ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 12 de octubre de 2010

Santa Sede

Monseñor Rino Fisichella presenta el nuevo dicasterio de la Santa Sede

Un dicasterio para pensar y llevar adelante la nueva evangelización

La Santa Sede denuncia una nueva carrera de armamentos a nivel global

Sínodo de los Obispos

Arzobispo de Teherán ve en el Sínodo un llamamiento a la conversión

Ars Christiana

¿Quién es artista y quién artista cristiano?

Mundo

Iglesia chilena unida en la oración por los mineros

Monseñor Shomali: “Jerusalén no puede pertenecer a un solo Estado”

Análisis

Iglesias orientales: la iglesia de tradición antioquena

Testimonio

Camilla Varano, de princesa a religiosa clarisa, será canonizada este domingo

Informe Especial

La Iglesia patriarcal y la Santa Sede según el Vaticano II (I)

Mensaje a nuestros lectores

Intervenciones ante el Sínodo de los Obispos de Oriente Medio

Documentación

Motu Proprio “Ubicumque et semper” de Benedicto XVI


Santa Sede


Monseñor Rino Fisichella presenta el nuevo dicasterio de la Santa Sede
Nace el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización
CIUDAD DEL VATICANO, martes 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Hoy comenzó sus labores el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, un nuevo dicasterio que tiene el fin de “reflexionar” y “encontrar formas adecuadas” para anunciar el Evangelio “a tantos bautizados que no comprenden más el sentido de pertenencia a la comunidad cristiana”, dijo su presidente, monseñor Rino Fisichella.

El prelado presentó esta mañana en rueda de prensa en la Santa Sede, el Motu Proprio Ubicumque et semper, del Papa Benedicto XVI con el cual se instituye oficialmente este nuevo órgano de la Curia Romana.

Benedicto XVI había anunciado ya su creación durante su homilía en las vísperas celebradas el pasado 28 de junio en la basílica San Pablo Extramuros de Roma, en ocasión de la celebración de la fiesta de San Pedro y San Pablo.

Su presidente está a la espera del nombramiento del secretario y del sub secretario de parte del Pontífice. La oficina se encuentra en famosa la Vía della conciliazzione, que conecta la Santa Sede con la capital italiana.

El Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización pretende hacer frente al “subjetivismo de nuestros tiempos” que se encierra “en un individualismo privado de responsabilidades públicas y sociales”, dijo monseñor Fisichella.

Por ello buscará encontrar las formas en las que el progreso de la ciencia de la comunicación ha realizado, para hacer que se conviertan en instrumentos positivos al servicio de la nueva evangelización, entendiendo que estos “tienen el timón de la cultura y de la mentalidad en el contexto actual”.

¿Una acción burocrática?

Uno de los periodistas preguntó si la creación de este nuevo dicasterio no se trataba de una movida burocrática de parte de la Santa Sede, a lo que monseñor Fisichella respondió que es necesario  “dar fe al Papa Benedicto XVI” y dijo que personalmente no cree que el Papa “sea el hombre de la burocracia” sino más bien “el hombre del anuncio, quien con profunda inteligencia y cultura ha sabido crear este espacio para comprometer a la Iglesia en manera concreta al servicio”.

Monseñor Fisichella señaló que el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización se dedicará a combatir el relativismo, que siempre ha denunciado el Papa Benedicto XVI y difundir “una correcta antropología” en medio de una mentalidad marcada “por las consecuencias del secularismo” el cual “tiende a alejar al hombre contemporáneo de su relación fundamental con Dios”.

Promover el Catecismo

Uno de los objetivos del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización será la promoción del estudio y la difusión del Catecismo de la Iglesia Católica, publicado en 1992.

Monseñor Fisichella lo calificó como “uno de los frutos más maduros de las indicaciones conciliares”, el cual recoge en manera orgánica “el entero patrimonio del desarrollo del dogma” y representa “el instrumento más completo para transmitir la fe de siempre, delante de los constantes cambios e interrogativos que el mundo pone a los creyentes”.

Líneas de acción

El prelado dijo que espera ponerse pronto en contacto con los presidentes de las conferencias episcopales para buscar y organizar diferentes iniciativas pastorales que tengan como fin hacer frente a la secularización.

Frente a la pregunta de un periodista proveniente de México, sobre las acciones que emprenderá este dicasterio en América Latina, monseñor Fisichella dijo que “debo poner en primer lugar a Europa”, debido a que este continente está sufriendo un proceso de descristianización más agresivo.

Aseguró que el Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización debe resaltar y actualizar “las diferentes tradiciones y objetivos que las iglesias poseen en fuerza de la riqueza de tantos siglos de historia”.

Advirtió que el término “nueva evangelización”, no puede sonar como una “fórmula abstracta”, sino que debe llenarse “de contenidos teológicos y pastorales y lo vamos a hacer por el magisterio de estas últimas décadas”.

En diálogo con los periodistas, monseñor Fisichella citó una expresión de san Gregorio Magno: “Los fieles nos dejan y nos abandonan y nosotros permanecemos en silencio”. Y dijo que la creación de este nuevo dicasterio es “el signo que el Papa nos ha dado de que no permaneceremos en silencio”.

“Ahora es el momento de retomar nuestra palabra y valiente porque somos heraldos del Evangelio”, concluyó el presidente del Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización

Por Carmen Elena Villa

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Un dicasterio para pensar y llevar adelante la nueva evangelización
El contenido del Motu Proprio “Ubicumque et semper”

CIUDAD DEL VATICANO, martes 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- La Santa Sede publicó este martes la Carta apostólica de Benedicto XVI en forma de Motu propio titulada Ubicumque et semper, con la que se instituye un nuevo dicasterio de la Curia Romana, el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.

El documento contiene cuatro artículos y una reflexión del Papa sobre la necesidad de evangelizar y las particularidades de la evangelización actual.

La finalidad del nuevo consejo pontificio, indicada en el artículo 1 del Motu proprio, incluye estimular “la reflexión sobre los temas de la nueva evangelización” e identificar y promover “las formas y los instrumentos adecuados para realizarla”.

El Motu proprio indica que la acción del nuevo Consejo “está al servicio de las Iglesias particulares, especialmente en esos territorios de tradición cristiana donde con mayor evidencia se manifiesta el fenómeno de la secularización”.

Entre las tareas específicas del dicasterio, el documento, fechado en Castel Gandolfo el pasado 21 de septiembre, señala “profundizar en el significado teológico y pastoral de la nueva evangelización”.

También promover y favorecer el Magisterio pontificio relativo a las temáticas relacionadas con la nueva evangelización, dar a conocer iniciativas ligadas a ésta que ya se realizan y promover de nuevo su realización.

Y ello en estrecha colaboración con las conferencias episcopales interesadas, e “implicando activamente también los recursos presentes en los Institutos de Vida Consagrada y en las Sociedades de Vida Apostólica, como también en las agregaciones de fieles y en las nuevas comunidades”.

Otra de las tareas del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización es “estudiar y favorecer la utilización de las modernas formas de comunicación, como instrumentos para la nueva evangelización”.

Y finalmente, el dicasterio se encarga también de “promover el uso del Catecismo de la Iglesia Católica, como formulación esencial y completa del contenido de la fe para los hombres de nuestro tiempo”.

El nuevo dicasterio está dirigido por un arzobispo presidente, el primero de los cuales es el arzobispo italiano Rino Fisichella, que presentó hoy públicamente en la Santa Sede el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.

También contará con un secretario, un subsecretario, “un adecuado número de oficiales” y miembros propios. Además puede disponer de consultores propios, establece Ubicumque et semper.

Siempre y en todas partes

El título del Motu proprio (traducido del latín al español, Donde sea y siempre) hace referencia al deber que tiene la Iglesia de anunciar siempre y en todas partes el Evangelio de Jesucristo.

En el documento, Benedicto XVI constata que la misión evangelizadora de la Iglesia “ha asumido en la historia formas y modalidades siempre nuevas según los tiempos, las situaciones y los momentos históricos”.

Y continúa explicando que “en nuestro tiempo, uno de sus rasgos singulares ha sido confrontarse con el fenómeno del alejamiento de la fe, que se ha manifestado progresivamente en sociedades y culturas que desde hacía siglos parecían impregnadas por el Evangelio”.

También cita algunas transformaciones sociales de las últimas décadas “que han modificado profundamente la percepción de nuestro mundo”.

Entre ellas, el Papa destaca “los gigantescos progresos de la ciencia y de la técnica”, “la ampliación de las posibilidades de vida y de los espacios de libertad individual”, “los profundos cambios en el campo económico”, “el proceso de mezclas de etnias y culturas causado por fenómenos migratorios masivos” y “la creciente interdependencia entre los pueblos”.

A continuación, constata las consecuencias -algunas beneficiosas y otras preocupantes- de todo ello en la dimensión religiosa de la vida del hombre.

“Por un lado la humanidad ha conocido innegables beneficios de estas transformaicones y la Iglesia ha recibido ulteriores estímulos para dar razón de la esperanza que lleva”, explica el Pontífice.

“Por el otro -añade-, se ha verificado una preocupante pérdida del sentido de lo sagrado, llegando incluso a cuestionarse esos fundamentos que parecían indiscutibles, como la fe en un Dios creador y providente, la revelación de Jesucristo único salvador, y la común comprensión de las experiencias fundamentales del hombre como el nacer, el morir, el vivir en una familia, la referencia a una ley moral natural”.

Benedicto XVI indica que recoge las enseñanzas del Concilio Vaticano II y de sus predecesores sobre la cuestión de la relación entre la Iglesia y este mundo contemporáneo y “la necesidad de encontrar formas adecuadas para permitir a nuestros contemporáneos escuchar aún la Palabra viva y eterna del Señor”.

Particularmente recuerda que Pablo VI destacó la cada vez mayor necesidad del compromiso de la evangelización a causa de las frecuentes situaciones de descristianización, así como el concepto de “nueva evangelización” en el que profundizó Juan Pablo II.

El concepto de “nueva evangelización”, recuerda Benedicto XVI en el Motu proprio, resume la tarea que espera a la Iglesia hoy, en particular en las regiones de antigua cristianización”, que “si bien se refiere directamente a su forma de relacionarse hacia el exterior, presupone sin embargo ante todo una constante renovación interior”.

“Considero oportuno ofrecer respuestas adecuadas para que la Iglesia entera, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se presente al mundo contemporáneo con un empuje misionero capaz de promover una nueva evangelización”, afirma Benedicto XVI en el documento por el que instituye el dicasterio.

Y añade: “Ésta hace referencia sobre todo a las Iglesias de antigua fundación, que sin embargo viven realidades muy diferenciadas”.

El Papa constata la necesidad de evangelizar de manera diferente territorios donde la práctica cristiana manifiesta una buena vitalidad y un profundo arraigo; otros donde se nota una más clara toma de distancia de la sociedad en su conjunto hacia la fe, con un tejido eclesial más débil, y finalmente zonas que parecen completamente descristianizadas”.

Estas últimas tierras, en las que “la luz de la fe se confía al testimonio de pequeñas comunidades”, explica Benedicto XVI, “necesitan un renovado primer anuncio del Evangelio” y a la vez “parecen ser particularmente refractarias a muchos aspectos del mensaje cristiano”.

El Papa añade que “de lo que tienen necesidad todas las Iglesias que viven en territorios tradicionalmente cristianos es de un renovado empuje misionero, expresión de una nueva generosa apretura al don de la gracia”.

Y concluye que “para proclamar de forma fecunda la Palabra del Evangelio, es necesario ante todo que se haga una profunda experiencia de Dios”.



 


 

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La Santa Sede denuncia una nueva carrera de armamentos a nivel global
Relanza la propuesta de crear un fondo mundial para el desarrollo con esos recursos
NUEVA YORK, martes, 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- En menos de una década han aumentado en la mitad los gastos militares mundiales, ha denunciado la Santa Sede ante las Naciones Unidas, relanzando la idea de destinar lo que hoy se gasta en armas a la creación de un fondo mundial para el desarrollo.

El arzobispo Francis Chullikatt, nuncio apostólico, observador permanente vaticano ante la ONU, ha intervenido ante la sexagésimo quinta asamblea general de esa institución que afrontaba el debate sobre el desarme y la seguridad internacional.

El representante del Papa comenzó recogiendo un informe (SIPRI, "Yearbook" 2010, Oxford 2010) que muestra cómo los gastos militares mundiales alcanzaron en 2009 los 1.531 billones de dólares, un incremento en términos reales de un 49% con respecto al año 2000 y de un 6% con respecto al año 2009.

"Son cifras impresionantes, sobre todo a la luz de la Carta de las Naciones Unidas, que no busca edificar la seguridad y la paz sobre un equilibrio de miedo, sino sobre el respeto pleno de los derechos y las libertades fundamentales de las personas y los pueblos".

Además, recordó, la Carta de las Naciones Unidas compromete a los Estados para promover el establecimiento y mantenimiento de "la paz y la seguridad internacionales con el menor desvío posible de los recursos económicos y humanos".

"Los importantes recursos, tanto humanos como materiales, dedicados a objetivos militares no sólo distraen sino que además impiden la promoción de un auténtico desarrollo, la lucha contra la pobreza y acabar finalmente con la actual crisis internacional".

El prelado retomó la propuesta lanzada en 1964 por el Papa Pablo VI, quien consideró que los recursos destinados a los gastos militares podrían ser utilizados para crear un "'fondo mundial' para programas de desarrollo, que podrían ser de especial beneficio para los más pobres".

"Por desgracia, es un proyecto que todavía está esperando ser realizado, pues requiere que todos los Estados se unan en una manifestación de su buena fe y contribuyan de esa manera a la paz y a la seguridad internacionales", indicó el nuncio apostólico.

Por lo que se refiere a las armas nucleares, el representante de la Santa Sede ve una gran contradicción.

 

"Por una parte, el lenguaje de muchos países ha cambiado, indicando quizá un deseo de pasar la página y de superar la idea de la disuasión como pilar de las relaciones internacionales --reconoció--; por otra, parece difícil lograr un cambio real en las políticas y en las acciones. Las reducciones estratégicas de los arsenales nucleares son pasos importantes, pero son insuficientes si no son seguidos por una desarme general y efectivo, realizado con buena fe a nivel multilateral e internacional", indicó.

La Santa Sede ha promovido los tratados internacionales destinados a asegurar el desarme a nivel global, con la esperanza de que además sirvan para reflexionar y fortalecer las instituciones internacionales y, en general, "los foros de la diplomacia multilateral".

"La comunidad internacional está llamada a encontrar soluciones originales y prácticas a los objetivos deseados, entre los cuales se encuentra el desarme completo", concluyó monseñor Chullikatt.

Más información en www.holyseemission.org

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Sínodo de los Obispos


Arzobispo de Teherán ve en el Sínodo un llamamiento a la conversión
Habla monseñor Ramzi Garmou, presidente de la Conferencia Episcopal de Irán
CIUDAD DEL VATICANO, martes, 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Monseñor Ramzi Garmou, presidente de la Conferencia Episcopal de Irán, considera que, si este Sínodo de los Obispos de Oriente Medio se vive con espíritu evangélico de conversión, puede servir no sólo para reforzar la unidad entre los católicos orientales, así como con los cristianos de otras confesiones, en particular ortodoxos, y musulmanes.

"Pienso profundamente que el sínodo podrá hacer más profunda y fecunda la comunión entre católicos orientales a condición de que este evento importante se viva con un espíritu de conversión y de regreso a las raíces de nuestra vocación y de nuestra misión eclesial, que son definidas por el Evangelio y la enseñanza de la Iglesia", aclara monseñor Garmou, arzobispo caldeo de Teherán.

Por lo que se refiere al ecumenismo, el prelado considera que "el Sínodo puede favorecer y acelerar la unión entre todos los aquellos que llevan el hermoso nombre de cristianos a condición de que nuestro deseo de unidad saque su fuerza y energía del mismo deseo de nuestro Señor Jesucristo, que, al rezar por la unidad de sus discípulos, dijo: 'que todos sean uno, como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste'".

"El deseo auténtico y sincero de ofrecer testimonio de Jesús, muerto y resucitado, debe animar el diálogo ecuménico entre las Iglesias y las comunidades cristianas en vez del deseo de quedarse agarrados celosamente a nuestras sedes episcopales y patriarcales con el objetivo de conservar algunos privilegios mundanos y mezquinos, que dañan terriblemente a la causa de la unidad cristiana".

Por lo que se refiere a las relaciones con el islam, "en el que estamos sumergidos como una gota en el océano", monseñor Ramzi Garmou considera que el Sínodo puede ser "muy útil a condición de afrontar la realidad en la que vivimos con los ojos de la fe y no con el miedo o la desconfianza".

"Sobre todo, debemos tratar de descubrir el significado teológico y espiritual del 'pequeño resto' al que Jesús se dirige diciendo: 'No tengáis miedo'. Según el Evangelio y la tradición viva de la Iglesia, lo que ha hecho que la Iglesia sea misionera y que su mensaje sea creíble no ha sido su grandeza visible, es decir, el número de sus fieles, ni sus instituciones o riquezas materiales, sino la calidad del testimonio que ofrece del misterio escondido en ella y la vida de fe de sus fieles, que la hacen viva y atractiva".

"Asimismo, hay que dar una importancia particular al diálogo de vida con el islam, que, desde mi punto de vista, es más fecundo que el de las ideas y dogmas. que con frecuencia es un callejón sin salida", concluye el prelado.

Declaraciones recogidas por la Obra de Oriente,  http://www.oeuvre-orient.fr

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Ars Christiana


¿Quién es artista y quién artista cristiano?
Columna semanal sobre arte cristiano
Por Rodolfo Papa*

ROMA, martes 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- ¿Qué quiere decir “ser artista”? ¿Quién es artista? En el mundo contemporáneo ha surgido la opinión de que la de artista no es una condición particular, sino que todo el mundo es un artista, ya que no sirven talentos ni formación, sino que el único ingrediente necesario sería la creatividad libre de todo esquema. En las biografías de muchos artistas del siglo XX, surgen también hábitos desordenados, actitudes excéntricas, comportamientos autodestructivos, hasta tal punto que pareciera que ese tipo de vida fuera un ingrediente necesario para reconocer al verdadero artista, ya sea un pintor, un escultor, un músico o un poeta.

Pero más allá de estas posiciones, evidentemente poco consistentes, permanece la pregunta: ¿quién es el artista? A ello podemos añadir una pregunta posterior, fundamental para nuestras reflexiones: ¿quién es el artista cristiano? En el arte cristiano, o en el arte que está al servicio de la Iglesia y que durante siglos ha sido capaz de anunciar a Cristo y alzar un himno de alabanza a Dios a través de inestimables obras, ¿hay reglas o principios que identifican la identidad profesional, moral y espiritual del artista?

Podemos encontrar una ayuda para nuestra reflexión en el Libro di pittura [Libro de pintura, n.d.t.] escrito por Cennino Cennini a finales del siglo XIV; éste injerta la historia del nacimiento del arte en los acontecimientos de la creación narrados en el libro del Génesis, y establece una reflexión de la práctica artística de tipo moral: el arte no se consigue con sed de lucro, ni por vanagloria, sino con una humildad y una perseverancia tales como para soportar todo sacrificio necesario para aprender todas las reglas y poner en práctica todos los principios.

Puede encontrarse más ayuda a la reflexión en el Libro di pittura [Libro de pintura, n.d.t.] de Leonardo da Vinci, o en la recopilación póstuma de sus apuntes y de sus estudios realizada por el alumno Francesco Melzi y de la que tenemos una copia en el Codice Urbinate 1270 conservado en la Biblioteca Vaticana, del que Carlo Pedretti proporcionó una edición crítica en 1995. Leonardo indica al artista un camino de formación técnico y moral, en el que tienen una función fundamental las reglas y los principios llevados a la práctica hasta convertirse en virtud. Las certezas de Cennini y de Leonardo se apoyaban en una sólida tradición, que no ponía en duda la importancia de las reglas de formación. En la antigüedad, podemos encontrar ejemplos notables de ello en Vitruvio y Plinio, pero también en Columela en lo que se refiere al arte de la agricultura. Se trata de una tradición que, con innovaciones y replanteamientos, llega hasta el siglo XX, atestiguada por innumerables tratados.

De esta tradición podemos extraer la importancia del binomio arte y normas, y sobre todo podemos comprender lo liberador que resulta realmente ese enfoque para la creatividad del artista. En la larga historia de las artes, las normas han desempañado la importante función de formar a los artistas, de hacer crecer sin oprimir, de soltar sin atar.

Las normas trazan un recorrido, haciendo accesible una técnica que puede convertirse en la base de la acción, la condición de posibilidad para el crecimiento. Hoy, logramos entender la importancia de la técnica y de sus normas sólo en ámbitos muy restringidos; un ejemplo muy divulgativo se refiere al mundo del deporte: en el atletismo, el buceo, el ski, el fútbol,... la buena ejecución lo es porque es también un gesto técnico. De hecho, sin una adecuada preparación técnica, no se puede practicar ningún deporte.

En el ámbito de las artes los ejemplos se hacen más difíciles. En la música sigue siendo más evidente la necesidad de poseer el lenguaje y su técnica; en el ámbito de la pintura, en cambio, las reglas del mercado han tomado la delantera, ayudadas por los críticos que teorizan que el arte no debe tener más vínculos ni principios que los -imperantes pero no especificados- del mismo mercado. Así es como la tan reclamada libertad del artista de toda norma se traduce a menudo de manera paradójica en dependencias de tipo no-artístico, como el alcohol, las drogas u otras relaciones que coartan radicalmente la libertad de la persona, ofuscando la razón. Por otra parte, las teorías artísticas que destacan con una cierta obsesiva recurrencia que el artista es un ser inadaptado y solitario, acaban casi por prescribir el malestar psíquico y existencial como un requisito fundamental. Así, el arte que debe dar la felicidad se convierte en un laberinto de dolor, totalmente atravesado por el ansia de éxito. De esta manera, a la figura del artista se superpone la de Fausto dispuesto a hacer pactos con el Diablo, o la de Prometeo, que desafía a los dioses para robarles el fuego.

El centro del recorrido creativo del artista, en un contexto así, es el mismo artista. En un total egoísmo, el arte expresa el yo del artista y nada más. Si lo pensamos bien, en cambio, comprendemos que el artista, para serlo, debe poseer las reglas de su oficio, y que el presupuesto para romperlas y superarlas es conocerlas con precisión. Además, el malestar y la perversión no se le piden al artista en cuanto tal, sino sólo al artista tal y como es teorizado por algunos críticos y por algunos comerciantes contemporáneos.

Si estas observaciones valen para el artista en general, todavía más para el artista cristiano. ¿Se puede hablar de Cristo a partir de estas posiciones teóricas y llegar a las cumbres del arte sacro cristiano? ¿Puede el artista que trabaja para la Iglesia ser identificado con el libertinaje, la ignorancia de su oficio, el narcisismo? No estamos hablando de un juicio sobre la vida del artista, porque esto no debería interesar al historiador ni al teórico del arte, sino que estamos reflexionando precisamente sobre las obras de arte, sobre la posibilidad de que sin una formación técnica y artística, y sin virtudes cultivadas, se puedan producir obras bellas adaptadas a la oración y a la liturgia.

Además, añado una consideración más importante, y es que para trabajar para Cristo, a todo nivel y en todo ámbito, es necesaria una adhesión al mismo Cristo. Con mucha claridad, Joseph Ratzinger explica que la sacralidad de la imagen implica la vida interior del artista, su encuentro con el Señor: “La sacralidad de la imagen consiste precisamente en el hecho de que ésta deriva de una visión interior y así conduce a una visión interior. Debe ser fruto de una contemplación interior, de un encuentro creyente con la nueva realidad del Resucitado y, de esta manera, debe introducir nuevamente en una mirada interior, en el encuentro orante con el Señor” (Joseph Ratzinger, Teologia della liturgia [Teología de la liturgia, n.d.t.] Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2010, p. 131). Añade también que “la dimensión eclesial es esencial en el arte sacro” (ibid.), destacando que el artista cristiano no puede vivir fuera de la Iglesia misma.

Jesús en el Evangelio de Lucas nos advierte: “donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Lc 12,34). Si nuestro tesoro no es Cristo, sino que somos nosotros mismos, nuestros vicios, el éxito, entonces no se tiene el corazón apto para la producción de obras de arte sacro. Todavía nos enseña Jesús que “ningún criado puede servir a dos señores (···). No podéis servir a Dios y al Dinero” (Lc 16,13). Por tanto, el artista cristiano debe hacer la opción radical de poner a Cristo como único Señor de su vida y de su arte. Eso implica también la humildad de un recorrido de formación, artística, moral y espiritual, con la convicción de que el trabajo artístico es una vocación: “Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios. Si alguno habla, sean palabras de Dios; si alguno presta un servicio, hágalo en virtud del poder recibido de Dios, para que Dios sea glorificado en todo por Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén” (1 P 4, 10-11).

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* Rodolfo Papa es historiador de arte, profesor de historia de las teorías estéticas en la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma; presidente de la Accademia Urbana delle Arti. Pintor, miembro ordinario de la Pontificia Insigne Accademia di Belle Arti e Lettere dei Virtuosi al Pantheon. Autor de ciclos pictóricos de arte sacro en diversas basílicas y catedrales. Se interesa en cuestiones iconológicas relativas al arte del Renacimiento y el Barroco, sobre el que ha escrito monografías y ensayos; especialista en Leonardo y Caravaggio, colabora con numerosas revistas; tiene desde el año 2000 un espacio semanal de historia del arte cristiano en Radio Vaticano. 

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Mundo


Iglesia chilena unida en la oración por los mineros
En vigilia por el buen éxito de la operación rescate
SANTIAGO DE CHILE, martes 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Los chilenos se unirán en vigilias de oración en todo el país, durante el rescate de sus compañeros atrapados en la mina San José, cuyo inicio está previsto para el miércoles 13 de octubre.

El presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Alejandro Goic, invitó este lunes a todos los creyentes a orar especialmente por el éxito de estas operaciones.

El presidente de los obispos chilenos recuerda en su mensaje que, en su visita a la mina San José, fue testigo del “espíritu de fe y la confianza en Dios de los mineros y de sus familiares”.

Su invitación sugiere realizar vigilias de oración en las catedrales del país, ininterrumpidamente desde el miércoles 13 en la noche hasta el término del rescate.

Así mismo, celebrar una eucaristía especial en estos días en la catedral, con invitación general a toda la comunidad.

Sugiere a los párrocos que motiven a sus feligreses para orar en los templos, lugares de culto, hogares, etc., el santo rosario, la exposición con el Santísimo Sacramento, reflexiones bíblicas, o lectio divina.

“Éste es un momento propicio para unir a toda la Iglesia en esta plegaria de fe y esperanza”, concluyó monseñor Alejandro Goic.

Monseñor Goic visitó y celebró la eucaristía en el campamento Esperanza, el pasado 4 de octubre, y tuvo la oportunidad de hablar con los mineros atrapados. Acompañado del obispo de Copiapó Gaspar Quintana, y de parte del clero diocesano, el presidente de los obispos se encontró con los familiares de los mineros.

En esa ocasión monseñor Goic dijo que había querido visitar la mina a un día que se cumplieran dos meses del accidente, por ser la fiesta de san Francisco, un santo que era capaz de ver como hermanos y hermanas a todo lo que lo rodeaba.

Agradeció también el trabajo de todos quienes están involucrados de diferentes formas en el proceso de rescate, haciendo votos para que éste se produzca pronto y de la mejor manera.

También denunció las malas condiciones de trabajo que sufren tantas personas, y señaló como tarea para toda la comunidad nacional la construcción de un país donde todos tengan “paz, respeto y alegría”.

A los mineros, monseñor Goic les agradeció el testimonio de fortaleza que han dado y les manifestó la preocupación y la oración de toda la Iglesia. Los instó a no perder la esperanza y a continuar colaborando en su propio rescate.

Por su parte, los mineros también dieron las gracias a todos quienes han orado por ellos y por sus familias, y manifestaron su confianza en Dios y en María Santísima, cuya protección les permitirá resistir los días que faltan para salir a la superficie.

Por Nieves San Martín

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Monseñor Shomali: “Jerusalén no puede pertenecer a un solo Estado”
Seminario en Roma promovido por la Acción Católica y por el Instituto Giuseppe Toniolo
ROMA, martes 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Jerusalén: temas abiertos de derecho internacional es el tema del seminario celebrado el viernes 8 de octubre en Roma por iniciativa de la Acción Católica italiana, de la Fundación Instituto de derecho internacional de la paz Giuseppe Toniolo y del Foro Internacional Acción Católica (FIAC), en colaboración con la Fundación Apostolicam Actuositatem (FAA).

Los organizadores buscaron que el seminario de estudio coincidiera con el inicio de la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio.

El curso se ha inspirado en las palabras que Benedicto XVI pronunció en la homilía del 12 de mayo de 2009 en el Valle de Josafat de Jerusalén sobre la “vocación universal de Jerusalén”, sagrada para judíos, musulmanes y cristianos, “ciudad de la paz donde todos puedan venir en peregrinación en búsqueda de Dios y escuchar su voz”.

Para responder a esta vocación, añadió entonces el Pontífice, “Jerusalén debe ser un lugar que enseñe la universalidad, el respeto a los demás, el diálogo y la comprensión mutua”.

Y, añadió, “los que creen en un Dios de misericordia -ya sea que se identifiquen como judíos, cristianos o musulmanes-, deben ser los primeros en promover esta cultura de la reconciliación y de la paz, por muy cansado y lento que pueda ser el proceso y gravoso el peso de los recuerdos pasados”.

El plan de paz trazado por el Pontífice no puede dejar de basarse en el reconocimiento de los ordenamientos estatales de la libertad de conciencia y de religión, derechos hoy muy controvertidos a pesar de las declaraciones de principios.

“Todas las convenciones sobre derechos humanos -afirmó el ordinario de derecho canónico y derecho eclesiástico de la Universidad de Roma Tor Vergata, Cesare Mirabelli- garantizan la libertad religiosa pero no existe un acuerdo que la imponga específicamente, prueba de que es una materia muy delicada”.

“Aunque el derecho a la libertad religiosa sea el primero en ser afirmado entre los derechos fundamentales -prosiguió Mirabelli- es de hecho violado”.

Esto puede suceder “de manera evidente y violenta en algunos países”, pero también “de manera más sutil cuando la dimensión religiosa se borra de la vida pública y no se consiente su manifestación y por tanto se niega la presencia de ciudadanos con una peculiar identidad religiosa en la sociedad”

En los dos casos, la sociedad corre un riesgo: “como en todas las libertades, cuando se viola la libertad de uno se viola la de todos y es por tanto necesaria una tutela colectiva”.

“En Tierra Santa -explicó Mirabelli- es significativa la presencia de las tres religiones monoteístas y se salvaguarda esta multiplicidad que no se traduce en pérdida de identidad, sino en respeto recíproco y tolerancia, garantizando a cada uno que no sólo pueda vivir en Tierra Santa, sino que pueda vivir allí como creyente”.

La situación de los cristianos en Tierra Santa incumbe también a las comunidades cristianas de todo el mundo, ya que “no están en juego sólo las opciones políticas, sino también la salvaguarda de esa historia de fe contenida en los testimonios sagrados”.

“Sin embargo -concluyó Mirabelli- el derecho no lo puede todo: debe apoyarse en convicciones comunes y esto requiere la toma de conciencia por parte de la sociedad y un largo tiempo”.

“La libertad religiosa -recordó el profesor de derecho canónico y experto en relaciones entre Iglesia y Estado en Tierra Santa, el padre David-Maria Jaeger- no es indiferencia ni relativismo: quiere decir que nadie puede presionar a un individuo en este sentido, ni las instituciones, ni la sociedad, ni aún menos la familia”.

Un requisito para garantizar la libertad religiosa es, según Jaeger, “la laicidad del Estado que todas las comunidades religiosas tienen la tarea de salvaguardar”.

El padre Jaeger repasó la historia de las intervenciones de la Santa Sede referentes a las relaciones en Tierra Santa: a nivel multilateral, la definición del Estatuto especial de Jerusalén y a nivel bilateral, los acuerdos con Israel y Palestina.

Respecto a esos dos textos, destacó que “el primer artículo del primer párrafo se refiere al compromiso del Estado de respetar la libertad de conciencia según la definición de la Declaración universal de los derechos humanos”.

“Jerusalén -declaró el obispo auxiliar del patriarcado de Jerusalén de los latinos, monseñor William Shomali, para concluir el debate- no puede pertenecer a un solo Estado”.

“Resistirá a toda monopolización y seguirá siendo un microcosmos en el que todas las religiones tendrán los mismos derechos, prescindiendo de los números -añadió-. No se puede aceptar nada menos que la paridad y la libertad religiosa”.

[Por Chiara Santomiero, traducción del italiano por Patricia Navas]

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Análisis


Iglesias orientales: la iglesia de tradición antioquena
Monofisismo, cruzadas y persecuciones
ROMA, martes 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- La segunda gran tradición oriental es la conocida como antioquena o siro-occidental, que comparten también la Iglesia católica y la ortodoxa. Dentro de la Iglesia católica, son tres las agrupaciones dentro de este rito: la Iglesia siro-católica, la Iglesia maronita y la Iglesia siro-malankar.

Esta tradición venerable procede de Antioquía, ciudad que tiene un lugar muy importante en la historia del cristianismo, como narran ya los Hechos de los Apóstoles. Fue fundada, según la tradición, por el propio san Pedro. Allí los seguidores de Cristo recibiron por primera vez el nombre de cristianos.

Antioquía, llamada la “Reina de Oriente”, fue una de las sedes de los cuatro patriarcados originales, junto con Jerusalén, Alejandría y Roma. Fue también un gran centro teológico, monástico, cultural y litúrgico en la Iglesia antigua.

La Iglesia siria se separó de la comunión con el resto de la Iglesia, rechazando el Concilio de Calcedonia (451) y adoptando el monofisismo, herejía que afirma que en Cristo hay una sola naturaleza, la divina.

Posteriormente, en el siglo VI, un obispo monofisita, Jacobo Baradai, enviado secretamente por la emperatriz Teodora, organizó y estructuró a la Iglesia Siria ortodoxa, que desde entonces es conocida también como Iglesia jacobita o siro-occidental.

Los cristianos sirios que no abrazaron el monofisismo son los melquitas, de los que hablaremos en el capítulo sobre la Iglesia bizantina, ya que abandonaron el rito siriaco. Otros cristianos que conservaron el rito siriaco pero permanecieron católicos son los maronitas, de los que trataremos más adelante.

Según explica el experto Juan Nadal Cañellas, el monofisismo de la Iglesia siria fue más bien una cuestión política, para complacer a los persas frente al imperio bizantino. Sin embargo, nunca desembocó en proclamaciones heterodoxas, sino que nunca hubo un cisma real en el contenido de la fe.

De hecho, afirma, no fue difícil llegar a una declaración común, en 1984, entre el patriaca ortodoxo sirio Ignace Zakka Ivas y Juan Pablo II, en la que ambos afirman que los “malentendidos y los cismas que siguieron al concilio de Nicea... no tocan el contenido de la fe”.

A lo largo de los siglos, la Iglesia siria sufrió muchas persecuciones, a manos de los bizantinos, de los árabes, de los mongoles y finalmente, del imperio otomano. Esto, y la emigración, es el motivo por el que el numero de fieles sirios es muy pequeño.

La liturgia antioquena es muy antigua, aunque tiene mucha influencia bizantina. Entre otros rasgos, se proclaman seis lecturas, tres del Antiguo y tres del Nuevo Testamento; el beso de la paz se coloca antes de la consagración; la liturgia eucarística está llena de gestos simbólicos; el bautismo es por inmersión.

Iglesia católica siria

Durante la época de las Cruzadas, los cristianos jacobitas o sirios occidentales mantuvieron buenas relaciones con los católicos romanos, e incluso en el Concilio de Florencia (1442) se planteó una vuelta a la comunión con Roma, pero sin éxito.

En 1656 se consiguió crear la primera jerarquía reconocida por Roma, al ser elegido como patriarca el jacobita convertido al catolicismo Abdul Ahijan. Sin embargo, la línea jerárquica unida a Roma se interrumpió en varias ocasiones.

En 1782 el Santo Sínodo Ortodoxo Sirio eligió al metropolitano Miguel Jarweh como Patriarca, quien se declaró católico y tuvo que refugiarse en el Líbano huyendo de los ortodoxos, que eligieron a otro Patriarca. Con Jarweh, explica el experto del sínodo Pier Giorgio Gianazza, se restableció hasta hoy la jerarquía siro-occidental católica.

El Patriarca de Antioquía de los Sirios es actualmente Ignace Youssef III Younan, y los fieles son alrededor de 120.000. La sede está en Beirut, y su liturgia es prácticamente igual, excepto pequeños detalles, que la de los sirios ortodoxos.

Iglesia maronita

En medio de las disputas cristológicas de Calcedonia, en el siglo V, hubo un monje sirio con fama de santidad, Marón, que permaneció unido a Roma. Sus seguidores, debido a las persecuciones de los monofisitas, tuvieron que retirarse a las montañas del Líbano.

Esta Iglesia permaneció oculta hasta la llegada de los cruzados en el siglo XII, según explica Nadal Cañellas. La Iglesia de Roma la reconoció sin problemas, y sus representantes ya participaron en el Concilio Lateranense IV.

Se trata, por tanto, de la única Iglesia oriental que ha permanecido desde siempre fiel a Roma. A causa de esto, lamenta Nadal, su rito está muy latinizado.

Cuenta con unos 3,5 millones de fieles, según los datos de la última edición del Anuario Pontificio de la Iglesia.

Su cabeza actual es Pedro Sfeir de Reyfoun, con el nombre de Patriarca de Antioquía de los Maronitas, y tiene su sede en Bkerke, Líbano. Debido a la emigración, tienen importantes comunidades en Estados Unidos, México, Brasil, Canadá, Australia y Argentina.

Iglesia siro-malankar católica

Como vimos en el apartado anterior de la Iglesia caldea, los siro-orientales evangelizaron durante los siglos VII al XIII gran parte de Asia Central. De aquella gesta evangelizadora surgió la Iglesia siro-malabar, que siglos más tarde, con la llegada de los portugueses, pasó a depender de Roma.

Sin embargo, según explica Nadal, en 1665, aprovechando un cierto vacío de poder dejado por los portugueses, y con el deseo de preservar su propio rito, el archidiácono Tomás Parambil y muchos seguidores rompieron con Roma y pasó a la obediencia del patriarca ortodoxo siro-occidental.

Se creó así la Iglesia malankar ortodoxa. Sin embargo, en 1930, una parte de la Iglesia siro-malankar ortodoxa volvió otra vez bajo la obediencia a Roma.

Esta Iglesia malankar católica está presidida por el archieparca mayor de Trivandrum, llamado de manera informal Catolicós, Baselios Cleemis Thottunkal. La sede está en Trivandrum (o Thiruvananthapuram), en el estado indio de Kerala. Son unos 340.000 fieles.

[Por Inma Álvarez]



 



 

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Testimonio


Camilla Varano, de princesa a religiosa clarisa, será canonizada este domingo
Su vocación pasó muchas pruebas y tentaciones
ROMA, martes 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org) Camilla Varano a los 23 años dejó su vida de princesa en el ducado de Camerino en Italia y las propuestas de matrimonio para seguir los designios de su corazón y hacerse religiosa clarisa.

El Papa Benedicto XVI la canonizará el próximo domingo en la plaza de San Pedro junto con otros cinco beatos.

Nació en 1458 en Macerata, una pequeña ciudad del centro de Italia que hoy cuenta con unos 40 mil habitantes. Su padre Giulio Cesare de Varano, era el príncipe de Camerino. Ella había nacido por fuera del matrimonio pero fue introducida y educada en el esplendor de la corte.

“Los palacios señoriles en el período renacentista eran el centro de la política, también de cultura y de el mercantilismo”, explicó en diálogo con ZENIT el padre Giovangiuseppe Califano O.F.M, postulador para su causa de canonización. Camilla ttranscurrió así su juventud entre fiestas, bailes y vida social. Estudió latín, leyes, aprendió a pintar, a bailar y a montar a caballo.

Han pasado casi cinco siglos de su muerte y su causa de canonización estuvo 100 años detenida por algunos problemas con el retraso la elección de su postulador. Para el padre Califano “estos años de aparente silencio fueron muy fecundos para la investigación sistemática y la publicación crítica de los escritos de la Beata”.

Un corazón que no puede estar dividido

Cuando tenía nueve años, un Viernes Santo, Camilla escuchó una homilía en la que el hermano, Domenico da Leonessa, pidió a los presentes de derramar al menos una lágrima cada viernes por amor a Jesús. La pequeña aceptó la propuesta que siguió durante todos los viernes de su vida.

“A través del don de estas lágrimas, derramadas con compromiso infantil”, dice su postulador “la contemplación de la Pasión del Señor se convirtió en el medio agradable y espontáneo que orientó toda su vida espiritual”.

Al llegar a la juventud se sentía fuertemente atraída por lo que le ofrecía la corte, junto con el llamado a dejarlo todo para seguir a Cristo. “Inicialmente, como muchos de nosotros, no fue capaz de escoger y no dudó en llevar una doble vida”, dijo la hermana Serboli.

“Por un lado los bailes, los cantos y las diversiones que la corte le ofrecía”, explica la abadesa. “Por otro lado, el recogimiento y la lucha en la que Dios la tira y la absorbe toda”, dice.

Y fue en la cuaresma de 1479 cuando escuchó la predicación del hermano Franceso de Urbino que encontró la luz interior para entender el don de la virginidad consagrada.

“Fue la fidelidad al compromiso de la oración y de la dirección espiritual lo que hizo que le abriera brecha al espíritu”, señaló su postulador.

Camilla entró al monasterio de Santa Clara de Urbino en 1481. “Haz señor que con mi vida siempre te alabe, te bendiga, te glorifique y edifique a mis hermanos”, decía en uno de sus escritos. Dos años más tarde hizo su profesión religiosa con el nombre de sor Battista.

La lucha continúa

Camilla enfrentó un fuerte combate espiritual. Atravesó durante cinco años la llamada Noche Oscura del espíritu: “de la intensidad de las gracias espirituales que la habían acompañado en la fase del primer enamoramiento”, describe la hermana Chiara, “Camilla parece ahora abandonada en una esencialidad sacrificante y cruda”, dice.

Ella no se dejó abatir por este hecho: “En sus escritos emerge con mayor frecuencia el recurso a las imágenes del Cantar de los Cantares, a la enseñanza del amado de parte de la amada, presa de la angustia comprensible por el abandono padecido”, explica la abadesa

En 1502 fueron asesinados su padre y sus hermanos en una persecución que sufrió su familia. Hechos que “la ‘crucificaron’ con Cristo” y que le permitieron “capaz del silencio donde las palabras no bastan más para explicar la injusticia del calvario”, agrega la hermana Chiara.

Battista fue obligada a refugiarse en la ciudad de Atri, una pequeña localidad del Abruzzo, en la zona meridional de Italia.

Otro hecho que le causó inmenso dolor y muchas horas de oración fue cuando se enteró que en 1517 en Alemania, el monje agustino Martín Lutero anunciaba la separación de la Iglesia romana.

La futura santa tuvo diferentes experiencias místicas, que se reflejan en los numerosos escritos, y en los cuales revela su amor por Cristo crucificado. La madre Chiara las define como “un precioso y estrechísimo camino”, que le permitieron hacer “una re lectura de la propia existencia a la luz del misterio pascual”.

Murió el 31 de mayo de 1524 durante una peste. “Me has resucitado en Ti, verdadera vida que das la vida a cada viviente”, escribió Battista Varano.

Por Carmen Elena Villa

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Informe Especial


La Iglesia patriarcal y la Santa Sede según el Vaticano II (I)
Para conocer mejor las iglesias orientales

Por Hani Bakhoum Kiroulos

ROMA, martes 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Durante la celebración de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Tierra Santa, seguimos ofreciendo a nuestros lectores un nuevo artículo de fondo para contribuir a un mejor conocimiento de las iglesias de Oriente, sus ritos, su liturgia y su vida eclesial. Escrito por el padre Hani Bakhoum Kiroulos, doctor en derecho canónico, fue publicado originalmente por la edición de ZENIT en árabe.

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El Concilio Vaticano II, muchas veces, hizo referencia a las Iglesias orientales: a sus instituciones de jerarquía y de gobierno. Este artículo y el próximo tratan sobre dos documentos que afrontan de forma más específica la relación entre la Iglesia Patriarcal y la Santa Sede. Estos documentos son la Constitución dogmática Lumen Gentium y el Decreto Conciliar Orientalium Ecclesiarum.

La Constitución dogmática Lumen Gentium

La Constitución dogmática Lumen Gentium es una reflexión de la Iglesia sobre su propia naturaleza, lo que se refiere a la auto comprensión que la Iglesia tiene de sí misma, de su función espiritual y de su organización [1]. La promulgación de la Constitución “fue el acto y el momento más significativo del Concilio y coronaba cuatro años de intenso trabajo y empeño de los Padres conciliares en la maduración de las ideas preconciliares en una síntesis” [2].

La misma Constitución menciona a las Iglesias Patriarcales en el párrafo 23. Este párrafo se sitúa en el tercer capítulo que trata sobre la Jerarquía de la Iglesia. El párrafo 23 examina la relación interna en el Colegio Episcopal. Éste podría dividirse en tres secciones.

La primera sección se refiere a la relación entre el obispo y la iglesia local. El obispo es el fundamento de la unidad de su iglesia local y el representante de ésta. La segunda sección se refiere a la solicitud del obispo por todas las iglesias particulares, incluidas las que no le pertenecen. En la tercera sección, en cambio, hablando de las diversas tradiciones que se desarrollaron durante la historia, afirma que:

“La divina Providencia ha hecho que varias Iglesias fundadas en diversas regiones por los Apóstoles y sus sucesores, al correr de los tiempos, se hayan reunido en numerosos grupos estables, orgánicamente unidos, los cuales, quedando a salvo la unidad de la fe y la única constitución divina de la Iglesia universal, tienen una disciplina propia, unos ritos litúrgicos y un patrimonio teológico y espiritual propios” [3].

Se nota que el Concilio no sólo acepta la diversidad de las tradiciones de las diversas iglesias [4] sino que reconoce, sobre todo, el hecho histórico de la existencia de las mismas, fundadas por los Apóstoles y por sus Sucesores, por divina providencia [5].

Estas Iglesias estas unidas orgánicamente y gozan de una disciplina propia, de un uso litúrgico, de un patrimonio teológico y espiritual propio y tienen entre ellas un mutuo respeto de los derechos y de los deberes [6].

El Concilio, además, evidencia la naturaleza de la relación entre las diversas iglesias particulares, de modo peculiar con la Iglesia patriarcal:

“Entre las cuales, algunas, concretamente las antiguas Iglesias patriarcales, como madres en la fe, engendraron a otras como hijas y han quedado unidas con ellas hasta nuestros días con vínculos más estrechos de caridad en la vida sacramental y en la mutua observancia de derechos y deberes” [7]

La Constitución dogmática Lumen Gentium considera a las Iglesias patriarcales como “casi madres” de la fe, que durante la historia han engendrado en la fe a otras iglesias particulares.

Estas Iglesias se distinguen unas de otras por sus propios patrimonios. Es necesario afirmar que esta diversidad no dala la unidad de la fe, al contrario, muestra de forma aún más evidente la catoicidad de la Iglesia Universal [8].

La reflexión de la Constitución sobre las Iglesias patriarcales se detiene aquí y no dice nada respecto a las formas de jerarquía o de gobierno de estas iglesias, ni de la naturaleza de la potestad o de la autonomía que éstas poseen, ni de su relación con la Sede Apostólica. La Constitución deja estos argumentos para ser tratados por el Decreto Conciliar Orientalium Ecclesiarum.



 

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1) Cfr. M. BROGI, Le Chiese “sui iuris” nel “Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium”, en: REDC, 48 (1991), 518.

2) M. VIRAG, La Chiesa Particolare a Carattere Personale (can. 372 § 2 C.I.C.), 13.

3) LG 23.

4) Cfr. K. BHARANIKULANGARA, An Introduction to The Ecclesiology And Contents of The Oriental Code, 15.

5) Cfr. G. NEDUNGATT, The Patriarchal Ministry in The Church of The Third Millennium, 71 y M. K. MAGEE, The Patriarchal Institution in The Church: Ecclesiological Perspectives in The Light of The Ssecond Vatican Council, 495- 596.

6) Cfr. M. K. MAGEE, The Patriarchal Institution in The Church: Ecclesiological Perspectives in The Light of The Second Vatican Council, 492.

7) LG 23.

8) Cfr. K. KAPTIJN, Le Défi Ecclésial de la Diaspora des Chrétiens d'Orient. Considérations Canoniques sur La Présence en France des Églises Catholiques d'Orient, en L'année canonique, 40 (1998), París, 174.



 

[Traducción de la versión italiana por Inma Álvarez] 

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Mensaje a nuestros lectores


Intervenciones ante el Sínodo de los Obispos de Oriente Medio
Segunda y tercera congregación general

CIUAD DEL VATICANO, martes, 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- En la sección de documentos de la página web de ZENIT es posible leer las intervenciones ante la segunda y tercera congregación general del Sínodo de los Obispos de Oriente Medio que tuvieron lugar en la tarde de este lunes y en la mañana del martes.

--Intervenciones de la tercera congregación general del Sínodo

Martes 12 de octubre por la mañana

--Intervenciones de la segunda congregación general del Sínodo
Lunes 11 de octubre por la tarde


 


 

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Documentación


Motu Proprio “Ubicumque et semper” de Benedicto XVI
Con él se constituye el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización

 

CIUDAD DEL VATICANO, martes 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación una versión no oficial al español del Motu proprio Ubicumque et semper, con el que se anuncia la creación del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, que ha sido presentado hoy en la Santa Sede.

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CARTA APOSTÓLICA
en forma de MOTU PROPRIO

UBICUMQUE ET SEMPER

del Sumo Pontífice
BENEDICTO XVI

CON LA QUE SE INSTITUYE EL CONSEJO PONTIFICIO

PARA LA PROMOCIÓN DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

La Iglesia tiene el deber de anunciar siempre y en todas partes el Evangelio de Jesucristo. Él, el primer y supremo evangelizador, en el día de su ascensión al Padre mandó a los Apóstoles: “Id, y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19-20). Fiel a este mandato la Iglesia, pueblo que Dios se adquirió para que proclame sus obras admirables (cfr 1Pe 2,9), desde el día de Pentecostés, en el que recibió en don el Espíritu Santo (cfr Hch 2,14), nunca se ha cansado de dar a conocer al mundo entero la belleza del Evangelio, anunciando a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, el mismo “ayer, hoy y siempre” (Hb 13,8), que con su muerte y resurrección realizó la salvación, llevando a cumplimiento la antigua promesa. Por tanto, la misión evangelizadora, continuación de la obra querida por el Señor Jesús, es para la Iglesia necesaria e insustituible, expresión de su misma naturaleza.

Esta misión ha asumido en la historia formas y modalidades siempre nuevas según los tiempos, las situaciones y los momentos históricos. En nuestro tiempo, uno de sus rasgos singulares ha sido confrontarse con el fenómeno del alejamiento de la fe, que se ha manifestado progresivamente en sociedades y culturas que desde hacía siglos parecían impregnadas por el Evangelio. Las transformaciones sociales a las cuales hemos asistido en las últimas décadas tienen causas complejas, que hunden sus raíces lejos en el tiempo y que han modificado profundamente la percepción de nuestro mundo. Piénsese en los gigantescos progresos de la ciencia y de la técnica, en la ampliación de las posibilidades de vida y de los espacios de libertad individual, en los profundos cambios en el campo económico, en el proceso de mezclas de etnias y culturas causado por fenómenos migratorios masivos, en la creciente interdependencia entre los pueblos. Todo ello no ha sucedido sin consecuencias también para la dimensión religiosa de la vida del hombre. Y si por un lado la humanidad ha conocido innegables beneficios de estas transformaciones y la Iglesia ha recibido ulteriores estímulos para dar razón de la esperanza que lleva (cfr 1Pe 3,15), por el otro se ha verificado una preocupante pérdida del sentido de lo sagrado, llegando incluso a poner en cuestión esos fundamentos que parecían indiscutibles, como la fe en un Dios creador y providente, la revelación de Jesucristo único salvador, y la común comprensión de las experiencias fundamentales del hombre como el nacer, el morir, el vivir en una familia, la referencia a una ley moral natural.

Aunque todo ello ha sido saludado por algunos como una liberación, bien pronto se ha advertido el desierto interior que nace allí donde el hombre, queriendo se el único artífice de su propia naturaleza y de su propio destino, se encuentra privado de lo que constituye el fundamento de todas las cosas.

Ya el Concilio Ecuménico Vaticano II asumió entre las temáticas centrales la cuestión de la relación entre la Iglesia y este mundo contemporáneo. Tras las huellas de la enseñanza conciliar, mis Predecesores han reflexionado ulteriormente sobre la necesidad de encontrar formas adecuadas para permitir a nuestros contemporáneos escuchar aún la Palabra viva y eterna del Señor.

Con visión de futuro, el Siervo de Dios Pablo VI observaba que el compromiso de la evangelización “se demuestra igualmente cada vez más necesario, a causa de las situaciones de descristianización frecuentes en nuestros días, para multitud de personas que recibieron el bautismo pero que viven completamente fuera de la vida cristiana, para gente sencilla que tiene una cierta fe pero que conoce mal sus fundamentos, para intelectuales que sienten la necesidad de conocer a Jesucristo en una luz distinta de las enseñanzas recibidas en su infancia, y para muchos otros” (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, n. 52). Y, con el pensamiento dirigido a los alejados en la fe, añadía que la acción evangelizadora de la Iglesia “debe buscar constantemente los medios y el lenguaje adecuados para proponerles o volverles a proponer la revelación de Dios y la fe en Jesucristo” (Ibid., n. 56). El Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II hizo de esta comprometida tarea uno de los puntos cardinales de su vasto Magisterio, sintetizando en el concepto de "nueva evangelización", que él profundizó sistemáticamente en numerosas intervenciones, la tarea que espera a la Iglesia hoy, en particular en las regiones de antigua cristianización. Una tarea que, si bien se refiere directamente a su forma de relacionarse hacia el exterior, presupone sin embargo ante todo una constante renovación interior, un continuo pasar, por así decirlo, de evangelizada a evangelizadora. Baste recordar lo que se afirmaba en la Exhortación postsinodal Christifideles Laici: "Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo. Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo —si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria— inspiran y sostienen una existencia vivida 'como si no hubiera Dios'. Ahora bien, el indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los problemas, incluso graves, de la vida, no son menos preocupantes y desoladores que el ateísmo declarado. Y también la fe cristiana —aunque sobrevive en algunas manifestaciones tradicionales y ceremoniales— tiende a ser arrancada de cuajo de los momentos más significativos de la existencia humana, como son los momentos del nacer, del sufrir y del morir. [...] En cambio, en otras regiones o naciones todavía se conservan muy vivas las tradiciones de piedad y de religiosidad popular cristiana; pero este patrimonio moral y espiritual corre hoy el riesgo de ser desperdigado bajo el impacto de múltiples procesos, entre los que destacan la secularización y la difusión de las sectas. Sólo una nueva evangelización puede asegurar el crecimiento de una fe límpida y profunda, capaz de hacer de estas tradiciones una fuerza de auténtica libertad. Ciertamente urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. Pero la condición es que se rehaga la cristiana trabazón de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones" (n. 34).

Haciéndome por tanto cargo de la preocupación de mis venerados Predecesores, considero oportuno ofrecer respuestas adecuadas para que la Iglesia entera, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se presente al mundo contemporáneo con un empuje misionero capaz de promover una nueva evangelización. Ésta hace referencia sobre todo a las Iglesias de antigua fundación, que sin embargo viven realidades muy diferenciadas, a las que corresponden necesidades distintas, que esperan impulsos de evangelización distintas: en algunos territorios, de hecho, a pesar del progreso del fenómeno de la secularización, la práctica cristiana manifiesta aún una buena vitalidad y un profundo arraigo en el alma de poblaciones enteras; en otras regiones, en cambio, se nota una más clara toma de distancia de la sociedad en su conjunto hacia la fe, con un tejido eclesial más débil, aunque no privado de elementos de vivacidad, que el Espíritu no deja de suscitar; conocemos también, por desgracia, zonas que parecen completamente descristianizadas, en las que la luz de la fe se confía al testimonio de pequeñas comunidades: estas tierras, que necesitan un renovado primer anuncio del Evangelio, parecen ser particularmente refractarias a muchos aspectos del mensaje cristiano.

La diversidad de las situaciones exige un atento discernimiento; hablar de "nueva evangelización" no significa, de hecho, deber elaborar una única fórmula igual para todas las circunstancias. Y, con todo, no es difícil darse cuenta de que de lo que tienen necesidad todas las Iglesias que viven en territorios tradicionalmente cristianos es de un renovado empuje misionero, expresión de una nueva generosa apretura al don de la gracia. De hecho, no podemos olvidar que la primera tarea será la de hacerse dóciles a la obra gratuita del Espíritu del Resucitado, que acompaña a cuantos son portadores del Evangelio, y que abre el corazón de quienes escuchan. Para proclamar de forma fecunda la Palabra del Evangelio, es necesario ante todo que se haga una profunda experiencia de Dios.

Como afirmé en mi primera Encíclica Deus caritas est: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (n. 1). De forma parecida, en la raíz de toda evangelización no hay un proyecto humano de expansión, sino el deseo de compartir el don inestimable que Dios ha querido hacernos, haciéndonos partícipes de su misma vida.

Por tanto, a la luz de estas reflexiones, tras haber examinado con cuidado todo y haber pedido el parecer de personas expertas, establezco y decreto cuanto sigue:

Art. 1.

§ 1. Se constituye el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, como Dicasterio de la Curia Romana, en el sentido de la Constitución apostólica Pastor bonus. § 2. El Consejo persigue su propia finalidad tanto estimulando la reflexión sobre los temas de la nueva evangelización, como individuando y promoviendo las formas y los instrumentos adecuados para realizarla.

Art. 2.

La acción del Consejo, que se lleva a cabo en colaboración con los demás Dicasterios y Organismos de la Curia Romana, en el respeto de sus relativas competencias, está al servicio de las Iglesias particulares, especialmente en esos territorios de tradición cristiana donde con mayor evidencia se manifiesta el fenómeno de la secularización.

Art. 3.

Entre las tareas específicas del Consejo se señalan: 1°. profundizar en el significado teológico y pastoral de la nueva evangelización; 2°. promover y favorecer, en estrecha colaboración con las Conferencias Episcopales interesadas, que podrán tener un organismo ad hoc, el estudio, la difusión y la realización del Magisterio pontificio relativo a las temáticas conectadas con la nueva evangelización; 3°. hacer conocer iniciativas ligadas a la nueva evangelización ya en acto en las diversas Iglesias particulares y a promover su realización de nuevo, implicando activamente también los recursos presentes en los Institutos de Vida Consagrada y en las Sociedades de Vida Apostólica, como también en las agregaciones de fieles y en las nuevas comunidades; 4°. estudiar y favorecer la utilización de las modernas formas de comunicación, como instrumentos para la nueva evangelización; 5°. promover el uso del Catecismo de la Iglesia Católica, como formulación esencial y completa del contenido de la fe para los hombres de nuestro tiempo.

Art.4

§ 1. El Consejo está dirigido por un Arzobispo Presidente, coadyuvado por un Secretario, por un Subsecretario y por un adecuado número de Oficiales, según las normas establecidas por la Constitución apostólica Pastor bonus y por el Reglamento General de la Curia Romana. § 2. El Consejo tendrá Miembros propios y puede disponer de Consultores propios.

Todo lo que ha sido deliberado con el presente Motu proprio, ordeno que tenga valor pleno y estable, a pesar de cualquier cosa contraria, aunque sea digna de mención particular, y establezco que sea promulgado mediante la publicación en el diario L'Osservatore Romano y que entre en vigor el día de la promulgación.

Dado en Castel Gandolfo, el día 21 de septiembre de 2010, Fiesta de san Mateo, Apóstol y Evangelista, año sexto de mi Pontificado.

BENEDICTUS PP. XVI

[Traducción del italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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