Es, casi con seguridad, el teólogo más importante que tiene España. El Papa Benedicto XVI se refiere a él como «mi amigo Olegario». Olegario González de Cardedal. 'Premio Ratzinger' de Teología, se encuentra en Santander dirigiendo el seminario 'El hombre en alternativa. Postmodernidad y cristianismo en España'.
-Fundó la Escuela Karl Rahner-Han von
Baltasar dándole el nombre de dos teólogos. ¿Su objetivo?
-Tomar el pulso cada año de la teología y cultura españolas y
ponerlas en diálogo. Saber cómo se interaccionan en España un
tipo de cultura nueva, la postmodernidad, y el cristianismo en
el siglo XX.
-Explíquelo para un profano.
-La modernidad propuso devolver al hombre su protagonismo en la
Historia, su dignidad, su libertad y su emancipación. Esos
grandes ideales perdieron su legitimidad en la segunda mitad del
siglo XX porque el progreso, la paz y la felicidad prometida no
llegaron y sí lo hicieron una sucesión de guerras europeas que
hasta la de los Balcanes costaron 150 millones de víctimas de
todo tipo, y con ellas, la muerte de esas grandes promesas.
-¿Qué hemos perdido en el último siglo?
-Dios ha dejado de tener peso en las conciencias humanas y con
ello lo que da sentido a la vida: verdad, fundamento, futuro,
esperanza... Hemos quedado reducidos a vivir exclusivamente a la
inmediatez, buscando ídolos.
-Ponga nombre a esos ídolos.
-Por ejemplo, los nacionalismos elevados. La nación, la raza, el
progreso, fueron los ídolos a los que se hizo servir a la
humanidad y que propiciaron las guerras en el siglo XX.
-Pero los nacionalismos no siempre son
una amenaza.
-En efecto. Hay una conciencia de identidad de origen, de
cultura propia, cuya reivindicación es legítima; pero hay
nacionalismos que para elevar su dignidad se enfrentan,
desprecian, reducen y esclavizan a los demás, obligándolos a
integrarse en un proyecto que no es el único de una región o de
un país.
-¿Incluidos los españoles?
-En la medida que sean reales nacionalismos, valen igual. Elevan
al absoluto realidades que en principio son legítimas, pero que
no son las únicas que integran la historia y la realidad de
nuestra sociedad.
-¿Cuando se comenzó a diluir el
catolicismo en España?
-No se ha diluido. Una cosa es la superficie, la espuma ante la
que ahora estamos. Creo que hay más vida católica y cristiana en
la España de hoy que en la de hace 50 años.
-La medición de las conciencias, de la fe profunda, es muy difícil. No porque hayan dejado de aparecer juntos en los salones de los ayuntamientos el gobernador y el obispo, España ha dejado de ser católica. Ahora hay más decisión personal, más grupos de vida, más movimientos decididamente católicos que hace 50 años, con más implicación en la vida personal que en la manifestación pública.
-La medición de las conciencias, de la fe profunda, es muy difícil. No porque hayan dejado de aparecer juntos en los salones de los ayuntamientos el gobernador y el obispo, España ha dejado de ser católica. Ahora hay más decisión personal, más grupos de vida, más movimientos decididamente católicos que hace 50 años, con más implicación en la vida personal que en la manifestación pública.
-Quizás. La democracia llegó a España al final de un largo
proceso de preparación a la espera de que muriera el dictador,
por eso no se produjo una ruptura, porque llegó con la
maduración histórica a la que contribuyó el Concilio Vaticano II,
al invitar a los católicos a la libertad y a la participación
pública.
-¿Hasta qué punto algunas decisiones
políticas pueden ser minas contra la sociedad católica?
-La Iglesia existe desde hace 20 siglos. Ha conocido muchas
experiencias y la actual situación política española es una
minucia en toda esta historia. Por el contrario, hay una gran
oportunidad si esas actitudes nos provocan una mayor conciencia
y fidelidad religiosa.
-La juventud no está ahí.
-Y no son los responsables. Es la sociedad la que debe
reflexionar y preguntarse qué no hace por ellos. ¿Qué les
ofrece? Ése es el gran desafío, el de una sociedad que no tiene
huecos para integrar la vitalidad que crece. Es el drama de
cinco millones de parados que daña en especial a los jóvenes. La
falta de trabajo es ausencia de esperanza y dignidad.
-Pues no parece que busquen en la Iglesia
una referencia.
-Yo pregunto si la buscan en otros niveles de la sociedad: ¿En
la cultura, en la política, en el arte? No. En la Iglesia
repercute la misma pasividad, la falta de interés y de ilusión
de la juventud por todo. A la vez hay grupos, y no pequeños, ni
pocos, de entrega plena al servicio de marginados, de los
ancianos... en el seno de la Iglesia.
-¿Que es el 15-M para un teólogo?
-Un reflejo de la situación espiritual de España con una
juventud sin trabajo en la que los proyectos políticos de
carácter social han desparecido. Es un grito para decir
'existimos', 'cuenten con nosotros', 'nos vamos a quedar en una
adolescencia eterna'. Hay que preguntarse qué se ha hecho en la
economía española para tener cinco millones de parados,
preguntarse qué no se ha hecho para frenar esta crisis que otros
países del mismo horizonte financiero ya están superando.
-¿Ratzinger o Woytila?
-Woytila era un pastor, un guía de multitudes, un hombre de
teatro en el más noble sentido de la palabra, en el que el
gesto, la sonrisa era comunicación. Ratzinger es un profesor, un
teólogo, la reflexión.