4.10.12

 

Ya voy comprendiendo la técnica para hacer que la doctrina vaya coincidiendo exactamente con lo que uno piensa.

Imaginen el caso. Uno de repente decide que la doctrina de la iglesia no le gusta, que hay exigencias morales que no le convencen o cuestiones con las que no está de acuerdo. ¿Qué hacer? En estos casos se puede optar bien por la conversión personal, bien por manipular y retorcer las cosas hasta que se obtenga el resultado deseado, que no es otra cosa que conseguir que la doctrina acabe diciendo justo lo que a mí me interesa.

La cosa supone exactamente tres pasos que voy a ir explicando.

“El magisterio es falible”. Es un paso fundamental. Ya sabemos que los católicos tenemos como fuentes de revelación la Escritura y la Tradición interpretadas correctamente por el magisterio. Pues nada, uno declara que el magisterio se equivoca y se ha equivocado (aquí siempre es bueno recordar a Galileo), y que por tanto no vas a fiarte de algo que falla más que una escopeta de feria. Por tanto, nada de obediencia de la fe. Mejor sólo la Escritura y de manera especial el evangelio, que es lo que dijo el Señor.

Pero claro, hay veces que el evangelio dice cosas que no gustan y que son meridianamente claras. Por ejemplo, el primado de Pedro. No admite lugar a dudas: tú eres Pedro, sobre esta roca edificaré mi Iglesia, te daré las llaves, lo que ates quedará atado. ¿Y si uno no está de acuerdo con el papa, el ministerio de Pedro, su primacía entre los apóstoles? ¿Qué hace? Pues para eso se ha inventado el segundo paso: “un añadido posterior”. Que es algo así como que no lo dijo Cristo, y que una mano negra lo añadió para justificar lo injustificable. Por tanto, como es añadido posterior, nada, ni caso.

Como ven, han bastado dos pasos para tener casi fundamentada del todo una doctrina a mi imagen y semejanza: la autoridad de la iglesia no es fiable y si algo no me gusta del evangelio es un añadido posterior.

Pero aún queda un tercer problema. Y es que puede haber cosas que el evangelio no dice y que a mí me encantaría que dijera. Por ejemplo, si yo estoy en contra de la virginidad o el celibato por el Reino, me vendría bien un texto que justificara la primacía del ejercicio de la genitalidad sexual sobre la virginidad. ¿Qué hago para justificar mi postura? Es sencillo. Me invento “un papiro copto” hablando de la esposa de Jesús o un pseudo apócrifo que habla de los hermanos de carne y sangre de Cristo.

¿Ven qué fácil? ¿Qué a usted no le gusta la doctrina de la Iglesia? No pasa nada, el magisterio se equivoca. ¿Qué hay cosas en el evangelio que le molestan? Acuda a eso del añadido posterior para minimizar su importancia. ¿Qué en el evangelio echa en falta textos para justificar sus postulados? Pues segur que encuentra un papiro copto que lo respalda.

¿A qué es fácil?

Pues desde este momento ya sabe cada uno cómo hacerse con un compendio de doctrina a su justa medida: “no hay magisterio", y aplíquese según convenga el “añadido posterior” y el “papiro copto”.