29.02.12

Recién nacidos bielorrusos. AFP PHOTO / VIKTOR DRACHEV (Photo credit should read VIKTOR DRACHEV/AFP/Getty Images)

En la prestigiosa revista Journal of Medical Ethics, dos autodenominados especialistas, Alberto Giubilini – Universidad de Monash– y Minerva Francesca – Universidad de Melbourne—han decidido quitarse las caretas, y mostrar el verdadero rostro de la «cultura de la muerte». En el artículo titulado «el aborto del post-nacido, ¿por qué debe vivir el bebé?», ponen negro sobre blanco la cruel coherencia del pensamiento abortista: ¡qué más da dentro que fuera del seno materno!, ¡qué más da que haya vida!.

Los dos bioéticos afirman claramente que «debe ser permitido el ‘aborto del post-nacido’ –matar al recién nacido [sic]— en todos los casos en los que es permitido el aborto». ¿Terrorífico? Congruente, diría yo.

Lo justifican con un argumentario que cuando los provida lo esgrimíamos los abortistas acusaban falsear las verdaderas intenciones:

el aborto está ampliamente aceptado, incluso por razones que no tienen nada que ver con la salud del feto. Demostraremos que:

  1. tanto feto como recién nacido no tienen el estatus moral de persona real
  2. el hecho de que ambos sean personas en potencia es moralmente irrelevante, y
  3. la adopción no siempre interesa a las personas reales

El editor de la revista ha explicado los irrelevantes motivos de la conveniencia del artículo. Sinceramente, creo que debemos darle las gracias. Muchas veces nos preguntamos por los oscuros motivos que mueven a las personas para defender el homicidio, aquí los tenemos claros.

Pero también pone de manifiesto otros aspectos relevantes. El más cutre es el intento de manipulación del lenguaje alter-birth abortion, que en este caso asociado a la expresión «matar al recién nacido», por si a alguien le cabe alguna duda, sin despeinarse.

Es un caso claro de «pendiente resbaladiza ética», que se fundamenta precisamente en la expresión «el aborto está ampliamente aceptado», como un peldaño consolidado, y que confirma el juicio de Julián Marías sobre la extrema gravedad precisamente de esa aceptación social del aborto.

Quizá destaque sobre las demás consideraciones el desprecio a la vida. En ningún momento niegan que exista, la ciencia médica y la biológica lo han confirmado, hace tiempo: vida distinta a la madre desde el momento de la concepción. Eso lo admiten. La cuestión ya no es la vida, es el desprecio a la ajena.

En la antigüedad que el feto o el recién nacido tenían vida también era un hecho. Pero sólo el cristianismo acabó con el infanticidio, cada persona tenía valor en sí misma, y ese valor no estaba condicionado a la utilidad o autonomía de ese ser: era hijo de Dios. Quizá sea la razón por la que la “cultura de la vida” se esté convirtiendo en una suerte de vía natural para la conversión.

Es curioso que sea otro australiano, el ateo Peter Singer, uno de los principales adalides en propugnar esta vuelta a una sociedad pre-cristiana:

Como los antiguos griegos, deberíamos tener una ceremonia un mes después del parto en la que el infante es admitido en la comunidad. Sólo en ese momento, a los niños se les reconocerían los mismos derechos que a las personas.

La cosa no ha hecho más que empezar, ya veréis.