16.10.11

El planeta privilegiado (1)

A las 2:13 PM, por Daniel Iglesias
Categorías : Existencia de Dios, Libros
 

Comentario de: Guillermo Gonzalez and Jay W. Richards, The Privileged Planet. How our place in the cosmos is designed for discovery, Regnery Publishing Inc., Washington DC, 2004.

Este libro excepcional, de gran erudición científica, es una espléndida refutación del llamado “principio copernicano”, que prevalece en la mentalidad de la mayoría de los científicos contemporáneos. En síntesis, el “principio copernicano” dice que los seres humanos no ocupamos un lugar privilegiado en el cosmos.

En las dos primeras Secciones del libro (o sea, en los Capítulos 1-10), los autores, recurriendo a muchísimas evidencias científicas, demuestran que nuestro ambiente local (centrado en la superficie terrestre y el tiempo presente) es excepcional y probablemente rarísimo, tanto con respecto a su habitabilidad como con respecto a su mensurabilidad. Más aún, esas evidencias sugieren que en nuestro universo esas dos propiedades (habitabilidad y mensurabilidad) están unidas, de modo que los lugares altamente improbables que están mejor equipados para la existencia de observadores inteligentes también proveen las mejores condiciones globales para la investigación científica del universo. En la Sección 3 (Capítulos 11-16) los autores exploran las implicaciones de los resultados alcanzados en las Secciones 1 y 2.

En el Capítulo 11 los autores presentan una “historia revisionista” de la “revolución copernicana”. Proponen la siguiente cita de un artículo de Nathan Myrhvold como un ejemplo típico de la “historia oficial”:

“Tolomeo (siglo II) fue el primero y el más audaz en una larga sucesión de doctores que sostuvieron la primacía de los seres humanos. El universo entero –postuló– rota alrededor de nosotros, con la Tierra situada en el centro del mismo Cielo. Cualquier consultor de marketing les dirá que el posicionamiento lo es todo, y que el centro del universo es difícil de superar. Un astrónomo polaco llamado Copérnico (1473-1543) groseramente señaló: Lo siento, terrícolas, nosotros giramos alrededor del Sol, no viceversa… Giordano Bruno, una especie de Carl Sagan del siglo XVI, popularizó esos conceptos… diciendo, entre otras cosas, que “existen innumerables soles. Innumerables tierras giran alrededor de esos soles. Seres vivos habitan estos mundos”… El crimen de Bruno, como el de Galileo, fue el de socavar el carácter único de nuestro planeta, y así amenazar a las dictaduras religiosas de su época… Con el tiempo, los avances de la astronomía han reforzado implacablemente la completa insignificancia de la Tierra en una escala celestial.”

Los autores comentan que Myrhvold se ha tragado el estereotipo entero; y a continuación proceden a demoler esa “historia oficial”, difundida por los pensadores naturalistas. En particular, los autores niegan la falsa creencia de que Copérnico fue perseguido por la Iglesia, subrayan que Bruno no fue un científico y que su lamentable ejecución se debió a sus doctrinas teológicas heréticas, no a su defensa del heliocentrismo, y refutan la interpretación simplista del caso Galileo como un enfrentamiento entre la ciencia y la superstición religiosa.

Los autores subrayan que en la cosmovisión del cristianismo antiguo y medieval la Tierra no era en modo alguno el lugar principal del universo sino, al contrario, su lugar menos noble, una especie de sumidero del cosmos. En La Divina Comedia (que ejemplifica la cosmología pre-copernicana), Dante coloca en el centro de la Tierra, que a su vez es el centro geográfico del universo, nada menos que el punto más bajo del Infierno, donde está ubicado Satanás.

Además los autores destacan que Copérnico “ennobleció” el lugar central del cosmos, expresando cierta reverencia por el Sol:

“En el medio de todo se sienta el Sol en su trono. En éste, el más bello de los templos, ¿podríamos ubicar esta luminaria en una mejor posición que aquella desde la cual puede iluminar de inmediato la totalidad? Él es justamente llamado la Lámpara, la Mente y el Gobernador del Universo: Hermes Trismegisto lo llama el dios visible. La Electra de Sófocles lo llama todo-vidente. Así que el Sol se sienta como en un trono real gobernando a sus hijos los planetas, que giran alrededor de él.”

Como se ve, Copérnico inaugura la tendencia moderna a dar una importancia metafísica crucial al centro geográfico del universo. En esta línea de pensamiento, alejar cada vez más a la Tierra de ese lugar central equivale a restarle importancia. Esta asociación entre “centro geográfico” y “centro metafísico” del universo no tiene asidero en la teología cristiana.

Hago sólo dos objeciones al Capítulo 11: 1) González y Richards omiten mencionar que Copérnico era un sacerdote católico. 2) También omiten mencionar que la interpretación naturalista de la revolución copernicana como una derrota del antropocentrismo se da de bruces contra el hecho evidentísimo de que, en la historia de las ideas, los siglos XVII y XVIII (desde Descartes hasta Kant) representan un “giro antropocéntrico”, contrario al anterior pensamiento teocéntrico. (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes