16.04.11

Pederastia clerical, del ridículo a la indignación

A las 1:42 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Pederastia en el clero católico
 

En las últimas horas se han sucedido dos episodios relacionados con la pederastia clerical, hechos tan dignos del ridículo como de la indignación. Mientras en Bélgica el ex obispo de Brujas salió en televisión para revelar detalles sobre cómo abusó sexualmente de dos de sus sobrinos, en Chile una ministra de la justicia civil decidió prácticamente robarse documentos reservados de un proceso eclesiástico contra un famoso sacerdote, aunque lo hizo -según ella- conforme a la ley. Y yo me pregunto ¿qué tiene la gente en la cabeza?

El jueves por la noche el prelado belga Roger Vangheluwe salió en vivo por el canal VT4 para contar “su verdad”, luego de haber renunciado anticipadamente a su puesto -en abril de 2010- al reconocer su culpabilidad en ataques sexuales contra un menor perpetrados 30 años atrás. Sin mostrar el más mínimo remordimiento confesó en directo que no tuvo sólo una víctima, sino que los abusados por él fueron dos. Sobre uno de ellos los actos carnales se extendieron durante 13 años, sobre el otro a lo largo de 24 meses.

En la transmisión calificó sus acciones de “superficiales”, y dijo no considerarse un pederasta porque “nunca sintió atracción por niños”. Agregó que lo ocurrido con los menores “no tenía nada que ver con la sexualidad” porque “lo que existía era intimidad”. Además justificó que todo tuvo inicio “como un juego”, pero aclaró que “nunca hubo ni violación ni violencia física”. “Jamás me vio desnudo ni hubo penetración (.), no tenía la impresión de que mi sobrino se opusiera, al contrario”, sentenció.

Según el clérigo las ocasiones de abusar las tuvo “como en todas las familias: cuando en visita mis sobrinos dormían conmigo”. “No era consciente que eso tendría semejante impacto sobre mi sobrino. Creía que se trataban de cosas superficiales”. Perdón a los lectores pero tras leer estas palabras sólo se me ocurre un adjetivo para este mentado señor: un verdadero bastardo que, según la Real Academia Española, es el adjetivo imputable al “que degenera de su origen o naturaleza”.

La reacción en Bélgica fue inmediata, desde la política hasta la religión salieron a condenar la entrevista. Era inevitable. Con “sentimientos de estupor y preocupación” fueron recibidas las palabras de Vangheluwe en El Vaticano, según dijo a la prensa el vocero Federico Lombardi.

“La Santa Sede sigue atentamente la situación, consciente de su gravedad y recoge los elementos necesarios para su valoración a profundidad”, explicó el sacerdote jesuita haciendo referencia a que la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) mantiene abierto un proceso canónico contra el obispo. De hecho, hace apenas unos días esa sección de la Sede Apostólica había ordenado el exilio al ex prelado de Brujas a quien se le impuso “un periodo de tratamiento espiritual y psicológico”.

Por eso se encontraba recluido en un convento del sur de Francia desde donde, en lugar de hacer caso a lo indicado por Roma pensó mejor en salir a defenderse en la TV. Resulta evidente que el escándalo suscitado por la entrevista complica mucho su posición ante El Vaticano, donde tendrán que acelerar las pesquisas para dictar una sentencia definitiva. En realidad el exilio no era más que una medida temporal encaminada a enderezar el comportamiento de Vangheluwe, aunque ahora resulta claro el tamaño de su inestabilidad mental.

Quizás esto sirva para que la Santa Sede se anime a tomar una decisión drástica y definitiva: reducir al estado laical a este rufián de siete suelas. Para dejar en claro que hay cosas inaceptables para la Iglesia católica. La tradición según la cual un obispo prácticamente nunca pierde su condición, aunque cometa acciones graves, debe ser revisada en este caso. Así se hizo con el presidente paraguayo Fernando Lugo y con el exorcista africano Emmanuel Milingo. Así deberá ser con Robert Vangheluwe, por el bien del pueblo fiel.

Serafines susurran.- Otro ridículo en torno a estos temas tuvo lugar en Chile el jueves 14, cuando la ministra Jessica González, responsable de una investigación civil contra el sacerdote Fernando Karadima por abusos sexuales decidió apropiarse de documentos eclesiásticos reservados al allanar la oficina de Juan Pablo Bulnes, abogado defensor del cura en un proceso canónico conducido por El Vaticano y que dio como resultado la declaración de culpabilidad del imputado.

En su momento los tribunales de la Iglesia juzgaron, encontraron culpable y dictaron sentencia contra Karadima. Con ello la justicia chilena quedó evidenciada en su incapacidad de hacer lo mismo, porque tiempo antes los jueces chilenos habían desestimado el caso. Por eso resulta paradójico que los magistrados civiles, en lugar de dedicarse a hacer su trabajo que es identificar a los testigos, interrogarlos, preparar un juicio, demostrar los supuestos delitos y sancionarlos, prefieran lanzarse en una batalla por conocer a toda costa qué y cómo juzgó la Sede Apostólica.

A efectos prácticos y en el plano civil los papeles del Vaticano no tienen valor alguno porque, entre otras cosas, el derecho canónico sólo tiene que ver con la condición eclesiástica de los involucrados, en este caso un sacerdote. Además ¿qué pretendía la ministra encontrar en los documentos que incautó? Porque sólo una cosa pudo localizar en la oficina de Bulnes: la sentencia del Vaticano.

Según me informan fuentes de primer nivel del escrito no se podrán sacar informaciones útiles, porque no es más que una exposición técnica de los delitos canónicos de los cuales Karadima fue hallado responsable. Allí no aparecen nombres de testigos ni se reflejan testimonios concretos. Las declaraciones obran en poder del Vaticano y nadie más, como debe ser y aunque los defensores de Karadima pudieron tener acceso a ellos, difícilmente tienen en su poder copias.

Por otro lado y para hacerse de la sentencia la ministra González tuvo que poner en práctica una cuestionable maniobra jurídica que, obviamente, fue deplorada por el Colegio de Abogados. Porque los documentos forman parte del secreto profesional propio de cliente-defensor. No se comprende tampoco por qué la señora anticipó los tiempos y no esperó a que la Suprema Corte Chilena se expidiese sobre un exhorto dirigido al Vaticano en el cual se piden formalmente tales papeles. Poco después de su allanamiento el máximo tribunal dio su visto bueno para la solicitud, demasiado tarde.

Con sus acciones la ministra se aseguró que la Sede Apostólica tenga elementos suficientes para negarse a dar escrito alguno, sobre todo porque, como están las cosas, tal parece que en Chile nadie respeta la reserva y el secreto necesarios en cualquier proceso judicial.