26.11.10

Yo estoy de acuerdo con lo que dijo el Papa respecto a los condones

A las 4:17 PM, por José Miguel Arráiz
Categorías : Moral sexual católica
 

En el post anterior reproducía un comentario del apologeta Jimmy Akin, donde se intentaba analizar en su contexto las palabras del Papa sobre el uso del preservativo en casos excepcionales. En ese momento no quise comentar nada, a pesar de que había comenzado un debate acalorado en numerosos foros y blogs acerca si lo que decía el Papa era correcto o no.

Opiniones diversas pulularon por la Web: Acusaron al Papa desde ser un impío pelagiano, imprudente y pecador, hasta retrógrado insensible, dinosaurio y troglodita (Unos porque pensaron que había llegado demasiado lejos, y otros porque lamentaron que no lo llegó tanto). Otros la tomaron contra el mensajero (el “nefasto” Lombardi decían algunos, por haber cometido el pecado mortal de atreverse a transmitir lo que decía el Papa) o contra los “incompetentes” traductores (ahora ya sabemos que las posibles imprecisiones no cambian sustancialmente lo dicho).

Y no quise opinar porque quería estudiar más a fondo el tema. Sabía que era bastante complejo, y dado que soy ingeniero y no teólogo, lo más probable es que metiera la pata, no por malicia sino por nesciencia.

Todavía ahora sería quizá prudente no opinar, y dejar que los doctores de la Iglesia sean los que arrojen luz al asunto. Sin embargo quisiera yo compartir lo que he venido pensando estos días. El padre Lombardi, vocero oficial de la Santa Sede, ha dicho que la intención del Papa es iniciar una discusión que involucra a toda la humanidad, y por supuesto, yo quiero participar.

 

¿Qué fue lo que dijo el Papa?

 

Las palabras que causaron tanto revuelo fueron estas:

Concentrarse sólo en el preservativo quiere decir banalizar la sexualidad y esta banalización representa precisamente el motivo por el que muchas personas ya no ven en la sexualidad la expresión de su amor, sino sólo una especie de droga, que se suministran por su cuenta. Por este motivo, también la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte del gran esfuerzo para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda ejercer su efecto positivo en el ser humano en su totalidad.

Puede haber casos justificados singulares, por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo, y éste puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia sobre el hecho de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Sin embargo, este no es el verdadero modo para vencer la infección del VIH. Es verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad”

Un repaso de conceptos básicos de teología moral

Antes de explicar por qué yo si estoy de acuerdo con lo que sostiene el Papa en su libro “Luz del mundo”, y específicamente con el párrafo que acabo de transcribir, creo que es necesario abordar brevemente unos conceptos básicos de teología moral, sobre todo para aquellos que como yo no somos eruditos en la materia.

Moralidad de los actos humanos

Se entiende por acto humano el que nace de la voluntad ilustrada por la inteligencia[1]. Como el hombre es un ser dotado de libertad, y los actos humanos son actos que hace haciendo uso de esa libertad, éste es por tanto responsable de los mismos en la medida en que estos son voluntarios[2].

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que el objeto, la intención y las circunstancias forman las fuentes, o son los elementos constitutivos de la moralidad de los actos humanos[3]. Esto quiere decir que un acto humano será moralmente bueno o malo dependiendo en mayor o menor medida de estos tres elementos.

El objeto es un bien hacia el cual tiende deliberadamente la voluntad, la intención es un movimiento de la voluntad hacia un fin determinado y las circunstancias (que comprenden las consecuencias) son los elementos secundarios de un acto moral porque comprenden el contexto o marco en el cual se desarrolla.

Para que un acto sea moralmente bueno tiene que estar acompañado de la bondad del objeto y de la intención. Podríamos esquematizarlo de la siguiente manera:

Objeto bueno – Intención buena -> genera un acto moralmente bueno.
Objeto bueno – Intención mala -> no genera un acto moralmente bueno.
Objeto malo – Intención buena -> no genera un acto moralmente bueno.

Así, por ejemplo, si alguien hace limosna para recibir alabanzas humanas comete en un acto desordenado, pues la intención (vanagloria) ha corrompido la acción. Pero si lo hace por caridad o para gloria de Dios, su acto es moralmente bueno.

Si por el contrario alguien comete fornicación aun pensando que le mueve el amor para con la persona con la que fornica, comete un acto también desordenado[4].

Hay actos que por en sí mismos y por razón de su objeto son intrínsecamente desordenados, los cuales nunca pueden ser queridos con recta voluntad, cualesquiera sean la intención del sujeto y las circunstancias que concurran. Por ejemplo, al adulterio, nunca puede ser querido rectamente pues es un acto siempre malo por su objeto, y quererlo por tanto es siempre moralmente desordenado. Lo mismo ocurre con la blasfemia, la fornicación, la mentira, el homicidio, etc.

Aunque en lo referente a estos actos intrínsecamente desordenados ni la intención ni las circunstancias pueden convertir el acto moral en lícito[5] si pueden atenuar a agravar la falta. Un ejemplo lo tenemos con la mentira. No es igual de grave una mentira jocosa[6], que una oficiosa[7], o que una dañosa[8]. Las primeras dos no suelen pasar de pecado venial, la dañosa en cambio puede constituir pecado mortal, por lesionar la caridad. La intención aquí no convierte el acto en lícito pero si disminuye la responsabilidad del sujeto.

Es aquí oportuno distinguir que dicha responsabilidad puede ser objetiva o subjetiva. La primera se refiere al valor moral del acto en sí mismo en cuanto bueno o malo, y por tanto a la imputabilidad de la acción; la segunda se refiere a la percepción efectiva por parte de la conciencia individual, de la bondad o malicia del acto realizado.

Entre las distintas circunstancias que pueden disminuir e incluso hacer inimputable la responsabilidad de una acción, están la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos y sociales[9].

Distintos grados de gravedad entre pecados

Según la doctrina católica no todos los pecados tienen la misma gravedad. A este respecto explica el Catecismo: “La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que un robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra los padres es más grave que la ejercida contra un extraño” [10]. Así, dos pecados distintos pueden ser a la vez pecado mortal, pero uno ser más grave que el otro.

Consencuencialismo y proporcionalismo

El consecuencialismo hace referencia a todas aquellas teorías que sostienen que los fines de una acción suponen la base de cualquier apreciación moral que se haga sobre dicha acción. Así, siguiendo esta doctrina, una acción moralmente correcta es la que conlleva buenas consecuencias[11]. El proporcionalismo es semejante pero busca suavizar esta teoría afirmando que el bien o el mal de una acción depende de la proporción entre bienes y males que son consecuencia de una acción.

Para entender por qué fallan las teorías consencuencialistas, imagine una situación en donde cuatro personas morirán si no reciben trasplantes de distintos órganos (riñon, corazón, páncreas e hígado). Bajo esta forma de juzgar los actos morales, sería lícito matar una persona sana, para extraerle los órganos y salvar a las cuatro enfermas, salvando cuatro vidas en lugar de una. Tanto el consencuencialismo como el proporcionalismo son rechazados por la Iglesia[12].

Moralidad del uso del preservativo

El uso de cualquier medida contraceptiva en el acto conyugal dentro del matrimonio es declarado por el Magisterio de la Iglesia como intrínsecamente malo:

“Sobre los actos intrínsecamente malos y refiriéndose a las prácticas contraceptivas mediante las cuales el acto conyugal es realizado intencionalmente infecundo, Pablo VI enseña: «En verdad, si es lícito alguna vez tolerar un mal menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande, no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien (cf. Rm 3, 8), es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual, familiar o social»”[13]

“En esta materia hacemos una grave declaración: la vida humana se comunica y propaga por medio de la familia, la cual se funda en el matrimonio uno e indisoluble, que para los cristianos ha sido elevado a la dignidad de sacramento. Y como la vida humana se propaga a otros hombres de una manera consciente y responsable, se sigue de aquí que esta propagación debe verificarse de acuerdo con las leyes sacrosantas, inmutables e inviolables de Dios, las cuales han de ser conocidas y respetadas por todos. Nadie, pues, puede lícitamente usar en esta materia los medidos o procedimientos que es lícito emplear en la genética de las plantas o de los animales [14]

“Hay que excluir igualmente, como el Magisterio de la Iglesia ha declarado muchas veces, la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer; queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación.

Tampoco se pueden invocar como razones válidas, para justificar los actos conyugales intencionalmente infecundos, el mal menor o el hecho de que tales actos constituirían un todo con los actos fecundos anteriores o que seguirán después y que por tanto compartirían la única e idéntica bondad moral. En verdad, si es lícito alguna vez tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande, no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual, familiar o social.

Es por tanto un error pensar que un acto conyugal, hecho voluntariamente infecundo, y por esto intrínsecamente deshonesto, pueda ser cohonestado por el conjunto de una vida conyugal fecunda”
[15]

Sin embargo, parece que las declaraciones del Magisterio que señalan el uso de medidas contraceptivas como intrínsecamente malas, lo hacen para referirse a aquellas empleadas en actos conyugales dentro del matrimonio.

¿Quiere decir esto que son lícitas las medidas voluntariamente contraceptivas fuera del matrimonio?. Esto también es un error, y es preciso reconocer que la fornicación onanística es de suyo, mucho más grave que la simple fornicación, pues por incluir un acto contraceptivo y contra la naturaleza, añade otra especie de pecado. A este respecto Santo Tomás de Aquino explica:

“En efecto, las otras especies de lujuria nos hacen pasar por encima de lo que ya viene determinado por la recta razón, presupuestos, no obstante, los principios naturales. Pero es más contrario a la naturaleza el usar de los placeres venéreos no sólo en contra de la generación de la prole, sino cometiendo injusticia contra otro. Por eso la fornicación simple, en la que no hay injusticia contra otro, es la menos grave entre las especies de lujuria. Y es mayor injusticia abusar de una mujer sujeta a otro en lo que se refiere al uso de la facultad generativa que si lo está sólo en cuanto a su custodia. Por eso el adulterio es más grave que el estupro. Uno y otro se agravan si existe violencia. Por eso el rapto de una virgen es más grave que el estupro, y el rapto de una esposa es más grave que el adulterio. Todas estas especies se agravan si hay sacrilegio, tal como ya dijimos (a.10 ad 2).”[16]


Frecuentemente se ha citado muy acertadamente al padre Antonio Royo Marín, O.P., en su Teología moral para seglares, que a este respecto explica:

La fornicación onanística, es la que se realiza de modo que sea imposible la generación. Cambia la especie del pecado, tanto si se emplean medios artificiales (preservativos, etc.) como si es por simple retracción natural. En ambos casos se comete un pecado contra la naturaleza, de suyo mucho más grave que la simple fornicación natural. En la práctica, sin embargo, cabe menor malicia subjetiva en un pecador ignorante que cree que de esa manera peca menos o hace menos daño; pero ocurriría lo contrario – o sea, aumentaría la responsabilidad de su pecado – si lo hiciera para pecar tranquilamente, sin exponerse a las cargas económicas o sociales que pueden sobrevenir de su acto. Es menos culpable ante Dios el que peca aceptando las consecuencias humanas de su pecado que el que las rechaza cómodamente para pecar con mayor facilidad” [17].

Sobre los “casos singulares justificados”

Sin embargo, el Papa ha hablado de “casos singulares justificados” y ha puesto como ejemplo puntual aquel donde un prostituto se sirve del profiláctico para no contagiar el virus del SIDA a sus clientes, como un intento de disminuir el riesgo y como un paso inicial de responsabilidad hacia una moralización mayor.

Ya se ha dejado claro que la fornicación onanística es de suyo más grave que la simple fornicación, pero sería simplista reducir la situación pensando que todo se reduce a esto. Hay que tomar en cuenta que cuando alguien consciente de ser portador del virus del SIDA, deliberada y voluntariamente tiene relaciones sexuales con otra persona, está cometiendo no solo un acto de simple fornicación, sino de suyo uno de mucho mayor gravedad ya que está atentando contra la vida e integridad física de esa persona.

Esto, dado que está consciente de que el SIDA es (y posiblemente seguirá siendo por mucho tiempo) una enfermedad incurable que desencadena casi irremediablemente (más tarde o más temprano) en la muerte de la persona infectada.

Y digo que está cometiendo un pecado es de mucha mayor gravedad que la simple fornicación, pues también “es pecado mortal todo pecado cometido directamente contra la vida del hombre” [18], y a este respecto explica Santo Tomás:

¿Es la fornicación el pecado más grave?

La gravedad del pecado puede medirse bajo dos aspectos: en sí mismo y por las circunstancias que lo rodean.

Considerado en sí mismo, se mide su gravedad por razón de su especie, la cual se considera por el bien al que el pecado se opone. La fornicación va contra el bien del hombre que ha de nacer, y por eso, en su especie, es un pecado más grave que los que se oponen a los bienes externos, como son el hurto y otros similares; pero menos grave que los pecados que van directamente contra Dios y que el pecado contra un hombre ya nacido, como es el homicidio”
[19]

Así, desde el punto de vista objetivo, es más grave un intento de homicidio que una fornicación simple, y en este caso particular tenemos una situación en donde si tenemos que juzgar que pecado es más grave: si la fornicación onanística versus la fornicación junto con un intento de dañar la vida de otra persona, tendríamos que decir que la última es más grave. No aprobando la moralidad del primero, pero si reconociendo la mayor gravedad del segundo.

Por supuesto, no se está aquí justificando el consecuencialismo, porque éste juzga la moralidad objetiva del acto humano en base a sus consecuencias. Aquí por el contrario, se está juzgando la moralidad de los actos por su objeto y su intención, la cual en el segundo caso incluye un consentimiento de cometer un acto que dañará irremediablemente la vida de la otra persona, y cuyo objeto es también gravísimo e intrínsecamente desordenado.

No se trata pues de decir que las circunstancias o la intención hacen lícito un acto de suyo desordenado, pero si de reconocer que si pueden afectar la responsabilidad subjetiva del sujeto.

Es así donde si bien se puede concluir que ambos actos son objetivamente malos, a esto hay que sumar que la responsabilidad subjetiva del sujeto en el primer caso puede verse atenuada por su intención de evitar el contagio, mientras que en el segundo caso puede verse aumentada, por tu intención de contagiarla.

Esto también lo reconocen los moralistas, e incluso Antonio Marín ya citado previamente aclara que “En la práctica, sin embargo, cabe menor malicia subjetiva en un pecador ignorante que cree que de esa manera peca menos o hace menos daño” , el cual es exactamente el caso del que habla el Papa. Y así, sin reconocer como moralmente justificado el acto de utilizar el preservativo, pues es intrínsecamente desordenado, puede ser reconocido como “un primer paso de responsabilidad” en estas situaciones extremas. Y por supuesto que el Papa ha dejado claro que el preservativo no es la solución, pues ni siquiera desde el punto de vista sanitario se puede alegar que el riesgo de contagio se elimina completamente.

El razonamiento del Papa en este sentido me parece impecable.

NOTAS


[1] El término en teología excluye aquellos actos que no se realizan libre y voluntariamente, los cuales se designan simplemente como “actos del hombre” siguiendo el criterio de Santo Tomás

[2] A este respecto dice el Catecismo de la Iglesia Católica “La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que estos son voluntarios. El progreso en la virtud, el conocimiento del bien, y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos” CEC 1734.

[3] CEC 1750

[4] La razón por la que no basta la buena intención, sino que es necesaria también la recta elección de las obras, reside en el hecho de que el acto humano depende de su objeto, o sea si éste es o no es «ordenable» a Dios, a Aquel que «sólo es bueno», y así realiza la perfección de la persona. Veritatis Splendor 78

[5] Hay comportamientos concretos cuya elección es siempre errada porque ésta comporta un desorden de la voluntad, es decir, un mal moral. No está permitido hacer un mal para obtener un bien CEC 1761

[6] La mentira jocosa es aquella que es hecha simplemente por divertir, sin ofender a nadie. En esos casos se trata generalmente de una broma como. p. ej., las falsedades que el 28 de diciembre día de los Santos Inocentes se suelen decir entre amigos

[7] La mentira oficiosa es la que tiende a favorecer a una persona, una comunidad o una ideología. Los ejemplos de estas mentiras son numerosos; p. ej., los números inflados en las encuestas, determinados a influir en la opinión pública

[8] La mentira dañosa es la que va directamente a dañar la imagen de alguien

[9] CEC 1735

[10] CEC 1858

[11] http://es.wikipedia.org/wiki/Consecuencialismo

[12] Veritatis Splendor 79

[13] Veritatis Splendor, 80

[14] Mater Et Magistra, 193

[15] Humanae Vitae, 14

[16] Suma Teológica II-II (Qu. 154, a.12)

[17] Esta cita no la he podido tomar de su fuente primaria y la he reproducido tal cual se encuentra transcrita en distintos sitios webs.

[18] Suma Teológica II-II (Qu. 154, a.2)

[19] Suma Teológica II-II (Qu. 154, a.3)