7.08.11

Jóvenes JMJ

A las 9:57 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Estamos muy cerca de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud. Como yo ya he superado - por “muy poco", menos de una década - los 35, no me concierne directamente. Ya no soy joven, ya no entro en el selecto club de quienes se sitúan entre los 16 y los 35. Ni falta que hace. La vida pasa, transcurre, y los que tenemos más de 39 hemos tenido, en su día, 35 y menos de 35 también.

Sin embargo, si miro hacia el pasado, no puedo más que agradecer las JMJ. Participé, en su día, en la de Santiago de Compostela, cuando aún era seminarista. Y ya, como sacerdote recién ordenado, en la de Częstochowa. Nunca he creído en ciertos mitos: las JMJ no se improvisan, no es una fiesta discotequera para jovencitos, no. Para nada. Se trata de otra cosa. Es una gran reunión de los jóvenes católicos del mundo con el Papa, con el sucesor de Pedro.

Y estas reuniones son, si no necesarias, sí oportunas. Hoy, en casi todas las latitudes, un joven católico tiende a vivir su fe casi en soledad, con un cierto extrañamiento con relación a sus coetáneos. No está de moda, precisamente, ser católico. Y es bueno que los que lo sean - con las imperfecciones que todos los seguidores de Cristo tenemos - sepan que no son ellos los únicos que lo siguen y que, por supuesto, no están solos en el discipulado.

Pensaba en este tema porque ayer y hoy pude atisbar signos interesantes. Pequeños signos, pero suficientemente elocuentes para corroborar mi opinión. Ayer, en Barcelona, donde me encontraba de paso tras un breve viaje a un país de Centroeuropa, pude ver en la Plaza de España a un dominico, vestido de hábito, rodeado de un grupo de jóvenes franceses.

Esta misma mañana, en el querido monasterio de Montserrat, en la Misa solemne de las 11.00 - en la que tuve ocasión de concelebrar - se añadían a la numerosa cantidad de fieles allí congregados tres grupos de la JMJ, procedentes respectivamente de Canadá, de Alemania y de China (Hong Kong). Los alemanes llevaban una camiseta azul; los canadienses, verde y los chinos, blanca.

La Misa, presidida por un benedictino de la Abadía, tuvo una impronta palpablemente católica, universal. Las lecturas y el evangelio se proclamaron, además de en catalán, en francés, alemán y chino. Pero, sobre todo, me llamó la atención la piedad y el recogimiento - manifestado en gestos externos - de esos muchachos. Si a todo ello se suma la perfección de la Liturgia, el bellísimo “Aleluya” gregoriano, el potente sonido del órgano… uno llega a creer que, en verdad, el monasterio es una “embajada” de la “Urbs Ierusalem beata".

En este sentido fue también oportuna la homilía del celebrante principal, que comenzó aludiendo a la elocuencia de un hecho: la misma presencia de estos jóvenes. No todo está perdido. Más bien, todo comienza de nuevo, o puede comenzar de nuevo con la ayuda de Dios.

De mi diócesis natal acudirán a Madrid, al menos, 500 jóvenes. Y los que van, son. Saben a lo que van y van porque quieren ir. No creo que quepa más que alegrarse. A mí no se me ocurre otra opción razonable.

Me he sentido muy a gusto, en mis brevísimas vacaciones, en una ciudad centroeuropea, pero me ha animado más ver, ayer y hoy, a esos pequeños grupos de jóvenes extranjeros. Quizá, muy pronto, el hoy sea ayer y se abra un inesperado mañana. Con sus deficiencias, con sus contradicciones, pero también con su gran carga de esperanza.

Al comentario de un sacerdote, que decía: “Aún queda fe", un monje contestaba: “Comienza una nueva etapa". Yo creo que tiene razón.

¡Feliz estancia al Papa en España y que esta JMJ de Madrid venga llena de frutos espirituales!

Guillermo Juan Morado.

PS: El lector habitual, si aún queda alguno, y curioso puede jugar a identificarme en el vídeo de la Misa en Monstserrat. SPH.