24.11.10

Tras la tempestad, llegará la calma

A las 2:49 PM, por Luis Fernando
Categorías : Actualidad, Benedicto XVI, Sociedad siglo XXI
 

Es conocido por todos que tras una tempestad siempre llega la calma. El Katrina mediático provocado por la publicación de la respuesta del Papa Benedicto XVI al periodista Peter Sewald sobre el uso de los preservativos, empieza a dejar paso a una relativa paz, que quizás no deje de ser preludio de nuevas inestabilidades metereológicas.

Navegar en medio de una gran tormenta no es cosa fácil. En ocasiones, el pasajero de la barca de la fe apenas puede hacer otra cosa que agarrarse a su embarcación y rogar a Dios que no le permita naufragar. No todos podemos permanecer tranquilamente dormidos como el Señor mientras los elementos parecen confabularse contra nosotros. Pero sí podemos confiar en que Él, precisamente Él, es capaz de convertir la peor de las tormentas en una calma chicha con una sola palabra.

Tras lo ocurrido en los últimos días, tengo la certeza de que, como ha sido mi caso, un gran número de fieles católicos se han sentido desconcertados en mayor o menor grado. Hablo de fieles de verdad, no de bautizados. Es decir, de aquellos sacerdotes, religiosos y seglares que, por la gracia de Dios, profesan la fe católica y se adhieren a todo el Magisterio, incluido el relacionado con la moral sexual y conyugal. Es tal la avalancha de información y desinformación sobre este tema, que muchos no sabrán todavía hoy a qué atenerse. A algunos se nos va haciendo la luz sobre el alcance de las palabras del Papa, pero creo que más de uno debe estar perplejo y sumido en la oscuridad y el desánimo.

¿Y qué ha dicho el Papa? La literalidad de las palabras ya la conocemos. Yo las interpreto así: Si alguien, hombre o mujer, se dedica a la prostitución, en cualquiera de sus variantes, y es portador del SIDA, el hecho de que piense en no hacer daño a los demás transmitiéndoles la enfermedad es un avance. Si esa persona piensa que la herramienta ideal para no transmitir la enfermedad es el preservativo, pues entonces el uso del mismo está justificado en ese caso concreto. No porque usar el preservativo sea un acto bueno, que no lo es, sino porque la intención y el objetivo, salvar vidas, sí es buena.

Aunque tengo mi opinión al respecto, no me considero capacitado ni autorizado para juzgar públicamente si ese planteamiento es absolutamente conforme a la doctrina de la Iglesia. Es por lo demás una tarea prácticamente imposible tratar de clarificar, responder o en su caso refutar el cúmulo de opiniones que se han publicado en estos dos o tres días. Ni siquiera podría hacer yo esto respecto a lo publicado en InfoCatólica. Si Dios quiere, esas aclaraciones, confirmaciones o eventuales refutaciones se irán haciendo con más tiempo. Ahora, sobre la marcha, es imposible.

Obviamente las palabras aludidas de Benedicto XVI no son magisterio de la Iglesia, pues el magisterio no aparece en un libro-entrevista, pero nada nos indica que el Papa deje de ser Papa cuando habla con un periodista. Y hoy sabemos, porque nos lo ha dicho el P. Lombardi, que el Santo Padre sabía perfectamente la polémica que se iba a crear con sus declaraciones. Es decir, no se le ha escapado por casualidad. No ha sido un descuido ante una pregunta-trampa.
Es más, los que, como yo, criticamos al LOR, haremos bien en reconocer que su director quizás ha sido un mandado. Creo en todo caso que sigue siendo criticable que se publicara la nota sobre el libro del Papa el mismo día del consistorio de cardenales.

Acabo diciendo que a mí no me ha extrañado nada las reacciones de todo el mundo a las palabras del Papa. Los buitres y demás carroñeros se han lanzado con saña a por lo que creían una presa agonizante. Y hay dos tipos de buitres. Los que moran fuera de la Iglesia y los que están dentro de la misma. Les ha faltado tiempo para presentar el caso como una victoria de sus tesis antinatalistas. Hasta la ONU se ha felicitado por lo que ha dicho el Santo Padre. Y todos los que en la Iglesia rechazan la Humanae Vitae en todos o algunos de sus puntos, se están pavoneando como si Benedicto XVI hubiera dicho que es legítimo que un matrimonio cristiano use el condón para no tener hijos.

Todo ello debería hacer reflexionar a la Iglesia. Cuando se quiere transmitir algo, es conveniente asegurarse, en la medida de lo posible, de estar acertado en el fondo y en las formas. No podemos evitar que el mensaje sea manipulado por los medios. Pero sí es posible evitar en parte las consecuencias de esa manipulación hablando a través de los instrumentos de comunicación habituales de la Iglesia, en especial su Magisterio, los que ella misma se ha dado para transmitir su mensaje.

En todo caso, creo que estamos ante un gran absurdo. Quienes se dedican a la prostitución y quienes hacen uso de la misma, no son fieles católicos a los que les preocupe en demasía lo que la Iglesia tenga que decir sobre la anticoncepción. No podemos pretender que una ramera o un chapero se abra a la vida en cada relación sexual que mantenga. El uso del preservativo empeora la gravedad del pecado mortal de la fornicación y/o el adulterio, pero la Iglesia no está llamada a predicar que las rameras no usen preservativos, sino a predicar su conversión y la de sus clientes. Y una vez convertidos de ese gran pecado, se les predicará la sana doctrina en relación a la concepción. Es por ello que creo que la Iglesia cae en una trampa cada vez que aborda estos temas. Y mucho más si entra en casuísticas complicadas.

Por lo demás, creo oportunísimo concluir este artículo con los últimos versículos de la 2ª Pedro. Si donde leéis Pablo, leéis Benedicto XVI, encontraréis un consejo maravilloso para poner fin a la zozobra que toda esta polémica os haya podido causar:

2ª Pedro 3,15-18
La paciencia de nuestro Señor juzgadla como salvación, como os lo escribió también Pablo, nuestro querido hermano, según la sabiduría que le fue otorgada. Lo escribe también en todas las cartas cuando habla en ellas de esto. Aunque hay en ellas cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente - como también las demás Escrituras - para su propia perdición. Vosotros, pues, queridos, estando ya advertidos, vivid alerta, no sea que, arrastrados por el error de esos disolutos, os veáis derribados de vuestra firme postura.
Creced, pues, en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. A él la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.

Luis Fernando Pérez Bustamante