Prolongando el clima de profunda comunión eclesial y gran alegría,
vivido en la solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo,
Benedicto XVI recibió a los 43 Arzobispos Metropolitanos que
recibieron el Palio, acompañados de sus familiares, amigos y fieles,
llegados de tantas partes del mundo. Esta mañana en el Aula Pablo VI,
haciendo hincapié en «la universalidad de la Iglesia, llamada a
hacer conocer a Cristo y a anunciar el Evangelio en todos los
continentes y lenguas», el Papa fue saludando en italiano, francés,
inglés, alemán, español, portugués y polaco. Escuchemos las palabras
del Santo Padre a los seis Metropolitanos de habla hispana, a los
fieles que los acompañaban y a sus respectivas Iglesias:
“Con ocasión de la imposición del palio, saludo cordialmente al
Arzobispo de Guadalajara, Cardenal Francisco Robles Ortega; al de
Tucumán, Monseñor Alfredo Horacio Zecca; al de Los
Altos-Quetzaltenango-Totonicapán, Monseñor Mario Alberto Molina
Palma; al de Ayacucho o Huamanga, Monseñor Salvador Piñeiro
García-Calderón; al de Ciudad Bolívar, Monseñor Ulises Antonio
Gutiérrez Reyes, y al de San Luis Potosí, Monseñor Jesús Carlos
Cabrero Romero, así como a quienes los arropan con su oración y
afecto en esta significativa circunstancia. Pongo a todos bajo la
fiel custodia de San Pedro y San Pablo, para que se incremente cada
vez más la cercanía espiritual y los vínculos de comunión de
vuestras Iglesias particulares con la Sede Apostólica, y así se
intensifique entre vosotros el anuncio del Evangelio. Que Dios os
bendiga.
Benedicto XVI concluyó sus saludos, a todos estos queridos hermanos
y hermanas, alentándolos a llevar a sus comunidades «la experiencia
de intensa espiritualidad y de auténtica unidad evangélica de estos
días, para que llegue al corazón de los creyentes y se refleje en
toda la sociedad, dejando huellas de bien».
Y con el anhelo de que «la intercesión de la Madre de Dios y de los Apóstoles Pedro y Pablo obtengan para el pueblo cristiano la capacidad de hacer resplandecer en el mundo, por medio del tenaz y claro testimonio de cada uno, la palabra de verdad que el Señor Jesús nos ha dejado como don», el Santo Padre les impartió de corazón la Bendición Apostólica.