22.04.11

 

José Arregi es ese señor que, alentado por los profesionales de la progresía eclesial mediática, quiso reventar la llegada de Mons. Munilla a la diócesis de San Sebastián. Pero la jugada les salió mal y ante la impotencia, el otrora franciscano optó por pedir la secularización. Es de esperar que el proceso se adelante ante la evidencia de sus artículos en Religión Digital. Cualquiera que le lea se da cuenta de que ese señor no sólo no es católico, sino que de ninguna de las maneras puede ser considerado como cristiano.

El último de sus posts tiene un título, “La cruz no nos salva”, cuya sola lectura provoca en los cristianos una reacción de rechazo. Dice este individuo:

El título puede sonar escandaloso a oídos de muchos cristianos, más en estos días en que alzamos la cruz para cantar al Hermano Herido. Hace ya dos mil años que dura el grave malentendido, y son demasiados los que aún lo sostienen, pero hoy es insostenible. No es la cruz la que salva, sino aquello de lo que nos hemos de salvar.

Y más adelante blasfema diciendo ¡Maldita cruz!:

 

Babilonios, persas y egipcios, griegos, cartagineses y romanos convirtieron el signo de la vida en el más cruel instrumento de tortura y de muerte para esclavos, sediciosos y prisioneros enemigos. Y llamaron Dios al Poder, e hicieron de Él el Gran Legislador, el Supremo Garante del orden del más poderoso, siempre injusto. Y dijeron: “Dios castiga al culpable”, pero era simplemente para poder ellos castigar con la conciencia tranquila. Nadie explicó nunca por qué Dios exige expiación, ni quién gana qué con que el culpable expíe. Eso hicimos de Dios, ¡pobre Dios! Más bien, ¡pobres nosotros!, pues ese Dios no existe, mientras que nosotros sí existimos y seguimos crucificándonos. ¡Maldita cruz!

Y:

Jesús fue crucificado contra la voluntad de Dios, que solo puede querer que vivamos y hace salir el sol sobre buenos y malos.

Y:

los cristianos, con Pablo al frente, dieron la vuelta al argumento y dijeron: “Dios exigía que alguien expiara todos los pecados, pero ha sido el Justo quien ha expiado en lugar de los pecadores. Era necesario que alguien cargara con las culpas, pero ha sido el Crucificado quien ha cargado con todas nuestras culpas”. Los cristianos olvidaron la historia del Sanedrín y de Pilato, y comprendieron la cruz, en clave cultual, como un sacrificio de expiación.

Y:

El Dios de la expiación nunca existió, y la religión de la expiación ha de ser borrada. El dolor no es lo que salva, sino aquello de lo que hemos de ser salvados. Y la salvación no consiste en ser absueltos de una culpa ni en expiarla, sino en ser curados de todas las heridas. Eso es lo que quiso hacer Jesús. Pero en su vida y en su cruz, no es la cruz la que nos salva, sino la libertad arriesgada, la bondad solidaria, la proximidad sanadora.

Está claro que este señor no sólo no es cristiano, sino que además sirve a aquel que fue derrotado en la cruz. Mientras que San Pablo se gloría en la cruz de Cristo, Arregui blasfema diciendo “¡Maldita cruz!”. Tus palabras blasfemas caigan sobre ti, hermano espiritual de Judas Iscariote. Si acaso, maldito tú, José Arregui. Malditas tus mentiras. Malditas tus herejías. ¡Ay de quienes te aplauden! ¡Ay quienes te acogen para dar pábulo y publicidad a tus blasfemias! ¡Ay de aquellos sacerdotes y parroquianos guipuzcoanos que piden que vayas a llenar sus almas de miseria! Menos mal que el actual obispo de San Sebastián no va a permitir que esa diócesis siga acogiendo la lepra espiritual que representas. ¿A quién puede sorprender tal cosa? Más bien caiga la vergüenza sobre aquellos pastores que te ampararon y dejaron que esparcieras tu escoria entre el pueblo de Dios que peregrina en esa pequeña diócesis vasca.

Y menos mal que un arzobispo franciscano, Mons. Santiago Agrelo Martínez, ha salido al paso de tus blasfemias desde su cuenta de Facebook. Todo el que entre en ese post inmundo podrá leer lo que escribe el arzobispo de Tanger:

«Si uno viese desde lejos su patria y estuviese separada por el mar, vería adónde ir, pero no tendría medios para llegar. Así es para nosotros… Anhelamos la meta, pero está de por medio el mar de este siglo… Ahora, sin embargo, para que tuviésemos también el medio para ir, ha venido de allá aquel a quien nosotros queremos llegar… y nos ha proporcionado el navío para atravesar el mar. Nadie puede atravesar el mar de este siglo, si no le lleva la Cruz de Cristo… No abandonar la Cruz, ella te llevará».
Estas palabras de san Agustín, tomadas del Comentario al Evangelio de san Juan (cf. 2, 2), nos introducen en la oración del Via Crucis.
En efecto, el Via Crucis quiere avivar en nosotros este gesto de asirnos al madero de la Cruz de Cristo a lo largo del mar de la existencia. El Via Crucis no es, pues, una simple práctica de devoción popular con un tinte sentimental; expresa la esencia de la experiencia cristiana: «El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga» (Mc 8, 34). (He tomado el texto de la introducción al Vía Crucis que hoy se celebrará en Roma, en el Coliseo)
Yo sólo sé que mi Señor la llevó, y que dijo: “El que no toma su cruz y me sigue detrás, no es digno de mí (Mt 10, 38). “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16, 24).
Si yo escribiese: “Hace ya dos mil años que dura el grave malentendido, y son demasiados los que aún lo sostienen, pero hoy es insostenible", me sentiría muy incómodo en mi papel de desfacedor de malentendidos. Creo que me cegaría tanta lucidez.
De momento prefiero quedarme con las palabras de Jesús.

Es la primera vez que veo a un obispo, arzobispo para más señas, plantar cara a un hereje en su blog. Y desde luego no es Mons. Agrelo un prelado de los que llamaríamos ultra-conservador. Los Vidales y Bastantes no podrán decir que es un obispo de La Caverna. Y sin embargo, tiene el valor de replicar a un señor que dice ¡Maldita cruz! en su blog. Dios se lo pague por ello. Algunos cómplices del blasfemo Arregui le acusan en los comentarios de estar buscando prebendas. Y es que la verdad les ciega, les hace rabiar. Prefieren vivir en sus tinieblas. Pues que vivan en ellas, pero que no maldigan la cruz, instrumento de salvación.

Ya lo dijo el autor de Hebreos:

¿Cuánto más grave castigo pensáis que merecerá el que pisoteó al Hijo de Dios, y tuvo como profana la sangre de la Alianza que le santificó, y ultrajó al Espíritu de la gracia?
Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza; yo daré lo merecido. Y también: El Señor juzgará a su pueblo.
¡Es tremendo caer en la manos de Dios vivo!

Heb 10,29-31

Así sea sobre los que blasfeman contra la cruz de Cristo.

Luis Fernando Pérez Bustamante