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ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 16 de diciembre de 2011

Santa Sede

El papa aboga por la solidaridad en la era de la globalización

MIRANDO A ORIENTE

Los redentoristas de Ho Chi Minh rechazan la felicitación navideña oficial

Mundo

Obispos holandeses: vergüenza, dolor y justicia para las víctimas

La Jornada de Madrid fue un oasis en el desierto de un verano de estudio

Monseñor José Leonardo Lemos, nuevo obispo de Orense

Un mensaje del papa denuncia la plaga del secuestro en Colombia

Flash

Clausura del centenario de la fundadora de las misioneras del Pilar

Documentación

Corramos con alegría hacia Belén, acojamos en nuestros brazos al Niño

Educar a los jóvenes en la justicia y la paz


Santa Sede


El papa aboga por la solidaridad en la era de la globalización
Discurso a once nuevos embajadores ante la Santa Sede
ROMA, 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI, al recibir ayer las cartas credenciales de once nuevos embajadores ante la Santa Sede, puntualizó que "en la era de la globalización es necesaria una auténtica solidaridad para enfrentar los grandes desafíos que tenemos por delante".

A los gobiernos les solicitó que ayuden a las nuevas generaciones, las cuales sufren graves problemas, como la desocupación. El santo padre invitó también a ver la globalización no como una amenaza, sino como una oportunidad y palanca para el desarrollo humano integral, sin olvidar las amenazas por el medio ambiente o los la tutela de los inmigrantes.

Los once nuevos embajadores, no residentes, ante la Santa Sede son: Jaume Serra Serra, Andorra; Margaret A. King-Rousseau, Trinidad y Tobago; Hília Garez Gomes Lima Barber, Guinea Bissau; Paul Widmer, Suiza; Anatole Bacanamwo, Burundi; Arbhorn Manasvanich, Tailandia; Muhammad Saleem, Pakistán; Amadeu P.S. da Conceição, Mozambique; Tolendy Makeyev, Kirguistán; Tamara Kunanayakam, Sri Lanka, y Joseph Paré, Burkina Faso.

Benedicto XVI recordó a los diplomáticos que "en nuestros días la unidad de la familia humana es un hecho innegable", esto debido a los medios de comunicación, transporte, vínculos comerciales. Lo que entretanto pone "problemas de envergadura global como la protección del medio ambiente" así como "la importancia de los flujos migratorios" pues "los seres humanos han tomado conciencia de su destino común".

"La humanidad –prosiguió el papa- debe descubrir en esta interdependencia no una amenaza, sino una ventaja: todos somos responsables de todos, por lo cual es importante tener un concepto positivo de la solidaridad ya que es la palanca del desarrollo humano integral".

Y al hablar de solidaridad, Benedicto XVI suscitó el tema de "la solidaridad intergeneracional", que tiene sus raíces en la familia, y afirmó que la preocupación por la educación y el destino de las generaciones futuras se traduce en "un avance significativo en la percepción de la unidad del género humano".

Indicó también la "responsabilidad común" por el bien de la humanidad en la que "el pluralismo de culturas y religiones no está en contradicción con la búsqueda común de la verdad, la bondad y la belleza".

"La Iglesia, iluminada y sostenida por luz de la Revelación anima a la humanidad a fiarse de la razón purificada por la fe" dijo, y añadió que así es posible superar condicionamientos de parte o interesados, para reconocer los bienes universales necesarios a todos los seres humanos. "Entre ellos, la paz y la armonía social y religiosa, tan deseadas, están unidas no sólo a un marco legislativo justo y adecuado, sino también a la calidad moral de todos los ciudadanos porque la solidaridad tiene dos aspectos complementarios: el del principio social y el de la virtud moral".

La solidaridad, recordó, es una "virtud social" en particular cuando se crean "estructuras de subsidiariedad" que lleve a las personas a "trabajar para el bien común".

Indicó también a los embajadores: "Los nuevos retos a los que vuestros países se enfrentan llaman una movilización de la inteligencia y la creatividad del ser humano para luchar contra la pobreza y utilizar de forma más eficaz y racional los recursos y energías disponibles" y a "incrementar la responsabilidad de todos entraña también la tutela de la dignidad humana en contra de cualquier intento de limitarla".

El santo padre concluyó indicando que "Justicia y solidaridad son inseparables del concepto de desarrollo integral de la persona. En este sentido, no incumbe sólo a las religiones resaltar la primacía del espíritu, sino también a los Estados, sobre todo a través de una política cultural que promueva el acceso de todos a los bienes del espíritu, valorice la riqueza de los lazos sociales y no obstaculice jamás al ser humano en su búsqueda libre de la espiritualidad".

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MIRANDO A ORIENTE


Los redentoristas de Ho Chi Minh rechazan la felicitación navideña oficial
Sufren la invasión municipal en sus propiedades para crear servicios públicos
ROMA, viernes 16 de diciembre de 2011 (ZENIT.org).- Religiosos redentoristas en la capital de Vietnam, Ho Chi Minh, expresaron su rechazo a una visita de cortesía, para Navidad y Año Nuevo, de una delegación del departamento de Asuntos Religiosos del gobierno vietnamita.

Según informa la agencia de las Misiones Extranjeras de París, Eglises d’Asie, la Secretaría provincial de la congregación de los redentoristas envió, el 13 de diciembre, una carta oficial a la Oficina para Asuntos Religiosos y Minorías Étnicas de la ciudad Ho Chi Minh, antigua Saigón. En la carta, los responsables de la provincia vietnamita de los redentoristas anuncian que este año no recibirán a la delegación para Asuntos Religiosos, encargada de presentar las tradicionales felicitaciones del gobierno por Navidad y Año Nuevo. La carta explica las razones de la decisión.

Es una tradición --recuerda Eglises d’Asie- consolidada desde el comienzo de la República Democrática de Vietnam en 1954. Cada año, pocos antes de Navidad, delegaciones de varias entidades gubernamentales felicitan a las principales instituciones religiosas de la región.

Esta visita anual de cortesía fe anunciada a los redentoristas con una carta. Hubiera dirigido la delegación el vicedirector para Asuntos Religiosos de Saigón, según afirma la carta, que contenía el programa del encuentro.

El día antes de la visita, el 13 de diciembre, la secretaria provincial de la congregación de los redentoristas envió a la Oficina de Asuntos Religiosos de Saigón otra carta, comunicando la negativa de los responsables redentoristas a recibir a la delegación oficial.

La carta explica el porqué de la decisión con las siguientes palabras: “En el transcurso de este año, hemos enviado muchas cartas a la Oficina de los Asuntos Religiosos y de las Minorías Étnicas de la ciudad, en relación a la prohibición de dejar el país para realizar un viaje al extranjero, notificado a nuestro superior provincial, el padre Pham Trung Thanh, y el canciller de la congregación, el padre Dinh Huu Thoai”.

Además la carta denuncia las construcciones iniciadas sin autorización por las autoridades ciudadanas, en propiedades religiosas pertenecientes a la congregación de los redentoristas (…). Hasta ahora, añade, “no hemos recibido ninguna respuesta de su oficina, que no ha cumplido con su deber. Consideramos, por tanto, que la visita y su felicitación, con ocasión de Navidad y Año Nuevo, no harían otra cosa que disminuir la alegría de la celebración de las fiestas”.

Los tres asuntos mencionados en la carta de los redentoristas son ya conocidos. El 10 de julio, agentes de la Seguridad Pública de Ho Chi Minh impidieron al padre Vincent Pham Trung Thanh subir a un avión hacia Singapur, y la misma prohibición se comunicó al canciller de los redentoristas. Los otros dos casos están relacionados con las propiedades de la congregación en Saigón, confiscadas por el Estado después del cambio de régimen de 1975, y en las que las autoridades comenzaron a efectuar obras, sin consultar antes a los responsables religiosos.

Para más información, ver: http://www.zenit.org/article-40982?l=spanish.

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Mundo


Obispos holandeses: vergüenza, dolor y justicia para las víctimas
Informe sobre abusos sexuales a menores en centros católicos
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 16 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Vergüenza y dolor: son los sentimientos que los obispos y los integrantes de la directiva de la Conferencia de Religiosos holandeses expresan en un comunicado, en el día en el que la Comisión de Investigación sobre los abusos sexuales realizados a menores en la Iglesia católica, entre 1945 y 2010, (Comisión Deetman) presentó su informe final.

Por todo lo sucedido, los obispos y los religiosos reconocen la culpa de los autores de las violencias, pero también de las autoridades eclesiales que no actuaron de modo correcto en el interés prioritario de las víctimas a las que, afirman, van nuestra cercanía y excusas de todo corazón. Expresan profundo pesar.

El empeño ahora es hacer justicia a las víctimas y apoyar su camino de recuperación. En esto, precisan, trabaja ahora la nueva Comisión para las querellas y la regulación de los resarcimientos, pero será necesario tomar también otras iniciativas de asistencia.

Del informe de la Comisión de Investigación emerge también que dentro de la Iglesia había una cultura cerrada en la que no se hablaba de sexualidad, ni de abusos sexuales. De aquí el compromiso de afrontar estos aspectos, introduciendo también códigos de comportamiento claros y programas de prevención en los institutos de formación para sacerdotes.

Los obispos y los religiosos reconocen además que no sólo a los niños víctimas de abusos se ha infligido un terrible sufrimiento, sino también a sus familias que se habían dirigido con confianza a las instituciones eclesiales y a la figuras sacerdotales y religiosas. También a estos ofrecen sus excusas sinceras.

Por último, reiteran con fuerza la condena de toda forma de abuso sexual en cuanto comportamiento diametralmente opuesto a la dignidad de la persona y del Evangelio. Tal abuso será siempre condenable y no puede encontrar lugar en la Iglesia. Ninguna ambigüedad por tanto se admitirá en el futuro: en caso de sospecha de abuso, se comprometen a tomar las medidas canónicas y judiciales necesarias en el respeto de las leyes holandesas.

A los sentimientos de pesar y de profunda vergüenza, expresados por la Conferencia Episcopal y por la Conferencia de Religiosos holandeses, se asocia completamente el cardenal Adrianus Johannes Simonis, arzobispo emérito de Utrecht: con ellos, el cardenal deplora todo lo sucedido que, escribe en una nota, nunca hubiera debido suceder y dirige sus excusas a las víctimas.

“Desde el punto de vista del gobierno --afirma además--, resulta que también bajo mi responsabilidad no se haya actuado en modo adecuado en un cierto número de casos. Lo lamento muchísimo”.

El cardenal se refiere en concreto a las propias “infelices” palabras dichas en una entrevista, en marzo de 2010, cuando a la pregunta de si los obispos holandeses conocían casos de abusos en los institutos, había respondido que no.

Del informe resulta en cambio que, en la Conferencia Episcopal se había hablado de ello, aunque antes de su nombramiento como obispo. Además, resulta que él admitió al sacerdocio o encargado en ámbito pastoral a personas que se hicieron culpables de abusos sexuales.

El purpurado se dice gravemente desilusionado de la confianza que había depositado en estas personas, pero se pregunta también si él mismo no haya sido demasiado ingenuo.

El cardenal Simonis se dice pronto a ofrecer sus servicios a los obispos de Holanda para la plena superación de una página tan negra en la vida de la Iglesia local. “Pido a Dios, concluye, para que la investigación ayude a la curación de las víctimas y anime a los hombres de Iglesia a una purificación interior”

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La Jornada de Madrid fue un oasis en el desierto de un verano de estudio
Jóvenes españoles entregaron el icono mariano de la JMJ en Roma
ROMA, viernes 16 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Como ya es tradición, el papa Benedicto XVI recibió a los universitarios de los ateneos romanos para rezar las vísperas en preparación de la Navidad, el 15 de diciembre por la tarde.

Pero en esta ocasión, el icono de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), con la imagen de la Virgen María Sedes Sapienza, regresó a Roma desde Madrid después de recorrer España en preparación a la JMJ 2011.

El padre español Ángel Alba, miembro del staff de la Pastoral Universitaria del Vicariato de Roma y capellán de la Universidad pública “Roma Tres” de la capital italiana confío a ZENIT la importancia de este evento.

Se trata de “la entrega de la Virgen Sedes Sapienza que llega desde Madrid y que ha estado un largo periodo incluso en la JMJ, ha pasado por varias universidades españolas y ahora llega a Roma. Este icono que ha dado la vuelta al mundo es entregado a la Universidad de La Sapienza de Roma para después pasar por todas las demás universidades y ateneos que hay en Roma”.

El icono fue entregado por una delegación de la pastoral universitaria de Madrid y un grupo de estudiantes españoles en Roma. El capellán español explica: “Se trata de cuatro profesores, un capellán y algunos alumnos estudiantes universitarios de Madrid, junto a ellos un nutrido grupo de 'erasmus' [universitarios que gozan de una beca Erasmus para estudiar en otro país europeo] españoles que están aquí en Roma. Algunos de ellos participan en movimientos de la Iglesia como neocatecumenales u otro tipo de asociaciones, Acción Católica etc, que al saber que existía este evento, se han unido gustosamente para rezar y estar junto los demás universitarios”.

Al reflexionar acerca de los frutos de la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011, el padre Ángel afirmó: “Yo creo que todavía no se ha hecho la digestión de lo todo lo que la JMJ ha podido suponer para la Iglesia española en general. Pensemos que es un evento que toca incluso pueblecitos pequeños donde la pastoral juvenil no tenía ningún tipo de aliciente y que con motivo de este evento, por la posibilidad de acoger gente de otros países, como de América Latina etc, han visto resucitar un entusiasmo particular”.

“Digo que no ha pasado aún el tiempo suficiente para poder hacer una valoración más precisa --agregó- pero lo que yo puedo apreciar y me llega, es que todo ha sido un enorme revulsivo, sobre todo por la dimensión de la acogida, voluntariado, la novedad y la riqueza que han aportado a los otros jóvenes, a los grupos ya instituidos o los grupos que se han instituido para la ocasión de desarrollar esta dimensión de la acogida, del acompañamiento de las personas que venían de otras partes. Está por recogerse el fruto y creo que será bueno, rico y abundante”.

Pablo López Molina-Niñirola, estudiante español en Roma, de Caravaca de la Cruz, Murcia, uno de los jóvenes que entregó el icono, dijo que era un gran “privilegio” el poder estar ahí y llevar la Virgen que ha estado en tantos sitios del mundo. Calificó la JMJ como “un pequeño oasis dentro del desierto” --en medio de un verano intenso de estudio- “al poder vivir la fe tres días con tantos jóvenes”.

María del Pilar Alcolea Pina, de Murcia capital, también estudiante en Roma y parte del grupo, resaltó que es “una suerte y oportunidad única al estar en Roma para poder participar activamente con la Iglesia y llevar el icono de María que es el fundamento de la fe de la Iglesia”.

Pilar subrayó la importancia de esta experiencia en su vida: “El día a día de mi vida es mirar al Señor y ver qué quiere de mí y eso se mantiene ahora en mi experiencia como 'erasmus', me permite ampliar horizontes en predicar el Evangelio y esa Buena Noticia a todo el mundo y en este ambiente internacional poder transmitir que Dios está vivo en Jesucristo y que se puede llegar a ser verdaderamente feliz en esta vida”.

Por Mercedes De La Torre

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Monseñor José Leonardo Lemos, nuevo obispo de Orense
De la sociedad sacerdotal de la Santa Cruz, gallego y hombre de estudio
MADRID, viernes 16 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha nombrado obispo de la diócesis de Orense, España, monseñor José Leonardo Lemos Montanet, del clero de la archidiócesis de Santiago de Compostela. Sacerdote diocesano, está relacionado espiritualmente al Opus Dei, por su pertenecia a la sociedad sacerdotal de la Santa Cruz, y es un reconocido estudioso gallego.

La diócesis de Orense se encontraba vacante desde el traslado de monseñor Luis Quinteiro Fiuza a la sede de Tuy-Vigo, de la que tomó posesión el 24 de abril de 2010. Desde entonces ha estado al frente de la diócesis como administrador apostólico.

Monseñor José Leonardo Lemos Montanet nació en 1953 en Barallobre, La Coruña, archidiócesis de Santiago de Compostela, e hizo los estudios eclesiásticos en los seminarios menor y mayor de Santiago de Compostela.

Ordenado sacerdote en 1979, obtuvo la licenciatura en Filosofía, en la Universidad Pontificia Gregoriana (1982-1984). Siguió en Roma estudios de Archivística, 1984, y Biblioteconomía, 1985. Obtuvo el doctorado en Filosofía, en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino, Angelicum, de Roma, 1987.

En la diócesis, fue formador en el seminario menor, en Belvís (1978-1979) y en el mayor de Santiago de Compostela (1988-2003); profesor del Instituto Teológico Compostelano (desde 1985); director de la Biblioteca del Instituto Teológico Compostelano (desde 1992); Canónigo (desde 2003) y secretario capitular (desde 2005); director del Instituto Compostelano Superior de Ciencias Religiosas; colaborador pastoral en la parroquia de San Fernando, en Santiago de Compostela.

La obra de Lemos Montanet se centra en dos grandes figuras gallegas: el cardenal Quiroga Palacios y el filósofo y teólogo gallego Ángel Amor Ruibal.

Fue ordenado sacerdote por el cardenal Suquía en 1979, trabajó con los arzobispos Rouco Varela y Julián Barrio.

Perteneciente a la sociedad sacerdotal de la Santa Cruz, vinculada, como él mismo confirmó este viernes en rueda de prensa, a la prelatura del Opus Dei, con su nombramiento, Galicia cuenta ya con tres de sus cinco diócesis cubiertas por obispos de nuevos movimientos, o afines. La prelatura personal del Opus Dei, antes instituto secular, fundado en 1928, es anterior al surgir de los nuevos movimientos en la Iglesia, aunque a veces se la incluye en esa ola. Tanto el obispo de Lugo, monseñor Carrasco Rouco, sobrino del cardenal de Madrid, como el de Tuy-Vigo, monseñor Quinteiro, pertenecen a Comunión y Liberación.

El nuevo obispo de Orense adelantó que probablemente será ordenado en la primera quincena de febrero de 2012, pero que todavía debe estudiar los pasos a dar.

Rcibió la noticia "oficial" de su elección el pasado 30 de noviembre. A pesar de que le han dado "casi tres meses de preparación", aseguró que no agotará el tiempo y calcula que la consagración episcopal se realizará previsiblemente "antes del inicio de la cuaresma".

Acompañado por el arzobispo de Santiago Julián Barrio, Lemos Montanet quiso trasladar sus "primeras palabras" a "a todos y a cada uno de los hermanos y hermanas" que a lo largo de este tiempo han "rezado por un obispo que hoy se hace presente", a quienes pidió su ayuda para "ser un buen pastor" y poder servirlos "como la Iglesia quiere y espera".

"Permitidme que me dirija, especialmente, a los sacerdotes. Mis queridos amigos, vosotros sois los principales colaboradores del obispo, es mi deseo que mi casa sea Casa de la Iglesia, abierta a todos y a cada uno de vosotros para compartir vuestras preocupaciones y alegrías. Sé de vuestra probada esperanza que la habéis manifestado a lo largo de este tiempo ayudando al obispo-administrador apostólico, monseñor Quinteiro y, además, habéis sostenido la fe de esta querida Iglesia orensana que en la espera ha crecido en comunión, ha profundizado en su identidad eclesial promoviendo ese encuentro existencial con la Palabra de Dios, viviendo con autenticidad los Sacramentos y abriéndose al servicio de la Caridad”, dijo el nuevo obispo.

Se dirigió "a los sacerdotes ancianos y enfermos", confió su ministerio episcopal a sus "oraciones y dolores" y destacó su "importancia", además de los seminaristas, en "el futuro de la Iglesia Diocesana".

Trasladó su "afecto" a "todos los fieles laicos" y "de manera especial" a los que viven su "vocación en el matrimonio". "Todos juntos debemos proteger y hacer que la familia se convierta en esa realidad fecunda de la sociedad y de la Iglesia".

Finalmente, pidió que sea el obispo de Santiago de Compostela Julián Barrio, su obispos hasta ahora, quien le consagre obispo de Orense.

Como prioridades, destacó que buscará una "pastoral vocacional" y la "cercanía" con los sacerdotes y, sobre todo, los más ancianos, e intentará "potenciar el servicio de caridad" dentro de las estructuras de la diócesis.

"Somos conscientes de que estamos viviendo momentos muy difíciles para todos, de manera especial para aquellos que han perdido su trabajo, o lo buscan y no lo encuentran, este es el momento del compromiso auténtico, porque la caridad tiene rostro, el de Cristo, y ese Cristo se transfigura en la realidad viva de los más necesitados", señaló.

Preguntado por si teme encontrarse con una situación de desgobierno tras tomar posesión, aclaró que "desde el primer momento" se ha contado con un obispo administrador y el "apoyo" de los sacerdotes, por lo que descartó dicha posibilidad.

También presente en el encuentro con los periodistas, monseñor Julián Barrio agradeció al santo padre el nombramiento de Lemos Montanet, que considera "un gran honor" por tratarse de un gran colaborador en el ámbito docente, pastoral y parroquial.

Preguntado por su supuesta vinculación al Opus Dei, Lemos Montanet dijo que en la "realidad personal y espiritual" está integrado en la asociación sacerdotal de la Santa Cruz, que está relacionada "espiritualmente" con el Opus Dei, aunque aclaró que es "sacerdote diocesano" de Santiago de Compostela.

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Un mensaje del papa denuncia la plaga del secuestro en Colombia
Arma política y de extorsión, no ha sido erradicado en cuarenta años
BOGOTÁ, viernes 16 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI expresó su cercanía y oración por todos los colombianos, en especial por los militares, policías y civiles en cautiverio. Así se dio a conocer este martes durante una rueda de prensa, en la que se leyó un telegrama firmado por el secretario de Estado vaticano cardenal Tarcisio Bertone.

En el mensaje, leído por monseñor Juan Vicente Córdoba, secretario general del Episcopado y obispo electo de Fontibón, el papa pide un pronto diálogo y conversión de los “captores” para que se pueda llegar a la paz en este país.

El santo padre expresa a todas las familias de los secuestrados “el testimonio de su cercanía ante la angustia por este inicuo sufrimiento, que ninguna reivindicación política o social auténtica justifica”. Un augurio que coincide con una época especialmente sensible para las familias que sufren por esta plaga del secuestro, la Navidad.

En respuesta a este telegrama, el Episcopado colombiano hace un llamado a todos los fieles y gente de buena voluntad para que, a partir del 16 de diciembre hasta el 24, dediquen la intención de la novena de Navidad por la liberación de los secuestrados.

Monseñor Córdoba recordó el ofrecimiento de la Iglesia a facilitar espacios de diálogo entre los grupos armados y el Estado, siempre y cuando el presidente Juan Manuel Santos haga esta petición a la Iglesia.

En 2010, el fenómeno de los secuestros en Colombia aumentó de nuevo después de varios años de ligero descenso. Según datos del Ministerio de Defensa colombiano, en 2010 fueron secuestradas 282 personas.

Por otra parte, la Policía de Colombia informó el día 15 de la captura de un hombre acusado de participar en el secuestro de una niña de diez años, Nohora Valentina Muñoz, en septiembre pasado, en el departamento de Arauca, fronterizo con Venezuela. La policía informó que la víspera fue capturado en Arauca el hombre, alias “Robinson”, identificado como uno de los principales autores del secuestro de la niña, secuestrada el 29 de septiembre en Fortul. La menor regresó a su hogar tras dos semanas en poder de supuestos rebeldes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

La policía indicó que "Robinson" era "un vecino de la familia, quien habría monitoreado y avisado los movimientos y rutina" de Nohora Valentina a petición de los guerrilleros del frente 54, con una importante presencia en la región. Esta es la cuarta captura sobre el caso. A finales de noviembre, tres presuntos miembros de las FARC fueron capturados en el departamento de Casanare y en Bogotá.

El secuestro de Nohora Valentina generó un gran rechazo y conmoción en este país, donde ese tipo de prácticas son habituales por el conflicto armado, afectando principalmente a miembros de las fuerzas del orden como policías y militares, aunque no sólo pues también se usa como medio de conseguir dinero, caso en el que los secuestradores, para financiar la gerrilla o simplemente lucrarse, se ceban especialmente en extranjeros.

El nombre de Nohora dió la vuelta al mundo porque fue invitada por Benedicto XVI, a través del embajador ante la Santa Sede, para asistir a la eucaristía en la basílica de San Pedro, este 12 de diciembre, con motivo de la festividad de la patrona de América, Nuestra Señora de Guadalupe, y bicentenario de varias independencias americanas. La niña fue la abanderada de Colombia, en el desfile previo a la celebración de la misa presidida por Benedicto XVI, en la que el pontífice anunció su segundo viaje a América.

Durante los últimos cuarenta años, Colombia ha vivido un conflicto interno de larga duración. En él se han combinado diversas formas de violencia y múltiples actores. Aunque hay similitudes con otros conflictos internos, la duración y número de víctimas lo hace especial. Es uno de los países con mayor número de secuestros de la región y aunque cuenta con un registro oficial de más de veinticuatro mil secuestrados, según los expertos las estadísticas no son exactas y la cifra podría ser mayor.

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Clausura del centenario de la fundadora de las misioneras del Pilar
El carisma de la madre Esperanza, infundir el espíritu de Cristo
HUESCA, viernes 16 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Las misioneras del Pilar clausuran, este sábado 17 de diciembre, el centenario del nacimiento de su fundadora Esperanza Vitales Otín, en Lanaja, el pueblo en el que nació el 18 de diciembre de 1911 y del que es hija predilecta.

La madre Esperanza fundo este instituto religioso el 29 de octubre de 1939, fue erigido como congregación de derecho diocesano el 27 de julio de 1962, y recibió la aprobación de la Santa Sede el 22 de julio de 1970. La madre Esperanza falleció en Huesca el 21 de mayo de 2005, a los 93 años de edad.

Actualmente, un total de ciento veintiocho hermanas mantienen vivo el carisma de la madre Esperanza en obras de atención a ancianos, enfermos, catequesis y misiones en España, Italia, Chile, Honduras y Perú.

En Lanaja, este sábado, se celebrará una eucaristía, presidida por el obispo de Huesca Julián Ruiz Martorell con el posterior acto de clausura del centenario.
Esperanza Vitales nació en Lanaja el 18 de diciembre de 1911. Desde muy niña experimenta con fuerza su ser hija de Dios: antes de ir a la escuela se sentía más hija de Dios que de sus padres. Experiencia que vivía como algo natural, creía profundamente que era el sentir de todas las personas. De hecho repetía muy a menudo: “Dios es mi padre”, y esto le bastaba para vivir.

Cuando cae en la cuenta del inmenso y entrañable amor que Dios regala a los hombres y de que, a pesar de ello, muchos viven sin conocerlo y otros lo menosprecian, vive una fuerte experiencia del pecado.

Pero es consciente de que la misericordia de Dios es cumbre de su omnipotencia. Nada está perdido. En medio de este mundo oscurecido por el pecado, ella está convencida de que puede hacer algo y se siente llamada a fundar una congregación mariana y misionera con el fin de que sus miembros fueran testigos del amor de Dios al hombre ocupándose, especialmente, de los más pobres: las misioneras de Nuestra Señora del Pilar.

Su carisma, dice la congregación “es ser Cristo. Él es la perfección consumada del proyecto de Dios, manifestando el amor infinito hacia el hombre y respondiendo, como hombre, al amor infinito de Dios. Ésta es nuestra misión: infundir y mantener el espíritu de Cristo en las familias, en todas partes”.

La madre Esperanza murió el 24 de mayo de 2005 en Huesca. Nunca dejó de sentir su amor apasionado por Jesucristo y la urgencia por anunciar el Evangelio.

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Documentación


Corramos con alegría hacia Belén, acojamos en nuestros brazos al Niño
Vísperas de Benedicto XVI con los universitarios de Roma
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 16 de diciembre de 2011 (ZENIT.org).- A continuación les ofrecemos la homilía de Benedicto XVI en el rezo de Vísperas con los universitarios de los ateneos romanos en preparación a la Navidad.

* * * * *

“Sed contantes, hermanos, hasta la venida del Señor” (St 5,7)

Con estas palabras el Apóstol Santiago nos indica la actitud interior para prepararnos a escuchar y a acoger de nuevo el anuncio del nacimiento del Redentor en la cueva de Belén, misterio inefable de luz, de amor y de gracia. A vosotros, queridos universitarios de Roma, con los que tengo la alegría de reunirme en esta cita tradicional, dirijo con afecto mi saludo: os acojo en proximidad de la santa Navidad, con vuestros deseos, vuestras esperanzas, vuestras preocupaciones; y saludo también a la comunidad académica que vosotros representáis. Agradezco al rector magnífico, el profesor Massimo Egidi, las corteses palabras que me ha dirigido en vuestro nombre, y con las que ha evidenciado la delicada misión del profesor universitario. Saludo con gran cordialidad al ministro para la Universidad, el profesor Francesco Profumo, y a las autoridades académicas de los distintos ateneos.

Queridos amigos, Santiago nos exhorta a imitar al agricultor, que “espera con constancia el precioso fruto de la tierra” (St 5,7). A vosotros que vivís en el corazón del ambiente cultural y social de nuestro tiempo, que experimentáis con las nuevas y cada vez más refinadas tecnologías, que sois protagonistas de una dinámica histórica que a veces parece abrumadora, la invitación del Apóstol puede parecer anacrónica, casi una invitación para salir de la historia, a no desear ver los frutos de vuestro trabajo, de vuestra búsqueda. ¿Pero es realmente así? La invitación a la espera de Dios ¿está fuera de nuestra época? Y una vez más, podemos preguntarnos con radicalidad: ¿Qué significa para mí la Navidad?, ¿es realmente importante para mi existencia, para la construcción de la sociedad?

Son muchas, en nuestra época, las personas, especialmente las que vosotros encontráis en las aulas universitarias; que ponen voz a la pregunta de si debemos esperar algo o a alguien; si debemos esperar a otro mesías, a otro dios; si vale la pena confiar en aquel Niño que en la noche de Navidad encontramos en el pesebre entre José y María.

La exhortación del Apóstol a la constancia paciente, que en nuestro tiempo podría dejar un poco perplejo, es, en realidad, el camino para acoger en profundidad la cuestión de Dios, el sentido que tiene en la vida y en la historia, porque es en la paciencia, en la fidelidad y en la constancia de la búsqueda de Dios, de la apertura a Él, donde Él revela su rostro. No necesitamos un dios genérico, indefinido, sino un Dios vivo y verdadero, que abra el horizonte del futuro del hombre a una perspectiva de esperanza firme y segura, una esperanza rica de eternidad y que permita afrontar con valentía el presente en todos sus aspectos. Deberíamos decir entonces: ¿dónde puedo buscar el verdadero Rostro de este Dios? O mejor todavía: ¿Dónde Dios se encuentra conmigo mostrándome su Rostro, revelándome su misterio, entrando en mi historia?

Queridos amigos, la invitación de Santiago “Sed contantes, hermanos, hasta la venida del Señor”, nos recuerda que la certeza de la gran esperanza del mundo se nos da y que no estamos solos y que no construimos nuestra historia en soledad. Dios no está lejos del hombre, sino que se ha inclinado hacia él y se ha hecho carne (Jn 1,14), para que el hombre comprenda donde reside el sólido fundamento de todo, el cumplimiento de sus aspiraciones más profundas: en Cristo (cfr Exhort. ap. postsin. Verbum Domini, 10). La paciencia es la virtud de los que se confían a esta presencia en la historia, que no se dejan vencer por la tentación de poner la esperanza en lo inmediato, en perspectivas puramente horizontales, en proyectos técnicamente perfectos, pero lejos de la realidad más profunda, la que da la dignidad más alta a la persona humana: la dimensión trascendente, el ser criatura a imagen y semejanza de Dios, el llevar en el corazón el deseo de elevarse hacia Él.

Hay otro aspecto que quisiera destacar esta tarde. Santiago nos ha dicho: “Mirad al agricultor: este espera con constancia” (5,7). Dios, en la Encarnación del Verbo, en la encarnación de su Hijo, experimentó el tiempo del hombre, de su crecimiento, de su hacer en la historia. Este Niño es el signo de la paciencia de Dios, que en primer lugar es paciente, constante, fiel a su amor hacia nosotros; Él es el verdadero “agricultor” de la historia, que sabe esperar. ¡Cuántas veces los hombres han intentado construir el mundo solos, sin o contra Dios! El resultado está marcado por el drama de las ideologías que, al final, se ha demostrado que van contra el hombre y su dignidad profunda. La constante paciencia en la construcción de la historia, tanto a nivel personal como comunitario, no se identifica con la tradicional virtud de la prudencia, de la que ciertamente se tiene necesidad, sino que es algo más grande y complejo. Ser constantes y pacientes significa aprender a construir la historia con Dios, porque sólo edificando sobre Él y con Él la construcción está bien fundada, no instrumentalizada para fines ideológicos, sino verdaderamente digna del hombre.

Esta tarde reencendemos de una forma más luminosa la esperanza de nuestros corazones, porque la Palabra de Dios nos recuerda que la venida del Señor está cerca, incluso el Señor está con nosotros y es posible construir con Él. En la gruta de Belén la soledad del hombre está vencida, nuestra existencia ya no está abandonada a las fuerzas impersonales de los procesos naturales e históricos, nuestra casa puede ser construida en la roca: nosotros podemos proyectar nuestra historia, la historia de la humanidad, no en la utopía sino en la certeza de que el Dios de Jesucristo está presente y nos acompaña.

Queridos amigos universitarios, corramos con alegría hacia Belén, acojamos en nuestros brazos al Niño que María y José nos presentarán. Volvamos a partir de Él y con Él, afrontando todas las dificultades. A cada uno de vosotros el Señor os pide que colaboréis en la construcción de la ciudad del hombre, conjugando de un modo serio y apasionado la fe y la cultura. Por esto os invito a buscar siempre, con paciente constancia, el verdadero Rostro de Dios, ayudados por el camino pastoral que se os propone en este año académico. Buscar el Rostro de Dios es la aspiración profunda de nuestro corazón y es también la respuesta a la cuestión fundamental que va emergiendo cada vez más en la sociedad contemporánea. Vosotros, queridos amigos universitarios, sabed que la Iglesia de Roma, con la guía sabia y atenta del cardenal vicario y de vuestros capellanes, está cerca de vosotros. Demos gracias al Señor, porque, como se ha recordado, hace veinte años el Beato Juan Pablo II instituyó la Oficina de pastoral universitaria a servicio de la comunidad académica de Roma. El trabajo desarrollado promovió el nacimiento y el desarrollo de las Capellanías para alcanzar una red bien organizada, donde las propuestas formativas de los distintos Ateneos, estatales, privados, católicos y pontificios pueden contribuir a la elaboración de una cultura al servicio del crecimiento integral del hombre.

Al final de esta Liturgia, el Icono de la Sedes Sapientiae será entregado por la delegación universitaria española a la de la Universidad La Sapienza de Roma. Iniciará la peregrinatio mariana en las capellanías, que acompañaré con la oración. Sabed que el papa confía en vosotros y en vuestro testimonio de fidelidad y de compromiso apostólico.

Queridos amigos, esta tarde nos apresuramos unidos con confianza en nuestro camino hacia Belén, llevando con nosotros las esperanzas de nuestros hermanos, para que todos podamos encontrar al Verbo de la vida y confiarnos a Él. Es el augurio que dirijo a la comunidad académica romana: llevar a todos el anuncio de que el verdadero rostro de Dios está en el Niño de Belén, tan cercano a cada uno de nosotros, porque Él es el Dios paciente y fiel, que sabe esperar y respetar nuestra libertad. A Él, esta tarde, queremos confesar con confianza el deseo más profundo de nuestro corazón: “Yo busco tu rostro, Señor, ¡ven, no tardes!” Amén.

[Traducción del original italiano por Carmen Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Educar a los jóvenes en la justicia y la paz
Mensaje de su santidad Benedicto XVI para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz
1 enero 2012

CIUDAD DEL VATICANO, viernes 16 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a los lectores el texto íntegro del mensaje de Benedicto XVI con motivo de la próxima Jornada Mundial de la Paz que la Iglesia celebra el 1 de enero de 2012.

*****

1. EL COMIENZO DE UN AÑO NUEVO, don de Dios a la humanidad, es una invitación a desear a todos, con mucha confianza y afecto, que este tiempo que tenemos por delante esté marcado por la justicia y la paz.

¿Con qué actitud debemos mirar el nuevo año? En el salmo 130 encontramos una imagen muy bella. El salmista dice que el hombre de fe aguarda al Señor «más que el centinela la aurora» (v. 6), lo aguarda con una sólida esperanza, porque sabe que traerá luz, misericordia, salvación. Esta espera nace de la experiencia del pueblo elegido, el cual reconoce que Dios lo ha educado para mirar el mundo en su verdad y a no dejarse abatir por las tribulaciones.

Os invito a abrir el año 2012 con dicha actitud de confianza. Es verdad que en el año que termina ha aumentado el sentimiento de frustración por la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y la economía; una crisis cuyas raíces son sobre todo culturales y antropológicas. Parece como si un manto de oscuridad hubiera descendido sobre nuestro tiempo y no dejara ver con claridad la luz del día.

En esta oscuridad, sin embargo, el corazón del hombre no cesa de esperar la aurora de la que habla el salmista. Se percibe de manera especialmente viva y visible en los jóvenes, y por esa razón me dirijo a ellos teniendo en cuenta la aportación que pueden y deben ofrecer a la sociedad. Así pues, quisiera presentar el Mensaje para la XLV Jornada Mundial de la Paz en una perspectiva educativa: «Educar a los jóvenes en la justicia y la paz», convencidos de que ellos, con su entusiasmo y su impulso hacia los ideales, pueden ofrecer al mundo una nueva esperanza.

Mi mensaje se dirige también a los padres, las familias y a todos los estamentos educativos y formativos,así como a los responsables en los distintosámbitos de la vida religiosa, social, política, económica, cultural y de la comunicación. Prestar atención al mundo juvenil, saber escucharlo y valorarlo, no es sólo una oportunidad, sino un deber primario de toda la sociedad, para la construcción de un futuro de justicia y de paz.

Se ha de transmitir a los jóvenes el aprecio por el valor positivo de la vida, suscitando en ellos el deseo de gastarla al servicio del bien. Éste es un deber en el que todos estamos comprometidos en primera persona.

Las preocupaciones manifestadas en estos últimos tiempos por muchos jóvenes en diversas regiones del mundo expresan el deseo de mirar con fundada esperanza el futuro. En la actualidad, muchos son los aspectos que les preocupan: el deseo de recibir una formación que les prepare con más profundidad a afrontar la realidad, la difi cultad de formar una familia y encontrar un puesto estable de trabajo, la capacidad efectiva de contribuir al mundo de la política, de la cultura y de la economía, para edificar una sociedad con un rostro más humano y solidario.

Es importante que estos fermentos, y el impulso idealista que contienen, encuentren la justa atención en todos los sectores de la sociedad. La Iglesia mira a los jóvenes con esperanza, confía en ellos y les anima a buscar la verdad, a defender el bien común, a tener una perspectiva abierta sobre el mundo y ojos capaces de ver «cosas nuevas» (Is 42,9; 48,6).

Los responsables de la educación

2. La educación es la aventura más fascinante y difícil de la vida. Educar –que viene de educere en latín– significa conducir fuera de sí mismos para introducirles en la realidad, hacia una plenitud que hacer crecer a la persona. Ese proceso se nutre del encuentro de dos libertades, la del adulto y la del joven.

Requiere la responsabilidad del discípulo, que ha de estar abierto a dejarse guiar al conocimiento de la realidad, y la del educador, que debe de estar dispuesto a darse a sí mismo. Por eso, los testigos auténticos, y no simples dispensadores de reglas o informaciones, son más necesarios que nunca; testigos que sepan ver más lejos que los demás, porque su vida abarca espacios más amplios. El testigo es el primero en vivir el camino que propone.

¿Cuáles son los lugares donde madura una verdadera educación en la paz y en la justicia? Ante todo la familia, puesto que los padres son los primeros educadores. La familia es la célula originaria de la sociedad. «En la familia es donde los hijos aprenden los valores humanos y cristianos que permiten una convivencia constructiva y pacífica. En la familia esdonde se aprende la solidaridad entre las generaciones, el respeto de las reglas, el perdón y la acogida del otro».1 Ella es la primera escuela donde se recibe educación para la justicia y la paz.

Vivimos en un mundo en el que la familia, y también la misma vida, se ven constantemente amenazadas y, a veces, destrozadas. Unas condiciones de trabajo a menudo poco conciliables con las responsabilidades familiares, la preocupación por el futuro, los ritmos de vida frenéticos, la emigración en busca de un sustento adecuado, cuando no de la simple supervivencia, acaban por hacer difícil la posibilidad de asegurar a los hijos uno de los bienes más preciosos: la presencia de los padres; una presencia que les permita cada vez más compartir el camino con ellos, para poder transmitirles esa experiencia y cúmulo de certezas que se adquieren con los años, y que sólo se pueden comunicar pasando juntos eltiempo. Deseo decir a los padres que no se desanimen. Que exhorten con el ejemplo de su vida a los hijos a que pongan la esperanza ante todo en Dios, el único del que mana justicia y paz auténtica.

Quisiera dirigirme también a los responsables de las instituciones dedicadas a la educación: que vigilen con gran sentido de responsabilidad para que se respete y valore en toda circunstancia la dignidad de cada persona. Que se preocupen de que cada joven pueda descubrir la propia vocación, acompañándolo mientras hace fructificar los dones que el Señor le ha concedido. Que aseguren a las familias que sus hijos puedan tener un camino formativo que se contradiga con su conciencia y principios religiosos.

Que todo ambiente educativo sea un lugar de apertura al otro y a lo transcendente; lugar de diálogo, de cohesión y de escucha, en el que el joven se sienta valorado en sus propias potencialidades y riqueza interior, y aprenda a apreciar a los hermanos. Que enseñe a gustar la alegría que brota de vivir día a día la caridad y la compasión por el prójimo, y de participar activamente en la construcción de una sociedad más humana y fraterna.

Me dirijo también a los responsables políticos, pidiéndoles que ayuden concretamente a las familias e instituciones educativas a ejercer su derecho-deber de educar. Nunca debe faltar una ayuda adecuada a la maternidad y a la paternidad. Que se esfuercen para que a nadie se le niegue el derecho a la instrucción y las familias puedan elegir libremente las estructuras educativas que consideren más idóneas para el bien de sus hijos. Que trabajen para favorecer el reagrupamiento de las familias divididas por la necesidad de encontrar medios de subsistencia. Ofrezcan a los jóvenes una imagen límpida de la política, como verdadero servicio al bien de todos.

No puedo dejar de hacer un llamamiento, además, al mundo de los medios, para que den su aportación educativa. En la sociedad actual, los medios de comunicación de masas tienen un papel particular: no sólo informan, sino que también forman el espíritu de sus destinatarios y, por tanto, pueden dar una aportación notable a la educación de los jóvenes. Es importante tener presente que los lazos entre educación y comunicación son muy estrechos: en efecto, la educación se produce mediante la comunicación, que influye positiva o negativamente en la formación de la persona.

También los jóvenes han de tener el valor de vivir ante todo ellos mismos lo que piden a quienes están en su entorno. Les corresponde una gran responsabilidad: que tengan la fuerza de usar bien y conscientemente la libertad. También ellos son responsables de la propia educación y formación en la justicia y la paz.

Educar en la verdad y en la libertad

3. San Agustín se preguntaba: «Quid enim fortius desiderat anima quam veritatem? - ¿Ama algo el alma con más ardor que la verdad?».2 El rostro humano de una sociedad depende mucho de la contribución de la educación a mantener viva esa cuestión insoslayable. En efecto, la educación persigue la formación integral de la persona, incluida la dimensión moral y espiritual del ser, con vistas a su fin último y al bien de la sociedad de la que es miembro. Por eso, para educar en la verdad es necesario saber sobre todo quién es la persona humana, conocer su naturaleza.

Contemplando la realidad que lo rodea, el salmista reflexiona: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para que de él te cuides?» (Sal 8,4-5). Ésta es la cuestión fundamental que hay que plantearse: ¿Quién es el hombre? El hombre es un ser que alberga en su corazón una sed de infinito, una sed de verdad –no parcial, sino capaz de explicar el sentido de la vida– porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Así pues, reconocer con gratitud la vida como un don inestimable lleva a descubrir la propia dignidad profunda y la inviolabilidad de toda persona. Por eso, la primera educación consiste en aprender a reconocer en el hombre la imagen del Creador y, por consiguiente, a tener un profundo respeto por cada ser humano y ayudar a los otros a llevar una vida conforme a esta altísima dignidad.

Nunca podemos olvidar que «el auténtico desarrollo del hombre se refiere a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones»,3 incluida la trascendente, y que no se puede sacrificar a la persona para obtener un bien particular, ya sea económico o social, individual o colectivo. Sólo en la relación con Dios comprende también el hombre el significado de la propia libertad. Y es cometido de la educación el formar en la auténtica libertad. Ésta no es la ausencia de vínculos o el dominio del libre albedrío, no es el absolutismo del yo.

El hombre que cree ser absoluto, no depender de nada ni de nadie, que puede hacer todo lo que se le antoja, termina por contradecir la verdad del propio ser, perdiendo su libertad. Por el contrario, el hombre es un ser relacional, que vive en relación con los otros y, sobre todo, con Dios. La auténtica libertad nunca se puede alcanzar alejándose de Él.

La libertad es un valor precioso, pero delicado; se la puede entender y usar mal. «En la actualidad, un obstáculo particularmente insidioso para la obra educativa es la masiva presencia, en nuestra sociedad y cultura, del relativismo que, al no reconocer nada como definitivo, deja como última medida sólo el propio yo con sus caprichos; y, bajo la apariencia de la libertad, se transforma para cada uno en una prisión, porque separa al uno del otro, dejando a cada uno encerrado dentro de su propio “yo”. Por consiguiente, dentro de ese horizonte relativista no es posible una auténtica educación, pues sin la luz de la verdad, antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de la validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en común».4

Para ejercer su libertad, el hombre debe superar por tanto el horizonte del relativismo y conocer la verdad sobre sí mismo y sobre el bien y el mal. En lo más íntimo de la conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz lo llama a amar, a hacer el bien y huir del mal, a asumir la responsabilidad del bien que ha hecho y del mal que ha cometido.5 Por eso, el ejercicio de la libertad está íntimamente relacionado con la ley moral natural, que tiene un carácter universal, expresa la dignidad de toda persona, sienta la base de sus derechos y deberes fundamentales, y, por tanto, en último análisis, de la convivencia justa y pacífica entre las personas.

El uso recto de la libertad es, pues, central en la promoción de la justicia y la paz, que requieren el respeto hacia uno mismo y hacia el otro, aunque se distancie de la propia forma de ser y vivir. De esa actitud brotan los elementos sin los cuales la paz y la justicia se quedan en palabras sin contenido: la confianza recíproca, la capacidad de entablar un diálogo constructivo, la posibilidad del perdón, que tantas veces se quisiera obtener pero que cuesta conceder, la caridad recíproca, la compasión hacia los más débiles, así como la disponibilidad para el sacrificio.

Educar en la justicia

4. En nuestro mundo, en el que el valor de la persona, de su dignidad y de sus derechos, más allá de las declaraciones de intenciones, está seriamente amenazado por la extendida tendencia a recurrir exclusivamente a los criterios de utilidad, del beneficio y del tener, es importante no separar el concepto de justicia de sus raíces transcendentes. La justicia, en efecto, no es una simple convención humana, ya que lo que es justo no está determinado originariamente por la ley positiva, sino por la identidad profunda del ser humano. La visión integral del hombre es lo que permite no caer en una concepción contractualista de la justicia y abrir también para ella el horizonte de la solidaridad y del amor.6

No podemos ignorar que ciertas corrientes de la cultura moderna, sostenida por principios económicos racionalistas e individualistas, han sustraído al concepto de justicia sus raíces transcendentes, separándolo de la caridad y la solidaridad: «La “ciudad del hombre” no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo».7 «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados» (Mt 5,6). Serán saciados porque tienen hambre y sed de relaciones rectas con Dios, consigo mismos, con sus hermanos y hermanas, y con toda la creación.

Educar en la paz

5. «La paz no es sólo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse en la tierra sin la salvaguardia de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternidad».8 La paz es fruto de la justicia y efecto de la caridad. Y es ante todo don de Dios. Los cristianos creemos que Cristo es nuestra verdadera paz: en Él, en su cruz, Dios ha reconciliado consigo al mundo y ha destruido las barreras que nos separaban a unos de otros (cf. Ef 2,14-18); en Él, hay una única familia reconciliada en el amor.

Pero la paz no es sólo un don que se recibe, sino también una obra que se ha de construir. Para ser verdaderamente constructores de la paz, debemos ser educados en la compasión, la solidaridad, la colaboración, la fraternidad; hemos de ser activos dentro de las comunidades y atentos a despertar las consciencias sobre las cuestiones nacionales e internacionales, así como sobre la importancia de buscar modos adecuados de redistribución de la riqueza, de promoción del crecimiento, de la cooperación al desarrollo y de la resolución de los conflictos.

«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). La paz para todos nace de la justicia de cada uno y ninguno puede eludir este compromiso esencial de promover la justicia, según las propias competencias y responsabilidades. Invito de modo particular a los jóvenes, que mantienen siempre viva la tensión hacia los ideales, a tener la paciencia y constancia de buscar la justicia y la paz, de cultivar el gusto por lo que es justo y verdadero, aun cuando esto pueda comportar sacrificio e ir contracorriente.

Levantar los ojos a Dios

6. Ante el difícil desafío que supone recorrer la vía de la justicia y de la paz, podemos sentirnos tentados de preguntarnos como el salmista: «Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?» (Sal 121,1). Deseo decir con fuerza a todos, y particularmente a los jóvenes: «No son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico [...], mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno. Y ¿qué puede salvarnos sino el amor?».9 El amor se complace en la verdad, es la fuerza que nos hace capaces de comprometernos con la verdad, la justicia, la paz, porque todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (cf. 1 Co 13,1-13).

Queridos jóvenes, vosotros sois un don precioso para la sociedad. No os dejéis vencer por el desánimo ante a las dificultades y no os entreguéis a las falsas soluciones, que con frecuencia se presentan como el camino más fácil para superar los problemas. No tengáis miedo de comprometeros, de hacer frente al esfuerzo y al sacrificio, de elegir los caminos que requieren fidelidad y constancia, humildad y dedicación. Vivid con confianza vuestra juventud y esos profundos deseos de felicidad, verdad, belleza y amor verdadero que experimentáis. Vivid con intensidad esta etapa de vuestra vida tan rica y llena de entusiasmo.

Sed conscientes de que vosotros sois un ejemplo y estímulo para los adultos, y lo seréis cuanto más os esforcéis por superar las injusticias y la corrupción, cuanto más deseéis un futuro mejor y os comprometáis en construirlo. Sed conscientes de vuestras capacidades y nunca os encerréis en vosotros mismos, sino sabed trabajar por un futuro más luminoso para todos. Nunca estáis solos. La Iglesia confía en vosotros, os sigue, os anima y desea ofreceros lo que tiene de más valor: la posibilidad de levantar los ojos hacia Dios, de encontrar a Jesucristo, Aquel que es la justicia y la paz.

A todos vosotros, hombres y mujeres preocupados por la causa de la paz. La paz no es un bien ya logrado, sino una meta a la que todos debemos aspirar. Miremos con mayor esperanza al futuro, animémonos mutuamente en nuestro camino, trabajemos para dar a nuestro mundo un rostro más humano y fraterno y sintámonos unidos en la responsabilidad respecto a las jóvenes generaciones de hoy y del mañana, particularmente en educarlas a ser pacíficas y artífices de paz. Consciente de todo ello, os envío estas reflexiones y os dirijo un llamamiento: unamos nuestras fuerzas espirituales, morales y materiales para «educar a los jóvenes en la justicia y la paz».

Vaticano, 8 de diciembre de 2011

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Notas

1 Discurso a los Administradores de la Región del Lacio, del Ayuntamiento

y de la Provincia de Roma, (14 enero 2011), L’Osservatore Romano,

ed. en lengua española (23 enero 2011)

2 Comentario al Evangelio de S. Juan, 26,5.

3 Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 11: AAS 101 (2009),

648; cf. PABLO VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 14:

AAS 59 (1967), 264.

4 Discurso en la ceremonia de apertura de la Asamblea eclesial de la

diócesis de Roma (6 junio 2005): AAS 97 (2005), 816.

5 Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, 16.

6 Cf. Discurso en el Bundestag (Berlín, 22 septiembre 2011): L’Osservatore

Romano, ed. en lengua española (25 septiembre 2011), 6-7.

7 Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 6: AAS 101 (2009),

644-645.

8 Catecismo de la Iglesia Católica, 2304.

9 Vigilia de oración con los jóvenes (Colonia, 20 agosto 2005): AAS 97

(2005), 885-886.

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