16.12.11

 

Es conocido que la Iglesia en Cataluña participa en el patronato de dos hospitales que han practicado abortos y reparten la pílora del día después, que es antinconceptiva cuando no se ha producido la concepción, pero también abortiva cuando el espermatozoide y el óvulo se han unido fara formar un nuevo ser humano con su ADN propio. En ese caso, la medicación impide que dicho embrión pueda anidar en el seno materno, de forma que el aborto es inmediato.

El Dr. Joaquín Calaf Alsina, jefe de ginecología de uno de dichos hospitales, el Sant Pau de Barcelona, acaba de presentar una web en la que se explica todo lo relacionado con la anticoncepción. Dado que la doctrina católica sobre la cuestión es clara, no hace falta incidir en el hecho de que dicha web va en contra de lo que la Iglesia enseña. Pero es más, basta ir al canal de Facebook asociado a la web para comprobar que no solo se apoya la anticoncepción sino el aborto. Veamos una de las consultas y su respuesta:

Ayer por la mañana se olvidó tomar la píldora y he mantenido relaciones sexuales sin protección ¿tengo que tomar la píldora del día después? Elena, 20 años. Valencia.

Respuesta:

El olvido ha sido de más de 12h, por tanto: sí. Siempre que haya riesgo de embarazo está aconsejado usar anticoncepción de urgencia. Si no hubieras tenido relaciones la pauta a seguir sería:

Si estás en 1ª o 2ª semana de tratamiento, retomar tu método, seguir la pauta habitual y usar 7 días método de barrera al mismo tiempo.

Si estás en la 3ª semana de tratamiento, puedes hacer dos cosas:

Iniciar un nuevo ciclo y usar un método no hormonal 7 días

Interrumpir el ciclo actual y comenzar uno nuevo tras 7 días de descanso.

La Conferencia Episcopal Española ya se pronunció sobre la píldora de marras en un documento con fecha 21 de abril del 2011. En el mismo leemos: “Se trata de un fármaco que no sirve para curar ninguna enfermedad, sino para acabar con la vida incipiente de un ser humano. Su empleo es un método abortivo en la intención y en el efecto posible“. Item más, la Academia Pontificia para la Vida publicó igualmente un documento sobre esa píldora el 31 de octubre del 2000 en el que se afirma que “resulta claro que la llamada acción «antinidatoria» de la «píldora del día siguiente», en realidad, no es otra cosa que un aborto realizado con medios químicos“.

Desde el punto de vista de la Iglesia, el tema está muy claro. Ahora bien, resulta que mosén Josep Mª Forcada, sacerdote de la archicidiócesis de Barcelona, es miembro de la Muy Ilustre Administración (MIA) del Hospital de la Santa Creu y Sant Pau de Barcelona. O sea, tiene “algo” que decir en relación a lo que se hace o deja de hacer en dicho centro sanitario. Pues bien, en conversación con el P. Custodio Ballester, que lleva años pidiendo a su cardenal que haga el favor de sacar a la Iglesia del hospital, el P. Forcada le aseguró que por lo que respecta a la píldora del día después, la dirección médica del Hospital de Sant Pau sostiene que no es abortiva, por lo cual la continuarían dispensando.

Tanto el P. Ballester como muchos fieles llevan años preguntado cómo es posible que dos diócesis (Barcelona y Tarrasa) estén presentes en hospitales donde se han practicado abortos y se reparten medicamentos abortivos. El asunto llegó a Roma donde, al parecer, se aseguró que, al contrario de lo que se afirmaba por parte de ambas diócesis, se les había dado orden de apartarse de la directiva de los centros. A día de hoy, tanto el Cardenal Sistach como el obispo Saiz Meneses no han cumplido lo que no solo el sentido común e incluso la doctrina y moral de la Iglesia dictaminan, sino tampoco lo que desde Roma se les pidió. Falta por ver si dicha petición siguió los cauces oficiales o fue realizada de forma extra-oficial. Eso es algo que sólo podría aclarar el actual secretario de la Congregación para los obispos y anterior Nuncio de Su Santidad en España, Mons. Monteiro de Castro.

No tengo claro si los dos hospitales son de propiedad eclesiástica o pública. Sí sé que en ambos están presentes diversas administraciones públicas que obstentan la mayoría en sus respectivos patronatos. Es decir, cabe la posibilidad de que la retirada de la Iglesia no cambiara mucho las cosas, al menos en cuanto a las praxis médica que se lleva a cabo en los centros. Pero dicha presencia añade, sin el menor género de dudas, una complicidad institucional de la propia Iglesia con dicha praxis. Es decir, ir de la mano con quienes practican abortos y promueven la anticoncepción no es algo que se deba tolerar.

Podríamos especular sobre las diversas razones para que tanto el cardenal de Barcelona como el obispo de Tarrasa miren para otro lado. Por ejemplo, puede que piensen que la presencia de sus iglesias locales en esos hospitales sea una cuestión de “prestigio” institucional. Puede que crean que no es bueno dar una imagen de integrismo provida. Puede que crean que dado que el aborto es una lacra inevitable, de poco vale que desde la Iglesia se hagan gestos radicales retirándose de los patronatos. Puede que… ¿quién sabe?

Creo que estamos ante un caso que requiere que sea comunicado en todos sus aspectos al Papa Benedicto XVI, para que Su Santidad pueda tomar las decisiones oportunas. Dada la gravedad del escándalo, ni la curia ni la Secretaría de Estado pueden tener la última palabra, si es que en verdad han dado palabra alguna. Alguien debe de asegurarse que el Santo Padre sepa lo que está pasando. Y a partir de ahí, veremos qué ocurre. Mientras tanto, los fieles tenemos el derecho e incluso el deber de implorar a nuestros pastores que la Iglesia no participe, ni directa ni indirectamente, en ningún hospital donde haya jefes de ginecología como el Dr. Joaquín Calaf Alsina.

Luis Fernando Pérez Bustamante