17.10.10

biblia

Lucas 18, 1-8: Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan.

1 Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer.
2 «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres.
3 Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: “¡Hazme justicia contra mi adversario!”
4 Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, 5 como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme."»
6 Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; 7 y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar?
8 Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?»

COMENTARIO

Parusía y fe

Cuando Jesús hablaba a aquellos que le seguían o, en todo caso, a los que escuchaban, trataba de que comprendieran algo que era esencial: Dios ha de hacer justicia.

Pero además, como no sabían cuando iba a volver el Hijo de Dios era necesario estar preparado para tal momento y, además, obligado.

Y todo esto tenía, tiene, una relación directa con la fe.

La fe ha de confirmarnos en la creencia según la cual Dios no sólo sabe lo que hacemos sino que, por eso mismo, juzgará lo que hacemos. Y tal juicio bien sabemos cuándo será: “Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos”, decimos en el Credo refiriéndonos a Jesús que está junto al Padre Todopoderoso.

Sabemos, por lo tanto, que Jesús ha de volver. Sin embargo, no sabemos cuándo y, por eso mismo, hemos de estar preparados espiritualmente.

Ante tal situación es fácil que cualquiera pueda desanimarse. Pero, para evitar tal tentación Santiago nos dice (5, 7-8) “Por lo tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. He Aquí, el labrador espera el precioso fruto de la tierra, Aguardándolo con paciencia hasta que reciba las lluvias tempranas y tardías. Tened también vosotros paciencia; afirmad vuestros corazones, porque la venida del Señor Está cerca.

Y, por eso mismo, mantener una fe firme, fiel y rocosa ante las tentaciones del Maligno y sus secuaces ha de ser, para nosotros, instrumento útil que, puesto en manos del creyente, nos afirmará en nuestras raíces cristianas.

Como ejemplo tenemos a los apóstoles que, ante las tribulaciones por las que pasaban (totalmente asumidas tras la Resurrección) pusieron sobre la mesa la realidad espiritual confirmada por Cristo: iba a volver. Y tal esperanza no podemos abandonarla porque quienes se les aparecieron a los que veían la Ascensión a los cielos del Maestro ya dejaron dicho que “Este Jesús, quien fue tomado de vosotros arriba al cielo, Vendrá de la misma manera como le habéis visto ir al cielo.” (Hch 01, 11)

No era, aquella, una visión que aquellos quisieron tener sino que, simplemente, confirmaba lo dicho por Jesús, cuando les decía a los fariseos o saduceos que “El Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces Recompensará a cada uno” y que recoge el evangelista Mateo en 16, 27. Y esto es, a la vez, Parusía y Juicio.

Algo, sin embargo, hay que tener en cuenta y a lo que hemos hecho referencia arriba: Jesús, aunque esté a la derecha del Padre no nos ha abandonado sino que está vivo.

Esto, dicho así, puede parecer algo extraño para quien no quiera comprender que la Resurrección es la base de nuestra existencia como cristianos (“Sin resurrección, vana es nuestra fe” escribe san Pablo en 1 Corintios 15:12-22) y, desde aquel momento Cristo, permanece con nosotros, en nuestro corazón y en nuestra mente, hasta el fin de los tiempos, como Él mismo dijo y que bien recoge san Mateo en Mt 28, 20.

Por tanto, si sabemos que la Parusía acaecerá y que tal momento será el de nuestro juicio, sólo nos queda hacer lo posible para que cuando Cristo vuelva encuentre, al menos, un creyente con fe; uno y otro y otro y otro más.

Que no pueda decir que sembró y nunca se fructificó la semilla.

PRECES

Por todos aquellos que no confían en el regreso de Cristo.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no quieren mantener una fe viva.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a confiar en el regreso de Cristo y no nos dejes caer en la tentación del olvido.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalem.

Eleuterio Fernández Guzmán