24.11.10

La patrona de los filósofos

A las 11:20 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Santa Catalina de Alejandría (25 de Noviembre)

El Señor, a la hora de enviar a los apóstoles, les advierte que encontrarán persecuciones y contradicciones: “Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará” (Mt 10,22). En realidad, esta advertencia no es válida sólo para los apóstoles, sino para todos los cristianos de todos los tiempos. La dificultad y la prueba estarán siempre presentes en la vida de los seguidores de Cristo, porque “no está el discípulo por encima del maestro” (Mt 10,24).

Por negarse a dar culto a los falsos dioses, Santa Catalina de Alejandría fue decapitada en el año 305. Su vida y su martirio constituyen un elocuente ejemplo no sólo del hecho de la persecución, sino también de cómo afrontarla: Dando testimonio de la fe con serenidad y con perseverancia.

No hace falta remontarse a la Antigüedad cristiana para verificar cómo se cumple la advertencia del Señor. Sabemos que, para muchos cristianos en el mundo, hoy es el día de la prueba, la hora del martirio. No podemos desentendernos de la suerte de tantos hermanos, sino que hemos de apoyarlos con nuestra oración y con los medios legítimos que estén a nuestro alcance.

También en los países en los que se respeta la libertad de culto y, en mayor o menor medida, la libertad religiosa, nos encontramos con dificultades. Benedicto XVI ha hecho referencia, en varias ocasiones, a una “dictadura del relativismo”: “se presentan determinadas formas de comportamiento y de pensamiento como las únicas racionales y, por tanto, como las únicas adecuadas para los hombres. El cristianismo se ve así expuesto a una presión de intolerancia que, primeramente, lo caricaturiza – como perteneciente a un pensar equivocado, erróneo -, y después, en nombre de una aparente racionalidad, quiere quitarle el espacio que necesita para respirar” (Luz del mundo, p. 66).

En nombre de una razón restringida, se nos coacciona para que tributemos culto a los falsos dioses de una visión del mundo en la que, en nombre de la tolerancia, se busca desterrar la novedad de Dios.

El Señor pondrá palabras en nuestra boca para que sepamos lo que hemos de decir (cf Mt 10,19). En cierto sentido ya las ha puesto, porque en la familia de la Iglesia hemos recibido el lenguaje de la fe, las palabras humanas mediante las cuales puede resonar hoy en el mundo la Palabra de Dios.

El lenguaje humano no se puede sentir humillado porque Dios lo haya hecho suyo. Lejos de ser empequeñecido, el lenguaje humano, el “logos”, alcanza así unas posibilidades inauditas, ya que permite hablar de Dios con palabras que Dios mismo ha empleado.

Las posibilidades que la revelación otorga al lenguaje humano nos empujan a una forma de testimonio que es, también, diálogo, interlocución entre los hombres, comunicación que busca el entendimiento. Todos los seres humanos compartimos el lenguaje y la razón, la capacidad de hablar, de escuchar y de pensar.

En nuestra época, en la que hemos de intentar superar el desencuentro entre razón secular (secularista) y razón cristiana, el recurso a la Filosofía se impone como una exigencia de la misma fe y de la tarea evangelizadora. No es casualidad que el Papa, en la “Carta a los seminaristas”, incidiese en la importancia que tiene hoy en los estudios eclesiásticos, “sobre todo”, la Filosofía.

¡Qué el Señor, con la fuerza de su Espíritu, nos conceda, como concedió a Santa Catalina, la fuerza para testimoniar la fe y el don de comunicarla con sabiduría!

Guillermo Juan Morado.