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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 18 de octubre de 2010

Santa Sede

El Papa a los seminaristas: tiene sentido ser sacerdote

Recetas del Papa para una buena preparación al sacerdocio

El Papa destaca la importancia de invitar al entendimiento en Centroamérica

El Réquiem de Verdi: “un grito a Dios ante la muerte”, según el Papa

Sínodo de los Obispos

Solidaridad del sínodo con los palestinos y condena al antisemitismo

Mundo

Cardenal Cipriani pide al Señor de los Milagros proteger la vida

Reportaje

Sudán: Los cristianos se disponen a asumir su nueva situación en el norte y el sur

Informe Especial

Derechos y deberes del Patriarca hacia la Sede Apostólica

Mensaje a nuestros lectores

Intervenciones ante el Sínodo de los Obispos de Oriente Medio

Documentación

Discurso del Papa tras un concierto en su honor

Discurso del Papa al nuevo embajador de El Salvador

Discurso del Papa al nuevo embajador de Colombia

Mensaje del Papa a los seminaristas


Santa Sede


El Papa a los seminaristas: tiene sentido ser sacerdote
El sacerdocio no es “algo del pasado”
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 18 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Los hombres “siempre tendrán necesidad de Dios” y por tanto “de sacerdotes”, por lo que el sacerdocio católico no es “algo del pasado sino del futuro”. Así escribe el Papa Benedicto XVI a los seminaristas de todo el mundo, tras la clausura del Año Sacerdotal.

La Carta, hecha pública por la Santa Sede hoy, día de san Lucas evangelista, contiene un mensaje del Papa a los futuros sacerdotes, para que se tomen en serio su propia formación y su propia identidad, y ante todo, para animarles en las dificultades actuales.

Hoy, afirma el Papa, hay mucha gente “que, de una u otra forma, piensa que el sacerdocio católico no es una 'profesión' con futuro, sino que pertenece más bien al pasado”.

Esta situación no es nueva, confiesa, pues él mismo tuvo que pasar por ella, en la Alemania agonizante de la segunda guerra mundial.

“En diciembre de 1944, cuando me llamaron al servicio militar, el comandante de la compañía nos preguntó a cada uno qué queríamos ser en el futuro. Respondí que quería ser sacerdote católico. El subteniente replicó: Entonces tiene usted que buscarse otra cosa. En la nueva Alemania ya no hay necesidad de curas”.

Sin embargo, prosigue el Papa, él “sabía que esta 'nueva Alemania' estaba llegando a su fin y, que después de las devastaciones tan enormes que aquella locura había traído al país, habría más que nunca necesidad de sacerdotes”.

Aunque las circunstancias ahora son distintas, el Pontífice pide a los seminaristas que tengan esa misma convicción, pues el hombre “también en la época del dominio tecnológico del mundo y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal”.

“También ahora hay mucha gente que, de una u otra forma, piensa que el sacerdocio católico no es una 'profesión' con futuro, sino que pertenece más bien al pasado”, pero a pesar de ello “habéis decidido entrar en el seminario y, por tanto, os habéis puesto en camino hacia el ministerio sacerdotal en la Iglesia católica, en contra de estas objeciones y opiniones”.

“Habéis hecho bien”, afirma el Papa.

En los tiempos actuales, “donde el hombre ya no percibe a Dios, la vida se queda vacía; todo es insuficiente. El hombre busca después refugio en el alcohol o en la violencia, que cada vez amenaza más a la juventud”.

Sin embargo, añade el Papa, “Dios está vivo. Nos ha creado y, por tanto, nos conoce a todos. Es tan grande que tiene tiempo para nuestras pequeñas cosas: "Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados". Dios está vivo, y necesita hombres que vivan para Él y que lo lleven a los demás”.

“Sí, tiene sentido ser sacerdote: el mundo, mientras exista, necesita sacerdotes y pastores, hoy, mañana y siempre”, prosigue Benedicto XVI.

El Pontífice asegura a los seminaristas que “piensa mucho” en ellos, “especialmente en estos tiempos difíciles”.

El motivo de esta carta, añade, es “poner de relieve -mirando también hacia atrás, a mis días en el seminario- algunos elementos importantes para estos años en los que os encontráis en camino”.

Hombres de Dios”

El Papa subraya la importancia de la vida sacramental, de la integración en la Iglesia, del estudio de la teología y del derecho canónico, de la madurez y la comprensión y vivencia serena del celibato.

Uno de los aspectos más importantes de este periodo de formación es su carácter comunitario, afirma el Papa: “El seminario es una comunidad en camino hacia el servicio sacerdotal. Con esto, ya he dicho algo muy importante: no se llega a ser sacerdote solo. Hace falta la "comunidad de discípulos", el grupo de los que quieren servir a la Iglesia de todos”.

Quien quiera ser sacerdote “debe ser sobre todo un 'hombre de Dios'", afirma el Papa. “Dios no es una hipótesis lejana, no es un desconocido que se ha retirado después del "big bang". Dios se ha manifestado en Jesucristo. En el rostro de Jesucristo vemos el rostro de Dios”.

“Por eso, lo más importante en el camino hacia el sacerdocio, y durante toda la vida sacerdotal, es la relación personal con Dios en Jesucristo”.

El sacerdote “no es el administrador de una asociación, que intenta mantenerla e incrementar el número de sus miembros. Es el mensajero de Dios entre los hombres. Quiere llevarlos a Dios, y que así crezca la comunión entre ellos”, añade.

[Por Inma Álvarez]

 



 



 

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Recetas del Papa para una buena preparación al sacerdocio
Madurez, estudio, intimidad con Dios y pertenencia eclesial
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 18 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- El sacerdote católico “existe para llevar a Dios a los hombres”, y ante todo debe ser “un hombre de Dios”. Así exhorta el Papa Benedicto XVI a los seminaristas, en su Carta hecha pública hoy, con motivo de la Clausura del Año Sacerdotal, a los aspirantes al sacerdocio de todo el mundo.

En este mensaje, en el que recuerda sus propios años de seminario, el Papa exhorta a los seminaristas a “aprovechar bien” su tiempo de formación, mediante el estudio de la teología y el crecimiento personal y espiritual.

Entre las “recetas” que el Papa da a los seminaristas, subraya la importancia de la vida sacramental, de la integración en la Iglesia, del estudio de la teología y del derecho canónico, de la madurez y la comprensión y vivencia serena del celibato.

Oración

Ante todo, afirma, un seminarista debe “aprender a vivir en contacto permanente con Dios”, debe saber "Orad en todo momento".

No se trata de “recitar continuamente oraciones”, sino de “no perder nunca el trato interior con Dios”, que es el sentido de la oración.

“Por esto es importante que el día se inicie y concluya con la oración. Que escuchemos a Dios en la lectura de la Escritura. Que le contemos nuestros deseos y esperanzas, nuestras alegrías y sufrimientos, nuestros errores y nuestra gratitud por todo lo bueno y bello, y que de esta manera esté siempre ante nuestros ojos como punto de referencia en nuestra vida”.

Eucaristía y confesión

Pero Dios, afirma el Papa, “no es sólo una palabra. En los sacramentos, Él se nos da en persona, a través de realidades corporales”.

Por eso, afirma, es necesario que la Eucaristía sea “el centro de nuestra relación con Dios y de la configuración de nuestra vida. Celebrarla con participación interior y encontrar de esta manera a Cristo en persona, debe ser el centro de cada una de nuestras jornadas”.

Para celebrar bien la Eucaristía, añade el Papa, “es necesario también que aprendamos a conocer, entender y amar la liturgia de la Iglesia en su expresión concreta. En la liturgia rezamos con los fieles de todos los tiempos: pasado, presente y futuro se suman a un único y gran coro de oración”.

“Por mi experiencia personal puedo afirmar que es entusiasmante aprender a entender poco a poco cómo todo esto ha ido creciendo, cuánta experiencia de fe hay en la estructura de la liturgia de la Misa, cuántas generaciones con su oración la han ido formando”.

Benedicto XVI subraya también la importancia de la confesión en el itinerario de un futuro sacerdote: “Me enseña a mirarme con los ojos de Dios, y me obliga a ser honesto conmigo mismo. Me lleva a la humildad”.

“Aunque tengamos que combatir continuamente los mismos errores, es importante luchar contra el ofuscamiento del alma y la indiferencia que se resigna ante el hecho de que somos así”.

Es importante, afirma, “mantenerse en camino, sin ser escrupulosos, teniendo conciencia agradecida de que Dios siempre está dispuesto al perdón. Pero también sin la indiferencia, que nos hace abandonar la lucha por la santidad y la superación”.

“Reconociendo mi miseria, llego también a ser más tolerante y comprensivo con las debilidades del prójimo”, subraya el Papa.

Amar la teología

El tiempo en el seminario es sobre todo, tiempo de estudio, recuerda el Papa. “Una de las tareas principales de los años de seminario es capacitaros para dar razones de la fe”.

“Os ruego encarecidamente: Estudiad con tesón. Aprovechad los años de estudio. No os arrepentiréis”, les exhorta.

El Papa reconoce que “a veces las materias de estudio parecen muy lejanas de la vida cristiana real y de la atención pastoral”, pero no hay que caer en el error de “aprender las cosas meramente prácticas, sino de conocer y comprender la estructura interna de la fe en su totalidad”.

Sólo así la fe “se convierte en una respuesta a las preguntas de los hombres, que aunque aparentemente cambian en cada generación, en el fondo son las mismas”.

Subraya también la importancia de “conocer a fondo la Sagrada Escritura en su totalidad, en su unidad entre Antiguo y Nuevo Testamento”, así como “conocer a los Padres y los grandes Concilios”, y “las cuestiones esenciales de la teología moral y de la doctrina social de la Iglesia”.

También es importante “la teología ecuménica, conocer las diversas comunidades cristianas; es igualmente necesario una orientación fundamental sobre las grandes religiones y, sobre todo, la filosofía: la comprensión de la búsqueda y de las preguntas del hombre, a las que la fe quiere dar respuesta”.

Y finalmente, explica el Papa, es importante “valorar el derecho canónico por su necesidad intrínseca y por su aplicación práctica: una sociedad sin derecho sería una sociedad carente de derechos. El derecho es una condición del amor”.

Madurez

Otro de los aspectos a los que el Papa da gran importancia es a la madurez y al equilibrio personal, especialmente en cuanto a la vivencia del celibato, la integración de la sexualidad en la propia personalidad.

La sexualidad, afirma Benedicto XVI, “es un don del Creador, pero también una tarea que tiene que ver con el desarrollo del ser humano. Cuando no se integra en la persona, la sexualidad se convierte en algo banal y destructivo”.

Recordando los recientes escándalos de abusos a menores por parte de miembros del clero, el Papa afirma que estos hechos, “que son absolutamente reprobables, no pueden desacreditar la misión sacerdotal, que conserva toda su grandeza y dignidad”.

“Gracias a Dios, todos conocemos sacerdotes convincentes, forjados por su fe, que dan testimonio de cómo en este estado, en la vida celibataria, se puede vivir una humanidad auténtica, pura y madura”, añade, recordando la importancia de ser “vigilantes y atentos, examinándonos cuidadosamente a nosotros mismos, delante de Dios, en el camino hacia el sacerdocio, para ver si es ésta su voluntad para mí”.

El sacerdote, “que deberá acompañar a otros en el camino de la vida y hasta el momento de la muerte, es importante que haya conseguido un equilibrio justo entre corazón y mente, razón y sentimiento, cuerpo y alma, y que sea humanamente íntegro".

Sentido de Iglesia

El seminarista, que a menudo, en los últimos tiempos, procede de ámbitos distintos, y en ocasiones desde los nuevos movimientos y carismas, debe ser ante todo “hombre de Iglesia”, apunta el Papa, por encima de particularismos.

“Los movimientos son una cosa magnífica. Sabéis bien cuánto los aprecio y quiero como don del Espíritu Santo a la Iglesia. Sin embargo, se han de valorar según su apertura a la común realidad católica, a la vida de la única y común Iglesia de Cristo, que en su diversidad es, en definitiva, una sola”, afirma.

El seminario, recuerda el Papa, “es el periodo en el que uno aprende con los otros y de los otros. En la convivencia, quizás a veces difícil, debéis asimilar la generosidad y la tolerancia, no simplemente soportándoos mutuamente, sino enriqueciéndoos unos a otros”.

“Ser escuela de tolerancia, más aún, de aceptarse y comprenderse en la unidad del Cuerpo de Cristo, es otro elemento importante de los años de seminario”.

Espiritualidad

Benedicto XVI afirma también, por último, que no hay que despreciar la piedad popular, que aunque “puede derivar hacia lo irracional y quizás también quedarse en lo externo”, sin embargo, “excluirla es completamente erróneo”.

“A través de ella, la fe ha entrado en el corazón de los hombres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común. Por eso, la piedad popular es un gran patrimonio de la Iglesia. La fe se ha hecho carne y sangre”, explica el Papa.

Ciertamente, “la piedad popular tiene siempre que purificarse y apuntar al centro, pero merece todo nuestro aprecio”, concluye.

[Por Inma Álvarez]

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El Papa destaca la importancia de invitar al entendimiento en Centroamérica
Al recibir al nuevo embajador de El Salvador ante la Santa Sede
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 18 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- “Es importante que existan voces que inviten al entendimiento mutuo y a la cooperación generosa, en aras del justo progreso y la estabilidad de la comunidad internacional” en toda Centroamérica.

Lo afirmó este lunes el Papa al recibir en el Vaticano al nuevo embajador de El Salvador ante la Santa Sede, Manuel Roberto López Barrera, con motivo de la presentación de sus cartas credenciales.

En su discurso, Benedicto XVI destacó la tarea de la Iglesia en El Salvador, que “desde su competencia específica, con independencia y libertad, trata de servir a la promoción del bien común en todas sus dimensiones y al fomento de aquellas condiciones que consientan en los hombres y mujeres el desarrollo integral de sus personas”.

Aludió algunos problemas actuales de El Salvador, afirmando que “evangelizando y dando testimonio de amor a Dios y a todo hombre sin excepción alguna, se convierte en elemento eficaz para la erradicación de la pobreza y en acicate vigoroso para luchar contra la violencia, la impunidad y el narcotráfico, que tantos estragos están causando, sobre todo entre los jóvenes”.

Señaló que “al contribuir en la medida de sus posibilidades al cuidado de los enfermos y ancianos, o a la reconstrucción de las regiones devastadas por las catástrofes naturales, quiere seguir el ejemplo de su Divino Fundador”.

El ejemplo de Cristo, explicó, “no le permite permanecer ajena a las aspiraciones y dinamismos del ser humano, ni mirar con indiferencia cuando se debilitan exigencias tan primordiales como la equitativa distribución de la riqueza, la honradez en el desempeño de las funciones públicas o la independencia de los tribunales de justicia”.

“Tampoco deja de sentirse interpelada la comunidad eclesial cuando a muchos falta una vivienda digna o no tienen un empleo que les procure su realización personal y el mantenimiento de sus familias, viéndose obligados a emigrar fuera de la Patria”, continuó.

“De igual manera, sería extraño que los discípulos de Cristo fueran neutrales ante la presencia agresiva de las sectas, que aparecen como una fácil y cómoda respuesta religiosa, pero que, en realidad, socavan la cultura y hábitos que, desde hace siglos, han conformado la identidad salvadoreña, oscureciendo también la belleza del mensaje evangélico y resquebrajando la unidad de los fieles en torno a sus Pastores”.

“En cambio, la labor materna de la Iglesia en su afán constante de defender la inviolable dignidad de la vida humana desde su concepción a su ocaso natural –tal como lo proclama también la Constitución del País-, el valor de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, y el derecho de los padres a educar a su prole según sus propias convicciones morales y espirituales, crea un clima en donde el verdadero espíritu religioso se funde con el denuedo por alcanzar metas cada vez más altas de bienestar y progreso”, añadió.

El Papa apreció “las dotes personales” del nuevo embajador y su “vasta experiencia en variados campos de la docencia, la administración pública y la vida social”.

Destacó los “estrechos lazos que unen al pueblo fiel salvadoreño” con el sucesor de Pedro, de larga tradición, y el “patrimonio de valores fermentado con la levadura evangélica”, que los salvadoreños “han de nutrir”.

También calificó como “consolador” el esfuerzo del país para edificar una sociedad cada vez más armónica y solidaria, siguiendo los acuerdos firmados de paz en 1992.

Y afirmó que “gran alegría hallará el pueblo salvadoreño, de espíritu sacrificado y laborioso, si el proceso de paz se ve cotidianamente confirmado y se potencian las decisiones tendentes a favorecer la seguridad ciudadana”.

En este sentido, señaló la importancia de que los salvadoreños “se convenzan de que la violencia nada consigue y todo empeora, pues es una vía sin salida, un mal detestable e inadmisible, una fascinación que embauca a la persona y la llena de indignidad”.

Y afirmó que la paz, “como don del Divino Salvador, es también una tarea a la que todos han de cooperar sin vacilación, encontrando para ello en el Estado un firme valedor a través de disposiciones jurídicas, económicas y sociales pertinentes, así como de unas adecuadas Fuerzas y Cuerpos de Policía y Seguridad, que velen en el marco de la legalidad por el bienestar de la población”.

El Papa también aseguró que “la Sede Apostólica contribuirá a afrontar el camino de diálogo y convivencia pacífica emprendido por las autoridades de vuestro país, de forma que todo salvadoreño considere el suelo patrio como un auténtico hogar que lo acoge y le ofrece la posibilidad de vivir en él con serenidad”.  

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El Réquiem de Verdi: “un grito a Dios ante la muerte”, según el Papa
Tras un concierto en su honor
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 18 de octubre de (ZENIT.org).- “Un momento de verdadera belleza capaz de elevar el espíritu”. Así valoró Benedicto XVI la “excelente” interpretación del Réquiem de Verdi, el sábado por la tarde en el Vaticano, por el maestro Enoch Zu Guttenberg a la dirección del Coro de Neubeuern y de la orquesta Klang-Verwaltung.

El Papa se dirigió a la asamblea, en alemán y en italiano, después del concierto, para agradecer al director de orquesta y a los músicos y para referirse a los sentimientos expresados en esta extraordinaria obra de Giuseppe Verdi, que llegó a definirse como “un poco ateo”.

El Pontífice ve, al contrario, en esta obra “una gran llamada al Padre eterno en el intento de superar el grito de desesperación ante la muerte”.

Verdi expresa “toda una gama de sentimientos humanos ante la muerte”, observó.

El Papa recordó que Verdi (1813-1901) compuso esta misa de réquiem en 1873 con motivo de la muerte del escritor Alessandro Manzoni, a quien Verdi, destacó Benedicto XVI, admiraba y profesaba una especie de veneración.

“En el espíritu de gran compositor -explicó el Papa-, esta obra debía ser la cumbre, el momento final de su producción musical”.

“No era sólo un homenaje a un gran escritor, sino también la respuesta a una exigencia artística interior y espiritual que la confrontación con la estatura humana y cristiana de Manzoni había suscitado en él”.

Para el Pontífice, la misa de Verdi refleja una visión trágica de los destinos humanos, sobre todo cuando se trata de la realidad ineludible de la muerte, y de la cuestión fundamental de la transcendencia, en un género musical en el que el artista ya no debe preocuparse por la puesta en escena.

“Libre de los elementos de la escena, Verdi expresa, sólo con las palabras de la liturgia católica y con la música, la gama de sentimientos humanos ante el final dela vida, la angustia del hombre frente a su fragilidad natural, el sentimiento de rebelión ante la muerte, el desconcierto en el umbral de la eternidad”.

En su discurso, el Papa citó una carta de Verdi al editor musical Ricordi en la que el músico se definió como “un poco ateo”.

Pero cuando escribe esta misa, destacó Benedicto XVI, es como “una gran llamada al Padre, en un intento de superar el grito de desesperación ante la muerte, para reencontrar la aspiración a la vida que se hace oración silenciosa y del corazón: Libera me Domine”.

Verdi describe también, según el Papa, “el drama espiritual” del hombre frente a Dios, a quien aspira en lo más profundo de sí mismo y únicamente en quien puede encontrar la paz y el reposo.

Benedicto XVI citó en este sentido la famosa frase de las Confesiones de san Agustín: “Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

El concierto fue difundido posteriormente en diferido por la televisión católica italiana TV 2000: se pudieron apreciar entonces los espectaculares pianissimo de la orquesta en sintonía con la súplica del reposo eterno -Requiem aeternam dona eis Domine-, en contraste con el terror atronador del Dies Irae y el confiado apaciguamiento del Libera me final.

La excelencia del cuarteto de voces se expresó por ejemplo en las notas agudas de la partitura de Verdi para la mezzosoprano -Gerhilde Romberger-, o la soprano -Susanne Bernhard-, con el característico arte vocal del lied alemán en el que las notas más acrobáticas se presentan pianissimo, redondas, suaves, en ningún momento forzadas.

Ver este concierto televisado permitió también apreciar la voz del tenor, Reto Rosin, y la del bajo, Yorck Felix Speer.

La calidad de las voces y de la técnica vocal -del coro y de los solistas- fue uno de los puntos fuertes de esta interpretación musical bajo la dirección de un director de orquesta de renombre insuperable, cuyo talento se acompaña de sensibilidad y temperamento.



 

[Por Anita S. Bourdin, traducción del francés por Patricia Navas]

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Sínodo de los Obispos


Solidaridad del sínodo con los palestinos y condena al antisemitismo
Hoy fue presentada la Relatio post Disceptationem  
ROMA, lunes 18 de octubre de 2010 (ZENIT.org). Con un mensaje de solidaridad con el pueblo palestino y con la condena del antisemitismo y del antijudaismo, el Sínodo de Obispos se ha manifestado sobre el conflicto que sigue ensangrentando a Tierra Santa y que es la base del fenómeno de la emigración de tantos cristianos en esta región.

En nombre de los 185 Padres sinodales que toman parte en la Asamblea especial para Oriente Medio, su Beatitud Antonios Naguib, patriarca de Alejandría de los Coptos, y Relator general del Sínodo, leyó hoy la Relación después de la discusión (Relatio post Disceptationem), que recoge los frutos de la primera semana de trabajos.

“Aun condenando la violencia venga de donde venga – se lee en el texto – e invocando una solución justa y duradera del conflicto entre palestinos e israelíes, expresamos nuestra solidaridad con el pueblo palestino, cuya situación actual favorece el fundamentalismo”. Además, prosigue el documento, “el conflicto palestino-israelí repercute en las relaciones entre cristianos y judíos”.

Además el conflicto entre Israel y el pueblo palestino, así como la guerra en Iraq, han agravado en algunos países de Oriente Medio las situaciones económicas y políticas, el avance del fundamentalismo y la restricción de las libertades y de la igualdad que están en la base de la huida de tantos jóvenes y personas instruidas, que está empobreciendo a las Iglesias locales de sus mejores fuerzas”.

“En muchas ocasiones – prosigue el texto – la Santa Sede ha expresado claramente su postura, augurando que ambos pueblos puedan vivir en paz, cada uno en su patria, con fronteras seguras, internacionalmente reconocidas. La seguridad duradera se basa en la confianza y se alimenta en la raíz de la justicia y de la honradez”.

A propósito de esto, los padres sinodales han querido subrayar que “la convivencia pacífica es el fruto del reconocimiento real y práctico de los propios derechos y deberes” y que también por parte de la Iglesia en Occidente se requiere una cierta equidistancia para evitar “tomar partido por unos olvidando el punto de vista y las condiciones de los otros”.

Sobre este argumento se volvió durante la Conferencia de presentación de la Relatio celebrada hoy en la Sala Stampa vaticana, cuando una periodista del Jerusalem Post aludió a la presentación del Kairos Palestine Document que se realizará el 19 de octubre ante la Asamblea sinodal por monseñor Michel Sabbah, que entre 1987 y 2008 fue Patriarca latino de Jerusalén.

El documento, que se difundió antes de la Navidad de 2009, contiene un llamamiento a poner fin a la ocupación de los territorios palestinos y al boicot que sofoca la economía de Palestina, y a la eliminación del muro de separación en Israel.

Sobre esta cuestión, el padre Pierbattista Pizzaballa, O.F.M., Custodio de Tierra Santa, quiso precisar que “el Kairos Palestine Document no es un documento oficial de la Iglesia católica ni de las Iglesias cristianas de Tierra Santa y de Jerusalén. Es un documento que ha sido elaborado por algunos laicos cristianos, no todos católicos, y también por algunos eclesiásticos”.

“No hay ninguna firma. Cuando se dan iniciativas de este tipo en el territorio de Jerusalén, es casi automático que el Secretariado mande un mensaje de ánimo”, aclaró.

Siempre en la Relatio, las Iglesias de Oriente Medio, representadas en el Sínodo y que abarcan 16 países, afirman rechazar el antisemitismo y el antijudaísmo, y subrayan que “las dificultades de las relaciones entre los pueblos árabes y el pueblo judío se deben sobre todo a la situación política conflictiva”.

Por esto es necesario distinguir “entre realidad religiosa y realidad política” y llevar adelante la misión propia de los cristianos de ser “artífices de reconciliación y de paz, basadas en la justicia para ambas partes”.

Dialogo con el judaísmo

La Relatio entra después en lo específico del diálogo interreligioso en la base de la convivencia pacífica entre los pueblos de Oriente Medio. A propósito de esto se ponen de relieve las iniciativas pastorales locales de diálogo con el judaísmo, principalmente a partir de los Salmos, y la lectura y la meditación de los textos bíblicos”.

“La lectura del Antiguo Testamento y la profundización de las tradiciones judías ayudan a conocer mejor la religión judía. Estas ofrecen un terreno común de estudios serios y ayudan a conocer mejor el Nuevo Testamento y las tradiciones orientales”. El texto invita además a llevar el diálogo también a nivel académico, a través de la colaboración entre los institutos de formación.

Además, el Vicariato católico de lengua judía dentro del Patriarcado latino, que nació originalmente como Oeuvre Saint-Jacques en 1955 para hacer frente a las necesidades pastorales de los católicos presentes en la sociedad judía tras el nacimiento del Estado de Israel en 1948, “debe ayudar a la sociedad judía a conocer y comprender mejor a la Iglesia y su enseñanza”.

El documento lamenta también que “la interpretación tendenciosa de algunos versículos de la Biblia justifique o favorezca la violencia”.

Al comentar durante la rueda de prensa este pasaje, monseñor Antoine Audo, S.I., obispo de Alepo de los Caldeos (Siria), explicó que la referencia tiene que ver con “ciertos grupos de protestantes que llegan sobre todo al Norte de África, a Turquía, a Jordania y hacen una lectura un poco literal de la Biblia para justificar al Estado de Israel”.

Por su parte, el padre Pizzaballa habló de los llamados cristianos sionistas, que a través de una lectura fundamentalista de la Biblia sostienen que la segunda venida del Mesías tendrá lugar cuando Israel haya vuelto a su patria. Esto lleva por tanto “a algunos movimientos dentro de la sociedad israelí a usar la Biblia para justificar elecciones de carácter político”.

Relaciones con los musulmanes

En lo que respecta en cambio al diálogo que llevar a cabo con los musulmanes, el acento se pone en la creación de “comisiones locales de diálogo interreligioso”, aunque la prioridad se da “al diálogo de la vida o diálogo de cercanía” que hace necesario “un testimonio de fe auténtica” por parte de los cristianos. Esto porque “la verdadera relación con Dios no necesita religiosidad ruidosa, sino santidad auténtica” la cual “es apreciada recíprocamente por una y otra parte”.

Igualmente, “la literatura árabe-cristiana debe ser más valorada” del mismo modo que “deben favorecerse actividades comunes en el ámbito cultural, deportivo, social y educativo”. También aquí hay un llamamiento a invertir en educación para alimentar el respeto y el conocimiento recíprocos y para superar “los prejuicios heredados por la historia de los conflictos y de las controversias, por una parte y por la otra”.

Con este fin, es necesario también “purificar los libros escolares de cualquier prejuicio sobre el otro y de cualquier ofensa o deformación” y “evitar toda acción provocadora, ofensiva, humillante y toda actitud anti-islámica”.

Sin embargo, para ser auténtico, “el diálogo debe realizarse en la verdad”, afrontando “de modo respetuoso y caritativo” temas como la identidad del hombre, la justicia, los valores de la vida social digna, la reciprocidad y en particular la libertad religiosa.

El texto recoge también las propuestas de algunos padres sinodales, que invitan a “no limitarse a las corrientes actuales moderadas del Islam, sino de acercarse también a los fundamentalistas y a los extremistas, que afectan profundamente a la masa”.

Una indicación recuerda también la necesidad de “estudiar la relectura de los hadiths de violencia, ligados a un contexto histórico pasado sustituido por el contexto actual de respeto de los derechos humanos”. De hecho, algunos hadith – que no son sino volúmenes en los que Mahoma, quizás por boca de sus seguidores, se pronuncia sobre cuestiones controvertidas y guía a los fieles por medio de una serie de ejemplos – están en la base de las amenazas de muerte contra quien en los países árabes pretende cambiar de religión.

Durante la rueda de prensa se señaló la falta de un llamamiento contra la islamofobia. Interviniendo sobre el tema, el padre Pierbattista Pizzaballa explicó que “en Oriente la comunidad cristiana vive dentro del mundo musulmán, que tiene dinámicas que no siempre son fáciles, seguramente difíciles, pero esto [la islamofobia] es más un problema occidental que oriental”.

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Mundo


Cardenal Cipriani pide al Señor de los Milagros proteger la vida
En la misa fiesta de los peruanos
LIMA, lunes 18 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- El lunes 18 de octubre, durante una multitudinaria Santa Misa, el Cardenal Juan Luis Cipriani animó a los miles de fieles congregados a lo largo de la avenida Tacna a buscar en la fe el valor para decirle no al aborto y detener esa corriente que quiere desplazar la vida.

Durante su homilía, el arzobispo de Lima señaló que nadie tiene derecho a quitar la vida a un recién concebido. Por ello pidió al Señor de los Milagros esa fuerza y valor para poner en práctica nuestra fe con obras.

"Es un crimen [el aborto], no seamos cobardes. [Señor de los Milagros] Haznos fuertes hombres de fe que la ponen en práctica".

En otro momento exhortó a los padres de familia a perseverar en la responsabilidad que Dios les ha dado de cumplir la palabra dada en el matrimonio, constituido entre un hombre y una mujer para toda la vida; de bautizar a sus hijos desde el primer instante y educarlos en la fe.

Expresó también que la juventud merece desarrollarse en un ambiente sano, donde los padres de familia los conduzcan a encontrar amor, cariño, unidad, autoridad y ejemplo.

"Padres de familia, sí se puede, sí se debe seguir manteniendo a la familia como el lugar principal donde los hijos ven el ejemplo, donde los papás los educan en la fe desde niños. Que el Señor de los Milagros conduzca a los niños por el camino de la fe", reflexionó.

El pastor de Lima destacó la importancia de reafirmar la realidad histórica del Perú, iluminada por la fe católica y que está llena de tradiciones que se transmite de generación en generación.

"El Perú es un pueblo católico que recibe a las otras religiones con respeto, pero también exige respeto. Y exige la presencia de esta fe en la vida del país, porque la mayoría de católicos queremos vivir en la presencia de Dios", señaló.

Finalmente, recordó que el corazón abierto de Cristo en la cruz se encuentra reflejado en la imagen del Señor de los Milagros, que ilumina a todo el pueblo peruano y cambia los corazones de cada uno.

"Que nuestra vida de fe se ponga en práctica con obras: una vida de oración, donde cada uno de nosotros eleva su corazón, contempla a Jesús, le pide su bendición, protección, perdón, le da gracias por la vida y la familia", comentó.

"Es una seria preocupación del Pastor que esta fe maravillosa se ponga en práctica. Que se vea en la vida diaria que eres un hombre de fe", concluyó.

  

La Santa Misa se llevó a cabo en los exteriores del Santuario de Las Nazarenas, en el cruce de las avenidas Tacna y Huancavelica. Culminada la celebración litúrgica, se dio inicio al segundo recorrido procesional de la venerada efigie del Señor de los Milagros.

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Reportaje


Sudán: Los cristianos se disponen a asumir su nueva situación en el norte y el sur
Ante el próximo referendum de enero
JUBA, lunes 18 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Se ha abierto en Sudán el proceso cívico educativo que culminará en una consulta decisiva al pueblo sudanés. Los pronósticos dicen que el 9 de enero de 2011 surgirá un nuevo país en África: Sudán del Sur. La Iglesia trabaja con otros grupos confesionales cristianos y las autoridades internacionales para lograr un proceso de transición limpio y en paz.

Con sentido de responsabilidad por el futuro, grupos de misioneros y líderes católicos colaboran en el plan eclesial para prepararse al proceso de toma de decisiones. Líderes cristianos de distintas confesiones han pedido la mediación de la ONU para que el referéndum del 9 de enero sea limpio.

En Juba, capital de la región semiautónoma de Sudán del Sur, una iniciativa intecongregacional, algo muy común en África, integrada por 24 religiosas y religiosos de Kenia, Sri Lanka, Myanmar, México, Vietnam, Estados Unidos, etc... en total quince nacionalidades, trabajan en cuatro diócesis de Sudán meridional: Yambio, Malakal, Wau y Juba, la capital.

El proceso se llama Solidaridad con Sur Sudán y lo relata la revista de los misioneros combonianos Mundo Negro.

Este proyecto es fruto de un nuevo modo de entender la misión que surgió en el Congreso Internacional de Vida Religiosa celebrado en Roma en 2004, bajo el lema “Pasión por Cristo, Pasión por la humanidad”.

Aunque todavía en sus inicios, la iniciativa de colaboración entre los religiosos de distintas denominaciones es el futuro en África. Y una realidad muy cuajada por ejemplo en Camerún y otros países en los que la Iglesia tiene mayor arraigo.

Este trabajo silencioso y constante de la Iglesia Católica se orienta a preparar una transición pacífica a la independencia de la región meridional, predominantemente cristiana.

Ha sido un largo proceso de decadas de guerra y conflictos que culminaron en el acuerdo de 9 de enero de 2005, por el que el Norte predominantemente musulmán y las autoridades de Jartum, en su mayoría árabes, en un país habitado mayoritariamente por población negra, cedían y firmaban un pacto.

El presidente Omar al-Bashir, atrincherado en el norte del país, no puede salir, debido una orden de busca y captura contra él por parte del Tribunal Internacional de La Haya. Fue emitida el 4 de marzo de 2009, por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad en la región de Darfur. Por primera vez, una corte internacional acusa a un mandatario en ejercicio.

Un grupo de líderes cristianos se entrevistaron con el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, el 11 de octubre, en Nueva York, como parte de un largo viaje de explicación de la situación crítica que vive Sudán.

Estos líderes temen que la consulta cree tensiones y lleve a un despertar del conflicto latente entre Sudán del Norte y la región semiautónoma del Sur. Una larga guerra, con interrupciones, que costó la vida de dos millones de personas y en la que siete millones más se vieron obligados a abandonar sus casas. El conflicto vió su final en la firma del Comprehensive Peace Agreement (Acuerdo Integral de Paz), en 2005.

La delegación de líderes cristianos incluye al arzobispo Daniel Deng Bul, de la Iglesia Anglicana; obispo emérito Paride Taban de Torit y el obispo auxiliar Daniel Adwok Kur de Jartum, de la Iglesia Católica; reverendo Ramadan Chan, secretario general del Consejo de Iglesias de Sudán; Sam Kobia, enviado ecuménico especial a Sudán, y representantes de Caritas Internacional y del Consejo Mundial de las Iglesias.

Según estos líderes cristianos, “la cancelación o el aplazamiento del referéndum, o un  simple indicio de que el resultado de la consulta pudiera ser ajeno a la voluntad del pueblo, no sería entendido por los ciudadanos y crearía un peligroso vacío que podría llenarse con violencia e incluso una eventual vuelta a la guerra”.

Funcionarios de la ONU aseguraron a la delegación que habrá representantes en cada condado de Sudán del Sur con el fin de hacer el seguimiento del refrendo electoral sobre la independencia.

Intento de asesinato

Mientras tanto, todos se preguntan quién intentó matar el pasado 10 de octubre al cardenal Gabriel Zubeir Wako, arzobispo de Jartum.

Durante la celebración de la Eucaristía, y ante unos 10.000 fieles, un hombre intentó apuñalar al cardenal, pero fue detenido y reducido por los presentes.

Según informa Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), el atentado al purpurado estaría conectado con una campaña de intimidación de grupos extremistas islámicos contrarios a la separación de la región semiautónoma del Sur.

El obispo Eduardo Hiiboro Kussala, de Tombura-Yambio, en Sudán del Sur, dijo a AIN que podría haber una posible conexión entre el atentado y un movimiento extremista.  Hiiboro hizo su declaración cuatro días después de que un hombre con una daga se acercara al cardenal, durante la eucaristía celebrada en Jartum, en la fiesta de san Daniel Comboni, patrón de Sudán.

El obispo afirmó: “Por supuesto, no sabemos si el hombre armado actuaba solo o si había otras personas involucradas pero sería muy posible que formara parte de una amplia campaña de intimidación contra la Iglesia”. Añadió que el atentado coincide con una creciente postura militante por parte del presidente de Sudán Omar al-Bashir.

Por su parte el obispo auxiliar católico de Jartum Daniel Adwok Marok Kur, que formaba parte de la delegación que visitó la ONU, dijo: “La tensión existe ya en el norte y en el sur. El norte no quiere la secesión del sur”.

También, el obispo emérito Paride Taban de Torit subrayó: “Hacemos también un llamamiento a nuestros hermanos y hermanas en el Señor para que nos acompañen con sus oraciones”.

Hace unos 30 años había un solo sacerdote en Jartum y ahora pasan de cien; con una treintena de parroquias y unos cien centros donde se celebra la eucaristía. De los 18 millones de habitantes de la archidiócesis, más de 900.000 son católicos.

La Iglesia local dirige el proyecto “Salvar a los que pueden ser salvados”, con 65 escuelas, mas de 33.000 alumnos y en torno a mil maestros. Su fin es ofrecer una educación adecuada a niños refugiados en Jartum y los procedentes del sur del país.

La Iglesia católica se afianza también en el norte en un contexto difícil, predominantemente musulmán y gobernado por autoridades de esta religión. En el norte y en el sur, los misioneros católicos trabajan por un proceso limpio, transparente, y de asunción de responsabilidades por parte de la ciudadanía.

Por Nieves San Martín

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Informe Especial


Derechos y deberes del Patriarca hacia la Sede Apostólica
Para conocer mejor las iglesias orientales
Por Hani Bakhoum Kiroulos

ROMA, lunes 18 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Durante la celebración de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Tierra Santa, seguimos ofreciendo a nuestros lectores un nuevo artículo de fondo para contribuir a un mejor conocimiento de las iglesias de Oriente, sus ritos, su liturgia y su vida eclesial. Escrito por el padre Hani Bakhoum Kiroulos, doctor en derecho canónico, fue publicado originalmente por la edición de ZENIT en árabe.

* * * * *

El can. 78 § 2 delimita la potestad del Patriarca dentro de los límites del territorio de la Iglesia Patriarcal, a menos que no conste diversamente por la naturaleza del caso, o por el derecho común o particular aprobado por el Romano Pontífice. El Patriarca puede ejercer su oficio fuera del territorio de la Iglesia Patriarcal en dos casos: si la naturaleza del caso lo exige o bien por dercho común o particular aprobado por el Romano Pontífice.

La cláusula insertada en el can. 78 § 2 “a menos que no conste de forma diversa... del drecho común o particular aprobado por el Romano Pontífice”; por una parte permite en el futuro el ejercicio válido de la potestad del Patriarca sobre sus propios fieles más allá de los confines del territorio por el bien de los mismos, y por otra mantiene la disciplina y el orden en la Iglesia Universal [1].

Dentro de los límites de su territorio corresponde al Patriarca garantizar el vínculo de comunión de la propia Iglesia con el Romano Pontífice [2]. De hecho toca al Patriarca notificar a los Obispos y a los demás destinatarios las disposiciones del Romano Pontífice que afectan a la Iglesia patriarcal. La legislación precedente imponía la obligación no sólo de notificar tales disposiciones, sino de cumplirlas [3].

Si surge una duda respecto a los límites del territorio patriarcal, o también si se trata de un cambio de los límites, corresponde solamente al Romano Pontífice dirimir de forma auténtica la duda, o emanar un decreto sobre el cambio de los límites.

Según el can. 92 § 1. corresponde al Patriarca manifestar la comunión jerárquica con el Romano Pontífice mediante la fidelidad, la obediencia y la veneración. El signo de esta comunión plena entre el Patriarca y el Romano Pontífice es la conmemoración del segundo por parte del primero, en la Divina Liturgia.

El Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, en el can. 92 § 3 invita al Patriarca a tener una relación frecuente con el Romano Pontífice, enviando un informa sobre el estado de la Iglesia que preside al año de su elección; después más veces cuando realiza la visita ad limina. Según el can. 208 § 2, es preferible que esta visita sea realizada por el Patriarca acompañado por los Obispo s de su Iglesia.

Además el Patriarca necesita del consentimiento de la Sede Apostólica para poder realizar algunos actos relacionados con su patriarcado. Estos actos son: estipular convenios con la autoridad civil, y enviar un Visitador para los propios fieles que se encuentran fuera del territorio patriarcal.

Para otros actos es suficiente que el Patriarca consulte a la Sede Apostólica. Estos actos son: erigir, circunscribir de forma distinta, unir, dividir, suprimir provincias y eparquías, cambiar su grado jerárquico y transferir la sede eparquial, y erigir órdenes religiosas y congregaciones.

Para otra serie de casos, en cambio, la nueva legislación concede al Patriarca la posibilidad de diferirlos al Romano Pontífice. Estos casos son: si por causa grave el Patriarca ha transferido al Metropolita, o a un obispo eparquial, o incluso titular y este último renuncia; las controversias que eventualmente surgiesen entre los obispos; si las adminociones del Patriarca hechas a algún obispo que se haya equivocado gravemente no son aceptadas y en el caso en que el obispo eparquial se ausente ilegítimamente más de seis mses de su propia eparquía, se difiera el asunto al Romano Pontífice.

Algunas decisiones y actos de la Iglesia patriarcal deben ser notificados por el Patriarca al Romano Pontífice. Estas decisiones son: transferir al Metropolita, o a un obispo eparquial, o titular; nombrar a un obispo auxiliar o titular que ayude al obispo eparquial; erigir, cambiar y suprimir exarcados; la ordenación episcopal y la entronización del nuevo Obispo; los actos relativos a las leyes y las decisiones tomadas por el Sínodo; en el caso en el que el sínodo permanente no pueda ser constituido; comunicar por parte del Administrador de la Iglesia patriarcal la vacancia de la sede patriarcal y la vacancia de la sede eparquial.

Finalmente el Patriarca puede presentar directamente la renuncia de su oficio al Romano Pontífice.



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1) Cfr. Nuntia, 29 (1989), 29- 30.

2) Cfr. D. SALACHAS, Lo “status sui iuris” delle Chiese Patriarcali nel Diritto Canonico Orientale, 590.

3) Cfr. M. P. CS can. 244 § 2.

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

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Mensaje a nuestros lectores


Intervenciones ante el Sínodo de los Obispos de Oriente Medio
Undécima congregación general y Relatio Post Disceptationem
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 18 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- En la sección de documentos de la página web de ZENIT es posible leer las intervenciones ante la undésima congregación general y la “Relatio post Disceptationem” del Sínodo de los Obispos de Oriente Medio que se han celebrado en la mañana del lunes 18 de octubre.

--Intervenciones ante la Undécima Congregación General del Sínodo

--Relatio post Disceptationem

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Documentación


Discurso del Papa tras un concierto en su honor
El pasado sábado por la tarde
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 18 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI pronunció la tarde del pasado sábado 16 de octubre, tras un Concierto en su honor, al que asistieron los Padres del Sínodo para Oriente Medio, en el Aula Pablo VI.

Se ejecutó la Misa de Requiem de Giuseppe Verdi, dirigida por Enoch zu Guttenberg e interpretada por el Coro de Neubeuern, por la orquesta KlangVerwaltung y por otros solistas.

* * * * *

Señores cardenales,

Venerados hermanos,

ilustres señores y señoras

Al término de una audición tan intensa, el ánimo querría permanecer en recogimiento, pero al mismo tiempo, siente la necesidad de manifestar su reconocimiento.

[En alemán]

Deseo dirigir mi cordial agradecimiento al maestro Enoch zu Guttenberg, por las sentidas palabras que me ha dirigido y por haber querido ofrecerme este concierto, junto con la esplçendida Orquesta Die KlangVerwaltung, con la Chorgemeinschaft Neubeuern y con la Familie der Freiherren von und zu Guttenberg. A él, que ha dirigido la ejecución, a los solistas, a cada uno de los miembros de la orquesta y del coro va mi grato aprecio. ¡Gracias de corazón!

[En italiano]

Estoy contento de saludar a los señores cardenales, a los prelados, especialmente a los Padres sinodales, las distinguidas Autoridades, y a todos vosotros – entre los cuales, los pobres asistidos por la Cártiras diocesana de Roma – que habéis podido gozar de esta excelente ejecución de la Misa de Requiem de Giuseppe Verdi. Él la compuso en 1873, por la muerte de Alessandro Manzoni, a quien admiraba y casi veneraba. En una carta se pregunta: “¿Qué podría deciros de Manzoni? ¿Cómo explicaros la sensación dulcísima, indefinible, nueva, producida en mi por la presencia de ese Santo, como vos lo llamáis?". En la mente del gran Compositor, esta obra debía ser el culmen y el momento final de su producción musical; no era solo el homenaje al gran escritor, sino también la respuesta a una exigencia artística, interior y espiritual, que la confrontación con la estatura humana y cristiana de Manzoni había suscitado en él.

Giuseppe Verdi consumió su existencia en escrutar el corazón del hombre; en sus obras sacó a la uz el drama de la condición humana: con la música, las historias representadas, los diversos personajes. Su teatro está lleno de infelices, de perseguidos, de víctimas. En muchas páginas de la Misa de Requiem resuena esta visión trágica de los destinos humanos: aquí tocamos la realidad ineluctable de la muerte y la cuestión fundamental del mundo trascendente, y Verdi, libre de los elementos de la escena, representa, sólo con las palabras de la Liturgia católica y con la musica, la gama de los sentimientos humanos ante el final de la vida: la angustia del hombre frente a su frágil naturaleza, el sentido de rebelión ante la muerte, el temor en el umbral de la eternidad. Esta música invita a reflexionar sobre las realidades últimas, con todos los estados de ánimo del corazón humano, en una serie de contrastes de formas, tonos, coloridos, en los que se alternan momentos dramáticos con momentos melódicos, marcados por la esperanza.

Giuseppe Verdi, que en una famosa carta al editor Ricordi, se definía “un poco ateo”, escribe esta Misa, que parece como una gran llamada al Padre Eterno, en el intento de superar el grito de desesperación ante la muerte, para volver a encontrar el anhelo de vida que se convierte en oración triste y silenciosa: "Libera me, Domine". El Requiem verdiano se abre, de hecho, con una frase en La menor, que parece casi descender hacia el silencio – pocos compases de los violonchelos, suavísimo, con sordina – y se concluye con la sumisa invocación al Señor "Libera me". Esta catedral musical se revela como descripción del drama espiritual del hombre ante Dios Omnipotente, del hombre que no puede eludir el eterno interrogante sobre su propia existencia.

Tras la Misa de Requiem, Verdi vivirá una especie de segunda “etapa compositiva", que concluirá nuevamente con musica religiosa, los Pezzi Sacri: un signo de la su inquietud espiritual, un signo que el anhelo hacia Dios está inscrito en el corazón del ser humano, para que nuestra esperanza descansa en el Señor. Qui Mariam absolvisti, et latronem exaudisti, mihi quoque spem dedisti, hemos escuchado: “Tu que perdonaste a María (Magdalena) y escuchaste al buen ladrón, también a mi me diste esperanza". El gran fresco musical de esta noche renueva en nosotros la certeza de las palabras de san Agustín: Inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te - Il nostro cuore è inquieto, finché non riposa in te (Confesiones, I, 1).

[En alemán]

Queridos amigos, una vez más debemos agradecer al Señor que nos ha dado un momento de verdadera belleza, capaz de elevar nuestro espíritu. ¡Y al mismo tiempo debemos dar las gracias a quienes se han hecho instrumento de la divina Providencia! Gracias una vez más, por tanto, al profesor Enoch zu Guttenberg, a los solistas, a la orquesta y al coro, y a cuantos de diversas formas han colaborado a la realización de esta hermosa velada. Que el Señor dé a todos su recompensa].

¡Gracias y buena velada!

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Discurso del Papa al nuevo embajador de El Salvador
Al presentar sus Cartas Credenciales
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 18 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy al nuevo embajador de El Salvador ante la Santa Sede, Manuel Roberto López Barrera, a quien recibió hoy en audiencia en el Palacio Apostólico para recibir sus Cartas Credenciales.

* * * * *

Señor Embajador:

1. Con sumo agrado le doy la bienvenida a este solemne acto de la presentación de las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de El Salvador ante la Santa Sede, y le agradezco los sentimientos de cordialidad que me ha expresado de parte del Gobierno y del amadísimo pueblo salvadoreño. Correspondo complacido a esta delicada atención y le ruego que tenga la bondad de hacer llegar mi deferente saludo al Señor Presidente de la República, Licenciado Mauricio Funes Cartagena, asegurándole que la Sede Apostólica contribuirá a afrontar el camino de diálogo y convivencia pacífica emprendido por las Autoridades de vuestro País, de forma que todo salvadoreño considere el suelo patrio como un auténtico hogar que lo acoge y le ofrece la posibilidad de vivir en él con serenidad. De este modo, el fortalecimiento de la concordia interna incrementará el bien de la Nación y contribuirá a que ésta siga teniendo un puesto de relieve en toda Centroamérica, donde es importante que existan voces que inviten al entendimiento mutuo y a la cooperación generosa, en aras del justo progreso y la estabilidad de la comunidad internacional.

2. Con la dedicación permanente de Vuestra Excelencia a la misión que hoy inicia, las Autoridades de vuestra Patria han querido enaltecer la Representación Diplomática de El Salvador ante la Santa Sede, en consonancia con el mayoritario sentir de vuestros conciudadanos, que profesan profunda veneración y filial devoción al Sucesor de San Pedro. Las dotes personales que adornan a Vuestra Excelencia, vuestra fe, así como vuestra vasta experiencia en variados campos de la docencia, la administración pública y la vida social, son la mejor garantía en vuestra labor de reforzar las fructuosas y fluidas relaciones que vuestro País mantiene con la Santa Sede desde hace tiempo.

3. Estos estrechos lazos que unen al pueblo fiel salvadoreño con la Cátedra del Príncipe de los Apóstoles manifiestan una tradición nobilísima y es imposible separarlos de la historia y las costumbres de esa bendita tierra, desde los días en que a ella llegaron los hijos de Santo Domingo y San Francisco. La fe católica cayó en ella en fértil surco e inspiró, desde el mismo nombre de esa Nación centroamericana hasta un sinfín de afamados monumentos artísticos, plasmándose también en fecundas iniciativas sanitarias, educativas y asistenciales, así como en las incontables virtudes personales, familiares y sociales que la condición cristiana lleva consigo. Ese patrimonio de valores fermentado con la levadura evangélica es una herencia que los salvadoreños han recibido como timbre de gloria, un caudal de sabiduría que han de nutrir para consolidar recta y ordenadamente el presente, y del que se pueden extraer suficientes energías morales con vistas a proyectar un futuro luminoso.

4. La Iglesia en El Salvador, desde su competencia específica, con independencia y libertad, trata de servir a la promoción del bien común en todas sus dimensiones y al fomento de aquellas condiciones que consientan en los hombres y mujeres el desarrollo integral de sus personas, impregnando para ello el contexto social con la luz que promana de su vocación renovadora en medio del mundo. Evangelizando y dando testimonio de amor a Dios y a todo hombre sin excepción alguna, se convierte en elemento eficaz para la erradicación de la pobreza y en acicate vigoroso para luchar contra la violencia, la impunidad y el narcotráfico, que tantos estragos están causando, sobre todo entre los jóvenes. Al contribuir en la medida de sus posibilidades al cuidado de los enfermos y ancianos, o a la reconstrucción de las regiones devastadas por las catástrofes naturales, quiere seguir el ejemplo de su Divino Fundador, que no le permite permanecer ajena a las aspiraciones y dinamismos del ser humano, ni mirar con indiferencia cuando se debilitan exigencias tan primordiales como la equitativa distribución de la riqueza, la honradez en el desempeño de las funciones públicas o la independencia de los tribunales de justicia. Tampoco deja de sentirse interpelada la comunidad eclesial cuando a muchos falta una vivienda digna o no tienen un empleo que les procure su realización personal y el mantenimiento de sus familias, viéndose obligados a emigrar fuera de la Patria. De igual manera, sería extraño que los discípulos de Cristo fueran neutrales ante la presencia agresiva de las sectas, que aparecen como una fácil y cómoda respuesta religiosa, pero que, en realidad, socavan la cultura y hábitos que, desde hace siglos, han conformado la identidad salvadoreña, oscureciendo también la belleza del mensaje evangélico y resquebrajando la unidad de los fieles en torno a sus Pastores. En cambio, la labor materna de la Iglesia en su afán constante de defender la inviolable dignidad de la vida humana desde su concepción a su ocaso natural –tal como lo proclama también la Constitución del País-, el valor de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, y el derecho de los padres a educar a su prole según sus propias convicciones morales y espirituales, crea un clima en donde el verdadero espíritu religioso se funde con el denuedo por alcanzar metas cada vez más altas de bienestar y progreso, abriendo a la Nación a un dilatado horizonte de esperanzas.

5. Es consolador ver el esfuerzo de vuestro País en la edificación de una sociedad cada vez más armónica y solidaria, avanzando por la senda despejada de aquellos Acuerdos que se firmaron en 1992, y que dieron por concluida la larga lucha intestina que vivió El Salvador, tierra de ingentes riquezas naturales que hablan con elocuencia de Dios y que hay que conservar y proteger encarecidamente para legarlas en toda su lozanía a las nuevas generaciones. Gran alegría hallará el pueblo salvadoreño, de espíritu sacrificado y laborioso, si el proceso de paz se ve cotidianamente confirmado y se potencian las decisiones tendentes a favorecer la seguridad ciudadana. A este respecto, pido al Omnipotente con ferviente confianza que a vuestros compatriotas se les brinde la ayuda que sea menester para renunciar definitivamente a cuanto provoca enfrentamientos, reemplazando las enemistades por la mutua comprensión y por la salvaguarda de la incolumidad de las personas y sus haberes. Para lograr estos bienes, es preciso que se convenzan de que la violencia nada consigue y todo empeora, pues es una vía sin salida, un mal detestable e inadmisible, una fascinación que embauca a la persona y la llena de indignidad. La paz, por el contrario, es el anhelo que tiene todo hombre que se precie de este nombre. Como don del Divino Salvador, es también una tarea a la que todos han de cooperar sin vacilación, encontrando para ello en el Estado un firme valedor a través de disposiciones jurídicas, económicas y sociales pertinentes, así como de unas adecuadas Fuerzas y Cuerpos de Policía y Seguridad, que velen en el marco de la legalidad por el bienestar de la población. En este camino de superación, hallarán siempre la mano tendida de los hijos de la Iglesia, a los que exhorto vivamente, para que, con su testimonio de discípulos y misioneros de Cristo, se identifiquen cada día más con Él y le supliquen que haga de todo salvadoreño un artífice de reconciliación.

6. A Nuestra Señora de la Paz, celestial Patrona de El Salvador, encomiendo las preocupaciones y desafíos de orden personal, familiar y público de vuestros connacionales. Que Ella también os asista y custodie, Señor Embajador, en la alta responsabilidad que ahora comenzáis y en la que siempre contaréis con la diligente solicitud de mis colaboradores. A la vez que invoco su materno amparo sobre Vuestra Excelencia, su egregia familia y el personal de esa Misión Diplomática, imploro copiosas bendiciones del Todopoderoso para la República de El Salvador.

[©Libreria Editrice Vaticana]

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Discurso del Papa al nuevo embajador de Colombia
Al presentar sus Cartas Credenciales
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 18 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy al nuevo embajador de Colombia ante la Santa Sede, César Mauricio Velásquez Ossa, a quien recibió en audiencia con motivon de la presentación de sus Cartas Credenciales.

* * * * *

Señor Embajador:

1. Al presentar las Cartas Credenciales que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Colombia ante la Santa Sede, con profunda complacencia le doy mi cordial bienvenida y, reiterando el vivo afecto que profeso a los amados hijos de Vuestra Patria, le deseo un fecundo servicio en el desempeño de la misión que su Gobierno le ha encomendado. Agradezco también las palabras que me ha dirigido, así como los sentimientos que me ha expresado de parte del Señor Presidente de la República, Doctor Juan Manuel Santos Calderón, que ha asumido recientemente la alta responsabilidad de conducir esa amada Nación por las sendas del progreso en la justicia, al amparo del respeto absoluto a los derechos básicos de la persona y en marcha constante hacia metas cada vez más nobles y altas, tanto humanas como espirituales. Le ruego que tenga a bien hacerle llegar mis mejores votos de paz y bienestar, así como la seguridad de mi oración para el fructuoso ejercicio de tan importante labor.

2. La presencia de Vuestra Excelencia y sus gentiles palabras me traen de nuevo el afecto y la devoción de un pueblo reconocido por sus acendradas virtudes humanas y cristianas, sus hondas raíces católicas y que, aun en medio de arduas situaciones de diverso orden, ha sabido mantener su fe en Dios y su firme voluntad de cultivar y practicar los valores del Evangelio, fuente inagotable de energía e inspiración para comprometerse con las más nobles causas.

3. Señor Embajador, comienza su delicado cometido ante la Santa Sede en un momento de particular trascendencia para Colombia. En efecto, en este año tiene lugar la conmemoración del Bicentenario del inicio del proceso que llevó a la Independencia y a la constitución de la República. Estoy seguro de que este significativo aniversario será una ocasión singular para acoger las lecciones que la historia proporciona, intensificar las iniciativas y medidas que consoliden la seguridad, la paz, la concordia y el desarrollo integral de todos sus ciudadanos y mirar con serenidad e ilusión el futuro que se avecina. En este camino, es de fundamental importancia el concurso de todos, de modo que los más profundos anhelos y proyectos del pueblo colombiano se vayan haciendo cada vez más una feliz y esperanzadora realidad.

4. No sólo durante estos dos siglos, sino también desde los albores de la llegada de los españoles a América, la Iglesia católica ha estado presente en cada una de las etapas del devenir histórico de vuestro País, desempeñando siempre un papel primordial y decisivo. En efecto, el abnegado trabajo de tantos obispos, presbíteros, religiosos y laicos ha dejado huellas imborrables en los más variados ámbitos del acontecer de vuestra Patria, tales como la cultura, el arte, la salud, la convivencia social y la construcción de la paz. Se trata de un patrimonio espiritual que ha germinado a lo largo de los años y en todos los rincones de Colombia en innumerables y fructíferas realizaciones humanas, espirituales y materiales. Estos esfuerzos, no exentos de sacrificios y adversidades, no pueden ser ignorados. Vale la pena salvaguardarlos como valiosa herencia y potenciarlos como una propuesta benéfica para toda la Nación. A este respecto, y fiel al encargo recibido del Señor, la Iglesia, en este contexto del Bicentenario, seguirá ofreciendo lo mejor de sí misma al pueblo colombiano, siendo solidaria con sus aspiraciones de superación y ayudando a todos desde la misión que le es propia. En este sentido, en el Mensaje que dirigí, el 30 de junio de 2008, a la Conferencia Episcopal de Colombia, con motivo del Centenario de su fundación, tuve la oportunidad de apremiar a los Obispos para que, con clarividencia y recogiendo el testimonio elocuente del celo apostólico de los Pastores que los precedieron, continuaran «respondiendo con solícita entrega, fe firme y renovado ardor a los retos que se presentan a la Iglesia en su patria», sirviendo «con entusiasmo a todos, especialmente a los más desfavorecidos, llevándoles un mensaje de paz, de justicia y de reconciliación»

.En esta apasionante tarea, la Iglesia en Colombia no exige privilegio alguno. Sólo anhela poder servir a los fieles y a todos aquellos que le abran las puertas de su corazón, con la mano tendida y siempre dispuesta a fortalecer todo lo que promueva la educación de las nuevas generaciones, el cuidado de los enfermos y ancianos, el respeto a los pueblos indígenas y sus legítimas tradiciones, la erradicación de la pobreza, el narcotráfico y la corrupción, la atención a los presos, desplazados, emigrantes y trabajadores, así como la asistencia a las familias necesitadas. Se trata, en definitiva, de continuar prestando una leal colaboración para el crecimiento integral de las comunidades en las que los pastores, religiosos y fieles ejercen su servicio, movidos únicamente por las exigencias que brotan de su ordenación sacerdotal, de su consagración religiosa o de su vocación cristiana.

5. En este marco de mutua cooperación y cordiales relaciones entre la Santa Sede y la República de Colombia, que en este año cumplen su 165 aniversario, deseo manifestar nuevamente el interés que la Iglesia tiene por tutelar y fomentar la inviolable dignidad de la persona humana, para lo cual es esencial que el ordenamiento jurídico respete la ley natural en áreas tan esenciales como la salvaguarda de la vida humana, desde su concepción hasta su término natural; el derecho a nacer y a vivir en una familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer o el derecho de los padres a que sus hijos reciban una educación acorde con sus propios criterios morales o creencias. Todos ellos son pilares insustituibles en la edificación de una sociedad verdaderamente digna del hombre y de los valores que le son consustanciales.

6. En este solemne encuentro con Vuestra Excelencia, quiero manifestar igualmente mi cercanía espiritual y asegurar mis oraciones por quienes en Colombia han sido injusta y cruelmente privados de libertad. Rezo también por sus familiares y, en general, por las víctimas de la violencia en todas sus formas, suplicando a Dios que se ponga de una vez fin a tanto sufrimiento, y que todos los colombianos puedan vivir reconciliados y en paz en esa bendita tierra, tan colmada de recursos naturales, de hermosos valles y encumbradas montañas, con caudalosos ríos y pintorescos paisajes, que es preciso preservar como magnífico don del Creador.

7. Señor Embajador, al concluir mis palabras, le reitero mis mejores auspicios en la misión que hoy emprende, en la cual hallará continuamente la acogida y el apoyo de mis colaboradores. A la vez que invoco la materna intercesión de Nuestra Señora de Chiquinquirá sobre Vuestra Excelencia y los miembros de esa Misión Diplomática, sobre el Gobierno y el amado pueblo colombiano, pido al Todopoderoso que Vuestra Patria ocupe un lugar de vanguardia en el servicio al bien común y la fraternidad entre todos los hombres, y que aliente a los colombianos a transitar sin vacilación por los caminos del entendimiento recíproco y la solidaridad.

[©Libreria Editrice Vaticana]

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Mensaje del Papa a los seminaristas
“El sacerdocio católico sí tiene futuro”
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 18 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la Carta que el Papa Benedicto XVI ha dirigido a los seminaristas de todo el mundo, con motivo de la Clausura del Año Sacerdotal, y cuyo contenido ha hecho público hoy la Santa Sede.

* * * * *



 

Queridos seminaristas:

En diciembre de 1944, cuando me llamaron al servicio militar, el comandante de la compañía nos preguntó a cada uno qué queríamos ser en el futuro. Respondí que quería ser sacerdote católico. E subteniente replicó: Entonces tiene usted que buscarse otra cosa. En la nueva Alemania ya no hay necesidad de curas. Yo sabía que esta "nueva Alemania" estaba llegando a su fin y, que después de las devastaciones tan enormes que aquella locura había traído al País, habría más que nunca necesidad de sacerdotes. Hoy la situación es completamente distinta. Pero también ahora hay mucha gente que, de una u otra forma, piensa que el sacerdocio católico no es una "profesión" con futuro, sino que pertenece más bien al pasado. Vosotros, queridos amigos, habéis decidido entrar en el seminario y, por tanto, os habéis puesto en camino hacia el ministerio sacerdotal en la Iglesia católica, en contra de estas objeciones y opiniones. Habéis hecho bien. Porque los hombres, también en la época del dominio tecnológico del mundo y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender con Él y por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios de una humanidad verdadera. Donde el hombre ya no percibe a Dios, la vida se queda vacía; todo es insuficiente. El hombre busca después refugio en el alcohol o en la violencia, que cada vez amenaza más a la juventud. Dios está vivo. Nos ha creado y, por tanto, nos conoce a todos. Es tan grande que tiene tiempo para nuestras pequeñas cosas: "Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados". Dios está vivo, y necesita hombres que vivan para Él y que lo lleven a los demás. Sí, tiene sentido ser sacerdote: el mundo, mientras exista, necesita sacerdotes y pastores, hoy, mañana y siempre.

El seminario es una comunidad en camino hacia el servicio sacerdotal. Con esto, ya he dicho algo muy importante: no se llega a ser sacerdote solo. Hace falta la "comunidad de discípulos", el grupo de los que quieren servir a la Iglesia de todos. Con esta carta quisiera poner de relieve -mirando también hacia atrás, a mis días en el seminario- algunos elementos importantes para estos años en los que os encontráis en camino.

1. Quien quiera ser sacerdote debe ser sobre todo un "hombre de Dios", como lo describe san Pablo (1 Tm 6,11). Para nosotros, Dios no es una hipótesis lejana, no es un desconocido que se ha retirado después del "big bang". Dios se ha manifestado en Jesucristo. En el rostro de Jesucristo vemos el rostro de Dios. En sus palabras escuchamos al mismo Dios que nos habla. Por eso, lo más importante en el camino hacia el sacerdocio, y durante toda la vida sacerdotal, es la relación personal con Dios en Jesucristo. El sacerdote no es el administrador de una asociación, que intenta mantenerla e incrementar el número de sus miembros. Es el mensajero de Dios entre los hombres. Quiere llevarlos a Dios, y que así crezca la comunión entre ellos. Por esto, queridos amigos, es tan importante que aprendáis a vivir en contacto permanente con Dios. Cuando el Señor dice: "Orad en todo momento", lógicamente no nos está pidiendo que recitemos continuamente oraciones, sino que nunca perdamos el trato interior con Dios. Ejercitarse en este trato es el sentido de nuestra oración. Por esto es importante que el día se inicie y concluya con la oración. Que escuchemos a Dios en la lectura de la Escritura. Que le contemos nuestros deseos y esperanzas, nuestras alegrías y sufrimientos, nuestros errores y nuestra gratitud por todo lo bueno y bello, y que de esta manera esté siempre ante nuestros ojos como punto de referencia en nuestra vida. Así nos hacemos más sensibles a nuestros errores y aprendemos a esforzarnos por mejorar; pero, además, nos hacemos más sensibles a todo lo hermoso y bueno que recibimos cada día como si fuera algo obvio, y crece nuestra gratitud. Y con la gratitud aumenta la alegría porque Dios está cerca de nosotros y podemos servirlo.

2. Para nosotros, Dios no es sólo una palabra. En los sacramentos, Él se nos da en persona, a través de realidades corporales. La Eucaristía es el centro de nuestra relación con Dios y de la configuración de nuestra vida. Celebrarla con participación interior y encontrar de esta manera a Cristo en persona, debe ser el centro de cada una de nuestras jornadas. San Cipriano ha interpretado la petición del Evangelio: "Danos hoy nuestro pan de cada día", diciendo, entre otras cosas, que "nuestro" pan, el pan que como cristianos recibimos en la Iglesia, es el mismo Señor Sacramentado. En la petición del Padrenuestro pedimos, por tanto, que Él nos dé cada día este pan "nuestro"; que éste sea siempre el alimento de nuestra vida. Que Cristo resucitado, que se nos da en la Eucaristía, modele de verdad toda nuestra vida con el esplendor de su amor divino. Para celebrar bien la Eucaristía, es necesario también que aprendamos a conocer, entender y amar la liturgia de la Iglesia en su expresión concreta. En la liturgia rezamos con los fieles de todos los tiempos: pasado, presente y futuro se suman a un único y gran coro de oración. Por mi experiencia personal puedo afirmar que es entusiasmante aprender a entender poco a poco cómo todo esto ha ido creciendo, cuánta experiencia de fe hay en la estructura de la liturgia de la Misa, cuántas generaciones con su oración la han ido formando.

3. También es importante el sacramento de la Penitencia. Me enseña a mirarme con los ojos de Dios, y me obliga a ser honesto conmigo mismo. Me lleva a la humildad. El Cura de Ars dijo en una ocasión: Pensáis que no tiene sentido recibir la absolución hoy, sabiendo que mañana cometeréis nuevamente los mismos pecados. Pero -nos dice- Dios mismo olvida en ese momento los pecados de mañana, para daros su gracia hoy. Aunque tengamos que combatir continuamente los mismos errores, es importante luchar contra el ofuscamiento del alma y la indiferencia que se resigna ante el hecho de que somos así. Es importante mantenerse en camino, sin ser escrupulosos, teniendo conciencia agradecida de que Dios siempre está dispuesto al perdón. Pero también sin la indiferencia, que nos hace abandonar la lucha por la santidad y la superación. Cuando recibo el perdón, aprendo también a perdonar a los demás. Reconociendo mi miseria, llego también a ser más tolerante y comprensivo con las debilidades del prójimo.

4. Sabed apreciar también la piedad popular, que es diferente en las diversas culturas, pero que a fin de cuentas es también muy parecida, pues el corazón del hombre después de todo es el mismo. Es cierto que la piedad popular puede derivar hacia lo irracional y quizás también quedarse en lo externo. Sin embargo, excluirla es completamente erróneo. A través de ella, la fe ha entrado en el corazón de los hombres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común. Por eso, la piedad popular es un gran patrimonio de la Iglesia. La fe se ha hecho carne y sangre. Ciertamente, la piedad popular tiene siempre que purificarse y apuntar al centro, pero merece todo nuestro aprecio, y hace que nosotros mismos nos integremos plenamente en el "Pueblo de Dios".

5. El tiempo en el seminario es también, y sobre todo, tiempo de estudio. La fe cristiana tiene una dimensión racional e intelectual esencial. Sin esta dimensión no sería ella misma. Pablo habla de un "modelo de doctrina", a la que fuimos entregados en el bautismo (Rm 6,17). Todos conocéis las palabras de san Pedro, consideradas por los teólogos medievales como justificación de una teología racional y elaborada científicamente: "Estad siempre prontos para dar razón (logos) de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere" (1 P 3,15). Una de las tareas principales de los años de seminario es capacitaros para dar dichas razones. Os ruego encarecidamente: Estudiad con tesón. Aprovechad los años de estudio. No os arrepentiréis. Es verdad que a veces las materias de estudio parecen muy lejanas de la vida cristiana real y de la atención pastoral. Sin embargo, es un gran error plantear de entrada la cuestión en clave pragmática: ¿Me servirá esto para el futuro? ¿Me será de utilidad práctica, pastoral? Desde luego no se trata solamente de aprender las cosas meramente prácticas, sino de conocer y comprender la estructura interna de la fe en su totalidad, de manera que se convierta en una respuesta a las preguntas de los hombres, que aunque aparentemente cambian en cada generación, en el fondo son las mismas. Por eso, es importante ir más allá de las cuestiones coyunturales para captar cuáles son precisamente las verdaderas preguntas y poder entender también así las respuestas como auténticas repuestas. Es importante conocer a fondo la Sagrada Escritura en su totalidad, en su unidad entre Antiguo y Nuevo Testamento: la formación de los textos, su peculiaridad literaria, la composición gradual de los mismos hasta formar el canon de los libros sagrados, la unidad de su dinámica interna que no se aprecia a primera vista, pero que es la única que da sentido pleno a cada uno de los textos. Es importante conocer a los Padres y los grandes Concilios, en los que la Iglesia ha asimilado, reflexionando y creyendo, las afirmaciones esenciales de la Escritura. Podría continuar en este sentido: llamamos dogmática a la comprensión de cada uno de los contenidos de la fe en su unidad, o mejor, en su simplicidad última: cada detalle particular, en definitiva, desarrolla la fe en el único Dios, que se manifestó y que sigue manifestándose. No es necesario que diga expresamente lo necesario que es estudiar las cuestiones esenciales de la teología moral y de la doctrina social de la Iglesia. Es evidente la importancia que tiene hoy la teología ecuménica, conocer las diversas comunidades cristianas; es igualmente necesario una orientación fundamental sobre las grandes religiones y, sobre todo, la filosofía: la comprensión de la búsqueda y de las preguntas del hombre, a las que la fe quiere dar respuesta. Pero también aprended a comprender y -me atrevo a decir- a valorar el derecho canónico por su necesidad intrínseca y por su aplicación práctica: una sociedad sin derecho sería una sociedad carente de derechos. El derecho es una condición del amor. Prefiero no continuar enumerando más cosas, pero sí deseo deciros una vez más: amad el estudio de la teología y continuadlo con especial sensibilidad, para anclar la teología en la comunidad viva de la Iglesia que, con su autoridad, no es un polo opuesto a la ciencia teológica, sino su presupuesto. Sin la Iglesia que cree, la teología deja de ser ella misma y se convierte en un conjunto de disciplinas diversas sin unidad interior.

6. Los años de seminario deben ser también un periodo de maduración humana. Para el sacerdote, que deberá acompañar a otros en el camino de la vida y hasta el momento de la muerte, es importante que haya conseguido un equilibrio justo entre corazón y mente, razón y sentimiento, cuerpo y alma, y que sea humanamente "íntegro". La tradición cristiana siempre ha unido las "virtudes teologales" con las "virtudes cardinales", que brotan de la experiencia humana y de la filosofía, y ha tenido en cuenta la sana tradición ética de la humanidad. Pablo dice a los Filipenses de manera muy clara: "Finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta" (4,8). En este contexto, se sitúa también la integración de la sexualidad en el conjunto de la personalidad. La sexualidad es un don del Creador, pero también una tarea que tiene que ver con el desarrollo del ser humano. Cuando no se integra en la persona, la sexualidad se convierte en algo banal y destructivo. En nuestra sociedad actual se ven muchos ejemplos de esto. Recientemente, hemos constatado con gran dolor que algunos sacerdotes han desfigurado su ministerio al abusar sexualmente de niños y jóvenes. En lugar de llevar a las personas a una madurez humana y ser un ejemplo para ellos, han provocado con sus abusos un daño que nos causa profundo dolor y disgusto. Debido a todo esto, muchos podrán preguntarse, quizás también vosotros, si vale la pena ser sacerdote; si es sensato encaminar la vida por el celibato. Sin embargo, estos abusos, que son absolutamente reprobables, no pueden desacreditar la misión sacerdotal, que conserva toda su grandeza y dignidad. Gracias a Dios, todos conocemos sacerdotes convincentes, forjados por su fe, que dan testimonio de cómo en este estado, en la vida celibataria, se puede vivir una humanidad auténtica, pura y madura. Pero lo que ha ocurrido, nos debe hacer más vigilantes y atentos, examinándonos cuidadosamente a nosotros mismos, delante de Dios, en el camino hacia el sacerdocio, para ver si es ésta su voluntad para mí. Es tarea de los confesores y de vuestros superiores acompañaros y ayudaros en este proceso de discernimiento. Un elemento esencial de vuestro camino es practicar las virtudes humanas fundamentales, con la mirada puesta en Dios manifestado en Cristo, dejándonos purificar por Él continuamente.

7. En la actualidad, los comienzos de la vocación sacerdotal son más variados y diversos que en el pasado. Con frecuencia, se toma la decisión por el sacerdocio en el ejercicio de alguna profesión secular. A menudo, surge en las comunidades, especialmente en los movimientos, que propician un encuentro comunitario con Cristo y con su Iglesia, una experiencia espiritual y la alegría en el servicio de la fe. La decisión también madura en encuentros totalmente personales con la grandeza y la miseria del ser humano. De este modo, los candidatos al sacerdocio proceden con frecuencia de ámbitos espirituales completamente diversos. Puede que sea difícil reconocer los elementos comunes del futuro enviado y de su itinerario espiritual. Precisamente, por eso, el seminario es importante como comunidad en camino por encima de las diversas formas de espiritualidad. Los movimientos son una cosa magnífica. Sabéis bien cuánto los aprecio y quiero como don del Espíritu Santo a la Iglesia. Sin embargo, se han de valorar según su apertura a la común realidad católica, a la vida de la única y común Iglesia de Cristo, que en su diversidad es, en definitiva, una sola. El seminario es el periodo en el que uno aprende con los otros y de los otros. En la convivencia, quizás a veces difícil, debéis asimilar la generosidad y la tolerancia, no simplemente soportándoos mutuamente, sino enriqueciéndoos unos a otros, de modo que cada uno pueda aportar sus cualidades particulares al conjunto, mientras todos servís a la misma Iglesia, al mismo Señor. Ser escuela de tolerancia, más aún, de aceptarse y comprenderse en la unidad del Cuerpo de Cristo, es otro elemento importante de los años de seminario.

Queridos seminaristas, con estas líneas he querido mostraros lo mucho que pienso en vosotros, especialmente en estos tiempos difíciles, y lo cerca que os tengo en la oración. Rezad también por mí, para que pueda desempeñar bien mi servicio, hasta que el Señor quiera. Confío vuestro camino de preparación al sacerdocio a la maternal protección de María Santísima, cuya casa fue escuela de bien y de gracia. A todos os bendiga Dios omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Vaticano, 18 de octubre de 2010, Fiesta de San Lucas, evangelista.

Vuestro en el Señor

BENEDICTUS PP. XVI

[©Libreria Editrice Vaticana]

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