. Hoy, las diferencias culturales, sociales, religiosas, deben llevar a vivir un tipo nuevo de fraternidad, donde lo que une es justamente el común sentido de la grandeza de toda persona, y el don que representa para ella misma, para los otros y para la humanidad. En esto se encuentra el camino de la paz. En ello reside el compromiso que se nos pide. Ahí está la orientación que debe presidir las opciones políticas y económicas, en cualquier nivel y a escala mundial.

Para abrir a las generaciones futuras un porvenir de paz, la primera tarea es la de educar en la paz, para construir una cultura de paz… Evidentemente, hay que desterrar la violencia verbal o física. Esta es siempre un atentado contra la dignidad humana, tanto del culpable como de la víctima… Pensamientos de paz, palabras de paz y gestos de paz crean una atmósfera de respeto, de honestidad y cordialidad, donde las faltas y las ofensas pueden ser reconocidas con verdad para avanzar juntos hacia la reconciliación. Que los hombres de Estado y los responsables religiosos reflexionen sobre ello” (15-IX-2012).

PROPUESTAS

Aprendamos a escucharnos con respeto, con apertura de mente y corazón, empezando por la familia, entre esposos y padres e hijos. Eduquémonos para aceptar la pluralidad de pensamientos, religiones, culturas y opciones políticas. No vale lo mismo cualquier religión, pero toda persona merece respeto. No es igual un partido que otro, una u otra organización. No es indiferente moralidad que inmoralidad, gracia o pecado; pero toda persona tiene una dignidad, que Dios le dio y que El mismo respeta, aunque esté equivocada. El ama a los pecadores y no les quita su libertad; espera con amor que se conviertan.

En la lucha contra la pobreza y la marginación, deberíamos unirnos todos, más allá de nuestras normales divergencias.

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Documentación


Un renovado dinamismo de la actividad evangelizadora de la Iglesia
Homilía de Benedicto XVI en la misa de apertura del Sínodo de los Obispos y proclamación del doctorado de san Juan de Ávila y santa Hildegarda de Bingen
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 7 octubre 2012 (ZENIT.org).- En una solemne ceremonia, en este domingo XXVII del tiempo ordinario, en la plaza de San Pedro, Benedicto XVI proclamó doctores de la Iglesia a san Juan de Ávila, sacerdote diocesano, y a santa Hildegarda de Bingen, monja profesa de la Orden de San Benito. El santo padre presidió la celebración eucarística que abre la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema "La nueva evangelización para la transmisión de le fe cristiana". Ofrecemos el texto en español de la homilía de Benedicto XVI.

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Venerables hermanos,
queridos hermanos y hermanas

Con esta solemne concelebración inauguramos la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tiene como tema: La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Esta temática responde a una orientación programática para la vida de la Iglesia, la de todos sus miembros, las familias, las comunidades, la de sus instituciones. Dicha perspectiva se refuerza por la coincidencia con el comienzo del Año de la fe, que tendrá lugar el próximo jueves 11 de octubre, en el 50 aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II. Doy mi cordial bienvenida, llena de reconocimiento, a los que habéis venido a formar parte de esta Asamblea sinodal, en particular al Secretario general del Sínodo de los Obispos y a sus colaboradores. Hago extensivo mi saludo a los delegados fraternos de otras Iglesias y Comunidades Eclesiales, y a todos los presentes, invitándolos a acompañar con la oración cotidiana los trabajos que desarrollaremos en las próximas tres semanas.

Las lecturas bíblicas de la Liturgia de la Palabra de este domingo nos ofrecen dos puntos principales de reflexión: el primero sobre el matrimonio, que retomaré más adelante; el segundo sobre Jesucristo, que abordo a continuación. No tenemos el tiempo para comentar el pasaje de la carta a los Hebreos, pero debemos, al comienzo de esta Asamblea sinodal, acoger la invitación a fijar los ojos en el Señor Jesús, «coronado de gloria y honor por su pasión y muerte» (Hb 2,9). La Palabra de Dios nos pone ante el crucificado glorioso, de modo que toda nuestra vida, y en concreto la tarea de esta asamblea sinodal, se lleve a cabo en su presencia y a la luz de su misterio. La evangelización, en todo tiempo y lugar, tiene siempre como punto central y último a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1,1); y el crucifijo es por excelencia el signo distintivo de quien anuncia el Evangelio: signo de amor y de paz, llamada a la conversión y a la reconciliación. Que nosotros venerados hermanos seamos los primeros en tener la mirada del corazón puesta en él, dejándonos purificar por su gracia.

Quisiera ahora reflexionar brevemente sobre la «nueva evangelización», relacionándola con la evangelización ordinaria y con la misión ad gentes. La Iglesia existe para evangelizar. Fieles al mandato del Señor Jesucristo, sus discípulos fueron por el mundo entero para anunciar la Buena Noticia, fundando por todas partes las comunidades cristianas. Con el tiempo, estas han llegado a ser Iglesias bien organizadas con numerosos fieles. En determinados periodos históricos, la divina Providencia ha suscitado un renovado dinamismo de la actividad evangelizadora de la Iglesia. Basta pensar en la evangelización de los pueblos anglosajones y eslavos, o en la transmisión del Evangelio en el continente americano, y más tarde los distintos periodos misioneros en los pueblos de África, Asía y Oceanía. Sobre este trasfondo dinámico, me agrada mirar también a las dos figuras luminosas que acabo de proclamar Doctores de la Iglesia: san Juan de Ávila y santa Hildegarda de Bingen. También en nuestro tiempo el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia un nuevo impulso para anunciar la Buena Noticia, un dinamismo espiritual y pastoral que ha encontrado su expresión más universal y su impulso más autorizado en el Concilio Ecuménico Vaticano II. Este renovado dinamismo de evangelización produce un influjo beneficioso sobre las dos «ramas» especificas que se desarrollan a partir de ella, es decir, por una parte, la missio ad gentes, esto es el anuncio del Evangelio a aquellos que aun no conocen a Jesucristo y su mensaje de salvación; y, por otra parte, la nueva evangelización, orientada principalmente a las personas que, aun estando bautizadas, se han alejado de la Iglesia, y viven sin tener en cuenta la praxis cristiana. La Asamblea sinodal que hoy se abre esta dedicada a esta nueva evangelización, para favorecer en estas personas un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social. Obviamente, esa orientación particular no debe disminuir el impulso misionero, en sentido propio, ni la actividad ordinaria de evangelización en nuestras comunidades cristianas. En efecto, los tres aspectos de la única realidad de evangelización se completan y fecundan mutuamente.

El tema del matrimonio, que nos propone el Evangelio y la primera lectura, merece en este sentido una atención especial. El mensaje de la Palabra de Dios se puede resumir en la expresión que se encuentra en el libro del Génesis y que el mismo Jesús retoma: «Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne» (Gn 1,24, Mc 10,7-8). ¿Qué nos dice hoy esta palabra? Pienso que nos invita a ser más conscientes de una realidad ya conocida pero tal vez no del todo valorizada: que el matrimonio constituye en sí mismo un evangelio, una Buena Noticia para el mundo actual, en particular para el mundo secularizado. La unión del hombre y la mujer, su ser «una sola carne» en la caridad, en el amor fecundo e indisoluble, es un signo que habla de Dios con fuerza, con una elocuencia que en nuestros días llega a ser mayor, porque, lamentablemente y por varias causas, el matrimonio, precisamente en las regiones de antigua evangelización, atraviesa una profunda crisis. Y no es casual. El matrimonio está unido a la fe, no en un sentido genérico. El matrimonio, como unión de amor fiel e indisoluble, se funda en la gracia que viene de Dios Uno y Trino, que en Cristo nos ha amado con un amor fiel hasta la cruz. Hoy podemos percibir toda la verdad de esta afirmación, contrastándola con la dolorosa realidad de tantos matrimonios que desgraciadamente terminan mal. Hay una evidente correspondencia entre la crisis de la fe y la crisis del matrimonio. Y, como la Iglesia afirma y testimonia desde hace tiempo, el matrimonio está llamado a ser no sólo objeto, sino sujeto de la nueva evangelización. Esto se realiza ya en muchas experiencias, vinculadas a comunidades y movimientos, pero se está realizando cada vez más también en el tejido de las diócesis y de las parroquias, como ha demostrado el reciente Encuentro Mundial de las Familias.

Una de las ideas clave del renovado impulso que el Concilio Vaticano II ha dado a la evangelización es la de la llamada universal a la santidad, que como tal concierne a todos los cristianos (cf. Const. Lumen gentium, 39-42). Los santos son los verdaderos protagonistas de la evangelización en todas sus expresiones. Ellos son, también de forma particular, los pioneros y los que impulsan la nueva evangelización: con su intercesión y el ejemplo de sus vidas, abierta a la fantasía del Espíritu Santo, muestran la belleza del Evangelio y de la comunión con Cristo a las personas indiferentes o incluso hostiles, e invitan a los creyentes tibios, por decirlo así, a que con alegría vivan de fe, esperanza y caridad, a que descubran el «gusto» por la Palabra de Dios y los sacramentos, en particular por el pan de vida, la eucaristía. Santos y santas florecen entre los generosos misioneros que anuncian la buena noticia a los no cristianos, tradicionalmente en los países de misión y actualmente en todos los lugares donde viven personas no cristianas. La santidad no conoce barreras culturales, sociales, políticas, religiosas. Su lenguaje – el del amor y la verdad – es comprensible a todos los hombres de buena voluntad y los acerca a Jesucristo, fuente inagotable de vida nueva.

A este respecto, nos paramos un momento para admirar a los dos santos que hoy han sido agregados al grupo escogido de los doctores de la Iglesia. San Juan de Ávila vivió en el siglo XVI. Profundo conocedor de las Sagradas Escrituras, estaba dotado de un ardiente espíritu misionero. Supo penetrar con singular profundidad en los misterios de la redención obrada por Cristo para la humanidad. Hombre de Dios, unía la oración constante con la acción apostólica. Se dedicó a la predicación y al incremento de la práctica de los sacramentos, concentrando sus esfuerzos en mejorar la formación de los candidatos al sacerdocio, de los religiosos y los laicos, con vistas a una fecunda reforma de la Iglesia.

Santa Hildegarda de Bilden, importante figura femenina del siglo XII, ofreció una preciosa contribución al crecimiento de la Iglesia de su tiempo, valorizando los dones recibidos de Dios y mostrándose una mujer de viva inteligencia, profunda sensibilidad y reconocida autoridad espiritual. El Señor la dotó de espíritu profético y de intensa capacidad para discernir los signos de los tiempos. Hildegarda alimentaba un gran amor por la creación, cultivó la medicina, la poesía y la música. Sobre todo conservó siempre un amor grande y fiel por Cristo y su Iglesia.

La mirada sobre el ideal de la vida cristiana, expresado en la llamada a la santidad, nos impulsa a mirar con humildad la fragilidad de tantos cristianos, más aun, su pecado, personal y comunitario, que representa un gran obstáculo para la evangelización, y a reconocer la fuerza de Dios que, en la fe, viene al encuentro de la debilidad humana. Por tanto, no se puede hablar de la nueva evangelización sin una disposición sincera de conversión. Dejarse reconciliar con Dios y con el prójimo (cf. 2 Cor 5,20) es la vía maestra de la nueva evangelización. Unicamente purificados, los cristianos podrán encontrar el legítimo orgullo de su dignidad de hijos de Dios, creados a su imagen y redimidos con la sangre preciosa de Jesucristo, y experimentar su alegría para compartirla con todos, con los de cerca y los de lejos.

Queridos hermanos y hermanas, encomendemos a Dios los trabajos de la Asamblea sinodal con el sentimiento vivo de la comunión de los santos, invocando la particular intercesión de los grandes evangelizadores, entre los cuales queremos contar con gran afecto al beato Papa Juan Pablo II, cuyo largo pontificado ha sido también ejemplo de nueva evangelización. Nos ponemos bajo la protección de la bienaventurada Virgen María, Estrella de la nueva evangelización. Con ella invocamos una especial efusión del Espíritu Santo, que ilumine desde lo alto la Asamblea sinodal y la haga fructífera para el camino de la Iglesia hoy, en nuestro tiempo. Amen.

©Librería Editorial Vaticana

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