ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 16 de mayo de 2011

Santa Sede

El papa exige normas adecuadas para las víctimas de la pederastia

Ante abusos, los obispos deben colaborar con las autoridades

La reacción de la Iglesia cuando un clérigo es acusado de abusos

Síntesis de la circular vaticana ante casos de abuso sexual de menores

El Papa augura una “nueva evangelización de lo social”

Mundo

Comienza hoy la asamblea del CELAM en Uruguay

El Salvador: la Iglesia aboga por un “gran acuerdo nacional”

Análisis

Egipto: un gesto del gobierno hacia la minoría cristiana

Entrevistas

Cardenal Rodríguez Maradiaga: la Iglesia, referente en América Latina

Foro

¿Hay un voto católico?

Documentación

Audiencia a los participantes en un Congreso sobre la “Mater et Magistra”

El cardenal Levada presenta la circular ante casos de abuso de menores

Carta vaticana sobre casos de abuso sexual de menores por parte del clero

Audiencia del Papa a las Obras Misionales Pontificias


Santa Sede


El papa exige normas adecuadas para las víctimas de la pederastia
Nueva circular vaticana para las conferencias episcopales

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI, a través de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha pedido a las conferencias episcopales que adopten "Líneas guía" para tratar los casos de abuso sexual de menores por parte del clero, en las que se dé prioridad a las víctimas.

Estas directrices, que deberán ser adoptadas por los episcopados antes de la conclusión del mes de mayo de 2012, obligan a los obispos a remitir estos delitos a las legítimas autoridades.

La indicación papal ha asumido la forma de una circular de la Congregación para la Doctrina de la Fe, enviada como subsidio para las conferencias episcopales para que puedan redactar y adoptar estas líneas de acción cuando se dan denuncias de abusos por parte de un clérigo.

Primero las víctimas

El documento concluye subrayando que "las 'Líneas guía' preparadas por las conferencias episcopales buscan proteger a los menores y ayudar a las víctimas a encontrar apoyo y reconciliación".

La primera frase del documento comienza especificando que "entre las importantes responsabilidades del obispo diocesano para asegurar el bien común de los fieles y, especialmente, la protección de los niños y de los jóvenes, está el deber de dar una respuesta adecuada a los eventuales casos de abuso sexual de menores cometidos en su diócesis por parte del clero".

Por eso, recuerda la misiva publicada este lunes por la Santa Sede, "la Iglesia, en la persona del obispo o de un delegado suyo, debe estar dispuesta a escuchar a las víctimas y a sus familiares y a esforzarse en asistirles espiritual y psicológicamente".

Aunque el denunciante no siempre sea la víctima, la carta establece que "la persona que denuncia debe ser tratada con respeto. En los casos en los que el abuso sexual esté relacionado con un delito contra la dignidad del sacramento de la Penitencia, el denunciante tiene el derecho de exigir que su nombre no sea comunicado al sacerdote denunciado".

Cooperación con las autoridades

Otro de los aspectos de la circular que ha suscitado el interés de los medios de comunicación ha sido la manera en que subraya la obligación de "la cooperación con la autoridad civil" por parte de los obispos.

"Si bien las relaciones con la autoridad civil difieran en los diversos países, es importante cooperar en el ámbito de las respectivas competencias. En particular, sin prejuicio del foro interno o sacramental, siempre se siguen las prescripciones de las leyes civiles en lo referente a remitir los delitos a las legítimas autoridades", afirma el documento.

"Naturalmente, esta colaboración no se refiere sólo a los casos de abuso sexual cometido por clérigos, sino también a aquellos casos de abuso en los que estuviera implicado el personal religioso o laico que coopera en las estructuras eclesiásticas", aclara el documento.

Prevención

El documento vaticano ofrece a los obispos del mundo otros elementos clave no sólo para responder a las denuncias de abusos sexuales por parte de clérigos, sino también para prevenir en la medida de lo posible estos hechos.

En este sentido presta particular importancia a "la formación de futuros sacerdotes y religiosos", recordando como dijo Juan Pablo II el 23 de abril de 2002 que "no hay sitio en el sacerdocio o en la vida religiosa para los que dañen a los jóvenes".

"Los presbíteros deben ser advertidos del daño causado por un sacerdote a una víctima de abuso sexual, de su responsabilidad ante la normativa canónica y la civil y de los posibles indicios para reconocer posibles abusos sexuales de menores cometidos por cualquier persona", afirma el documento.

"El sacerdote acusado goza de la presunción de inocencia, hasta prueba contraria. No obstante, el obispo en cualquier momento puede limitar de modo cautelar el ejercicio de su ministerio, en espera que las acusaciones sean clarificadas. Si fuera el caso, se hará todo lo necesario para restablecer la buena fama del sacerdote que haya sido acusado injustamente", afirma el documento.

Otras indicaciones ofrecidas por la Santa Sede recuerdan que "la investigación sobre las acusaciones debe ser realizada con el debido respeto del principio de la confidencialidad y la buena fama de las personas".

El documento establece que "a no ser que haya graves razones en contra, ya desde la fase de la investigación previa, el clérigo acusado debe ser informado de las acusaciones, dándole la oportunidad de responder a las mismas".

Y por último deja claro que "se debe excluir la readmisión de un clérigo al ejercicio público de su ministerio si éste puede suponer un peligro para los menores o existe riesgo de escándalo para la comunidad".

Puede leerse la carta en http://www.zenit.org/article-39283?l=spanish

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Ante abusos, los obispos deben colaborar con las autoridades
Aclaración del portavoz de la Santa Sede

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Los obispos o superiores mayores de congregaciones religiosas tienen el deber de colaborar con las autoridades civiles cuando se dan casos de abusos sexuales de menores por parte de clérigos, recalcó este lunes el portavoz de la Santa Sede.

El padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, aclaró esta cuestión --que con frecuencia genera malentendidos en la opinión pública-- al presentar a los periodistas la carta circular que la Congregación para la Doctrina de la Fe ha enviado como subsidio para las conferencias episcopales en la preparación de "Líneas Guía" para tratar los casos de abuso sexual de menores por parte del clero.

Hablando de la "cooperación con las autoridades civiles", el padre Lombardi aclaró que "es necesario colaborar según la situación existente. Si hay leyes, deben ser aplicadas; si no hay, hay que tener en cuenta que nosotros no las promulgamos. En ese caso, es necesario colaborar lo mejor posible para que se garantice la protección de las víctimas, y se asegure justicia".

Las "Líneas guía", según explicó, subrayan la "responsabilidad" de los obispos o de los superiores mayores religiosos, que pueden recibir ayuda de expertos, pero a condición de que ésta no suponga "abdicar a la responsabilidad específica que tiene el superior".

El portavoz vaticano explicó que en los países de lengua inglesa, en general, las conferencias ya han asumido líneas de respuesta a estos casos, en particular en Estados Unidos, Irlanda, Inglaterra y Gales, Escocia, Nueva Zelanda, Malta, Australia, y Candá.

En Asia, los obispos de Filipinas ya han adoptado "Líneas guía", mientras que los de la India están trabajando en estos momentos en la redacción del documento.

En América Latina, Brasil y Chile ya han adoptado este tipo de medidas, mientras que lo está haciendo en estos momentos la Conferencia Episcopal de Venezuela.

Por lo que se refiere a Europa, las "Líneas guía" de Alemania son "muy conocidas", y ya se han adoptado en Austria, Suiza, Eslovenia y Francia, y se están trabajando en Holanda, Suecia y Bélgica.

En Italia, la presentación del documento ha tenido lugar pocos días después de que estallara en la opinión pública el caso del padre Riccardo Seppia, sacerdote de Génova, condenado y arrestado por abusos sexuales y distribución de droga (que utilizaba como medio de chantaje).

El padre Lombardi dijo que, ante este caso, "ha sido un ejemplo la reacción del cardenal Angelo Bagnasco", arzobispo de Génova y presidente de la Conferencia Episcopal, quien al anunciarse el arresto acudió a celebrar misa a la parroquia del sacerdote para mostrar su cercanía a las víctimas. El purpurado había ofrecido su colaboración a las autoridades civiles.

Según el portavoz vaticano esta reacción del purpurado "ha sido muy apreciada por la opinión pública italiana". Ahora la Conferencia Episcopal Italiana está trabajando en la adopción de "Líneas guía" para afrontar estos casos, pues hasta ahora cada obispo había aplicado la normativa según su propio criterio.

Un "caso gravísimo", como el acaecido en Italia, según Lombardi, exige "prevención y atención en el ámbito pastoral", en la formación al sacerdocio, y "conocimiento de la personalidad del sacerdote", prestando atención a posibles "signos" que puedan indicar anomalías o casos de abuso de menores.

Por lo que se refiere a resarcir a las víctimas, el padre Lombardi explica que se trata de una cuestión "que afecta a los casos prescritos, pues la ley civil está pensada para los que no han prescrito y tiene lugar el juicio".

La "pista" seguida por la Iglesia católica en Alemania para los casos prescritos por la ley, dijo por ejemplo el padre Lombardi, "consiste en estar muy atenta y ser muy generosa con el pago de las terapias, y prever una cierta cantidad de dinero para compensar los daños sufridos".



 

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La reacción de la Iglesia cuando un clérigo es acusado de abusos
El caso debe ser asumido por el obispo o el superior religioso

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Cuando un clérigo es acusado de haber cometido un delito de abuso sexual de un menor, su obispo o el superior mayor de su congregación religiosa (si es religioso) debe escuchar la denuncia y asegurarse de que la acusación sea verosímil.

Si es así, debe pasar el caso a la Santa Sede y remitir los delitos a las legítimas autoridades, según establece la carta circular que la Congregación para la Doctrina de la Fe ha enviado como subsidio para las conferencias episcopales en la preparación de Líneas Guía para tratar los casos de abuso sexual de menores por parte del clero.

"La responsabilidad para tratar los casos de abuso sexual de menores compete en primer lugar a los obispos o a los superiores mayores" de las órdenes y congregaciones religiosas, indica el documento.

"Si la acusación es verosímil, el obispo, el superior mayor o un delegado suyo deben iniciar una investigación previa como indica el Código de Derecho Canónico", aclara el texto.

"Si la acusación se considera verosímil, el caso debe ser enviado a la Congregación para la Doctrina de la Fe", organismo de la Santa Sede al que Juan Pablo II encomendó esta tarea en 2003, ante la impotencia con la que algunas diócesis del mundo habían reaccionado ante casos de abusos cometidos por sacerdotes.

Una vez estudiado el caso, la Congregación para la Doctrina de la Fe "indicará al obispo o al superior mayor los ulteriores pasos a cumplir. Mientras tanto, la Congregación para la Doctrina de la Fe ayudará a que sean tomadas las medidas apropiadas para garantizar los procedimientos justos en relación con los sacerdotes acusados, respetando su derecho fundamental de defensa, y para que sea tutelado el bien de la Iglesia, incluido el bien de las víctimas".

El documento publicado este lunes por la Santa Sede recuerda que "normalmente la imposición de una pena perpetúa, como la dimissio del estado clerical, requiere un proceso judicial".

Según el Derecho Canónico, el obispo o superior religioso "no puede decretar penas perpetuas por medio de un decreto extrajudicial. Para ello debe dirigirse a la Congregación para la Doctrina de la Fe, a la cual corresponderá en este caso tanto el juicio definitivo sobre la culpabilidad y la eventual idoneidad del clérigo para el ministerio como la imposición de la pena perpetua".

Las medidas canónicas para un sacerdote que es declarado culpable del abuso sexual de un menor son generalmente de dos tipos.

En primera lugar, se trata de "medidas que restringen el ejercicio público del ministerio de modo completo o al menos excluyendo el contacto con menores".

En segundo lugar, la Iglesia impone "penas eclesiásticas, siendo la más grave la dimissio [cesación] del estado clerical".

"La investigación previa y todo el proceso deben realizarse con el debido respeto a la confidencialidad de las personas implicadas y la debida atención a su reputación", aclara la Congregación para la Doctrina de la Fe.

"A no ser que haya graves razones en contra, antes de transmitir el caso a la Congregación para la Doctrina de la Fe el clérigo acusado debe ser informado de la acusación presentada, para darle la oportunidad de responder a ella. La prudencia del obispo o del superior mayor decidirá cuál será la información que se podrá comunicar al acusado durante la investigación previa".

En espera del proceso canónico, recuerda el documento, "es deber del obispo o del superior mayor determinar cuáles medidas cautelares de las previstas en el Código de Derecho Canónico deben ser impuestas para salvaguardar el bien común·. Estas medidas "pueden ser impuestas una vez iniciada la investigación preliminar".

La Santa Sede aclara que estas medidas son obligatorias para todas las diócesis del mundo.

"Si una conferencia episcopal, con la aprobación de la Santa Sede, quisiera establecer normas específicas, tal normativa deberá ser entendida como complemento a la legislación universal y no como sustitución de ésta", asegura el texto.

Si una conferencia episcopal quiere añadir normas vinculantes, el Vaticano afirma que para ello será necesario que pidan el reconocimiento por parte de los dicasterios competentes de la Curia Romana.



 



 

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Síntesis de la circular vaticana ante casos de abuso sexual de menores
Distribuida por la Oficina de Información de la Santa Sede

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos la síntesis redactada este lunes por la Oficina de Información de la Santa Sede sobre la carta circular de la Congregación para la Doctrina de la Fe enviada a las conferencias episcopales para la preparación de Líneas Guía para tratar los casos de abuso sexual de menores por parte del clero.



 

* * *



 

La Congregación para la Doctrina de la Fe pide a todas las Conferencias Episcopales del mundo que preparen para mayo de 2012 "Líneas guía" para tratar los casos de abuso sexual de menores por parte de miembros del clero, de manera apropiada a las situaciones específicas en las diferentes regiones del mundo.

Con una "Carta circular", la Congregación ofrece una amplia serie de principios e indicaciones, que no sólo facilitarán la formulación de Líneas guía y, por tanto, la uniformidad de la conducta de las autoridades eclesiásticas en las diferentes naciones, sino que también garantizarán la coherencia en el nivel de Iglesia universal, aun respetando las competencias de los obispos y de los superiores religiosos.

La atención prioritaria a las víctimas, los programas de prevención, la formación de los seminaristas y la formación permanente del clero, la cooperación con las autoridades civiles, la aplicación atenta y rigurosa de la normativa canónica más actualizada en esta materia son las orientaciones principales que deben constituir las Directrices en todo el mundo.



 

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En días pasados, la Congregación para la Doctrina de la Fe envió a todas las Conferencias Episcopales una "Carta circular para ayudar a las Conferencias Episcopales en la preparación de Líneas guía para tratar los casos de abuso sexual de menores por parte del clero".

La preparación del documento fue anunciada en el pasado mes de julio, con ocasión de la publicación de las nuevas normas de actuación del Motu proprio "Sacramentorum sanctitatis tutela" (cfr. Nota P.F.Lombardi, in OR, 16.7.2010, 1, e www.vatican.va, Abusos contra menores. La respuesta de la Iglesia).

S.Em. el Card. Levada, Prefecto del dicasterio, había después informado sobre la preparación con ocasión de la reunión de cardenales durante el Consistorio del pasado mes de noviembre (Cfr. Comunicado de la Oficina de Prensa sobre la Sesión de la tarde, 19.11.2010).

El documento está acompañado de una Carta de presentación, firmada por el Card. Levada, que explica la naturaleza y los objetivos.

Como consecuencia de la actualización de las normas sobre la cuestión de los abusos sexuales por parte de miembros del clero, aprobada por el Papa el pasado año, se considera "oportuno que cada Conferencia Episcopal prepare unas Líneas guía", con el fin de "ayudar a los Obispos a seguir procedimientos claros y coordinados cuando se tienen que tratar los casos de abusos sexuales contra menores", teniendo en cuenta las situaciones concretas de las diversas regiones en las que se ejercitan las jurisdicciones de los distintos episcopados.

Con este fin, la Carta circular "presenta algunos temas generales", que necesariamente deben ser adaptados a las distintas realidades, pero que contribuirán a garantizar -precisamente gracias a las Líneas guía- una orientación común dentro de una Conferencia episcopal, y en cierta medida, también por parte de distintos episcopados.

En relación al trabajo que se debe realizar para la redacción de las nuevas Líneas guía o para la revisión de las ya existentes, la carta de presentación del Card. Levada da dos indicaciones operativas: en primer lugar, implicar a los Superiores Mayores de los institutos religiosos clericales (para que se tenga en cuenta no solo al clero diocesano, sino también al religioso), y después, enviar copia de las Líneas guía a la Congregación "antes de fines del mes de mayo del 2012".

En conclusión, aparecen claramente dos preocupaciones:

1. Animar a afrontar a tiempo y eficazmente el problema con indicaciones claras, orgánicas, adaptadas a las situaciones locales, que comprenden también las relaciones con las normas y las autoridades civiles. Las indicaciones de una fecha precisa y de un término relativamente breve para elaborar las Líneas guía por parte de todas las Conferencias Episcopales es, evidentemente, una indicación muy fuerte y elocuente.

2. Respetar la competencia fundamental de los Obispos diocesanos (y de los Superiores mayores religiosos) en la materia (la formulación de la Circular presta mucha atención a subrayar este aspecto: Las Líneas guía sirven para "ayudar a los Obispos diocesanos y los Superiores mayores").

La carta circular en sí es breve, pero muy densa, y se divide en tres partes.

La primera parte desarrolla una serie de indicaciones generales, incluyendo, en particular:

La atención prioritaria a las víctimas de abuso sexual: la escucha y la asistencia espiritual y psicológica a las víctimas y a los familiares.

El desarrollo de programas de prevención para crear ambientes verdaderamente seguros para los menores.

La formación de los futuros sacerdotes y religiosos y el intercambio de información sobre los candidatos al sacerdocio o a la vida religiosa que se trasladan.

El acompañamiento de los sacerdotes, su formación permanente y la formación a su responsabilidad en el ámbito de los abusos, la manera de seguirlos cuando se les acusa, de tratar según el derecho los eventuales casos de abuso, la rehabilitación de la reputación de quien haya sido acusado injustamente.

La cooperación con las autoridades civiles en el ámbito de sus respectivas competencias y el cumplimiento de "las prescripciones de las leyes civiles en lo referente a remitir los delitos a las legítimas autoridades, sin prejuicio del foro interno o sacramental". La cooperación debería aplicarse no sólo en los casos de abusos por parte del clero, sino también del personal que trabaje en estructuras eclesiásticas.

La segunda parte recuerda las prescripciones actualmente vigentes de la legislación canónica tras la actualización de 2010.

Se recuerda la competencia de los obispos y superiores mayores para la investigación preliminar y, en caso de acusaciones creíbles, la obligación de remitir el caso a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que ofrece las indicaciones para el seguimiento del caso.

Se habla de las medidas cautelares que hay que imponer y de la información que debe darse al acusado durante la investigación preliminar.

Se recuerdan las medidas canónicas y las penas eclesiásticas que se pueden aplicar a los culpables, incluida la dimisión del estado clerical.

Por último, se especifica la relación entre la legislación canónica válida para toda la Iglesia y las eventuales normas específicas particulares adicionales que las Conferencias Episcopales consideren apropiadas o necesarias, y el procedimiento que debe seguirse en estos casos.

La tercera y última parte enumera una serie de observaciones útiles para formular las orientaciones operativas concretas para los Obispos y Superiores mayores.

Entre otras cosas, subraya la necesidad de ofrecer asistencia a las víctimas; de tratar con respeto al denunciante y asegurar la privacidad y la reputación de las personas; de tener debidamente en cuenta las leyes civiles del país, incluyendo la eventual obligación de avisar a las autoridades civiles; de garantizar al acusado información sobre las acusaciones y posibilidades de responder, y, en todo caso un mantenimiento justo y digno; de excluir el regreso del clérigo al ministerio público, en caso de peligro para los menores o de escándalo para la comunidad. Una vez más, se reitera la responsabilidad primordial de los obispos y superiores mayores, que no puede ser sustituida por órganos de control o discernimiento, a pesar de ser útiles o necesarios para sostener esta responsabilidad.

La circular es, por tanto, un paso muy importante para promover en toda la Iglesia la conciencia de la necesidad y de la urgencia de responder de manera más eficaz y con visión de futuro al flagelo de los abusos sexuales por parte de miembros del clero, renovando así la plena credibilidad del testimonio y de la misión educativa de la Iglesia, y contribuyendo a crear en la sociedad en general aquellos ambientes educativos seguros de los que existe una necesidad urgente.

[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede]



 



 

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El Papa augura una “nueva evangelización de lo social”
Audiencia a los participantes en el congreso por los 50 años de la “Mater et Magistra”
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Es necesaria hoy, en el mundo de la globalización, una nueva evangelización de lo social que de luz sobre los desafíos y las exigencias de justicia y del bien común, afirmó hoy el Papa Benedicto XVI.

El Papa recibió hoy en audiencia a los participantes en un Congreso Internacional promovido por el Consejo Pontificio “Justicia y Paz” en el 50 aniversario de la Encíclica Mater et Magistra de Juan XXIII, que está teniendo lugar estos días en Roma.

Esta encíclica de Juan XXIII, subrayó, “conserva gran actualidad también en el mundo globalizado”.

“El papa Roncalli, con una visión de Iglesia puesta al servicio de la familia humana sobre todo mediante su específica misión evangelizadora, pensó en la doctrina social – anticipando al beato Juan Pablo II – como en un elemento esencial de esta misión, por ser parte integrante de la concepción cristiana de la vida”.

Para Juan XXIII, la Doctrina social de la Iglesia “tiene como luz la Verdad, como fuerza propulsora el Amor, como objetivo la Justicia”, elementos que retoma el Papa Benedicto XVI en la Caritas in Veritate.

“La verdad, el amor, la justicia, señalados por la Mater et magistra, junto al principio del destino universal de los bienes, como criterios fundamentales para superar los desequilibrios sociales y culturales, siguen siendo los pilares para interpretar y poner en vías de solución también los desequilibrios internos a la globalización actual”, observó el Papa. 

Nuevos desafíos

El Pontífice alertó que hoy las finanzas, “tras la fase más aguda de la crisis, han vuelto a practicar con frenesí contractos de crédito que a menudo permiten una especulación sin límites”.

Se están produciendo también “fenómenos de especulación dañina con referencia a los productos alimentarios, al agua, a la tierra, acabando por empobrecer aún más a aquellos que ya viven en situaciones de grave precariedad”.

También, subrayó, se está produciendo un “aumento de los precios de los recursos energéticos primarios, con la consiguiente búsqueda de energías alternativas guiada, a veces, por intereses exclusivamente económicos de corto plazo”, que “acaban por tener consecuencias negativas sobre el medio ambiente, además de sobre el propio hombre”.

La cuestión social actual, prosiguió, “es sin duda una cuestión de justicia social mundial”, de “distribución equitativa de los recursos materiales e inmateriales” y de “globalización de la democracia sustancial, social y participativa”.

Por esto, “en un contexto en el que se vive una progresiva unificación de la humanidad, es indispensable que la nueva evangelización de lo social ponga en evidencia las implicaciones de una justicia que debe realizarse a nivel universal”.

Esta justicia, destacó, no puede alcanzarse “apoyándose en el mero consenso social, sin reconocer que éste, para ser duradero, debe estar arraigado en el bien humano universal”.

Además, “debe llevarse a cabo en la sociedad civil, en la economía de mercado, pero también por parte de una autoridad política honrada y transparente proporcionada a ella, también a nivel internacional”.

Nueva evangelización social

Frente a estos desequilibrios, afirmó, es necesario “restablecer una razón integral que haga renacer el pensamiento y la ética”.

Sin un pensamiento moral que supere el planteamiento de las éticas seculares, como las neoutilitaristas y neocontractualistas, que se fundan sobre un sustancial escepticismo y sobre una visión prevalentemente inmanentista de la historia, se hace arduo para el hombre de hoy acceder al conocimiento del verdadero bien humano”.

Así, añadió, “es necesario desarrollar síntesis culturales humanistas abiertas a la Trascendencia mediante una nueva evangelización – arraigada en la ley nueva del Evangelio, la ley del Espíritu”.

“Sólo en la comunión personal con el Nuevo Adán, Jesucristo, la razón humana es sanada y potenciada y es posible acceder a una visión más adecuada del desarrollo, de la economía y de la política según su dimensión antropológica y las nuevas condiciones históricas”.

Y además es necesaria una razón “restablecida en su capacidad especulativa y práctica”, para disponer de “criterios fundamentales para superar los desequilibrios globales, a la luz del bien común”

Para el Papa, de hecho, “sin el conocimiento del verdadero bien humano, la caridad se desliza hacia el sentimentalismo, la justicia pierde su “medida” fundamental; el principio del destino universal de los bienes es deslegitimado.”.

En la Mater et Magistra, Juan XXIII recordaba que “se pueden captar mejor las exigencias fundamentales de la justicia cuando se vive como hijos de la luz”, afirmó Benedicto XVI, subrayando la necesidad de “una nueva evangelización de lo social y el testimonio de la vida buena según el Evangelio”.

 

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Mundo


Comienza hoy la asamblea del CELAM en Uruguay
En ella se renovarán los cargos directivos y el plan global para el continente
MONTEVIDEO, lunes 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Con una eucaristía presidida por el cardenal Marc Ouellet, P.S.S, prefecto para la Congregación de los obispos y presidente de la Comisión para América Latina, comenzó hoy en la capital uruguaya la XXXIII Asamblea general del Consejo Episcopal Latinoamericano que se extenderá hasta el 20 de mayo.

El evento cuenta también con la presencia del del Vicepresidente de la Pontificia Comisión para América Latina, Mons. Octavio Ruiz Arenas, quien recientemente fue nombrado secretario del Consejo Pontificio para la Evangelización de los Pueblos.

Igualmente participan en la asamblea los presidentes y delegados de las 22 Conferencias Episcopales de América Latina y El Caribe, así como los responsables de los Centros de Formación e Investigación dependientes del CELAM.  

Según un comunicado enviado a ZENIT, la asamblea que comienza hoy tiene la particularidad de ser electiva. Cada dos años el CELAM celebra una Asamblea General ordinaria pero cada cuatro, se elige una nueva directiva y se aprueba el plan global para el próximo cuatrienio.

Así, el próximo miércoles se procederá a la elección de las nuevas autoridades del CELAM y a la aprobación del plan global para los próximos cuatro años.

La Asamblea será clausurada el próximo viernes con una Eucaristía en el Santuario Nacional de la Virgen de los Treinta y Tres, Patrona de este país.  

Además del cardenal Ouellet, participan los cardenales Raymundo Damasceno Assis (arzobispo de Aparecida y presidente del CELAM y de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil); Jorge Bergoglio (arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina); Julio Terrazas Sandoval C.SS.R. (arzobispo de Santa Cruz de la Sierra, presidente de la Conferencia Episcopal de Bolivia); Geraldo Majella Agnelo (arzobispo de São Salvador da Bahía, primado de Brasil) y Nicolás de Jesús López Rodríguez (arzobispo de Santo Domingo, presidente del episcopado dominicano y primado de América).

El CELAM es un organismo de comunión, reflexión, colaboración y servicio como signo e instrumento del afecto colegial en perfecta comunión con la Iglesia universal y con su cabeza visible, el Romano Pontífice. Fue creado en el año 1955 en la primera conferencia del episcopado latinoamericano que se realizó en Río de Janeiro.

A él pertenecen el Presidente de cada Conferencia Episcopal o su sustituto, un delegado nombrado por cada Conferencia Episcopal representante ante el CELAM, los integrantes de la Presidencia del CELAM y los presidentes de Departamento, los responsables de secciones y organismos nombrados para un período de cuatro años

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El Salvador: la Iglesia aboga por un “gran acuerdo nacional”
Monseñor Escobar pide al Presidente Funes que convoque ese acuerdo
SAN SALVADOR, lunes 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org - El Observador).- Ayer domingo, la Iglesia católica de El Salvador – a través del arzobispo de San Salvador y presidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador, monseñor José Luis Escobar Alas – instó al presidente Mauricio Funes a que promueva un "gran acuerdo nacional" que permita establecer una agenda común, a propósito del segundo aniversario de su gobierno, que se celebrará el 1 de junio.

"Me parece que el señor presidente de la República tiene la solvencia y tiene la aceptación nacional como para convocar a ese acuerdo nacional", dijo en conferencia de prensa monseñor Escobar Alas, quien se ha convertido, desde que asumió el arzobispado en 2008, en una de las voces más sólidas en el proceso de reconciliación que vive el país Centroamericano.

El purpurado salvadoreño, quien es el séptimo arzobispo metropolitano de San Salvador, consideró que "tal vez en ese momento, después de haber terminado dos años (de gestión) e iniciar el tercero, sea oportuno" iniciar un diálogo nacional para consolidar las bases del desarrollo social del país.

En la misma conferencia de prensa dominical, que se ha convertido en cita semanal de los medios de prensa salvadoreños, monseñor Escobar Alas hizo votos por que se llegue cuanto antes "a un gran acuerdo nacional, donde se involucren todas las fuerzas vivas, pero sobre todo se comprometan los partidos".

Más adelante sostuvo que este acuerdo involucra a todos los sectores de la sociedad, "y pueda pactarse en el sentido de un compromiso en los grandes temas, como es la democracia, como es el desarrollo, como es la seguridad nacional, la educación".

La intención de este acuerdo en El Salvador, sería, según el arzobispo de San Salvador, abordar "los grandes temas, donde sin importar el gobierno de turno, el presidente, haya un compromiso para velar por el bien común".

Aunque el arzobispo metropolitano de San Salvador declinó emitir juicios sobre los dos años del gobierno de Mauricio Funes, el primero de izquierda en la historia de El Salvador, aseguró que este segundo aniversario "es un buen momento para reflexionar, para evaluar los aciertos y desaciertos, tomar nuevas fuerzas".

"Pero es importante, además, que haya una voluntad positiva en la comunidad, de que nos esforcemos todos ante los problemas de nación", sostuvo monseñor Escobar Alas

Hay que recordar que Mauricio Funes asumió el poder el 1 de junio de 2009, tras imponerse en los comicios presidenciales de marzo de ese año como candidato de la antigua guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y lograr el poder tras 20 años de gobiernos de derecha.

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Análisis


Egipto: un gesto del gobierno hacia la minoría cristiana
El primer ministro anuncia una ley unificada sobre lugares de culto
ROMA, lunes 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- En Egipto, el último acto de violencia anticristiana, que se produjo el sábado 7 de mayo con un trágico balance de al menos 15 muertos y 200 heridos, han hecho sonar las alarmas en los ámbitos gubernamentales. Preocupado por la estabilidad del país, el primer ministro, Essam Sharaf, parece decidido a tomarse en serio la situación de la más numerosa minoría cristiana de todo Oriente Medio. De 6 a 10 millones de coptos, que constituyen el 10% de la población egipcia, se sienten ciudadanos de “segunda clase” en su propio país y se ven obligados a sufrir diversas formas de discriminación, de forma sutil o descarada.

Basta poco para encender la mecha. Así lo demuestra el ataque realizado la noche del sábado 14 al domingo 15 de mayo, por una multitud enfurecida armada con palos y botellas incendiarias, contra los participantes -la mayoría coptos- en la sentada organizada delante del edificio de la televisión del Estado, en el corazón de la ciudad del Cairo, para protestar contra la violencia sectaria. Según los datos difundidos por la cadena estatal y de los que se ha hecho eco la CNN (15 de mayo), el balance provisional es de al menos, dos muertos y más de 60 heridos. Lo que provocó el enfrentamiento parece ser una pelea que se fue de las manos, originada por la negativa por parte de los manifestantes de dejar pasar a un coche.

Como contó el periódico Al-Ahram (11 de mayo), el primer ministro Sharaf, que después del baño de sangre en el barrio del Cairo de Imbaba había aplazado una visita a Bahrein y a los Emiratos Árabes Unidos, anunció el pasado miércoles que su ejecutivo preparará una ley unificada sobre la construcción de lugares de culto, que debería estar en vigencia en el transcurso de un mes. Sharaf anunció además, la creación de una Comisión Nacional de Justicia, que será la encargada de redactar la ley. El deber de esta comisión será también el de preparar una ley para combatir la discriminación y la creciente violencia sectaria.

Como recuerda el periódico, un código unificado para la construcción de mezquitas y de iglesias constituye, desde hace años, una de las principales exigencias de la comunidad copta. La normativa actual, que se remonta a 1934 e impone severas restricciones, ya para la construcción de nuevas iglesias ya para el mantenimiento de las existentes, es, de hecho fuente de discriminaciones. Según un informe gubernamental, el país cuenta con apenas 2.000 iglesias y, sin embargo, 93.000 mezquitas. La cuestión de los permisos de construcción fue, además, el origen de numerosos episodios de violencia (también por parte oficial), contra monasterios coptos o lugares de culto cristianos.

En el transcurso de los últimos meses, varios monasterios fueron atacados por el ejército, que tenía la intención de derribar los muros de protección considerados “abusivos” y construidos por los monjes para protegerse de grupos de vándalos, que intentan aprovechar el estado de inseguridad general que domina el Egipto post-Mubarak. Uno de los complejos monásticos que está en el punto de mira de los militares por “abusivo”, es el de Deir Anba Bishoy, uno de los cuatro grandes monasterios coptos que quedan hoy en el desierto de Wadi el-Natroun, en la provincia de Al Buhayrah, al noroeste del Cairo. A finales de febrero, las fuerzas armadas egipcias han realizado dos asaltos al complejo de San Bishoy (ZENIT, 25 de febrero de 2011).

También para los salafitas y otros grupos fundamentalistas, la cuestión de los permisos de construcción es una excusa fácil para atacar a la comunidad cristiana. Con el objetivo de impedir el comienzo de los trabajos de reforma del edificio, que fue dañado por las fuertes lluvias del pasado invierno, un grupo de musulmanes ocupó, por ejemplo, la iglesia de San Juan Amado, el pasado 5 de abril, en el pueblo de Kamadeer (cerca de Samalout, en la provincia de Minya), (ZENIT, 14 de abril de 2011).

El primer ministro Sharaf, que se reunió el pasado miércoles con una delegación de manifestantes coptos, anunció además la reapertura de todas las iglesias cerradas por la falta de los permisos o autorizaciones. Será reconstruida o renovada, además, la iglesia de la Virgen María, que quedó muy dañada durante los sucesos del pasado sábado en el barrio de Imbaba. Para evitar futuros ataques, el gobierno está discutiendo también una prohibición de organizar manifestaciones ante lugares de culto y el uso de eslóganes religiosos en las campañas electorales.

La pregunta más espinosa es si las buenas intenciones del primer ministro egipcio son suficientes para transmitir un poco de serenidad y poner fin así a los repetidos episodios de violencia anticristiana. Como demuestra un artículo publicado el 11 de mayo por Compass Direct News, está pesando negativamente en las relaciones interconfesionales lo que se podría definir como la “versión egipcia” de la infame ley pakistaní sobre la blasfemia. Se trata del artículo 98 (f), del Código Penal egipcio, conocido en el ámbito legal como la acusación de “ultraje a la religión”.

Como explica Compass, en un sentido estricto, el artículo en cuestión, no es una ley antiblasfemia. Pero tiene un impacto muy devastador: el que viola el artículo 98(f), está acusado de “difamación de una religión celestial” no se arriesga a recibir la pena de muerte, pero sí cinco años de cárcel. “El que usa la religión -dice el texto- para promover ideologías extremistas mediante la palabra hablada, escrita o de cualquier otro modo, con el objetivo de crear sedición, discriminación o ultraje de una religión celeste o de sus seguidores, o de prejuzgar la unidad nacional, será castigado con una pena de seis meses a cinco años de prisión o el pago de una multa de 500 libras egipcias”.

La acusación de difamación de las religiones se usa, por ejemplo, para hacer callar a los periodistas, intelectuales o estudiosos que defienden o divulgan opiniones “no-ortodoxas” sobre el islam, como es el caso del conocido escritor y teólogo Nasr Hamed Abu Zaid. Acusado por exponentes de la Universidad de Al-Azhar – el centro más famoso del islam sunnita- por haber difamado al islam con su hermenéutica histórica del Corán, el teólogo fue condenado en 1995 por “apostasía”. Después de esto, Abu Zaid consiguió huir de Egipto y se trasladó en 1995 a Holanda, donde ha enseñado en la universidad de Leiden y de Utrecht.

Una segunda categoría que sufre las tinieblas de la ley, es la formada por los convertidos del islam. Según Paul Marshall, del Center for Religious Freedom del Hudson Institute - un grupo de pensadores “think tank” estadounidenses fundado en 1961 -, convertirse significa casi siempre tener problemas con las autoridades y sufrir la acusación de ofender la religión islámica: quien elige a Cristo abandona el islam, y de alguna manera transmite el mensaje de que se trata de una religión “mala” (Compass Direct News, 11 de mayo).

Un convertido que ha experimentado en sus carnes el efecto del artículo 98(f) es Ashraf Thabet, de 45 años de edad, de Port Said. Después de su conversión al cristianismo, producida después de un problema económico, Thabet que trabajaba en el sector de la importación, terminó en el punto de mira del temido State Security Intelligence (o SSI). Arrestado en su casa delante de su familia el 22 de marzo de 2010, Thabet pasó 132 días en una cárcel de aislamiento, pero no fue llevado nunca a juicio.

Desgraciadamente la aplicación de la ley es “de sentido único”. Las autoridades se mantienen en silencio cuando se difama a las religiones minoritarias. Como observa Marshall, sobre todo cuando se trata de seguidores de religiones “no reveladas”, por ejemplo los baha'is y los zoroastrianos, no se detienen los insultos. Otra minoría que es denigrada libremente es la judía. “En la práctica -sostiene el investigador del Hudson Institute- se puede insultar a los judíos a voluntad, incluso en los medios de comunicación estatales”.

Para Sharaf, el camino parece largo y difícil. Según los analistas, el obstáculo más grande -quizás insuperable- en el camino de la normalización de las relaciones interreligiosas, es el discutido artículo 2 de la Constitución egipcia, que declara que la ley islámica -es decir la shari'a-, es la fuente principal de todas las leyes. De hecho, en el referéndum del pasado 19 de marzo, venció la propuesta de una reforma constitucional “light”, dejando tal y como está sea el artículo 2 que la ley sobre la difamación.

Por Paul De Maeyer. Traducción del italiano por Carmen Álvarez

 

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Entrevistas


Cardenal Rodríguez Maradiaga: la Iglesia, referente en América Latina
Hace falta una evangelización de la política, afirma el purpurado
ROMA, lunes 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- América Latina es un continente en el que existe una gran esperanza, en donde la Iglesia es un punto de referencia por su empeño con la doctrina social, a pesar de poderes fuertes que quieren desacreditarla. Un continente en el que aún falta evangelización en la política y esto atrasa la lucha a la pobreza, factor que le impide a mucha gente de vivir según la dignidad de hijos de Dios, y que ciertas ideologías no toman en consideración pues niegan la dimensión trascendente del hombre.

Estos fueron algunas de las reflexiones que compartió con ZENIT el cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa (Honduras) y presidente de Caritas Internationalis, durante el congreso sobre los 50 años de la Mater et Magistra que se realiza en Roma hasta el próximo miércoles 18.

- ¿Cuáles son las preocupaciones y esperanzas de la Iglesia en América Latina?

Cardenal Rodríguez Maradiaga: En primer lugar hay una gran esperanza porque la Iglesia sigue siendo una razón para esperar.

La cosa bella de nuestro pueblo es que, a pesar de la pobreza, las dificultades, las luchas, nunca se pierde la esperanza. Y no es un simple optimismo, el optimismo puede venir de una constitución psicosomática, pero la esperanza se basa en la fe, es algo teologal y que está en los tuétanos de nuestros países.

- ¿La Iglesia es siempre un punto de referencia importante para América Latina?

Cardenal Rodríguez Maradiaga: Continúa siéndolo a pesar de que hay fuerzas bastantes grandes que quisieran desacreditarla. Y una de las razones es por su compromiso con la doctrina social de la iglesia.

En general otras opciones religiosas son muy verticalistas y no son un problema para quien quiere gobernar de manera injusta. En cambio la Iglesia católica tiene una voz consistente. Solamente examinando el magisterio de los últimos cincuenta años, a partir de la conferencia de Río de Janeiro en 1955 más con Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida hay una consistencia y una línea en el magisterio social que es muy comprometida y muy incómoda para algunos poderes constituidos.

Por consiguiente se trata de desacreditarla. Lógicamente se han servido de algunas cosas como los escándalos de pedofilia en particular en los Estados Unidos, para poder quitar la voz. Pero hay un fenómeno bastante particular. En nuestro continente eso no ha logrado que se desacredite la voz del Magisterio, porque hay un compromiso con los pobres que el pobre lo percibe aunque no razone sobre ello.

- ¿Un compromiso que no es política sino doctrina social católica?

Cardenal Rodríguez Maradiaga: Exactamente, porque hay tantos cambios que verdaderamente tienen que darse y la Iglesia ha sido consistente en tratar de concienciar al pueblo de que es necesario el cambio.

- ¿En este congreso, cuál la esperanza de este análisis?

Cardenal Rodríguez Maradiaga: Los participantes, que son muy numerosos y de todos los continentes, están directamente implicados en la doctrina social de la Iglesia y en su estudio y para ponerla en práctica. Creo que todos ellos serán multiplicadores para que el mensaje de estos días pueda ponerse en práctica.

- Cayeron muchas ideologías, muros, ¿quizás el mensaje de la doctrina social católica pueda obtener ventaja visto que algunos querían relacionarla con ideologías políticas, algunas de las cuales ya no existen?

Cardenal Rodríguez Maradiaga: Así es, y yo creo que ésto es muy importante. Y claro nosotros también debemos hacer un examen de conciencia. A mi juicio no ha habido suficiente evangelización de los políticos y de la política. Por ello algunos cambios se atrasan pero, está  muy claro que nuestra doctrina social de la iglesia no es ninguna ideología, porque las ideologías pasan, caen, vienen otras. La iglesia quiere aportar y al mismo tiempo cuestionar las ambigüedades de las ideologías. 

- El punto central de la doctrina social de la iglesia es la dignidad humana.  ¿Cuál es la relación entre pobreza y dignidad de la persona humana?

Cardenal Rodríguez Maradiaga: Yo diría que la pobreza es una situación injusta, que no permite a los seres humanos vivir conforme a la dignidad de hijos de Dios. Por consiguiente la pobreza es un mal que hay que tratar de erradicar. Si recuerda los famosos objetivos del milenio en las Naciones Unidas, a veces la pobreza se usa para todo y creo que tristemente ese objetivo al menos ha sido una palabra vacía, porque no he visto yo mayores esfuerzos parar reducir la pobreza hasta la mitad en el año 2015. 

- Algunos pero aprovechan la lucha a la pobreza para cabalgarla con ideología pero que no tiene en cuenta la dignidad de la persona humana. 

Cardenal Rodríguez Maradiaga: Efectivamente es lo que no consideran, y el centro de la doctrina social de la Iglesia es la dignidad de la persona humana que le viene del hecho de ser hijos de Dios. Si observamos el ideal de la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad, un sistema quiso libertad sin igualdad, el capitalismo; otro sistema quiso igualdad pero sin libertad: el comunismo; y la fraternidad no viene de ninguna parte. Porque la fraternidad solamente se puede alcanzar cuando reconocemos que somos hijos del mismo Dios. Y por consiguiente tenemos un mismo Padre y por eso somos hermanos. Y sin la dimensión trascendente se empobrece el humanismo y queda reducido a una ideología.


 

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Foro


¿Hay un voto católico?
Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo
OVIEDO, lunes, 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org) -Publicamos la carta que ha enviado monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, con motivo de las elecciones municipales que se celebrarán en España el 22 de mayo.

* * *

Queridos amigos y hermanos: Paz y Bien. Estamos ya en pleno fragor de campaña electoral, para la cita que tenemos el próximo domingo 22 de mayo, de cara a los comicios municipales y autonómicos. Hemos sido convocados y es menester responsable participar como ciudadanos y como cristianos a la hora de elegir a nuestros representantes democráticos.

¿Se presenta la Iglesia Católica a estas elecciones? Es una pregunta retórica, que es fácil responder. Incluso podemos dar la palabra al Beato Juan Pablo II, que lúcidamente abordó esta cuestión: la Iglesia «no propone sistemas o programas económicos y políticos, ni manifiesta preferencias por unos o por otros, con tal que la dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida, y ella goce del espacio necesario para ejercer su ministerio en el mundo. Pero la Iglesia es "experta en humanidad", y esto la mueve a extender necesariamente su misión religiosa a los diversos campos en que los hombres y mujeres desarrollan sus actividades, en busca de la felicidad, aunque siempre relativa, que es posible en este mundo, de acuerdo con su dignidad de personas» (Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 41). Es así.

La Iglesia no tiene un partido que la represente, ni como tal nos presentamos detrás de unas siglas. Y esto vale absolutamente para todos los partidos, si bien no hay neutralidad cuando evaluamos la cercanía o la lejanía de sus programas y actuaciones, respecto a nuestra manera de entender la justicia y los derechos de las personas desde la doctrina social de la Iglesia. Como indicaba en ese mismo texto el Beato Juan Pablo II, «la doctrina social de la Iglesia no es, una "tercera vía" entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista, y ni siquiera una posible alternativa a otras soluciones menos contrapuestas radicalmente, sino que tiene una categoría propia. No es tampoco una ideología, sino la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar esas realidades, examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez, trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana».

Es normal que los diferentes partidos políticos intensifiquen en estos días sus diversos actos para explicar a los ciudadanos cuáles son los programas que quisieran poder desarrollar si obtuviesen el respaldo popular. Es deseable que haya una limpieza en la campaña, que no consiste en la destrucción del rival político, sino en la propuesta de lo que se desea llevar a cabo como un servicio al bien común, subrayando los retos más emergentes, saliendo al paso de las problemáticas sociales y humanas que tenemos ante nosotros y que condicionan la vida real de miles de conciudadanos.

Existen dificultades para escuchar sus propuestas o evaluar su propia gestión con quienes emplean la mentira como herramienta y el ataque visceral como talante. Engañar al electorado demagógicamente, tiene consecuencias tremendas a la hora de encontrar cauces de solución a los problemas. Tenemos ejemplos bien recientes, en donde la mentira irresponsable ha ahondado una crisis económica que afecta a un incontable número de personas y de familias.

Se trata de elegir a quienes creíblemente pondrán remedio con el justo empleo de los recursos y la gestión de los presupuestos; la defensa de la vida en todas sus fases, la maternidad y los retos de la familia; de la educación integral no entendida como cincel manipulador al servicio de una ideología; de los más desfavorecidos y sus situaciones de desempleo y vivienda, de la violencia y sus causas en una sociedad frívola y crispada; del desencanto de nuestros jóvenes y la atención social a los ancianos; de nuestra convivencia en un mundo culturalmente plural.

Es hermosa y noble la dedicación a la política cuando se entiende como un servicio real a las personas reales, sin injerencias indebidas y sin inhibiciones lamentables. El perfil cristiano del político también existe, viva o no con total coherencia las exigencias de nuestra fe. Y a él miramos cuando en lo que propone hacer o en lo que da cuenta de lo ya hecho, son reconocibles nuestros valores cristianos.

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Documentación


Audiencia a los participantes en un Congreso sobre la “Mater et Magistra”
Promovido por el Consejo Pontificio “Justicia y Paz”
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la audiencia que el Papa Benedicto XVI concedió hoy a los participantes en el Congreso Internacional promovido por el Consejo Pontificio “Justicia y Paz”, en el 50º aniversario de la encíclica Mater et Magistra del papa Juan XXIII.

* * * * *

Señores cardenales,

venerados hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio

ilustres señoras y señores.

Estoy contento de acogeros y de saludaros con ocasión del 50° aniversario de la Encíclica Mater et magistra del beato Juan XXIII; un documento que conserva gran actualidad también en el mundo globalizado. Saludo al cardenal presidente, a quien doy las gracias por sus corteses palabras, como también al monseñor secretario, los colaboradores del dicasterio y a todos vosotros, llegados de los diversos continentes para este importante Congreso.

En la Mater et magistra, el papa Roncalli, con una visión de Iglesia puesta al servicio de la familia humana sobre todo mediante su específica misión evangelizadora, pensó en la doctrina social – anticipando al beato Juan Pablo II – come en un elemento esencial de esta misión, por ser “parte integrante de la concepción cristiana de la vida” (n. 206). Juan XXIII está en el origen de las afirmaciones de sus Sucesores también cuando indicó en la Iglesia el sujeto comunitario y plural de la Doctrina social. Los christifideles laici, en particular, no pueden ser sólo usufructuarios y ejecutores pasivos sino que son protagonistas del mismo en el momento vital de su actuación, como también colaboradores preciosos de los Pastores en su formulación, gracias a la experiencia adquirida sobre el terreno y a sus propias competencias específicas. Para el beato Juan XXIII, la Doctrina social de la Iglesia tiene como luz la Verdad, como fuerza propulsora el Amor, como objetivo la Justicia (cfr n. 209), una visión de la Doctrina social, que retomé en la Encíclica Caritas in veritate, en testimonio de esa continuidad que mantiene unido el entero corpus de las Encíclicas sociales. La verdad, el amor, la justicia, señalados por la Mater et magistra, junto al principio del destino universal de los bienes, como criterios fundamentales para superar los desequilibrios sociales y culturales, siguen siendo los pilares para interpretar y poner en vías de solución también los desequilibrios internos a la globalización actual. Frente a estos desequilibrios es necesario restablecer una razón integral que haga renacer el pensamiento y la ética. Sin un pensamiento moral que supere el planteamiento de las éticas seculares, como las neoutilitaristas y neocontractualistas, que se fundan sobre un sustancial escepticismo y sobre una visión prevalentemente inmanentista de la historia, se hace arduo para el hombre de hoy acceder al conocimiento del verdadero bien humano. Es necesario desarrollar síntesis culturales humanistas abiertas a la Trascendencia mediante una nueva evangelización – arraigada en la ley nueva del Evangelio, la ley del Espíritu – a la que muchas veces nos invitó el beato Juan Pablo II. Sólo en la comunión personal con el Nuevo Adán, Jesucristo, la razón humana es sanada y potenciada y es posible acceder a una visión más adecuada del desarrollo, de la economía y de la política según su dimensión antropológica y las nuevas condiciones históricas. Y es gracias a una razón restablecida en su capacidad especulativa y pratica como se puede disponer de criterios fundamentales para superar los desequilibrios globales, a la luz del bien común. De hecho, sin el conocimiento del verdadero bien humano, la caridad se desliza hacia el sentimentalismo (cfr n. 3); la justicia pierde su “medida” fundamental; el principio del destino universal de los bienes es deslegitimado. Los diversos desequilibrios globales, que caracterizan a nuestra época, alimentan disparidad, diferencias de riqueza, desigualdades, que crean problemas de justicia y de distribución equitativa de los recursos y de las oportunidades, especialmente hacia los más pobres.

Pero no son menos preocupantes los fenómenos vinculados a unas finanzas que, tras la fase más aguda de la crisis, han vuelto a practicar con frenesí contractos de crédito que a menudo permiten una especulación sin límites. Fenómenos de especulación dañina se comprueban también con referencia a los productos alimentarios, al agua, a la tierra, acabando por empobrecer aún más a aquellos que ya viven en situaciones de grave precariedad. De forma análoga, el aumento de los precios de los recursos energéticos primarios, con la consiguiente búsqueda de energías alternativas guiada, a veces, por intereses exclusivamente económicos de corto plazo, acaban por tener consecuencias negativas sobre el medio ambiente, además de sobre el propio hombre.

La cuestión social actual es sin duda una cuestión de justicia social mundial, como por otro lado ya recordaba la Mater et magistra hace cincuenta años, aunque con referencia a otro contesto. Es, además, cuestión de distribución equitativa de los recursos materiales e inmateriales, de globalización de la democracia sustancial, social y participativa. Por esto, en un contexto en el que se vive una progresiva unificación de la humanidad, es indispensable que la nueva evangelización de lo social ponga en evidencia las implicaciones de una justicia que debe realizarse a nivel universal. Con referencia a la fundación de semejante justicia debe subrayarse que no es posible realizarla apoyándose en el mero consenso social, sin reconocer que éste, para ser duradero, debe estar arraigado en el bien humano universal. En cuanto concierne al plano de la realización, la justicia social debe llevarse a cabo en la sociedad civil, en la economía de mercado (cfr Caritas in veritate n. 35), pero también por parte de una autoridad política honrada y transparente proporcionada a ella, también a nivel internacional (cfr ibid., n. 67).

Respecto a los grandes desafíos actuales, la Iglesia, mientras confía en primer lugar en el Señor Jesús y en su Espíritu, que la conducen a través de las vicisitudes del mundo, para la difusión de la Doctrina social cuenta también con las actividades de sus instituciones culturales, con los programas de instrucción religiosa y de catequesis social de las parroquias, con los mass media y con la obra de anuncio y de testimonio de los christifideles laici (cfr Mater et magistra, 206-207). Estos deben estar preparados espiritual, profesional y éticamente. La Mater et magistra insistía no sólo en la formación, sino sobre todo en la educación que forma cristianamente la conciencia y lleva a una acción concreta, según un discernimiento sabiamente guiado. El beato Juan XXIII afirmaba: “La educación a actuar cristianamente también en el campo económico y social difícilmente será eficaz si los propios sujetos no toman parte activa en educarse a sí mismo, y si la educación no se lleva a cabo también mediante la acción” (nn. 212-213).

Aún válidas, además, son las indicaciones ofrecidas por el papa Roncalli a propósito de un legítimo pluralismo entre los católicos en la concreción de la Doctrina social. Escribía, de hecho, que en este ámbito pueden surgir “[…] divergencias aun entre católicos de sincera intención. Cuando esto suceda, procuren todos observar y testimoniar la mutua estima y el respeto recíproco, y al mismo tiempo examinen los puntos de coincidencia a que pueden llegar todos, a fin de realizar oportunamente lo que las necesidades pidan. Deben tener, además, sumo cuidado en no derrochar sus energías en discusiones interminables, y, so pretexto de lo mejor, no se descuiden de realizar el bien que les es posible y, por tanto, obligatorio” (n. 238). Importantes instituciones al servicio de la nueva evangelización de lo social son, además de las asociaciones de voluntariado y a las organizaciones no gubernamentales cristianas o de inspiración cristiana, las Comisiones Justicia y Paz, las Oficinas para los problemas sociales y el trabajo, los Centros y los Institutos de Doctrina social, muchos de los cuales no se limitan al estudio y a la difusión, sino también al acompañamiento de varias iniciativas de experimentación de los contenidos del magisterio social, como en el caso de cooperativas sociales de desarrollo, de experiencias de microcrédito y de una economía animada por la lógica de la comunión y de la fraternidad.

El beato Juan XXIII, en la Mater et magistra, comentaba que se pueden captar mejor las exigencias fundamentales de la justicia cuando se vive como hijos de la luz (cfr n. 235). Auguro, por tanto, a todos vosotros que el Señor Resucitado inflame vuestros corazones y os ayude a difundir el fruto de la redención, mediante una nueva evangelización de lo social y el testimonio de la vida buena según el Evangelio. Esta evangelización debe ser sostenida por una adecuada pastoral social, activada sistemáticamente en las diversas Iglesias particulares. En un mundo, no pocas veces replegado sobre sí mismo, sin esperanza, la Iglesia espera que vosotros seáis levadura, sembradores incansables de pensamiento verídico y responsable y de generosa proyección social, sostenidos por el amor lleno de verdad que habita en Jesucristo, el Verbo de Dios hecho hombre. Al daros las gracias por vuestra obra, os imparto de corazón mi Bendición Apostólica.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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El cardenal Levada presenta la circular ante casos de abuso de menores
Misiva enviada a las conferencias episcopales

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Carta del cardenal William Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de presentación de la circular enviada a las conferencias episcopales para la preparación de Líneas Guía para tratar los casos de abuso sexual de menores por parte del clero.



 

* * *



 

CONGREGATIO PRO DOCTRINA FIDEI

3 de mayo de 2011

Eminencia, Excelencia:

El pasado 21 de mayo de 2010, Su Santidad, Benedicto XVI, promulgó la revisión del motu proprio Sacramentorum sanctitatis tutela sobre las normas concernientes a los delicta graviora, incluyendo el abuso sexual de menores por parte de clérigos.

Con el fin de facilitar la adecuada implementación de tales normas y demás cuestiones relacionadas con el abuso de menores, es conveniente que cada Conferencia Episcopal prepare unas líneas guía con el propósito de ayudar a los Obispos de la Conferencia a seguir procedimientos claros y coordinados en el manejo de los casos de abuso. Las líneas guía deberán tener en cuenta las respectivas circunscripciones dentro de la Conferencia Episcopal.

Para ayudar a las Conferencias de Obispos, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha preparado una Carta Circular (cf. anejo) con los temas generales que han de tenerse en cuenta para la redacción de las líneas guía o para la revisión que deberá hacerse si alguna Conferencia ya las tiene. Esta Carta Circular permanecerá bajo embargo hasta las 12:00 PM del 16 de mayo de 2011, aquí en Roma, cuando la Oficina de Prensa del Vaticano la divulgue.

Sería beneficiosa la participación de los superiores mayores de los Institutos de vida consagrada presentes en el territorio de la Conferencia Episcopal en la elaboración de tales líneas guía.

Finalmente, se pide a cada Conferencia Episcopal que envíe un ejemplar completo de las líneas guía a esta Congregación antes de la conclusión del mes de mayo de 2012. Este Dicasterio permanece a la disposición de las Conferencias Episcopales en caso de que haya necesidad de clarificar o asistir en la redacción de dichas líneas guía. En el caso de que la Conferencia Episcopal desee establecer normas vinculantes será necesario pedir la debida recognitio a los Dicasterios competentes de la Curia Romana.

Con mis mejores deseos, quedo suyo en el Señor,

William Card. Levada
Prefecto

[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede]



 



 

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Carta vaticana sobre casos de abuso sexual de menores por parte del clero
Por la Congregación para la Doctrina de la Fe

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos la carta circular que la Congregación para la Doctrina de la Fe ha enviado como subsidio para las Conferencias Episcopales en la preparación de Líneas Guía para tratar los casos de abuso sexual de menores por parte del clero. El documento ha sido hecho público este lunes por la Oficina de Información de la Santa Sede.



 



 

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Entre las importantes responsabilidades del Obispo diocesano para asegurar el bien común de los fieles y, especialmente, la protección de los niños y de los jóvenes, está el deber de dar una respuesta adecuada a los eventuales casos de abuso sexual de menores cometidos en su Diócesis por parte del clero. Dicha respuesta conlleva instituir procedimientos adecuados tanto para asistir a las víctimas de tales abusos como para la formación de la comunidad eclesial en vista de la protección de los menores. En ella se deberá implementar la aplicación del derecho canónico en la materia y, al mismo tiempo, se deberán tener en cuenta las disposiciones de las leyes civiles.

I. Aspectos generales

a) Las víctimas del abuso sexual

La Iglesia, en la persona del Obispo o de un delegado suyo, debe estar dispuesta a escuchar a las víctimas y a sus familiares y a esforzarse en asistirles espiritual y psicológicamente. El Santo Padre Benedicto XVI, en el curso de sus viajes apostólicos, ha sido particularmente ejemplar con su disponibilidad a encontrarse y a escuchar a las víctimas de abusos sexuales. En ocasión de estos encuentros, el Santo Padre ha querido dirigirse a ellas con palabras de compasión y de apoyo, como en la Carta Pastoral a los católicos de Irlanda (n.6): "Habéis sufrido inmensamente y me apesadumbra tanto. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Vuestra confianza ha sido traicionada y violada vuestra dignidad".

b) La protección de los menores

En algunas naciones se han comenzado, en el ámbito eclesial, programas educativos de prevención para propiciar "ambientes seguros" para los menores. Tales programas buscan ayudar a los padres, a los agentes de pastoral y a los empleados escolares a reconocer indicios de abuso sexual y a adoptar medidas adecuadas. Estos programas a menudo han sido reconocidos como modelos en el esfuerzo por eliminar los casos de abuso sexual de menores en la sociedad actual.

c) La formación de futuros sacerdotes y religiosos

En el año 2002, Juan Pablo II dijo: "no hay sitio en el sacerdocio o en la vida religiosa para los que dañen a los jóvenes" (cf. Discurso a los Cardenales Americanos, 23 de abril de 2002, n. 3). Estas palabras evocan la específica responsabilidad de los Obispos, de los Superiores Mayores y de aquellos que son responsables de la formación de los futuros sacerdotes y religiosos. Las indicaciones que aporta la Exhortación Pastores dabo vobis, así como las instrucciones de los competentes Dicasterios de la Santa Sede, adquieren todavía mayor importancia en vista de un correcto discernimiento vocacional y de la formación humana y espiritual de los candidatos. En particular, debe buscarse que éstos aprecien la castidad, el celibato y las responsabilidades del clérigo relativas a la paternidad espiritual. En la formación debe asegurarse que los candidatos aprecien y conozcan la disciplina de la Iglesia sobre el tema. Otras indicaciones específicas podrán ser añadidas en los planes formativos de los Seminarios y casas de formación por medio de las respectivas Ratio Institutionis sacerdotalis de cada nación, Instituto de Vida consagrada o Sociedad de Vida apostólica.

Se debe dar particular atención al necesario intercambio de información sobre los candidatos al sacerdocio o a la vida religiosa que se trasladan de un seminario a otro, de una Diócesis a otra, o de un Instituto religioso a una Diócesis.

d) El acompañamiento a los sacerdotes

1. El Obispo tiene obligación de tratar a sus sacerdotes como padre y hermano. Debe cuidar también con especial atención la formación permanente del clero, particularmente en los primeros años después de la ordenación, valorizando la importancia de la oración y de la fraternidad sacerdotal. Los presbíteros deben ser advertidos del daño causado por un sacerdote a una víctima de abuso sexual, de su responsabilidad ante la normativa canónica y la civil y de los posibles indicios para reconocer posibles abusos sexuales de menores cometidos por cualquier persona.

2. Al recibir las denuncias de posibles casos de abuso sexual de menores, los Obispos deberán asegurar que sean tratados según la disciplina canónica y civil, respetando los derechos de todas las partes.

3. El sacerdote acusado goza de la presunción de inocencia, hasta prueba contraria. No obstante, el Obispo en cualquier momento puede limitar de modo cautelar el ejercicio de su ministerio, en espera que las acusaciones sean clarificadas. Si fuera el caso, se hará todo lo necesario para restablecer la buena fama del sacerdote que haya sido acusado injustamente.

e) La cooperación con la autoridad civil:

El abuso sexual de menores no es sólo un delito canónico, sino también un crimen perseguido por la autoridad civil. Si bien las relaciones con la autoridad civil difieran en los diversos países, es importante cooperar en el ámbito de las respectivas competencias. En particular, sin prejuicio del foro interno o sacramental, siempre se siguen las prescripciones de las leyes civiles en lo referente a remitir los delitos a las legítimas autoridades. Naturalmente, esta colaboración no se refiere sólo a los casos de abuso sexual cometido por clérigos, sino también a aquellos casos de abuso en los que estuviera implicado el personal religioso o laico que coopera en las estructuras eclesiásticas.

 II. Breve exposición de la legislación canónica en vigor con relación al delito de abuso sexual de menores cometido por un clérigo:

El 30 de abril de 2001 Juan Pablo II promulgó el motu proprio Sacramentorum sanctitatis tutela [SST], en el que el abuso sexual de un menor de 18 años cometido por un clérigo ha sido añadido al elenco de los delicta graviora reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF). La prescripción para este delito se estableció en 10 años a partir del cumplimiento del 18º año de edad de la víctima. La normativa del motu propio es válida para clérigos latinos y orientales, ya sean del clero diocesano, ya del clero religioso.

En el 2003, el entonces Prefecto de la CDF, el Cardenal Ratzinger, obtuvo de Juan Pablo II la concesión de algunas prerrogativas especiales para ofrecer mayor flexibilidad en los procedimientos penales para los delicta graviora, entre las cuales, la aplicación del proceso penal administrativo y la petición de la dimisión ex officio en los caos más graves. Estas prerrogativas fueron integradas en la revisión del motu proprio aprobada por el Santo Padre Benedicto XVI el 21 de mayo de 2010. En las nuevas normas, la prescripción es de 20 años, que en el caso de abuso de menores se calcula desde el momento en el que la víctima haya cumplido los 18 años de edad. La CDF puede eventualmente derogar la prescripción para casos particulares. Asimismo, queda especificado como delito canónico la adquisición, posesión o divulgación de material pedo-pornográfico.

La responsabilidad para tratar los casos de abuso sexual de menores compete en primer lugar a los Obispos o a los Superiores Mayores. Si la acusación es verosímil, el Obispo, el Superior Mayor o un delegado suyo deben iniciar una investigación previa como indica el CIC, can. 1717; el CCEO, can. 1468 y el Sst, art. 16.

Si la acusación se considera verosímil, el caso debe ser enviado a la CDF. Una vez estudiado el caso, la CDF indicará al Obispo o al Superior Mayor los ulteriores pasos a cumplir. Mientras tanto, la CDF ayudará a que sean tomadas las medidas apropiadas para garantízar los procedimientos justos en relación con los sacerdotes acusados, respetando su derecho fundamental de defensa, y para que sea tutelado el bien de la Iglesia, incluido el bien de las víctimas. Es útil recordar que normalmente la imposición de una pena perpetúa, como la dimissio del estado clerical, requiere un proceso judicial. Según el Derecho Canónico (cf. CIC can. 1342) el Ordinario propio no puede decretar penas perpetuas por medio de un decreto extrajudicial. Para ello debe dirigirse a la CDF, a la cual corresponderá en este caso tanto el juicio definitivo sobre la culpabilidad y la eventual idoneidad del clérigo para el ministerio como la imposición de la pena perpetua (Sst, Art. 21, §2).

Las medidas canónicas para un sacerdote que es encontrado culpable del abuso sexual de un menor son generalmente de dos tipos: 1) Medidas que restringen el ejercicio público del ministerio de modo completo o al menos excluyendo el contacto con menores. Tales medidas pueden ser declaradas por un precepto penal; 2) penas eclesiásticas, siendo la más grave la dimissio del estado clerical.

En algunos casos, cuándo lo pide el mismo sacerdote, puede concederse pro bono Ecclesiae la dispensa de las obligaciones inherentes al estado clerical, incluido el celibato.

La investigación previa y todo el proceso deben realizarse con el debido respeto a la confidencialidad de las personas implicadas y la debida atención a su reputación.

A no ser que haya graves razones en contra, antes de transmitir el caso a la CDF el clérigo acusado debe ser informado de la acusación presentada, para darle la oportunidad de responder a ella. La prudencia del Obispo o del Superior Mayor decidirá cuál será la información que se podrá comunicar al acusado durante la investigación previa.

Es deber del Obispo o del Superior Mayor determinar cuáles medidas cautelares de las previstas en el CIC can. 1722 y en el CCEO can. 1473 deben ser impuestas para salvaguardar el bien común. Según el Sst art. 19, tales medidas pueden ser impuestas una vez iniciada la investigación preliminar.

Asimismo, se recuerda que si una Conferencia Episcopal, con la aprobación de la Santa Sede, quisiera establecer normas específicas, tal normativa deberá ser entendida como complemento a la legislación universal y no como sustitución de ésta. Por tanto, la normativa particular debe estar en armonía con el CIC / CCEO y además con el motu proprio Sacramentorum sanctitatis tutela (30 de abril de 2001) con la actualización del 21 de mayo de 2010. En el supuesto de que la Conferencia Episcopal decidiese establecer normas vinculantes será necesario pedir la recognitio a los competentes Dicasterios de la Curia Romana.

III. Indicaciones a los Ordinarios sobre el modo de proceder:

Las Líneas Guía preparadas por la Conferencia Episcopal deberán ofrecer orientaciones a los Obispos diocesanos y a los Superiores Mayores en caso de que reciban la noticia de presuntos abusos sexuales de menores cometidos por clérigos presentes en el territorio de su jurisdicción. Dichas Líneas Guía deberán tener en cuenta las siguientes observaciones:

a.) El "concepto de abuso sexual de menores" debe coincidir con la definición del Motu Propio Sst art. 6 ("el delito contra el sexto mandamiento del Decálogo cometido por un clérigo con un menor de dieciocho años"), así como con la praxis interpretativa y la jurisprudencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, teniendo en cuenta la leyes civiles del Estado;

b.) la persona que denuncia debe ser tratada con respeto. En los casos en los que el abuso sexual esté relacionado con un delito contra la dignidad del sacramento de la Penitencia (Sst, art.4), el denunciante tiene el derecho de exigir que su nombre no sea comunicado al sacerdote denunciado (Sst, art. 24);

c.) las autoridades eclesiásticas deben esforzarse para poder ofrecer a las víctimas asistencia espiritual y psicológica;

d.) la investigación sobre las acusaciones debe ser realizada con el debido respeto del principio de la confidencialidad y la buena fama de las personas;

e.) a no ser que haya graves razones en contra, ya desde la fase de la investigación previa, el clérigo acusado debe ser informado de las acusaciones, dándole la oportunidad de responder a las mismas;

f.) los organismos de consulta para la vigilancia y el discernimiento de los casos particulares previstos en algunos lugares no deben sustituir el discernimiento y la potestas regiminis de cada Obispo;

g.) las Líneas Guía deben tener en cuenta la legislación del Estado en el que la Conferencia Episcopal se encuentra, en particular en lo que se refiere a la eventual obligación de dar aviso a las autoridades civiles;

h.) en cualquier momento del procedimiento disciplinar o penal se debe asegurar al clérigo acusado una justa y digna sustentación;

i.) se debe excluir la readmisión de un clérigo al ejercicio público de su ministerio si éste puede suponer un peligro para los menores o existe riesgo de escándalo para la comunidad.

Conclusión

Las Líneas Guía preparadas por las Conferencias Episcopales buscan proteger a los menores y ayudar a las víctimas a encontrar apoyo y reconciliación. Deberán también indicar que la responsabilidad para tratar los casos de delitos de abuso sexual de menores por parte de clérigos, corresponde en primer lugar al Obispo Diocesano. Ellas servirán para dar unidad a la praxis de una misma Conferencia Episcopal ayudando a armonizar mejor los esfuerzos de cada Obispo para proteger a los menores.

Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 3 de mayo de 2011. 



 



 

William Card. Levada
Prefecto



 

+ Luis F. Ladaria, s.j.

Arzobispo Tit. de Thibica

Secretario


 




 

[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede]

 

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Audiencia del Papa a las Obras Misionales Pontificias
Con motivo de la asamblea plenaria del Consejo Superior de las OMP
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 16 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió el pasado sábado 14 de mayo a los participantes en la Asamblea Ordinaria del Consejo Superior de las Obras Misionales Pontificias.

* * * * *

Señor cardenal,

venerados hermanos en el Episcopado y en el sacerdocio,

queridos hermanos y hermanas:


En primer lugar quiero expresar un cordial saludo al nuevo prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, monseñor Fernando Filoni, al que agradezco de corazón las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. A esto añado un deseo ferviente de ministerio fructífero. Al mismo tiempo, expreso mi profunda gratitud al cardenal Ivan Dias por el servicio ejemplar y desinteresado que ha realizado en la Congregación misionera y en la Iglesia universal en todos estos años. Que el Señor siga guiando con su luz a estos dos trabajadores fieles en su viña. Saludo al secretario monseñor Savio Hon Tai-Fai, al vicesecretario monseñor Piergiuseppe Vacchelli, presidente de las Obras Misionales Pontificias, a los colaboradores de la Congregación y a los directores nacionales de las Obras Misionales Pontificias, llegados a Roma desde las diversas Iglesias particulares para la Asamblea General del Consejo Superior. Una cálida bienvenida a todos.

Queridos amigos, con vuestra preciosa obra de animación y cooperación misionara “convocáis al Pueblo de Dios a desempeñar con decisión su compromiso en la Misión ad gentes" (Exhort. ap. Verbum Domini, 95), para anunciar la "gran esperanza", "ese Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el final, a cada uno y a la humanidad en su conjunto" (Enc. Spe salvi, 31). 

Nuevos problemas y nuevas esclavitudes emergen en nuestro tiempo, tanto en el llamado primer mundo, rico pero incierto sobre su futuro, como en los Países emergentes donde también, a causa de una globalización marcada por la ganancia, acaban por aumentar las masas de los pobres, emigrantes y oprimidos, en quienes se debilita la luz de la esperanza.

a Iglesia debe renovar constantemente su compromiso de llevar a Cristo, de prolongar su misión mesiánica para el advenimiento del Reino de Dios, Reino de justicia, de paz, de libertad y de amor. Transformar al mundo según el proyecto de Dios, con la fuerza renovadora del Evangelio, “para que Dios sea todo en todos” (1Cor 15,28) es tarea del entero Pueblo de Dios.

Es necesario continuar con renovado entusiasmo la obra de evangelización, el anuncio gozoso del Reino de Dios, venido en Cristo en la potencia del Espíritu Santo para conducir a los hombres hacia la verdadera libertad de los hijos de Dios, contra toda forma de esclavitud. Es necesario lanzar las redes del Evangelio en el mar de la historia para conducir a los hombres hacia la tierra de Dios.

“La misión de anunciar la Palabra de Dios es tarea de todos los discípulos de Cristo, como consecuencia de su bautismo”, (Exhort. ap. Verbum Domini, 94). Pero para que se de un decidido compromiso en la evangelización se hace necesario que cada cristiano, así como las comunidades, crean verdaderamente que “la Palabra de Dios es la verdad salvífica de la que cada hombre en cada tiempo tiene necesidad” (ibid., 95). Si ésta convicción de fe no está profundamente arraigada en nuestra vida no podremos experimentar la pasión y la belleza de anunciarla.

En realidad cada cristiano debería hacer propia la urgencia de trabajar para le edificación del Reino de Dios. Todo en la Iglesia está al servicio de la evangelización: cada sector de su actividad y también cada persona, en las varias tareas que está llamada a realizar. Todos, deben ser partícipes de la misión ad gentes: Obispos, presbíteros, religiosos y religiosas, laicos. “Ningún creyente en Cristo puede sentirse extraño a esta responsabilidad que proviene de la pertenencia sacramental al Cuerpo de Cristo” (ibid., 94). Por lo tanto, se debe prestar especial cuidado para garantizar que todas las áreas de la pastoral, de la catequesis, de la caridad se caractericen por la dimensión misionera: la Iglesia es misión.

Una condición fundamental para el anuncio es dejarse aferrar completamente por Cristo, Palabra de Dios encarnada, porque solo quien, con atención, escucha al Verbo encarnado que está íntimamente unido a El, puede anunciarlo (cfr ibid., 51; 91). El mensajero del Evangelio debe permanecer bajo el dominio de la Palabra y alimentarse de los Sacramentos, linfa vital de la que dependen la existencia y el ministerio misionero. Por ello sólo radicados profundamente en Cristo y en su Palabra se puede ser capaz de no ceder a la tentación de reducir la evangelización a un proyecto puramente humano, social, escondiendo o callando la dimensión trascendente de la salvación ofrecida por Dios en Cristo. Es una palabra que debe ser testimoniada y proclamada de forma explícita, porque sin un testimonio coherente esta es menos comprensible y creíble. Aunque a menudo nos sentimos inadecuados, pobres, incapaces, mantenemos siempre la certeza en el poder de Dios, que pone su tesoro en 'vasos de barro' precisamente para que se vea que es Él quién actúa a través de nosotros.

El ministerio de la evangelización es fascinante y exigente: requiere del amor por el anuncio y el testimonio, un amor total que puede verse marcado hasta por el martirio. La Iglesia no puede faltar en su misión de llevar la luz de Cristo, de proclamar el feliz anuncio del Evangelio, aún si ello comparta la persecución.(cfr Exhort. ap. Verbum Domini, 95). Es parte de su misma vida, como lo ha sido para Jesús. Los cristianos no deben sentir temor, aunque “sean actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de la propia fe”. (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2011, 1). San Pablo afirma que “ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades ni la altura, ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rm 8,38-39).

Queridos amigos, os agradezco el trabajo de animación y formación misionera que como directores nacionales de las Obras Misionales Pontificias, desarrolláis en vuestras Iglesias locales. Las Obras Misionales Pontificias que mis Predecesores y el Concilio Vaticano II han promovido y alentado (cfr Ad Gentes, 38) permanecen como un instrumento privilegiado para la cooperación misionera y para un provechoso intercambio del personal y de los recursos financieros entre las Iglesias.

No se debe olvidar el apoyo que las Obras Misionales Pontificias ofrecen a los Colegios Pontificios, en Roma, donde elegidos y enviados por sus Obispos, se forman sacerdotes, religiosos y laicos para las Iglesias locales de los territorios de misión.

Vuestra obra es preciosa para la edificación de la Iglesia, destinada a ser la “casa común” de toda la humanidad. El Espíritu Santo, protagonista de la Misión, nos guíe y nos sostenga siempre, con la intercesión de María, Estrella de la evangelización y Reina de los Apóstoles. A todos vosotros y a vuestros colaboradores imparto mi Bendición Apostólica.

[Traducción distribuida por la agencia Fides

©Libreria Editrice Vaticana]

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