21.11.10

biblia

Lucas 23, 35-43: Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino

35 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.»
36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre 37 y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!»
38 Había encima de él una inscripción: «Este es el Rey de los judíos.»
39 Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!»
40 Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena?
41 Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.»
42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.»
43 Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.»

COMENTARIO

Comprender la fe

La esperanza en la vida eterna es, o debería ser, lo último que perdiéramos en nuestra vida espiritual. Es, por decirlo así, el destino que Dios nos tiene reservado pero para la cual no podemos quedarnos de brazos cruzados.

El ladrón que va a morir al lado del Señor conoce, al menos, que quien está a su lado sufriendo el mismo sufrimiento que él no es culpable de nada. Confía, por eso, en lo que le dice porque sabe que, en efecto, lo tendrá en cuenta.

El otro, sin embargo, quiere hechos y conmina a Jesús a que manifieste su divinidad. No comprende, por eso, que la voluntad de Dios es, precisamente, que actúe de tal forma perdonando y manifestando misericordia y no que baje de la cruz.

En tal sentido, el segundo ladrón no comprende lo que es tener fe ni, sobre todo, lo que se ha de esperar de la misma que no es, precisamente, comportamientos mundanos sino, más bien, de índole espiritual.

Pero vayamos poco a poco.

Hay dos actitudes entre los dos ladrones que penden junto a Jesús. Ambas son, exactamente, las posiciones que podemos adoptar ante la fe y ante lo que la misma supone para los creyentes.

Si optamos por una de ellas exigimos a Dios que haga lo que nos conviene y somos, por así decirlo, hijos díscolos y exagerados en nuestras pretensiones.

Tal cosa es lo que hace el ladrón que pretende más de la cuenta. No le vale con haber pecado o cometido el delito que le ha llevado a la situación en la que se encuentra, con la muerte próxima, sino que, además, pretende que el Enviado de Dios, el Cristo, le eche una mano y le solvente su problema. No asume las consecuencias de lo hecho y, por si esto no fuera suficiente pretende aprovecharse todo lo que puede de Quien tanto está sufriendo (mucho más que él que fue azotado como sí lo fue Jesús) y le pide la salvación…. !Terrena¡

Si optamos por la otra, la que corresponde al llamado buen ladrón, sabemos que nos debemos a la voluntad de Dios y a ella nos sometemos. Por le dice a Jesús que se acuerde de él porque si bien acordarse de algo puede que no sea algo que dependa de nuestra voluntad en cuanto a querer hacerlo sí lo es el resultado de tal recuerdo. Por eso lo que pretende el ladrón que sabe lo que dice no es sólo que se acuerde de él Jesús sino que, como consecuencia de tal recuerdo, lo tenga presente en su reino.

Y eso lo consigue de Cristo porque sabe que confió en él y que, por tanto, tuvo fe. Consigue, así, la salvación… ¡Eterna¡ que, a diferencia de lo que pretendía su compañero de andanzas, era mucho más importante que, simplemente, bajarse de la cruz y seguir manifestando un comportamiento social tan deplorable como era la vida de ladrón.

Y ahí está el secreto de nuestra conducta: escoger la eternidad y, en consecuencia, trabajar, por así decirlo, por ella. No quedar esperando a que Dios venga a echarnos una mano tan grande como la que pedía el ladrón primero. No. Para eso el Creador nos da unos talentos que tenemos que hacer rendir pero, sobre todo, nos da la posibilidad de creer, de tener fe, de manifestar confianza hacia Él y, en todo caso, hacia Cristo.

PRECES

Roguemos al Señor por aquellos que sólo piden a Dios sin, en efecto, tener fe.

Roguemos al Señor.

Roguemos al Señor por todos aquellos que prefieren el mundo a la eternidad.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a mantenernos firmes en la fe y a no pretender nuestro bien sino sólo el que sea tu voluntad.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán