6.03.12

Un amigo de Lolo - Peripecias de cada día

A las 12:44 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo
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Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Peripecias de cada día

Poco a poco vamos, sorbo a sorbo, bebiéndonos la vida que se nos ha entregado. Haciendo, o no, rendir los talentos que Dios nos entregó, vamos caminando a sabiendas de que, si bien el destino es su definitivo Reino, también es posible que escojamos el mundo y lo prefiramos al rostro de nuestro Creador. Nos hizo libres y, por eso, cada día nos hace libres de mirar para otro lado cuando pone, ante nosotros, huellas de su paso por nuestra vida.

En el pequeño espacio que ocupamos nos movemos como quien quiere pero, a veces, no puede. Liberados de la preocupación por el más allá (pues conocemos qué es aunque no cuándo) vamos viviendo pausadamente lo que nos pasa y tratamos de hacer ver a los demás que, en realidad, nos pasa y que no somos una ensoñación de un dios menor, de los que conforman el mundo con sus concupiscencias. Muy al contrario, demostraríamos con pruebas sin cuento que Dios, en nuestro pasar, nos acoge y nos conforma, si queremos, a su hechura de Padre y que, por eso mismo, nada mejor que afirmar que, cada día, somos lo que somos como Dios quiere que seamos. Y nada nos es necesario que no provenga de la boca de Quien creó, y mantiene, lo creado.

Y, sin embargo, todo puede volverse peripecia y venir a ser lo que no éramos porque se nos ha puesto, entre corazón y alma, que no nos conviene diferir por más tiempo el sometimiento obligado al querer de Dios. Así, si por razón que no podíamos prever todo lo que era ilusión y esperanza se troca en falta de futuro porque el mundo no nos va a aceptar como ahora somos porque, por ejemplo, sólo considera válido lo que puede demostrar fuerza y pragmatismo, no dudemos en considerarnos, en tal momento, hijos de Dios.

Y eso, que podría parecer ser cosa de hercúleos pensadores que saben discernir entre lo que pasa y lo real, nos pasa, en efecto, cada día. Así, por ejemplo, cuando nos incorporamos al mundo y vemos que tenemos otra oportunidad de ser hijos del Padre y agradecemos tal momento… entonces cambiamos para, de verdad, serlo; o cuando sabemos que hemos sido perdonados tras haber roto la especial unión que los ata a Dios; o cuando, como criaturas que miran a su Padre como si existiera una distancia insalvable y nos damos cuenta de que está tan cerca que está en el otro, en el prójimo y en tantas realidades que son palpables con las manos y sentidas con el corazón. En todos estos concretos momentos nos damos cuenta de la peripecia de cada día y de que, queramos o no, estamos destinados al seno del Creador y a completar, eso sí, los sufrimientos de Cristo con los nuestros, como muy escribió otro que, en su peripecia particular, también cambió y que responde al nombre de Pablo, nacido en Tarso.

Eleuterio Fernández Guzmán