15.04.12

El milagro del perdón

A las 12:34 PM, por Luis Fernando
Categorías : Actualidad, Espiritualidad cristiana, Evangelio

 

Mons. José Ignacio Munilla ha sido hoy el buen pastor de las víctimas del terrorismo durante la Misa que ha oficiado en la catedral de San Sebastián. Y lo ha sido no solo por ofrecer a Dios el sacrificio eucarístico por el alma de los asesinados y por el sufrimiento de los que no llegaron a morir y por todas sus familias, sino por las palabras dirigidas precisamente a aquellos que hoy lloran por el daño que les causaron los asesinos.

El camino mostrado hoy por el obispo de San Sebastián no es otro que el de la cruz. La misericordia divina alcanza en el Calvario su mayor expresión. Allí llega el Cordero de Dios, inocente de todo pecado, para cargar con nuestras faltas y ofrecernos, desde su sufrimiento, el perdón. El sacrificio de Cristo abre la puerta de la justicia divina que toma como alma la misericordia, dejando a un lado la justicia, igualmente divina, sin dañarla, que tiene como alma la retribución por el mal causado.

Desde el temor de quien sabe muy bien lo que está pidiendo, el obispo ruega a las víctimas que recen por la conversión de sus verdugos. Es lo que hizo Cristo en la cruz, cuando exclamó “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Luc 23,24). Es ese perdón que se ofrece sin que siquiera lo pidan aquellos que son objeto del mismo.

De la misma manera que muchos se burlaban ante la cruz de Cristo, hoy vemos a muchos de los terroristas y quienes les apoyan mantener una actitud chulesca, burlona, soberbia y ofensiva hacia las víctimas. No es fácil perdonar en esas circunstancias. Sólo aquel que se dejó crucificar por nosotros puede darnos las fuerzas para que nos ofrezcamos como víctimas propiciatorias que ruegan por el perdón de quienes nos ofenden. No en vano Monseñor Munilla habla de oración heroica” la que se ofrece por la conversión de los asesinos. Pero quien logra dar el paso de rezar de esa manera, experimenta en su alma la práctica sanación de todas sus heridas. Quien como Dios perdona, por Dios ha sido santificado, sanado y perdonado.

Es probable que muchos de los terroristas no dejen que sus corazones sean inundados de la gracia de Dios. Muchos están orgullosos de sus crímenes y solo esperan que una serie de pactos políticos obtengan para ellos una especie de amnistía encubierta, por la cual saldrán a la calle sin haber cumplido con sus penas de cárcel. Pero en el tribunal de Dios no caben corrupciones humanas. No puede aceptar el perdón quien no reconoce que tiene algo de qué ser perdonado. Y quien no acepta el perdón de Dios, quien no acepta el perdón de las víctimas inocentes, no puede esperar otra cosa que la condenación eterna. La cadena perpetua del infierno no tiene revisión. Mayor razón para rezar intensamente por la conversión de todos. Si Dios no quiere la muerte del que muere (Ez 18,32), nosotros tampoco, aunque el que muera nos haya causado un grave mal.

Es bella, a la vez que impresionante, la imagen de una víctima del terrorismo convirtiéndose en instrumento para abrir la puerta de la justicia impregnada de misericordia divina. Partiendo de esa imagen, se puede cumplir verdaderamente la petición de Monseñor Munilla a Dios: ¡Que su sangre sea semilla de paz y de libertad!. La paz y la libertad que solo puede darnos el Señor.

Luis Fernando Pérez Bustamante

Homilía completa de Mons. Munilla