ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 27 de noviembre de 2010

Foro

Benedicto XVI plantea la cuestión de Dios

Una nueva revolución

Cardenal Zen: “En China no hay libertad religiosa”

Tras el Papa en España, el pueblo cristiano reverdece


Foro


Benedicto XVI plantea la cuestión de Dios
Por Giovanni Maria Vian

CIUDAD DE VATICANO, sábado, 27 noviembre 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito el director de "L'Osservatore Romano", Giovanni Maria Vian, con motivo del último consistorio de creación de 24 nuevos cardenales y de la publicación del libro-entrevista de Benedicto XVI.

 



 

* * *

En su tercer consistorio para la creación de nuevos cardenales Benedicto XVI decidió honrar con la púrpura a algunos de sus colaboradores en la Curia romana y a otros obispos "elegidos de las diferentes partes del mundo", que así desde hoy son todavía más cercanos al Sucesor de Pedro, en el servicio único e insustituible que presta a la comunión católica. Según una dimensión colegial que ciertamente no es una novedad en la Iglesia de Roma, pero que se advierte con más evidencia en las reuniones del Colegio cardenalicio -como la que abrió con la oración y la reflexión el consistorio del sábado 20 de noviembre- y, en los últimos decenios, en las numerosas asambleas (ordinarias, extraordinarias y especiales) del Sínodo de los obispos.


Jesús nuestro Señor, Dominus Iesus, encomendó al primero de los Apóstoles -dijo su actual sucesor- el mandato de "reunir a los pueblos con la solicitud de la caridad de Cristo". En una dimensión universal y, por tanto, propiamente católica, según una lógica de gobierno que ciertamente no es la del mundo. Y que, por consiguiente, el mundo a menudo no comprende, al pretender representar a la Iglesia según esquemas y estereotipos, que en general son de escasa ayuda para comprender su verdadera naturaleza. Aunque persistan culpas, imperfecciones y defectos, vinculados de forma inevitable y fatal a todo ser humano y, por eso, también a quien forma parte de la Iglesia.


Así el ejercicio de la autoridad según la palabra de Cristo -la "mentalidad de Dios" dijo el Papa- debe mirar al camino recorrido por el Maestro, que para quien se ha encontrado con él en su vida significa saberse abandonar a la providencia de Dios, según decisiones que "nunca son fruto de un proyecto propio o de una ambición" y que en cambio conllevan la lógica de la cruz. Esto, entre otras cosas, es lo que quiere significar el color de la púrpura, que expresa la disponibilidad a servir al Señor y a su Iglesia hasta el martirio de sangre (usque ad effusionem sanguinis), en comunión con el Sucesor de Pedro.


Y lo que está en juego es realmente importante para todos, muy por encima de interpretaciones políticas o instrumentales. Benedicto XVI lo explicó con sencillez y claridad, el verano pasado, a Peter Seewald en una larga entrevista, publicada ahora en un libro que ya en el título -Luz del mundo- confirma que la mirada de Joseph Ratzinger siempre ha estado dirigida a Cristo, el único que ilumina "al Papa, a la Iglesia y los signos de los tiempos", reza el sugestivo subtítulo. Pablo VI y más tarde, varias veces, Juan Pablo II, ya se habían confiado a intelectuales, escritores y periodistas. Lo mismo hizo el cardenal Joseph Ratzinger en tres ocasiones, suscitando un notable interés editorial y premiando una elección de comunicación eficaz y adecuada a la modernidad, que Benedicto XVI ha innovado luego de modo radical con la obra dedicada a Jesús de Nazaret. No es difícil prever que también este libro -en el cual el Papa se presenta sin ningún fingimiento y sin recurrir a particulares estrategias comunicativas, que en cambio tanto gustan a muchos comentaristas- va a tener una amplia difusión. Y todo el mérito es de Benedicto XVI que sabe plantear, con palabras nuevas y sin eludir ninguna pregunta, sobre todo la cuestión de Dios. Aquel que en Cristo -como subraya con un lenguaje bíblico en la última respuesta a su entrevistador- "vino para que podamos conocer la verdad. Para que podamos tocar a Dios. Para que la puerta quede abierta. Para que encontremos la vida, la vida verdadera, que ya no está sometida a la muerte".


 

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Una nueva revolución
Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 27 noviembre 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título "Una nueva revolución".


 


 

* * *


 

VER

Se han concluido en el país las celebraciones por el centenario del inicio del movimiento de la revolución, que fue una lucha para generar cambios por la democracia, la libertad y la justicia, sobre todo para los campesinos. Los indígenas, como tales, no fueron tomados en cuenta. El catolicismo social de la época influyó mucho en estos cambios, aunque algunos ideólogos consideraron a la Iglesia Católica como enemiga y hubo leyes represoras, que coartaron la libertad religiosa y generaron la llamada guerra cristera, una defensa de la Iglesia por parte de los creyentes, al grito de ¡Viva Cristo Rey!

Hay que seguir revisando la historia; sin embargo, esto no nos puede distraer de los problemas actuales. Para enfrentarlos, se requiere una nueva revolución, no armada, pues ésta genera de ordinario peores injusticias, sino de las conciencias, para construir la sociedad justa y fraterna que anhelamos.

JUZGAR

En la reciente Carta Pastoral que los obispos escribimos, señalamos tres prioridades de esta revolución: combate a la pobreza, educación integral y de calidad para todos y reconciliación nacional. Transcribo sólo algunos párrafos del primer punto:

"No debemos acostumbrarnos nunca a un escenario de desigualdad social y a una pobreza creciente, como si se tratara de un fatalismo insuperable o un determinismo sin salida. Hace falta generar condiciones de justicia social para producir mayores empleos de calidad, que permitan un salario justo para una vida digna como personas, familias y sociedad. Esto implica no sólo una modernización de las estructuras productivas, sino también una serie de reformas legales que lo favorezcan y garanticen, una serie de acuerdos políticos que estén a la altura de lo que necesita la Nación mexicana y no sólo de los intereses limitados de algunos grupos políticos o gremiales. Hacemos también un fuerte llamado a los empresarios para que asuman la verdadera responsabilidad social que corresponde a la ética de sus actividades económicas.

La superación de la pobreza debe incluir programas para el desarrollo integral de las personas y de las comunidades, a fin de que éstas tomen la responsabilidad de su propio desarrollo. No bastan los programas sociales asistencialistas, y tampoco las acciones de gobierno que sólo se concentran a dar respuesta a situaciones de emergencia o meramente circunstanciales. Las soluciones que México requiere, y que responden a su cultura, han de ser construidas desde la comunidad, contando con el apoyo subsidiario de otras dimensiones de la vida social y del Estado.

De manera especial deben ser atendidos los espacios deprimidos por la miseria urbana o rural, dado que allí está la primera exigencia de solidaridad y el primer foco de desestabilización social. Una sociedad que está marcada por la desigualdad no puede crecer con armonía. Allí donde imperan la miseria y la desigualdad, crecerá siempre el rencor y la tentación de caminos equivocados para el desarrollo personal y social. Es allí donde el crimen organizado puede encontrar mucho más fácilmente manos desesperadas dispuestas para la violencia. Es allí donde la manipulación política y hasta religiosa pasa por encima de la dignidad de las personas para ganar adeptos. Es allí donde se pueden generar estallidos sociales" (Nos. 119-122).

ACTUAR

¿Qué hacer, más en concreto? Para combatir la pobreza, ante todo hay que trabajar, no malgastar los pocos recursos que se tienen y saber ahorrar. Desde luego, gobierno y dueños de capital deben generar empleos dignos.

Hay que organizarse en pequeños grupos, en barrios o en comunidades, para llevar a cabo obras en forma autogestiva, como cooperativas y ayudas mutuas, también para exigir al gobierno que cumpla sus deberes con los pobres; sin embargo, evitar la dependencia, pues algunos, con lo que reciben de los diversos programas sociales, ya no trabajan. Los pobres, organizados y sin alcohol, son una gran fuerza de progreso.

Hay que sacrificarse y educar a los hijos para la austeridad, evitando el despilfarro y la adquisición de cosas no tan indispensables.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Cardenal Zen: “En China no hay libertad religiosa”
Intervención ante la reunión de cardenales presidida por el Papa
CIUDAD DE VATICANO, sábado, 27 noviembre 2010 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras pronunciadas por el Cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, frente al Santo Padre y los miembros del Colegio Cardenalicio durante la jornada de oración y reflexión que tuvo lugar el 19 de noviembre en el Vaticano, antes del Consistorio para la creación de 24 nuevos cardenales.

* * *

 


 

Pienso que es mi deber, existiendo esta especial oportunidad, informar a mis eminentísimos hermanos de que en China no hay aún libertad religiosa. Hay en el aire demasiado optimismo que no corresponde a la realidad. Algunos no tienen manera de conocer la realidad; algunos cierran los ojos frente a la realidad; algunos entienden la libertad religiosa en un sentido bastante reduccionista.


 

Si dais una vuelta por China (lo que no recomiendo, porque vuestras visitas serán manipuladas y explotadas con el fin de propaganda), veréis bellas iglesias llenas de fieles que rezan y cantan, como en cualquier otra ciudad del mundo cristiano. Pero la libertad religiosa no se reduce a libertad de culto.

Hay mucho más. Alguno protestará. Hay quien ha escrito: "Pekín quiere los obispos queridos por el Papa". ¡Ojalá fuese cierto! La realidad es que se da un "pulso", en la que no sé quien ha cedido más.

Que recientemente no haya habido ordenaciones episcopales ilícitas es ciertamente un bien  [esto fue pronunciado el pasado viernes, antes de la ordenación episcopal ilícita de Joseph Guo Jincai]. Pero cuando el gobierno chino levanta la voz y nuestras posibilidades de investigación son tan limitadas, sumado al temor de nuevas tensiones, existe el riesgo real de que se aprueben jóvenes obispos no idóneos que reinarán por décadas.

Me pregunto: ¿Por qué no se ha llegado todavía a un acuerdo que garantice la iniciativa del Papa en la elección de los obispos, aún admitiendo un lugar para la opinión del gobierno chino? No sé cómo están yendo las tratativas entre ambas partes porque no estamos entre los expertos y no se nos permite saber nada. Pero entre los expertos que siguen de cerca los acontecimientos, la impresión general es que de "nuestra" parte hay una estrategia de compromiso, si no a ultranza, al menos de preponderancia. Por otra parte, en cambio, no se ve una mínima intención de cambiar. Los comunistas chinos han seguido siempre con la política religiosa de control absoluto. Entre nosotros todos sabemos que los comunistas aplastan a quien se muestra débil mientras que, frente a la firmeza, alguna vez pueden incluso cambiar de actitud.

Se publicó una carta del Papa a la Iglesia en China, hace ya más de tres años, una obra maestra de equilibrio entre la claridad de la verdad y la magnanimidad para un diálogo. Lamentablemente creo tener que decir que no ha sido tomada en serio por todos.

Está quien se ha permitido expresar de modo bastante diverso (ver las así llamadas "Notas explicativas" que acompañaban la publicación de la Carta); está quien le da una interpretación distorsionada (P. Jeroome Heyndrickx, cicm), citando expresiones fuera de contexto.

Esta interpretación dice que ahora ya todos los de la comunidad clandestina deben salir al exterior [es decir, registrarse ante el gobierno]. Pero el Papa no ha dicho esto. Ha dicho, sí, que la condición clandestina no es la normalidad, pero explica también que quien se siente forzado a andar en clandestinidad es para no someterse a una estructura ilícita.

El Santo Padre ha dicho, sí, que cada obispo puede juzgar si aceptar o pedir el reconocimiento público del gobierno y trabajar abiertamente, pero no sin haberlos advertido del peligro de que lamentablemente las autoridades "casi siempre" (esta partícula ha desaparecido en la traducción china a cargo de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos) exigen condiciones inaceptables para una conciencia católica.

Esta interpretación distorsionada - pero que obviamente ha encontrado consentimientos (en la Curia), que tiene la directa responsabilidad por la Iglesia en China - ha creado una gran confusión y ha causado dolorosas divisiones en el seno de las comunidades clandestinas.

Esta interpretación distorsionada ha sido desaprobada sólo después de dos años en dos notas en el Compendio de la Carta papal, a cargo del Holy Spirit Study Centre de Hong Kong y aprobado por el comité permanente de la Comisión para la Iglesia en China. En aquellas notas se aclara que la reconciliación recomendada por el Santo Padre debe tratarse de un reacercamiento de los corazones entre las dos comunidades, pero una unificación (entendida como "fusión") no es todavía posible dada la inmodificada política del gobierno.

Pero también después de esta clarificación, el proceder de quien domina la situación no parece haber cambiado de dirección, como se puede constatar en los trágicos hechos de Baoding, de los cuales el último acto ha sido la instalación del pobre mons. Francesco Ann, un acto seriamente ambiguo, pero sobre el cual hay un silencio - desde el 7 de agosto hasta hoy - que deja desorientada a la comunidad de los fieles, no sólo en la parte clandestina, no sólo en Baoding, sino en toda China.

La pobre comunidad clandestina, que es ciertamente la pars patior de nuestra Iglesia en China, se siente actualmente frustrada. Al mismo tiempo que encuentra muchas palabras de ánimo en la Carta del Santo Padre, se ve tratada, por otra parte, como una molestia, un estorbo, un problema. Es claro que alguno quiere verla desaparecer y ser absorbida en la oficial, es decir, bajo el mismo estricto control del gobierno (¡¿así habrá paz?!).

¿Pero cómo se encuentra la comunidad "oficial? Se sabe que en ella casi todos los obispos son legítimos o legitimados. Pero el control asfixiante y humillante por parte de organismos que no son de la Iglesia - Asociación Patriótica y Oficina para los Asuntos Religiosos - no ha cambiado para nada.

Cuando el Santo Padre reconoce a aquellos obispos sin exigir que se separen enseguida de aquella estructura ilícita, es obviamente en la esperanza de que trabajen desde dentro de aquella estructura para liberarse de ella, porque tal estructura no es compatible con la naturaleza de la Iglesia. Pero después de tantos años, ¿qué vemos? Pocos obispos han vivido a la altura de tal esperanza. Muchos han buscado sobrevivir de todos modos; no pocos, lamentablemente, no han realizado actos coherentes con su estado de comunión con el Papa. Alguno los describe así: "Viajan felices sobre la carroza de la Iglesia independiente y se contentan con gritar cada tanto: ¡Viva el Papa!".

El gobierno, que usaba sólo amenazas y castigos, ahora ha mejorado sus métodos de persecución: dinero (regalos, automóviles, embellecimiento del obispado) y honores (miembros del Congreso del pueblo, o del órgano político consultivo a diversos niveles, con reuniones, almuerzos, cenas y lo que sigue).

¿Cuál es la estrategia por parte "nuestra? Temo que, con frecuencia, es una falsa compasión que deja a los hermanos débiles caer cada vez más abajo y volverse cada vez más esclavizados. Las excomuniones son "olvidadas" a escondidas; a la pregunta "¿podemos ir a la celebración del 50º aniversario de las primeras ordenaciones ilícitas?" se responde: "Haced lo posible por no ir" (y naturalmente fueron casi todos).

Después de una larga discusión en la Comisión para la Iglesia en China se decide mandar una clara orden a los obispos de no participar a la prevista "Asamblea de los representantes de la Iglesia en China", pero alguno dice todavía: "comprendemos las dificultades de los obispos en no ir": Frente a estos mensajes contradictorios, el gobierno sabe que puede ignorar la Carta del Papa impunemente.

Queridos hermanos, supongo que estáis informados de los últimos hechos: están intentando nuevamente hacer una ordenación episcopal sin mandato pontificio. Para esto han secuestrado obispos, han presionado a otros: son graves ofensas a la libertad religiosa y a la dignidad personal. Aprecio la declaración oportuna, precisa y digna de la Secretaría de Estado. Entre otras cosas, hay razones para sospechar que tales intentos no vienen ni siquiera desde arriba sino de aquellos que en todos estos años han ganado posiciones de poder y ventajas y no quieren que las cosas cambien.

Pidamos a Nuestra Señora, Auxilio de los cristianos, para que abra los ojos de los supremos dirigentes de nuestra nación, para que pongan fin a estas malvadas y vergonzosas maniobras y busquen reconocer a nuestros hermanos la verdadera y plena libertad religiosa, la cual redundará también en honor de nuestra patria.

Recemos por una corrección de la estrategia de parte "nuestra", para que se adecue sinceramente a la dirección indicada por la Carta del Santo Padre. Esperemos que no sea demasiado tarde para un buen cambio de dirección.


 

[Fuente: Asianews


 

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo]



 

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Tras el Papa en España, el pueblo cristiano reverdece
Por monseñor monseñor Jesús Sanz Montes, ofm
OVIEDO, sábado, 27 noviembre 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el balance que ha realizado monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca, de la visita de Benedicot XVI a Santiago de Compostela y Barcelona, del 6 al 7 de noviembre.



 

* * *

Me han preguntado en tantos sitios qué me ha llamado la atención de la visita que el Papa ha hecho recientemente a España. A nuestras comunidades cristianas, a los círculos mediáticos, culturales y políticos, les he dicho lo mismo: que una vez más, me sorprende la realidad por encima del prejuicio, especialmente ante los vaticinios catastrofistas de quienes piensan que su cortedad de miras coincide con lo que de hecho acontece. Por eso, esta visita no deja de llenarme de una sana y enorme satisfacción. El Papa ha visitado un pueblo que tiene raíces cristianas, tal vez descuidadas, mal regadas, de mucha historia en los mil avatares, pero ese pueblo en su hondura creyente hace que las dificultades internas y las que provienen desde fuera siempre tengan fondo para volver a reverdecer.

Lo hemos visto en pueblos y civilizaciones arrasadas por una calculada destrucción alienadora, una terrible estrategia cultural y violenta de acabar con el cristianismo, que a la vuelta de un tiempo, los arrasadores han pasado, sus destrucciones caducaron, y de modo misterioso y gratuito (como hace Dios las cosas), vuelve a nacer lo que anidaba en la savia profunda de la fe y de la memoria de un pueblo que no se rindió.

He visto, en este sentido, a ese pueblo cristiano que de nuevo saca a la plaza pública una fe que celebra, que la hace propuesta de nueva humanidad, que la narra como se ofrece una cultura de la vida, de la verdad, de la bondad y de la belleza. Y esa belleza coincide con la Belleza que Dios mismo es.

Porque la Belleza con mayúsculas no es una cuestión estética, la de las buenas formas, los buenos gustos, lo políticamente correcto. La Belleza es el modo de ser de Dios, su firma de autor en todo cuanto hace y rehace. Era muy hermoso el fragmento que el Papa pronunció en el marco conmovedor de la Basílica de la Sagrada Familia, obra del artista y arquitecto cristiano Antonio Gaudí. Y es que el hombre está herido de esa Belleza primordial que nos constituye: somos imagen y semejanza de un Dios que es la misma Belleza.

Siempre que traicionamos, de mil modos, esa exigencia de Belleza escrita en nuestro corazón, nuestra vida se disuelve, no se entiende, se puede llegar a destruir por dentro, a enfrentar por fuera, y a perder el vínculo más verdadero con el Misterio que representa Dios. Los santos no han dejado de narrar con su vida, con sus obras en tantos campos, la Belleza de ese Dios que ellos testimonian en cada tramo de la historia y a cada generación.Hay una indómita nostalgia que nos constituye en mendigos de una gracia para la que hemos nacido, que nos hace caminantes hacia una tierra a la -lo sepamos o no- peregrina cada fibra de nuestro ser. Dios ha venido para abrazar ese deseo escrito en el corazón, para acompañarlo y para darle cumplimiento.

Un apunte final al hilo de las últimas cortinas de humo. Algunos han dicho que perdemos feligreses y que nos deberíamos preocupar. No conozco las fuentes de sus estadísticas, no vaya a ser que se les haya traspapelado la intención de voto en sus votantes, pero lo que sí les puedo decir es que las personas en las filas del paro, no dejan de llamar a nuestras puertas, y Cáritas tiene más feligreses que nunca. Y a los que de este modo nos dan consejos, yo les diría que en lugar de prepararnos leyes para la muerte digna, que ninguno ha pedido ni constituye una demanda social, mejor no se distraigan y que se empleen a fondo en trabajar para encontrar medios para una vida digna. Para ésta sí que hay demanda humana. Que no son los apellidos y su orden lo que nos preocupa a los ciudadanos, sino poder arreglar sin demagogias lo que no tiene nombre.



 

Envìa esta noticia a un amigo

arriba