ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 22 de enero de 2012

Santa Sede

Aceptar el poder transformador de la fe, crucial en la búsqueda de la plena unidad

Los buenos frutos del Camino Neocatecumenal

Mundo

Necesitamos al papa en México, he rezado mucho por ello

Un año nuevo lunar de justicia, paz y alivio al que sufre

España: Suspendido 'a divinis' un sacerdote

Donde Dios llora

India: Sin un crecimiento de los laicos, la Iglesia no podrá ser verdadera Iglesia

Foro

Jóvenes para la paz

Documentación

La oración por la unidad de los cristianos, central en el ecumenismo de la Iglesia

Asegurar la unidad en la interpretación y aplicación de las leyes que requiere la justicia

La Iglesia os da las gracias y os necesita para la nueva evangelización


Santa Sede


Aceptar el poder transformador de la fe, crucial en la búsqueda de la plena unidad
Afirmó Benedicto XVI en el rezo del Ángelus
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 22 enero 2012 (ZENIT.org).- A las 12 de este domingo, Benedicto XVI se asomó a la ventana de su despacho en el Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro. El papa comentó la finalidad de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos y anunció su próxima conclusión en la basílica de San Pablo Extramuros.

Como en el domingo anterior, el papa recordóla Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Invitó a todos a unirse a la oración de Jesús al Padre en la víspera de su pasión: "Que ellos también sean uno, para que el mundo crea" (Jn 17,21).

Comentó el lema de la Semana “Todos seremos transformados por la victoria de Jesucristo, nuestro Señor (cf. 1 Cor 15,51-58)” afirmó que “estamos llamados a contemplar la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, es decir su resurrección, que es un acontecimiento que transforma radicalmente a los que creen en Él y les abre el camino a una vida incorruptible e inmortal”. “Reconocer y aceptar el poder transformador de la fe en Jesucristo, sostiene a los cristianos también en la búsqueda de la plena unidad entre sí”, añadió.

Recordó que, durante muchas décadas, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos “es un elemento central en la actividad ecuménica de la Iglesia”.

“El tiempo que dedicaremos a la oración por la plena comunión de los discípulos de Cristo, nos permitirá comprender más profundamente la forma en que seremos transformados por su victoria, por el poder de su resurrección”, añadió.

Anunció que, el próximo miércoles, concluirá la semana de oración con la celebración solemne de las vísperas de la solemnidad de la Conversión de San Pablo en la basílica de San Pablo Extramuros, en la cual participarán también los representantes de las otras Iglesias y comunidades cristianas.

“Espero que muchos estén presentes en este encuentro litúrgico para renovar juntos nuestra oración al Señor, fuente de unidad. Encomendémosla desde ahora, con confianza filial, a la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia”, concluyó Benedicto XVI.

Se puede acceder al discurso completo en este enlace: http://www.zenit.org/article-41332?l=spanish.

Luego, se dirigió a los presentes de lengua hispana con estas palabras: “Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en este rezo del Ángelus, en particular a los fieles de las parroquias de San Bartolomé y de San Andrés, de Murcia, y a los alumnos y profesores del Instituto Maestro Domingo, de Badajoz”.

“En esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos --añadió--, exhorto a todos a poner los ojos en el triunfo de Cristo, para que la contemplación de la meta de nuestra esperanza dirija nuestras acciones y plegarias, de modo que, dejándonos trasformar por el Señor, podamos un día reunirnos con él en su Reino. Feliz domingo”.

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Los buenos frutos del Camino Neocatecumenal
Encuentro de miembros del movimiento con Benedicto XVI
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 22 enero 2012 (ZENIT.org).- Un aula con todos sus doce mil puestos ocupados. Aplausos prolongados y el ritmo de palmas acompañando los cantos; gemidos de recién nacidos unidos a coros en fiesta; una fuerte emoción se transparentaba en las caras serenas de todos los presentes.

Es el escenario que presentaba este viernes el Aula Pablo VI en la que Benedicto XVI acogió a los miembros del Camino Neocatecumenal para la proclamación del decreto que ha aprobado oficialmente las celebraciones litúrgicas de este itinerario de fe, tras un atento estudio de cerca de quince años por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

En la audiencia, también el envío de un centenar de familias –con un total de 362 hijos- y de los sacerdotes que respondieron a la llama a partir en misión. Ocho destinos, seis europeos y dos americanos, presentados en un cartel al santo padre: Francia, Bélgica, eslovenia, Austria, estonia, reino Unido, Venezuela y estados Unidos.

Estaban presentes en la audiencia 27 obispos, cinco arzobispos y el patriarca de la Iglesia armenia.

Monseñor Clemens, secretario del Consejo Pontificio para los Laicos, leyó el decreto. El prelado señaló las etapas que han marcado la historia del Camino, desde la aprobación de los estatutos en 2008, a la del directorio catequético, en 2010, y la de este viernes.

Tomó luego la palabra Kiko Argüello, iniciador del movimiento, que recordó la importancia del kerigma, la buena noticia de Cristo resucitado que atraviesa todo el itinerario neocatecumenal, que es “todo celebrativo, basado en la potencia del trípode: Palabra, Eucaristía y Comunidad, pilares de la vida cristiana”.

Hacia las 11,30, Benedicto XVI fue acogido con cantos y aplausos y gritos de “¡Viva el papa!”.

El padre Mario Pezzi, responsable internacional del movimiento, proclamó el Evangelio de Mateo de la resurreción, al que respondió el coro con dos piezas de la sinfonía El Sufrimiento de los inocentes, interpretada en todo el mundo, como explicó Argüello “incluso ante cerca de setecientos judíos que apreciaron la sensibildad de la Iglesia católica hacia la Shoah, verdadero sufrimiento de los inocentes”.

“También este año tengo la alegría de poderme encontrar con vosotros y compartir este momento de envío para la misión”, dijo el papa.

“Vuestra presencia hoy –añadió- es un testimonio visible del vuestro gozoso compromiso de vivir la fe, en comunión con toda la Iglesia y con el sucesor de Pedro, y de ser valientes anunciadores del Evangelio”.

El imñpulso por tanto es a realizar el mandato de Jesús: “Id y haced discípulos a todos los pueblos”, con la certeza que acompaña a todo anunciador de Cristo de que Él está con nosotros “todos los días, hasta el fin del mundo”.

Se puede leer el discurso completo en este enlace: http://www.zenit.org/article-41331?l=spanish.

Una gran fiesta, por tanto, que concluyó con la bendición, el confiarles a María y la despedida de Benedicto XVI que, con las notas de Una gran señal, himno del Camino, ante de irse se giró de nuevo para despedirse de un modo todavía más caluroso.

Por Salvatore Cernuzio

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Mundo


Necesitamos al papa en México, he rezado mucho por ello
Entrevista con el embajador ante la Santa Sede Federico Ling
ROMA, domingo 22 enero 2012 (ZENIT.org).- Benedicto XVI en su viaje en América Latina con su presencia colmará una orfandad que allá se siente. En particular en México que está sufriendo las consecuencias de una lucha frontal contra la criminalidad organizada. Se lo sentirá como un padre que viene a ayudarlos, y aunque no logre solucionar directamente los problema les acompaña en su dolor. Lo dijo el embajador de México ante la Santa Sede Federico Ling Altamirano.

Una visita que, según el embajador mexicano será un gran éxito y hará caer el cliché según el cual el santo padre es eurocéntrico y poco mariano. Porque Benedicto XVI es un papa que no le teme a nada, subrayó el diplomático del país azteca.

El embajador Federico Ling Altamirano, expuso estas ideas en una entrevista concedida a ZENIT, en el marco de un encuentro informal de embajadores, organizado el jueves 19 de enero en Roma por la agencia Prestomedia, Mediatrends y la Fundación Promoción Social de la Cultura, pocas semanas antes del viaje de Benedicto XVI a América Latina.

¿Qué podría haberle hecho decidir al papa ir a México?

--Federico Ling: Creo que, como dijo su santidad el 12 de diciembre [en la celebración de Nuestra Señora de Guadalupe], América Latina está en plena batalla para no perder y para acrecentar este cristianismo y catolicismo que tiene más de 500 años de antigüedad y que bien se merecía la consideración de un viaje.

Cuba y México. ¿Quizás también hay razones históricas con México en el pasado, y con Cuba aún hoy que sigue teniendo sus bemoles?

--Federico Ling: Es tan válido tomar ese criterio como pensar que México es el segundo país del mundo por número de católicos, y casualmente de México a Roma la línea que se traza pasa por encima de La Habana.

¿Se esperaba la noticia?

--Federico Ling: Teníamos muy poca esperanza hace tres años atrás. Yo no tenía más herramienta que rezar. Y no hice más que rezar.

¿Pero fue invitado por México?

--Federico Ling: Sí, el presidente de México, Felipe Calderón, dos veces lo invitó personalmente. Y quizás influenció su decisión el llamado casi rozando con lo angustioso que le hizo el presidente, más o menos de este tipo: “Necesitamos que acuda a nuestro país en este momento, en que existe una lucha contra el crimen organizado, que ha producido un dolor inmenso y víctimas inocentes”.

Bueno, no siempre tan inocentes

--Federico Ling: Claro que no, pero incluso la gente criminal tiene esposa, hijos, parientes. Demasiadas lágrimas, demasiadas dificultades en México. Y porque existe una la situación psicológica debido a la cual el pueblo mexicano y muchos otros en Latinoamérica se sienten en orfandad.

¿Cómo la visita del pontífice puede ayudar a los países latinoamericanos?

--Federico Ling: Aquí el papa puede ayudar muchísimo haciéndose sentir. No necesita decir muchas cosas. Si lo desea hacer, mejor. Pero basta que diga: aquí está un papá para ayudarles, y si no logro solucionar su problema no dejo por ello de acompañarles en su dolor. Y les bendigo y que la Virgen de Guadalupe ayude para salir de estos problemas.

En varias ocasiones incluso en Brasil, en Aparecida, el papa ya indicó diversas cosas, ¿verdad?

--Federico Ling: Sí, por ejemplo lo que dijo en la misa de Guadalupe fue muy exacto. Si lo repite en los diversos lugares de Cuba y México va a ser muy apreciado. Aquí en San Pedro con los ritos y ceremonias todas las palabras suenan a academia, ¡pero allá sonarán a patria!

El cardenal de Cuba, Jaime Ortega, le dijo a ZENIT que los latinoamericanos estaban deseosos de bendiciones.

--Federico Ling: Sí, la bendición y seguramente algo más. Algo se les va a ocurrir para favorecer la visita en términos de participación y de presencia. Presiento que va a ser un gran éxito.

¿Qué puede aportar este viaje al pontificado de Benedicto XVI?

--Federico Ling: Si bien fue descrito muchas veces como un papa conservador, y que por ser alemán era poco papista y poco mariano, el viaje hará caer estos mitos y se convertirá en un sueño realizado.

¿Qué camino siguió espiritualmente su santidad?

--Federico Ling: El que sea es bueno, porque no solamente va a mejorar por así decir su rating en Latinoamérica, lo va a mejorar también en Europa, pues se le va a quitar el sambenito según el cual es eurocéntrico y que solamente visita Malta y San Marino porque le da miedo ir más lejos.

¿O sea?

--Federico Ling: No, no, este papa no le teme a nada. Y me encanta la forma con que, con gran maestría y una espiritualidad maravillosa lleva adelante a la Virgen de Guadalupe, desmintiendo que es poco mariano. El papa no es eurocéntrico, es mariano y para quienes necesitamos un sentido de paternidad es como un padre.  

Por H. Sergio Mora

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Un año nuevo lunar de justicia, paz y alivio al que sufre
Deseó el papa a quienes celebran la entrada del año del Dragón
ROMA, domingo 22 enero 2012 (ZENIT.org).- Benedicto XVI felicitó a los miles de millones de personas que, en varios países asiáticos, celebran el año nuevo lunar, el año del Dragón.

El papa, al terminar el rezo del Ángelus, asomado al balcón de su despacho en el Palacio Apostólico, recordó que, en estos días, “varios países del Extremo Oriente celebran con alegría el año nuevo lunar”.

“En la presente situación mundial de crisis económico-social –añadió- auguro a todos aquellos pueblos que el nuevo año está concretamente marcado por la justicia y la paz, traiga alivio a quien sufre, y que especialmente los jóvenes, con su entusiasmo y su impulso movido por un ideal puedan ofrecer una nueva esperanza al mundo”.

El año nuevo lunar es celebrado sobre todo por caso1.500 millones de chinos que han iniciado este fin de semana el año 4.710 del calendario, el año del Dragón.

Se considera al dragón un animal muy especial, porque las cabezas de este animal mitológico ahuyentan el mal. Se augura por tanto un año de tranquilidad en el que habrá cambios positivos y se retomará una "dirección más correcta" en la dimensión económica porque el dragón es un "animal invencible, que gana al mal".

Las fiestas por el nuevo año lunar se desarrollan de modo similar a la celebración de la Navidad. Destaca la importancia de comidas y cenas con familiares y amigos. Millones de personas se desplazan de sus lugares habituales de vivienda o trabajo para reunirse con otros familiares.

Durante el último día del año viejo, en la noche de este domingo, se encienden numerosos fuegos artificiales y petardos y las calles se llenan de dragones multicolores portados por personas que cantan y bailan.

Este año, habitantes de Corea del Sur enviaron globos con dulces a sus vecinos de Corea del Norte, a través de la frontera para unirse a ellos en esta fiesta, informó la prensa internacional.

“Es un pequeño aporte al amor fraternal a los habitantes de Corea del Norte. Espero que los envíos les animen a los norteños durante la celebración de Seollal (el Año Nuevo coreano)”, dijo una de las participantes de la iniciativa que emigró de Corea del Norte a Corea del Sur en 2007.

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España: Suspendido 'a divinis' un sacerdote
Por ser concursante en el programa televisivo 'Gran Hermano'
BARCELONA, domingo 22 enero 2012 (ZENIT.org).- El Arzobispado de Barcelona ha publicado en su página un decreto de los Misioneros del Sagrado Corazón por el que se suspende a divinis al padre Juan Antonio Molina Sanz, perteneciente a esta congregación, mientras decida seguir con su propósito de participar como concursante en el programa televisivo Gran Hermano.

Juan Antonio Molina Sanz, de 40 años, vive en Barcelona. Se declara “motero”, amigo de ir al gimnasio y de la música “heavy”, y su decisión no ha gustado ni siquiera a su familia, según los medios de comunicación. Es profesor además de sacerdote y vive dedicado a ambas cosas.

En un decreto publicado en la página web del Arzobispado de Barcelona, que tiene fecha de 19 de diciembre de 2011, firmado por el superior general de los Misioneros del Sagrado Corazón, padre Mark McDonald y el secretario general, padre Luis Carlos Araujo Moraes, se afirma que, “después de haber constatado que el padre Juan Antonio Molina Sanz ha expresado su voluntad de participar en el programa televisivo Gran Hermano en contra de una orden explícita de su provincial, el padre Wifredo Arribas Sancho MSC, y después de haber informado al padre Juan Molina por medio de su provincial y directamente por correo electrónico de los efectos negativos que esta participación podría tener para él mismo, para la Congregación y para la Iglesia, el que suscribe, superior general de la Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón, con el consentimiento del Consejo General, reunido el 19 de diciembre de 2011, en Roma, declaro al padre Juan Antonio Molina Sanz 'suspendido a divinis'”.

Por esta pena, aclara el decreto, “le está prohibido: todo trabajo pastoral por los fieles; la celebración pública de la Eucaristía y la predicación a los fieles; confesar a los fieles”.

“Esta pena –añade- tendrá efecto desde el momento en que el padre Juan Molina desobedezca la orden de su provincial y participe en la programación del programa televisivo”.

Se trata de “una sanción temporal que tiene como finalidad suscitar en el padre Molina un deseo sincero de cambio y de conversión. Esta durará hasta que sea oficialmente revocada por decreto contrario”.

El padre Molina, afirma el mismo documento, fue informado de que “los efectos de esta pena quedan suspendidos cada vez que sea necesario atender a los fieles en peligro de muerte según el canon 1335”.

Y concluye suplicando “a las autoridades eclesiásticas y sobre todo a los obispos más implicados que vigilen para que el padre Molina respete este decreto en el espíritu en que fue dado, es decir, para la protección de los fieles y en vista de su propia conversión”.

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Donde Dios llora


India: Sin un crecimiento de los laicos, la Iglesia no podrá ser verdadera Iglesia
Entrevista con monseñor Kallupura, obispo de Buxar
ROMA, domingo 22 enero 2012 (ZENIT.org).- La India es la mayor democracia del mundo, y el segundo país más poblado con un estimado de 1,21 miles de millones de habitantes. Es un país muy diverso, con muchos idiomas, culturas y religiones, aunque la población sigue siendo influenciada por el sistema de castas hindú. La mayoría de los convertidos al cristianismo son dalit --la casta más baja de la sociedad india--, históricamente conocida como los "intocables".

Para nuestra sección “Donde Dios llora”, en colaboración con la fundación pontificiaAyuda a la Iglesia Necesitada (AIN), Marie-Pauline Meyer entrevistó a monseñor Sebastián Kallupura, obispo de la diócesis de Buxar en Bihar, ubicada en el norte de la India.

¿Dónde está ubicada su diócesis?

--Monseñor Kallupura: India es un país grande, que se divide en 25 estados. Uno de los mayores estados del norte es Bihar. Tenemos unos 25.000 católicos, y pueden ser 20.000 más los cristianos de otros grupos. Por lo tanto, en los hechos somos una minoría microscópica. Es una zona pacífica. Los hindúes tienen fuertes creencias y son muy apacibles. Incluso su idioma, que es el Bhojpuri --el idioma oficial es por supuesto el hindú--, suena musical, al igual que la lengua italiana. La gente es de por sí muy cariñosa y no hay ningún conflicto.

La India aún tiene un sistema de castas. ¿Los cristianos de su diócesis pertenecen a una casta?

--Monseñor Kallupura: Una vez que se convierten en cristianos, por supuesto que ya no pertenecen a una casta. La población local, antes de abrazar el cristianismo, por lo general pertenece a una casta y a menudo son los del escalón más bajo; los así llamados dalit son los que más responden a nuestra fe. A nivel social, económico y educativo están más bien atrás. Nosotros les llevamos el mensaje de Cristo y los ayudamos a nivel educativo, social y económico a través de nuestros programas de ayuda social. Los dalitresponden y abrazan nuestra fe de buen grado.

¿Puede explicarnos el sistema de castas?

--Monseñor Kallupura: En la religión hindú, los miembros se dividen en distintos grupos o castas. Las personas están divididas de acuerdo al modo en que deben ser tratas. La más alta son los brahmanes, la clase sacerdotal que se dedica al servicio del templo. La clase de los guerreros que participaban en la guerra, especialmente en la antiguedad, se les llama kshatriya. Otro grupo pertenece a la casta vaishya de la que forman parte los empresarios e industriales de hoy. Luego están los shudra, que son los artesanos y agricultores y finalmente, los dalit, que es el nivel más bajo en el sistema de castas. Incluso dentro de cada una de estas castas, hay subcastas, por lo que a las personas se les hace más difícil salir de este sistema. Aquellos que pertenecen a la casta más alta, sin embargo, no se deshacen de su pertenencia a la casta debido a los beneficios. Los que están en el peldaño más bajo, los dalit, pueden lograr una cierta movilidad social a través de la educación, pero todavía llevan el estigma de su casta y por eso suelen ir a las zonas urbanas donde, gracias a la educación pueden trabajar y mantener un cierto grado de anonimato.

Usted no pertenece a una casta. ¿Este hecho influye, por ejemplo, en sus relaciones con el gobierno?

--Monseñor Kallupura: Yo no pertenezco a una casta. La Constitución de la India no reconoce el sistema de castas y es ilegal la discriminación basada en la pertenencia a una casta; sin embargo, la realidad es que la gente lo hace. Yo no tengo problemas con el gobierno, ni tampoco tengo problemas con la gente. En las zonas de misión, la gente piensa que los cristianos pertenecen a una casta, la casta de los cristianos. Para algunas personas es difícil pensar en una sociedad sin un sistema de castas. Esa es su forma de pensar. Una vez que los dalitabrazan el cristianismo, abandonan el hinduismo y su pertenencia a una casta oficialmente, constitucionalmente y naturalmente. La Iglesia no reconoce el sistema de castas.

Si la Iglesia se empeña en la educación de los pobres, ¿quiere decir que no hay una educación para todos, especialmente para aquellos que provienen del estrato más bajo de la sociedad?

--Monseñor Kallupura: Ese es el problema. No hay nadie destinado a educar a estas personas, especialmente a los dalit, para quienes estamos trabajando. Hay escuelas del gobierno, pero están ahí sólo de nombre; los maestros no se presentan y los niños tampoco se molestan en ir. Los más ricos son capaces de enviar a sus hijos a otro lugar para ser educados. Pero los pobres no tienen educación. Nadie se preocupa por ellos. Por lo tanto, allí es donde los misioneros van. Tenemos nuestras escuelas. El gobierno no apoya muchas de estas escuelas pero sin embargo las reconoce.

¿Es este uno de sus proyectos como obispo?

--Monseñor Kallupura: Esta es una de mis prioridades. Hablando a nivel educativo, nuestro pueblo está muy atrasado, por lo que yo quiero hacerlos crecer, porque sin un crecimiento de los laicos, la Iglesia no podrá ser la verdadera Iglesia. Los laicos tienen que ser educados y tienen que desarrollarse en la vida. Mi prioridad es hacerlos crecer, educar a los jóvenes, y educar a los niños como personas con dignidad.

¿Tiene usted la energía para hacer esto?

--Monseñor Kallupura: Yo tengo mi fe en Jesús y, por supuesto, es Él quien me va a ayudar. Él es quien me da la fuerza y en todo caso no lo hago por propia iniciativa. Él me llamó a este lugar. Me llamó y me ordenó para que fuera el obispo. Me ha pedido que haga este trabajo, y lo hago con su ayuda.

¿Cuál es su lema episcopal?

--Monseñor Kallupura: Mi lema es “Honrad a todos”. Está en la Biblia, en san Pedro, que pide a la gente honrar a todo el mundo. Por lo que “Honrad a todos” significa que queremos construir una diócesis donde todos sean honrados, no sólo el obispo, los sacerdotes y religiosos, sino todos; los laicos y las personas de otras confesiones, porque todos somos seres humanos.

Por lo tanto,¿qué es lo más importante para usted cuando se reúne con las personas? ¿Cuál es la primera cosa que les dice?

--Monseñor Kallupura: Inmediatamente digo Jesu, que significa alabado sea Jesucristo. Si me encuentro con los hindúes u otros que no comparten nuestra fe, los saludo con un Pranam, que es otra manera de saludar a la gente y nos convierte en amigos cuando empezamos una conversación. No comenzamos con la religión, pero con el tiempo llegamos allí. Luego descubren que soy sacerdote y obispo. Ellos se preguntan por qué soy un sacerdote y a continuación les comparto que he tenido una experiencia de Dios.

¿Puede compartir con nosotros esta experiencia de Dios?

--Monseñor Kallupura: Tengo una gran experiencia de oración. En el momento en que me siento a orar, sé que Jesús está conmigo llenándome degracia y vida. De alguna manera, el Señor escucha mis oraciones y estas son atendidas. Ruego por los demás y por mí y Él escucha, sobre todo cuando oro por los otros. Ese es el tipo de experiencia, estoy con el Señor.

¿Qué pide para su diócesis?

--Monseñor Kallupura: Mi diócesis es nueva y no tenemos ninguna infraestructura. Me falta personal, necesito sacerdotes y laicos. También estamos faltos de financiación. No tenemos nada. Así que tengo que ir por ahí pidiendo a la gente. Sin embargo, veo una cosa buena, y es que en esto todos son muy adaptables. Tenemos una pequeña iglesia y la gente duerme en la iglesia. También hay una escuela y se duerme en la terraza, poniendo las bancas juntas. Así es como estamos.

Esta entrevista fue realizada por Marie-Pauline Meyer para "Dios llora en la Tierra", un programa semanal de televisión y radio producido por Catholic Radio and Television Network, en conjunto con la fundación pontificia de Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Traducido del inglés por José Antonio Varela

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Foro


Jóvenes para la paz
Madurar es un proceso lento que no se pueve violentar
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 22 enero 2012 (ZENIT.org).- En este artículo, nuestro habitual colaborador del espacio “Foro”, el obispo de San Cristóbal de las Casas, México, Felipe Arizmendi Esquivel, comenta el mensaje para para la Jornada Mundial de la Paz, centrado en la educación de los jóvenes para que puedan constructores de paz y no se dejen seducir por ambientes violentos.

*****

+ Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

Muchos asesinos y secuestradores son jóvenes. Sin oportunidad de estudiar ni de trabajar, son enrolados por el crimen organizado, que los obliga a vender droga, a extorsionar, a matar. Jóvenes campesinos son levantados para llevarles a cultivar y cuidar sembradíos de marihuana y otros estupefacientes, de los que no son propietarios. Otros, buscadores de nuevas sensaciones, se organizan en pandillas o pequeños grupos para beber, divertirse, vagabundear y vivir a expensas de sus padres o de lo que roban. Unos se glorían de pintar grafitis, en que simbolizan sus dominios, sus sentimientos, sus rechazos sociales, sin respetar casas ajenas ni monumentos históricos.

Otros emigran y dejan sus comunidades, por necesidad económica o por invitación de otros que ya vivieron esa experiencia. Pierden su cultura, la riqueza de su idioma, sus costumbres, su vivencia familiar y comunitaria; se hacen individualistas, interesados más que todo en el dinero; se prostituyen, se contagian de actitudes y de criterios destructivos, también de sida, que a su vez transmiten a su alrededor. Cuando regresan, se sienten extraños; critican a sus mayores y a sus paisanos; contaminan a otros jóvenes con costumbres inmorales; se drogan para sentirse fuertes; se hacen aparecer grandes y triunfadores sólo porque usan celular moderno, aretes, ropa y peinados extravagantes, playeras con letreros en inglés, música estridente. Muchos cambian de religión, o se alejan totalmente de Dios.

CRITERIOS

En su mensaje de este año para la Jornada Mundial de la paz, el Papa Benedicto nos invita a educar a los jóvenes para sean constructores de justicia y de paz, con la ayuda de la familia, de las instituciones educativas, de los responsables políticos, de los medios de comunicación y de la Iglesia. Nos invita a “prestar atención al mundo juvenil, saber escucharlo y valorarlo. Se ha de transmitir a los jóvenes el aprecio por el valor positivo de la vida, suscitando en ellos el deseo de gastarla al servicio del bien. Éste es un deber en el que todos estamos comprometidos en primera persona. La Iglesia mira a los jóvenes con esperanza, confía en ellos y les anima a buscar la verdad, a defender el bien común, a tener una perspectiva abierta sobre el mundo y ojos capaces de ver cosas nuevas”. Les dice: “Nunca estáis solos. La Iglesia confía en vosotros, os sigue, os anima y desea ofreceros lo que tiene de más valor: la posibilidad de levantar los ojos hacia Dios, de encontrar a Jesucristo, Aquel que es la justicia y la paz”.

¿Qué hacer en concreto? Dice el Papa: “Para ser verdaderamente constructores de la paz, debemos ser educados en la compasión, la solidaridad, la colaboración, la fraternidad; hemos de ser activos dentro de las comunidades y atentos a despertar las consciencias sobre las cuestiones nacionales e internacionales, así como sobre la importancia de buscar modos adecuados de redistribución de la riqueza, de promoción del crecimiento, de la cooperación al desarrollo y de la resolución de los conflictos. Invito de modo particular a los jóvenes, que mantienen siempre viva la tensión hacia los ideales, a tener la paciencia y constancia de buscar la justicia y la paz, de cultivar el gusto por lo que es justo y verdadero, aun cuando esto pueda comportar sacrificio e ir contracorriente”.

PROPUESTAS

Los jóvenes necesitan ser escuchados. Dediquémosles parte de nuestro tiempo.

Los jóvenes son inquietos. Atendámosles con paciencia y serenidad; no queramos que sean ya adultos; madurar es un proceso lento, que no se puede violentar.

Los jóvenes son dinámicos y generosos. Organicemos con ellos no sólo dinámicas para entretenerlos, sino actividades que les hagan experimentar lo hermoso que es servir a Dios y a la comunidad. Por ejemplo, proponerles un acercamiento creativo a la Palabra de Dios y a la oración, visitas a enfermos, minusválidos y enfermos, campañas para limpiar calles y carreteras, sembrar árboles y proteger manantiales, talleres de sanación psicológica en su relación familiar, etc. Así, se irán educando para ser portadores de amor, justicia y paz.

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Documentación


La oración por la unidad de los cristianos, central en el ecumenismo de la Iglesia
Palabras de Benedicto XVI en el rezo del Ángelus
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 22 enero 2012 (ZENIT.org).- A las 12 de este domingo, Benedicto XVI se asomó a la ventana de su despacho en el Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro. Ofrecemos las palabras del santo padre al introducir la oración mariana.

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¡Queridos hermanos y hermanas!

Este domingo se sitúa en medio de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que se celebra del 18 al 25 de enero. Invito cordialmente a todos a unirse a la oración de Jesús al Padre en la víspera de su pasión: "Que ellos también sean uno, para que el mundo crea" (Jn 17,21). Este año en particular, nuestra meditación durante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se refiere a un pasaje de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, con el lema: Todos seremos transformados por la victoria de Jesucristo, nuestro Señor (cf. 1 Cor 15,51-58). Estamos llamados a contemplar la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, es decir su resurrección, que es un acontecimiento que transforma radicalmente a los que creen en Él y les abre el camino a una vida incorruptible e inmortal. Reconocer y aceptar el poder transformador de la fe en Jesucristo, sostiene a los cristianos también en la búsqueda de la plena unidad entre sí.

Este año los materialespara la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos fueron preparados por un grupo polaco. De hecho, Polonia ha tenido una larga historia de luchas valientes contra las adversidades y ha dado repetidas muestras de una gran determinación, animada por la fe. Por eso que las palabras que conforman el tema mencionado anteriormente, tienen una resonancia y una fuerza particular en Polonia. A través de los siglos, los cristianos polacos han intuido de forma espontánea una dimensión espiritual en su deseo de libertad, y han comprendido que la verdadera victoria sólo puede alcanzarse si se acompaña de una profunda transformación interna. Ellos nos recuerdan que nuestra búsqueda puede ser conducida de manera realista si el cambio se da principalmente en nosotros mismos, si dejamos que Dios actúe, si nos dejamos transformar a imagen de Cristo, si nos adentramos en la vida nueva que es Cristo, la verdadera victoria. La unidad visible de todos los cristianos es siempre una obra que viene de lo alto, de Dios, obra que exige la humildad de reconocer nuestra debilidad y de acoger el don. Pero, usando una frase a menudo repetida por el beato Papa Juan Pablo II, cada regalo se convierte también en un compromiso. La unidad que viene de Dios requiere, por lo tanto, nuestro compromiso diario de abrirnos los unos a los otros en la caridad.

Durante muchas décadas, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos es un elemento central en la actividad ecuménica de la Iglesia. El tiempo que dedicaremos a la oración por la plena comunión de los discípulos de Cristo, nos permitirá comprender más profundamente la forma en que seremos transformados por su victoria, por el poder de su resurrección. El próximo miércoles, como es costumbre, vamos a concluir la semana de oración con la celebración solemne de las vísperas de la solemnidad de la Conversión de San Pablo en la basílica de San Pablo Extramuros, en la cual participarán también los representantes de las otras Iglesias y comunidades cristianas. Espero que muchos estén presentes en este encuentro litúrgico para renovar juntos nuestra oración al Señor, fuente de unidad. Encomendémosla desde ahora, con confianza filial, a la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela

©Librería Editorial Vaticana


 

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Asegurar la unidad en la interpretación y aplicación de las leyes que requiere la justicia
Audiencia al Tribunal de la Rota Romana en la inauguración del año judicial
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 22 enero 2012 (ZENIT.org).- A las 11,30 horas de este domingo, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, Benedicto XVI recibió en audiencia a los prelados auditores, oficiales y abogados del Tribunal de la Rota Romana con ocasión de la solemne inauguración del año judicial. Publicamos a continuación el discurso que el Papa les dirigió

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¡Estimados miembros del Tribunal de la Rota Romana!

Es para mí un gran gozo recibirles hoy en este encuentro anual, con ocasión de la inauguración del año judicial. Dirijo mi saludo al Colegio de los prelados auditores, comenzando por el decano, monseñor Antoni Stankiewicz, a quien le agradezco sus palabras. Un saludo cordial también a los oficiales, abogados, a los demás colaboradores y a todos los presentes. En esta ocasión renuevo mi aprecio por el valioso ministerio que realizan en la Iglesia y que requiere un compromiso renovado con los efectos que este tiene para la salus animarum del Pueblo de Dios

En nuestra cita de este año, me gustaría partir de uno de los importantes eventos eclesiales que viviremos en unos pocos meses; me estoy refiriendo al Año de la Fe, que, siguiendo las huellas de mi venerado predecesor, el siervo de Dios Pablo VI, he querido convocar en el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II. Aquel gran pontífice --como escribí en la carta apostólica de convocatoria--, estableció por primera vez un período de reflexión “consciente de las graves dificultades del tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la fe verdadera y a su recta interpretación”1.

En referencia a una similar exigencia, que pasa por el ámbito que interesa directamente a su servicio en la Iglesia, hoy quisiera detenerme en un aspecto principal del ministerio judicial, que es la interpretación del derecho canónico en lo que respecta a su applicación.2 El nexo con el tema apenas mencionado --la recta interpretación de la fe--, no se reduce por cierto a una mera similitud semántica, ya que el derecho canónico halla en la verdad de la fe su fundamento y su propio sentido, y que la lex agendi no puede más que reflejar la lex credendi. La cuestión de la interpretación de la ley canónica, sin embargo, es un tema muy amplio y complejo, ante el cual me limitaré a dar algunas observaciones.

En primer lugar, la hermenéutica del derecho canónico está estrechamente vinculada al concepto mismo de la ley de la Iglesia.

En el caso de que se tendiera a identificar el derecho canónico con el sistema de las leyes canónicas, el conocimiento de lo que es jurídico en la Iglesia consistiría esencialmente en comprender aquello que establecen los textos legales. A primera vista, este enfoque parecería valorizar plenamente la ley humana. Pero está claro el empobrecimiento que este concepto tendría: el olvido práctico del derecho natural y del derecho divino positivo, así como de la relación vital de cada derecho con la comunión y la misión de la Iglesia; el trabajo del intérprete se ve privado del contacto vital con la realidad de la Iglesia.

En los últimos tiempos, algunas corrientes de pensamiento han advertido contra el excesivo apego a las leyes de la Iglesia, comenzando por los Códigos, juzgándolos, precisamente, como una manifestación de legalismo. Por lo tanto, se han propuesto formas hermenéuticas que permitan un enfoque/ una aproximación más adecuada/o con las bases teológicas y los intentos también pastorales de la norma canónica, llevando a una creatividad jurídica en la cual la sola situación se convertiría en factor decisivo para determinar el significado auténtico del precepto legal en el caso concreto. La misericordia, la equidad, la oikonomia, tan estimada por la tradición oriental, son algunos de los conceptos a los que se recurre en tales procedimientos interpretativos. Conviene señalar enseguida que este enfoque no supera el positivismo que denuncia, limitándose a sustituirlo por otro, en el que el trabajo interpretativo humano se eleva como protagonista en la determinación de lo que es legal. No tiene sentido buscar un derecho objetivo, ya que queda a merced de consideraciones que pretenden ser teológicas o pastorales, pero al final están expuestas al riesgo de la arbitrariedad. De esta manera, se vacía la hermenéutica jurídica: básicamente no interesa comprender la disposición de la ley, desde el momento en que esta puede ser adaptada dinámicamente a cualquier solución, incluso opuesta a la letra. Ciertamente hay en este caso, una referencia a los fenómenos vitales, de los cuales sin embargo no se capta la dimensión jurídica intrínseca.

Hay otra vía, en la que la comprensión adecuada de la ley canónica abre el camino para un trabajo interpretativo que se inserta en la búsqueda de la verdad sobre el derecho y la justicia en la Iglesia. Como he querido señalar al Parlamento Federal de mi país, en el Reichstag de Berlín3, el verdadero derecho es inseparable de la justicia. Es obvio que el principio se aplica también a la ley canónica, en el sentido de que no puede ser acallada en un ordenamiento jurídico meramente humano, sino que debe ser conectada a un orden justo de la Iglesia, en la que rige una ley superior. En esta perspectiva, la ley positiva humana pierde el primado que se le quiere atribuir, ya que el derecho no se identifica muy facilmente con ella; pero sin embargo, la ley humana es valorada en cuanto expresión de la justicia, sobre todo por cuanto esta declara como derecho divino, pero también por aquello que introduce como legítima determinación del derecho humano.

Por lo tanto, es posible una hermenéutica legal que sea auténticamente jurídica, en el sentido de que, entrando en sintonía con el significado propio de la ley, se puede hacer la pregunta crucial sobre aquello que es justo en cada caso. Cabe recordar a este respecto, que para entender el significado correcto de la ley, se debe siempre mirar a la realidad que ha de ser disciplinada, y esto no solo cuando la ley sea principalmente declarativa del derecho divino, sino también cuando introduzca constitutivamente reglas humanas. Estos son, por cierto, interpretados también a la luz de la realidad regulada, que siempre contiene un núcleo de la ley natural y divina positiva, con la cual toda norma debe estar en armonía para ser racional y verdaderamente jurídica.

En esta perspectiva realista, el esfuerzo de interpretación, a veces difícil, adquiere un sentido y un propósito. El uso de los medios de interpretación previstos en el canon 17 del Código de Derecho Canónico, comenzando con el "verdadero significado de las palabras consideradas en el texto y en el contexto", ya no es un simple ejercicio de lógica. Esta es una tarea que está animada por un auténtico contacto con la realidad de toda la Iglesia, que permite penetrar en el verdadero sentido de la letra de la ley. Entonces sucede algo similar a lo que dije sobre el proceso interior de San Agustín en la hermenéutica bíblica: "el trascender la letra ha hecho creíble la letra misma"4. Esto confirma así que también en la hermenéutica de la ley, el auténtico horizonte es aquél de la verdad jurídica a amar, buscar y servir.

De ello se desprende que la interpretación de la ley canónica debe tener lugar en la Iglesia. No se trata de una mera circunstancia externa, ambiental: es una llamada al humus mismo de la ley canónica y de las realidades reguladas por ella. El sentir cum Ecclesia también tiene sentido en la disciplina, a causa de los fundamentos doctrinales que están siempre presentes y activos en las normas legales de la Iglesia. De esta manera, va aplicada también a la ley canónica aquella hermeneútica de la renovación en la continuidad de la que hablé en referencia al Concilio Vaticano II5, tan estrechamente vinculada a la legislación canónica actual. La madurez cristiana lleva a amar más y a querer comprenderla y aplicarla con fidelidad.

Estas actitudes de fondo son aplicables a todas las categorías de interpretación: de la investigación científica en el derecho canónico, al trabajo de los trabajadores judiciales en los procedimientos judiciales o administrativos, hasta la búsqueda diaria de soluciones justas en la vida de los creyentes y de la comunidad. Se necesita un espíritu de docilidad para acoger las leyes, tratando de estudiar con honestidad y dedicación la tradición jurídica de la Iglesia con el fin de identificarse con ella y también con las disposiciones legales promulgadas por los pastores, especialmente las leyes pontificias y el magisterio sobre cuestiones de derecho canónico, el cual es de por sí vinculante en aquella que enseña sobre el derecho.6 Sólo de esta manera se pueden discernir los casos en que las circunstancias concretas exigen una solución equitativa para alcanzar la justicia, que la norma en general humana no ha podido prever, y será capaz de manifiestar en espíritu de comunión aquello que podrá servir para mejorar el marco jurídico.

Estas reflexiones adquieren una especial relevancia en el ambito de las leyes relativas al acto constitutivo del matrimonio y su consumación, y a la recepción del Orden sagrado, y de aquellas atinentes a los respectivos procesos. Aquí la sintonía con el verdadero sentido de la ley de la Iglesia se convierte en una cuestión de amplia y profunda incidencia práctica en la vida de las personas y de las comunidades, lo que requiere una atención especial. En particular, hay que aplicar todos los medios jurídicamente vinculantes que tiendan a asegurar la unidad en la interpretación y aplicación de las leyes que requiere la justicia: el magisterio pontificio específicamente concerniente a este campo, contenido sobre todo en los discursos a la Rota Romana; la jurisprudencia de la Rota Romana, sobre cuya relevancia ya he tenido ocasión de hablarles7 ; así como las normas y declaraciones emitidas por otros departamentos de la Curia Romana. Esta unidad hermenéutica, en aquello que es esencial, no mortifica de ningún modo las funciones de los tribunales locales, llamados a afrontar primero las complejas situaciones reales que se dan en cada contexto cultural. Cada uno de ellos, de hecho, está obligado a proceder con un verdadero sentido de reverencia hacia la verdad del derecho, tratando de practicar ejemplarmente --en el uso de las instituciones judiciales y administrativas--, la comunión en la disciplina, como un aspecto esencial de la unidad de la Iglesia.

Llegando a la conclusión de este momento de encuentro y de reflexión, quisiera recordar la reciente innovación --a la que se refiere monseñor Stankiewicz--, por la cual fueron trasladadas a una oficina en este mismo Tribunal Apostólico, las competencias sobre los procedimientos de dispensa del matrimonio rato y no consumado y las causas de nulidad de las sagradas órdenes.8 Estoy seguro de que habrá una respuesta generosa a este nuevo compromiso eclesial.

Al alentarles en su valiosa labor, que requiere un fiel y comprometido trabajo diario, les encomiendo a la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Speculum iustitiae, y les imparto complacido la Bendición Apostólica.

Traducido del italiano por José Antonio Varela

Notas

1 Motu pr. Porta fidei, 11 ottobre 2011, 5: L’Osservatore Romano, 17-18 ottobre 2011, p. 4.

2 Cfr can. 16, § 3 CIC; can. 1498, § 3 CCEO.

3 Cfr Discorso al Parlamento Federale della Repubblica Federale di Germania, 22 settembre 2011: L’Osservatore Romano, 24 settembre 2011, pp. 6-7.

4 Cfr Esort. ap. postsininodale Verbum Domini, 30 settembre 2010, 38: AAS 102 (2010), p. 718, n. 38.

5 Cfr Discorso alla Curia Romana, 22 dicembre 2005: AAS 98 (2006), pp. 40-53.

6 Cfr GIOVANNI PAOLO II, Allocuzione alla Rota Romana,29 gennaio 2005, 6: AAS 97 (2005), pp. 165-166.

7 Cfr Allocuzione alla Rota Romana, 26 gennaio 2008: AAS 100 (2008), pp. 84-88.

8 Cfr Motu pr. Quaerit semper, 30 agosto 2011: L’Osservatore Romano, 28 settembre 2011, p. 7.

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La Iglesia os da las gracias y os necesita para la nueva evangelización
Discurso de Benedicto XVI a los miembros del Camino Neocatecumenal
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 22 enero 2012 (ZENIT.org).- Hacia las 11,30 del viernes 20 de enero, en el Aula Pablo VI, Benedicto XVI recibió en audiencia a los miembros del Camino Neocatecumenal y les dirigió el discurso que ofrecemos a continuación.

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Queridos hermanos y hermanas: También este año tengo la alegría de poder reunirme con vosotros y compartir este momento de envío a la misión. Vaya un saludo especial a Kiko Argüello, a Carmen Hernández y al sacerdote Mario Pezzi, junto con un saludo cariñoso a todos vosotros, sacerdotes, seminaristas, familias, formadores y miembros del Camino Neocatecumenal. Vuestra presencia hoy es un testimonio visible de vuestro gozoso empeño de vivir la fe, en comunión con toda la Iglesia y con el Sucesor de Pedro, y de ser anunciadores valientes del Evangelio.

En el pasaje de san Mateo que hemos escuchado, los Apóstoles reciben un mandato preciso de Jesús: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos» (Mt 28, 19). Inicialmente habían dudado; en su corazón aún había incertidumbre, estupor ante el acontecimiento de la Resurrección. Y es el propio Jesús, el Resucitado –según subraya el Evangelista–, quien se acerca a ellos, hace que perciban su presencia y los envía a enseñar todo lo que les ha comunicado, dándoles una certeza que acompaña a todo anunciador de Cristo: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 21). Son palabras que resuenan poderosamente en vuestro corazón. Habéis cantado Resurrexit, que expresa la fe en el Viviente, en aquél que, en un acto supremo de amor, venció al pecado y a la muerte y le da al hombre –nos da a nosotros– el fervor del amor de Dios, la esperanza de ser salvados, un futuro de eternidad.

Durante estos decenios de vida del Camino, uno de vuestros compromisos firmes ha sido el de proclamar a Cristo resucitado, el de responder a sus palabras con generosidad, abandonando a menudo seguridades personales y materiales, llegando incluso a dejar el propio país, afrontando situaciones nuevas y no siempre fáciles. Llevar a Cristo a los hombres y a los hombres a Cristo: esto es lo que anima toda obra evangelizadora. Vosotros lo realizáis en un camino que, a quien ya ha recibido el bautismo, le ayuda a redescubrir la belleza de la vida de fe, la alegría de ser cristiano. «Seguir a Cristo» exige la aventura personal de buscarlo, de caminar con él, pero siempre implica también salir de la cerrazón del yo, quebrar el individualismo que frecuentemente caracteriza a nuestro tiempo, para sustituir el egoísmo por la comunidad del hombre nuevo en Jesucristo. Y ello acontece en una relación profunda con él, en la escucha de su palabra, al recorrer el camino que nos ha indicado;pero acontece también, indisociablemente, al creer con su Iglesia, con los santos, en los que el verdadero rostro de la Esposa de Cristo se da siempre a conocer, una y otra vez.

Se trata, como sabemos, de un compromiso no siempre fácil. A veces estáis presentes en lugares en los que se precisa un primer anuncio del Evangelio, la missio ad gentes; a menudo os encontráis, en cambio, en áreas que, aún habiendo conocido a Cristo, se han vuelto indiferentes hacia la fe, pues el laicismo ha eclipsado en ellas el sentido de Dios y ensombrecido los valores cristianos. Allí, vuestro compromiso y vuestro testimonio han de ser como la levadura, que, con paciencia, respetando los tiempos, con sensus Ecclesiæ, hace que crezca toda la masa. La Iglesia ha reconocido en el Camino un don especial que el Espíritu Santo ha otorgado a nuestros tiempos, y la aprobación de sus Estatutos y de su Directorio catequético dan fe de ello. Os animo a aportar vuestra contribución original a la causa del Evangelio. En vuestra valiosa labor, buscad siempre una comunión profunda con la Sede Apostólica y con los pastores de las Iglesias particulares en las que estáis insertados: la unidad y la armonía del cuerpo eclesial constituyen un importante testimonio de Cristo y de su Evangelio en el mundo en que vivimos.

Queridas familias: La Iglesia os da las gracias; os necesita para la nueva evangelización. Es la familia una célula importante para la comunidad eclesial en la que se forma con vistas a la vida humana y cristiana. Veo con gran alegría a vuestros hijos, a tantos niños que os contemplan, queridos padres, y que contemplan vuestro ejemplo. Un centenar de familias van a salir camino de doce misiones ad gentes. Os invito a no tener miedo: quien lleva el Evangelio nunca está solo. Saludo con afecto a los sacerdotes y a los seminaristas: amad a Cristo y a la Iglesia, comunicad la alegría de haberlo encontrado y la belleza de haberle entregado todo. Saludo también a los itinerantes, a los responsables y a todas las comunidades del Camino. ¡Seguid siendo generosos con el Señor, que no dejará que os falte su consuelo!

Hace poco os ha sido leído el Decreto por el que se aprueban las celebraciones presentes en el Directorio catequético del Camino Neocatecumenal, que, sin ser estrictamente litúrgicas, forman parte del itinerario de crecimiento en la fe. Es un elemento más que os muestra cómo la Iglesia os acompaña con atención en un discernimiento paciente que comprende vuestra riqueza, pero que atiende también a la comunión y a la armonía de todo el Corpus Ecclesiæ.

Este hecho me brinda la ocasión de formular una breve reflexión sobre el valor de la liturgia. El Concilio Vaticano II la define como obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia (cf. Sacrosanctum Concilium, n. 7). A primera vista, esto podría sonar extraño, ya que la obra de Cristo parece designar las acciones redentoras históricas de Jesús: su pasión, muerte y resurrección. ¿En qué sentido es, pues, la liturgia obra de Cristo? La pasión, la muerte y la resurrección de Jesús no son sólo acontecimientos históricos: alcanzan y penetran la historia, pero la trascienden y permanecen siempre presentes en el corazón de Cristo. En la acción litúrgica de la Iglesia está la presencia activa de Cristo resucitado, que hace presente y eficaz para nosotros hoy el mismo misterio pascual, por nuestra salvación; nos atrae a ese acto de la entrega de sí que en su corazón está siempre presente y nos permite participar de esa presencia del misterio pascual. Esta obra del Señor Jesús, que es el contenido auténtico de la liturgia –entrar en la presencia del misterio pascual–, es también obra de la Iglesia, que, al ser su cuerpo, es un único sujeto con Cristo –Christus totus caput et corpus, según dice San Agustín–.Al celebrar los sacramentos, Cristo nos sumerge en el misterio pascual para hacernos pasar de la muerte a la vida, del pecado a la existencia nueva en Cristo.

Esto se aplica de especialísima manera a la celebración de la eucaristía, que, al ser la cumbre de la vida cristiana, es también el eje de su redescubrimiento, hacia el que tiende el Neocatecumenado. Como rezan vuestros Estatutos, «la Eucaristía es esencial al Neocatecumenado, en cuanto catecumenado postbautismal, vivido en pequeña comunidad» (art. 13 § 1). Precisamente con vistas a favorecer un nuevo acercamiento a la riqueza de la vida sacramental por parte de personas que se han alejado de la Iglesia o que no han recibido una formación adecuada, los neocatecumenales pueden celebrar la eucaristía dominical en la pequeña comunidad, tras las Primeras Vísperas del domingo, conforme a las disposiciones del obispo diocesano (cf. Estatutos, art. 13 § 2). Pero toda celebración eucarística es acción del único Cristo en unión de su única Iglesia, y está por lo tanto abierta a cuantos pertenecen a esa su Iglesia. Este carácter público de la santa eucaristía halla expresión en el hecho de que toda celebración de la santa misa es dirigida, en última instancia, por el obispo, en su calidad de miembro del Colegio Episcopal, como responsable de una determinada Iglesia local (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 26). La celebración en las pequeñas comunidades, regulada por los libros litúrgicos–que han de seguirse fielmente– y con las particularidades aprobadas en los Estatutos del Camino, tiene la función de ayudar a cuantos recorren el itinerario neocatecumenal a percibir la gracia de estar insertados en el misterio salvífico de Cristo, que hace posible un testimonio cristiano capaz de asumir incluso los rasgos de la radicalidad. Contemporáneamente, la maduración progresiva en la fe del individuo y de la pequeña comunidad debe favorecer su inserción en la vida de la gran comunidad eclesial, que tiene en la celebración litúrgica parroquial –en la cual y para la cual se realiza el Neocatecumenado (cf. Estatutos, art. 6)– su forma ordinaria. Pero también durante el camino importa no separarse de la comunidad parroquial precisamente en la celebración de la Eucaristía, que es el lugar auténtico de la unidad de todos, donde el Señor nos abraza en los diferentes estados de nuestra madurez espiritual y nos une en el único pan que hace de nosotros un solo cuerpo (cf. 1 Cor 10, 16s).

¡Ánimo! El Señor no deja de acompañaros, y yo también os aseguro mi oración y os doy las gracias por vuestras muchas señales de cercanía. Os pido que también os acordéis de mí en vuestras oraciones. Que la Santa Virgen os asista con su maternal mirada y que os sostenga mi bendición apostólica, que hago extensiva a todos los miembros del Camino. Gracias!

©Librería Editorial Vaticana

Traducción del original italiano publicada por la revista Ecclesia


 

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