16.10.10

Norberto: Había estado (VI)

A las 10:11 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

“Había estado” (VI)

Escrito por Norberto.

Para Mohse y Judith, el adelanto en la llegada de los visitantes les supuso, contrariamente a lo que sucede de ordinario, un alivio, Judith estaba contrariada, pues la casa estaba un poco más desordenada de lo acostumbrado, y, esperaban visita, llegaron de mañana y les esperaban al atardecer o a la mañana siguiente, y Mohse, por su parte estaba preocupado, dudando si podría cumplir los encargos para el Shavuot: los primos se pusieron manos a la obra, Mohse con la ayuda de Eulogio, preparó el despiece y pesó, cuidadosamente, cada encargo, Ana y Judith limpiaron y recogieron, volviendo todo a su ser, tal como Judith quería tener su casa.

El día siguiente a la llegada, quinto yôm de la semana, fue un día de calma y sosiego, muy familiar, los recién llegados visitaron a los parientes que, aún, conservaban en Jerusalén, les llevaron un presente, entregado en cada casa, y les presentaron los mejores deseos de Shalom en nombre de Isaac ben Simón.

Realizadas las visitas, Ana se puso a disposición de Judith, para las tareas domésticas, Judith la calmó, pues había poca faena, así pues, tras el almuerzo y una breve siesta ambas se pusieron a conversar, pues una estaba ávida de noticias, Judith, y, la otra estaba deseosa de contar, Ana; estaban solas, pues Mohse había salido a repartir encargos con la ayuda de Eulogio, tardarían en volver pues en recompensa le llevaría de paseo por todo Jerusalén y alrededores, salvo el monte Calvario, Eulogio no sabía esto, lo supo tiempo después.

Ana le contó, tras la puesta al día de noticias de la familia, de cómo era su esposo, de cómo estaban sus padres, de cómo le iba a Eliecer; ambas rieron de buena gana, cuando le contó algunas anécdotas de la boda, cuando la carcajada resonó, el gato de la casa, que sesteaba rezongando bajo la silla de su ama, levantó la cabeza y las miró, sorprendido de tal sonido.

El motivo era que la familia de Ambrósyos, en el día citado, y cuando parecía que todo iba concluyendo, tomó la iniciativa, ocupó el centro del comedor, apartó las mesas, excepto una, repartió un brebaje – cerevisia - que llevaban en un barril sirviéndolo en las copas que antes contenían vino, y, ante las miradas de todos, empezaron a danzar acompañados de dos tambores y un violín de tres cuerdas, una de las parejas se subió a la mesa, los judíos horrorizados.

Los sones eran agudos, aunque con el estruendo tamboril, imponían respeto, al principio, el ritmo era lento, aunque alegre, los danzantes, ora por sexos, ora en parejas se movían en gráciles movimientos giratorios, sin dejar de taconear, pero tras una pausa para reponer cerevisia, la vuelta a la danza ya no era a ritmo allegro, sino molto allegro, no conformándose con tal tempo subieron la velocidad hasta acabar en prestissimo. Invitaron a los asistentes judíos para que se incorporaran y, claro, con sus largas túnicas no daban abasto, alguno acabó en el suelo al pisarse los bordes, un varón sacó a bailar a Ana, que recogiéndose el velo nupcial cumplió con creces, una mujer, la hermana menor emparejó con Ambrósyos, y, claro está, más que cumplió, algunos aprovecharon la segunda pausa para, cortésmente, despedirse, en parte cansados en parte asustados; en fin que la cerevisia hizo su trabajo dando más que quitando energía, los novios, entusiasmados danzantes, recibían los vítores gálatas, y la fiesta se prolongó hasta el amanecer, con pícara mirada, Judith le guiñó el ojo derecho, y Ana por toda respuesta asintió, rieron de buena gana.

Era momento de confidencias, y aunque les separaban diez años, en edad, la complicidad pronto se hizo patente entre ambas mujeres, tras las risas se hizo un silencio, Judith adoptó un rictus de preocupación, pero su mirada no era triste, solo el gesto, un tanto serio, puso en aviso la atención de Ana:

- Ana, han pasado cosas terribles, en este último año, apenas han pasado 50 días desde la crucifixión de tres hombres, uno de ellos, Ioshua Nátzrat (Nazareth). Mira, yo soy de Hammat (Emaús), pero tu familia procede de allí, este Ioshua , cuando vino, a los 12 años, con los suyos a la Pesaj, se alojó, como siempre que venían sus padres Iosef y Myriam, en casa de tu padre, pues el abuelo de la madre era primo segundo de tu abuelo Simón. Él tenía seguidores, y estuvieron cenando en la casa de tu abuelo, la víspera de la última Pesaj, después salieron a Gath-Šmânê (Getsemaní), y fue arrestado, y, después de una gran flagelación, un juicio inicuo y mucho, mucho sufrimiento, infligido por los soldados, fue crucificado. Su madre estaba presente, y ahora que te veo, sus ojos me recuerdan a los tuyos, será de familia, cuéntaselo a tu padre Isaac cuando vuelvas, pues conoció a Ioshua de niño.

- ¿Por qué me cuentas esto, hay algo más?, no conocía, de la noticia, más de lo que comentaban algunos marineros en Seleucia,y, que algunos arrieros y carreros llevaron a Antioquía, que hubo crucifixiones, pero esto me da un vuelco en el corazón, pues se trataba de un pariente.

Judith, bajó la cabeza y la mirada se dirigió al suelo como buscando fuerzas, el gato se sobresaltó y clavó los ojos en su ama esperando algo, Ana la miró con una mezcla de curiosidad, temor y algo de expectación, se sorprendió de tener esos sentimientos frente a una noticia triste, pero es que Judith lo había contado de un modo…singular. Judith, tras ese instante que pareció largo, pero que apenas duró el canto de un gallo, alzó la vista, tomó la mano de Ana y le dijo con un brillo en la mirada, a la vez triste y esperanzado:

- Mohse y yo somos de los suyos, pasado mañana nos encontraremos con ellos en la “esquina de los nazarenos”, no sé si vendrán todos o algunos, nos encargamos de llevarles alimentos el primer yôm de la semana, ésta ha tocado. Lo que predicó Ioshua nos ha tocado el corazón, y, sí creemos, firmemente que era el Maschíaj (Mesías) que esperábamos.

Ana sintió un sudor frío en la espalda, le habían contado todo acerca del Maschíaj, pero nunca pensó que podría ser pariente según la sangre, y, además vivir tan de cerca esta situación, tan próxima a unos acontecimientos estremecedores, por una parte, y, sin embargo, formando parte de la redención prometida, ella conocía los cantos del siervo de Yahvé: ¿Ioshua bar Iosef?.

Norberto.