Fe y Obras

Orar para sostenernos

 

Para Marta, para que Dios obre
el milagro de su curación

19.04.2012 | por Eleuterio Fernández Guzmán


La oración, para un creyente católico, ha de ser un instrumento espiritual sobre el que construir vida. Sin oración, en verdad, no hay vida cristiana porque la misma supone ponernos en comunicación directa con nuestro Creador.

Esto lo supo ver muy bien Ernestina de Champurcin cuando escribió lo que sigue:

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

En este poema habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

Pero también podemos acogernos a las Sagradas Escrituras donde la oración es puesta, muchas veces, en práctica por aquellos que, inspirados por Dios, han sabido dejar escrito lo que tanto bien nos hace.

Así, con el Salmo 138 también pedimos algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que nos lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios. Y con la oración lo recorremos en la seguridad de no ser nunca abandonados por nuestro Creador.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Por eso, orar es, quizá esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su  plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

No vaya a creerse, por otra parte, que, por ejemplo, en el mundo de la red de redes o, lo que es lo mismo, en Internet, no cabe oración como si se tratase de un medio estéril en tal aspecto. Muy al contrario es la cosa porque la oración aquí traída lo es para rezarla antes de que el usuario católico entre en la red citada. En realidad es expresión de una nueva forma de cumplir con nuestras oraciones. Es la que sigue:

“Dios Todopoderoso y eterno, tú que nos has creado a imagen y semejanza tuya, y nos has mandado a buscar todo lo que es bueno, verdadero y hermoso, especialmente en la persona de tu Hijo Unigénito, Señor nuestro Jesucristo. Te rogamos, que por intercesión de San Isidoro de Sevilla, Obispo y Doctor de la Iglesia, hagas que durante nuestra peregrinación en la Internet dirijamos nuestros ojos y nuestras manos solamente a lo que te es grato y que tratemos con caridad y paciencia a todas las almas que encontremos.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

Y que Dios sigue siendo el mismo de siempre pero sus hijos encontramos nuevas formas de estar con Él. Y así nos sostenemos.

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net