24.01.12

 

Soraya Sáenz de Santamaría es vicepresidenta del gobierno de España desde que Mariano Rajoy la designó para tan alto cargo a finales del mes pasado. Ella será la que presidirá el consejo de minisitros cuando el presidente esté de viaje o sufra una enfermedad que le impida acudir a dicho consejo. Pero además es ministra de la presidencia y portavoz del gobierno. Es decir, es la que tiene que dar la cara ante los medios y ante la sociedad para explicar lo que el ejecutivo hace y el porqué lo hace.

En su vida privada, Soraya está casada por lo civil con el abogado del Estado Iván Rosa desde 2006. Ambos acaban de tener un hijo. No tengo ni idea de si no se han casado por la Iglesia debido a que no han querido o a que no han podido. No sé si don Iván estuvo casado antes y se divorció o simplemente decidieron que no querían que su unión fuera bendecida por Dios con la Iglesia como testigo. Pero una cosa es segura. Desde el punto de vista de la moral católica, esa unión no es un matrimonio y ambos viven en pecado público. Eso les impide, entre otras cosas, comulgar.

Nadie puede creerse que Soraya no conoce cuál es su situación ante los ojos de Dios y de la Iglesia. Es por ello especialmente irresponsable por su parte el haber aceptado dar el pregón de la Semana Santa en la Catedral de Valladolid, con el arzobispo delante. El primer error lo cometió el alcalde de la ciudad castellana al ofrecerle esa posibilidad. Pero ella pudo haber renunciado discretamente. Y como no lo ha hecho, se ha encontrado con que Monseñor Ricardo Blázquez le ha dicho lo que le tenía que decir: “Soraya, maja, tú no debes dar el pregón a una fiesta católica estando en una situación irregular ante la Iglesia".

En realidad el arzobispo no le ha dicho nada directamente a la vicepresidenta, pero no hace falta. Si Soraya tiene un mínimo de dignidad personal debería de renunciar hoy mismo a dar ese pregón. No se puede ir a una catedral donde su obispo no quiere que tomes la palabra públicamente. Es como ir a casa de tu vecino a dar una charla a sus hijos en contra de la voluntad del padre.

Mons. Blázquez ha dicho que piensa acudir a la ceremonia. Supongo que no quiere forzar más las cosas pero no tendría nada de extraño que decidiera no asistir. Y que, de paso, el resto de los fieles hicieran lo mismo. Una catedral vacía o semivacía sería un mensaje claro y rotundo con una repercusión mediática evidente. Así aprenderían nuestros políticos a respetar a la Iglesia. Nadie les obliga a ser católicos, pero lo menos que se les puede pedir es que respeten nuestra doctrina, nuestra moral y nuestras normas cuando se trata de celebrar conjuntamente festividades de origen cristiano. Y si no, mejor se queden en sus casas.

Por último, cabe decir que algunos medios de comunicación se han lanzado a criticar al arzobispo de Valladolid. Ya sabemos que en relación al catolicismo el sentido común hace mucho que fue liquidado y enterrado por esos medios. Les molesta que la Iglesia enseñe lo que enseña sobre el matrimonio y que pida un mínimo de coherencia a quien quiere participar en actos de contenido religioso. A los católicos fieles a la Iglesia nos molesta tanta falta de respeto hacia nuestra fe en esos medios. Va siendo hora de que optemos por leer, oír y ver a aquellos de quienes sabemos que no van a burlarse de nuestra fe.

Luis Fernando Pérez Bustamante