María Radosty
Boyiei tiene 31
años y es
superiora de una
comunidad
religiosa en
Jabarovsk, en el
extremo oriental
de Rusia. Su
familia era
‘soviética y
atea’, pero se
convirtió al
catolicismo
gracias a una
amiga. Poco tiempo
después de
participar en la
Jornada Mundial de
la Juventud del
año 2000,
descubrió su
vocación
religiosa.
La joven religiosa
narra en el libro
“Generación JMJ”
que creció sin
“ningún tipo de
formación
religiosa: éramos
ateos”. En el
colegio, tuvo una
profesora de
“ateísmo” que les
decía que Dios no
existía.
Cuando entró en la
universidad, María
Radosty se
convirtió al
catolicismo
gracias a una
amiga, que la
invitó a ir con
ella a la iglesia.
Un día, el párroco
le invitó a
participar en la
JMJ del año 2000,
en Roma. Fue en
autobús con otros
35 jóvenes rusos,
acompañados por
dos sacerdotes y
algunas
religiosas.
En Roma, la joven
se encontró con
“una atmósfera muy
diferente a lo que
estábamos
acostumbrados en
nuestro país. ¡Qué
emocionante fue
comprobar que la
fe era algo que se
vivía con
naturalidad! Que
creer no era raro
sino normal”. Y
añade: “Lo que más
me impresionó fue
experimentar que
la Iglesia es de
verdad grande,
mundial, fuerte”.
Dos meses después
descubrió su
vocación “por
intercesión de
Santa Teresita del
Niño Jesús”.
Ingresó en el
Instituto
Servidoras del
Señor y de la
Virgen de Matará.
Hizo el noviciado
en Italia y
regresó en 2005 a
Rusia para fundar
un convento. Desde
el año pasado, es
la superiora de la
comunidad de
Jabarovsk.
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