28.09.12

Sacramentos ¿decir no?

A las 10:49 AM, por Jorge
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Sé que el tema es un charco embarrado. Pero si uno algo puede aportar aquí es su experiencia de cura párroco, sus dificultades y limitaciones, la visión de los problemas desde el despacho parroquial, el templo y la sacristía.

Dos son los sacramentos que plantean problemas. Sobre todo dos: bautismo y matrimonio. Los otros plantean menos dificultades al menos en principio.

Parto de que ya quisiera yo de que todos los feligreses fueran santos, perfectos, simpáticos, guapos, amables y de buen gusto. Pero los feligreses son como un servidor: limitados, con sus problemas cada uno, carácter singular y demás cuestiones varias.

Llegan papá y mamá al despacho con su retoño para el que piden el bautismo. En principio nada que objetar. Miro lo que dice el derecho, que pone como única condición “que haya esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la religión católica; si falta por completo esa esperanza debe diferirse el bautismo, según las disposiciones del derecho particular, haciendo saber la razón a sus padres.” A ver qué es eso de “esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la religión católica…”. A partir de ahí… la cosa se complica.

Cada vez más te encuentras con padres no casados canónicamente, alejados de la práctica religiosa. ¿Bastaría ese dato para dudar de la educación católica de los hijos? Por otra parte, se hace muy difícil escudriñar y juzgar el interior de la persona para saber si de verdad van a educar en la fe a ese hijo o no. Son pecadores, pero los “practicantes” también lo somos y con mayor responsabilidad.

Nosotros lo que hacemos en la pastoral del bautismo, y la llevo yo personalmente, es acoger siempre a las familias, hablar con ellos, tratar de explicar lo que es el bautismo, animar a los padres en su vida cristiana, ofrecer unas charlas de preparación y bautizar con la mayor dignidad posible.

¿Y con los matrimonios, qué? Si al menos uno de los dos es bautizado no se le puede negar a nadie siempre y cuando cumplan con las formalidades del derecho y se les haya impartido la formación suficiente.

Es verdad que mucha gente te dice que si no son practicantes, que si no se lo creen, que si vete a saber, que para eso, que si vienen porque la iglesia es más bonita que el juzgado… Insisto, si al menos uno es bautizado y lo piden ¿soy yo acaso quien se va a negar a celebrar un matrimonio canónico porque me parece que en su interior las intenciones no son honradas? ¿Eso no es juzgar?

Complicada la cosa. Pero esto es como nosotros lo vemos. Y en la práctica negar un sacramento hay que plantearse si hace más bien o mal a las personas. Conozco personas que acudieron a su boda o al bautizo sin especial convencimiento, y la acogida, el cariño y la celebración les han hecho volver a la Iglesia. Pero cada vez que me puse “bruto” y dije no, he conseguido alguien que se va y normalmente para no volver.

Es fácil desde fuera decir no, como lo es decir sí. Luego en el despacho, en el día a día… como me dijo un día el cardenal Rouco Varela, uno hace finalmente lo que puede.

Os invito a leer Ius Canonicum, página que pretende facilitar el conocimiento y la divulgación del derecho canónico.

Dentro de ella recomiendo hoy especialmente lo que explica sobre los requisitos que se piden a los padres para el bautismo de sus hijos y los diversos temas sobre derecho matrimonial.