10.10.10

Docta Bibiana

A las 8:19 PM, por J. Fernando Rey
Categorías : Actualidad
 

He querido tomarme mi tiempo, porque los pensamientos profundos solo pueden ser asimilados con sosiego. Y escuchar a esta nueva Concepción Arenal, a la Rosalía de Castro andaluza, a la Edith Stein del Guadalquivir, requiere recogimiento, silencio y mucha meditación. Finalmente, después de haberme sumergido en sus palabras como en un mantra laico, me atrevo a glosarlas con mis pobres consideraciones. He aquí mis conclusiones acerca del sabio verbo de Bibiana Aído:

- “Abortar no supone acabar con una vida humana”: en el enciclopédico Corpus Doctrinal de la filósofa Aído encontramos las bases de esta doctrina: “el feto es un ser vivo” -Aído dixit-, “pero no es un ser humano”. Coherente se muestra la doctora, cuando nos regala, finalmente, la conclusión del intrincado silogismo: “Acabar con una vida humana supone acabar con un ente que esté vivo y sea humano / El feto es un ente vivo, pero no es un ente humano / Acabar con la vida de un feto (es decir, abortar) no supone acabar con una vida humana”. Con mayor temblor, si cabe, que el que embargó a Abrahán cuando se dirigía a Dios pidiendo la vida de los sodomitas, me atreveré a interrogar a la Docta Bibiana: comparto, ilustre mujer, la premisa mayor del silogismo, y compartiría también la conclusión si fuese capaz de compartir la premisa menor, pero en ella me detengo perplejo y anonadado. Dos preguntas me paralizan, cuya respuesta no alcanzo a vislumbrar: si el feto es un ente vivo, pero no es un ente humano, ¿cuál es su naturaleza, cuál su forma sustancial? ¿Es acaso materia informe? En segundo lugar: si usted, Docta Bibiana, se tiene por ser humano, y por tal la tengo yo, habiendo comenzado su corta pero jugosa existencia como feto (y espero no faltarle al respeto, pues si es usted semidiosa, nacida ya formada de la cabeza de algún dios, yo lo ignoraba)… ¿en qué momento exacto se produce la asombrosa transformación que lleva al feto a convertirse en ser humano? ¿Se trata de algún tipo de transustanciación? ¿Acaso media una intervención divina, infundiendo alma humana en amasijo de células? Sé que Santo Tomás, quizá su maestro, Docta Bibiana, sostenía que el alma humana era infundida por Dios días después de la concepción. Pero la Iglesia, que ha propuesto al Aquinate como maestro, sin embargo no ha accedido a darle la razón en este punto. ¿Es usted, Docta Bibiana, más tomista que Santo Tomás, y ha profundizado en su saber hasta el extremo de poder confirmar este aserto?

- “Sobre el concepto de ser humano no existe una opinión unánime”… Entiendo, Docta Bibiana. Ahora veo que no sólo al Aquinate iguala en sabiduría, sino que al mismo Catón se asemeja en su talante democrático. Si Descartes se negaba a aceptar cualquier idea que no se mostrase como clara y distinta, usted, Docta Bibiana, se niega a otorgar carta de naturaleza a cualquier concepto que no venga refrendado por un consenso democrático y unánime. Pero, en ese caso, ilustre mujer, ¿en qué podremos creer nosotros, pobres mortales? ¿Acaso existe algún concepto tan universal que sea capaz de suscitar la unanimidad de todos los mortales? Ha superado usted la gnoseología aristotélica, según la cual es la verdad la que da forma al entendimiento, y ha concluido, sabiamente, que es la suma de todos los entendimientos la que da forma a la verdad. Pero, en ese caso… ¿En qué creeremos? Tengo que decirle, Docta Bibiana, que existen malévolas mentes capaces de pensar que usted misma no es humana, sino invento de un Genio Maligno. Puesto que ni tan siquiera acerca de la humanidad de su docta persona encontramos pensamiento unánime… ¿Dudará usted de su propia humanidad?

- “Por vida humana nos referimos a un concepto complejo, basado en ideas o creencias filosóficas, morales, sociales…” En mi ignorancia, no exenta de cierta insolencia, me parece vislumbrar, Docta Bibiana, que se encuentra usted ante un nudo tan enrevesado y revuelto que no deja pasar luz hacia sus ojos. ¡Oh, clarividencia! Quienes no somos tan doctos y letrados hubiéramos sido capaces de interpretar su inteligente verbo adaptándolo a nuestras cortas mentes con frase tan grosera como “esto de la vida humana no tengo ni repajolera idea de lo que es; déjenme en paz y no me den la brasa”. Pero usted, superando en su saber al propio Sócrates, lo expresa como “concepto complejo”, inasequible a la prístina sencillez de su iluminada mente. Por eso su ignorancia es docta, Docta como la Docta Bibiana: “sólo sé que no se nada”.

- “… En definitiva, sometida a opiniones o preferencias personales”. He aquí la conclusión, la “fruitio intellectus”, el “¡Eureka!” de esta Arquímedes de la política. De nuevo los simples, los iletrados, los indigentes intelectuales podríamos atrevernos a resumir tan denso pensamiento en soez frase: “¡Vamos, que vida humana será lo que a ustedes les apetezca, o lo que me apetezca a mí! ¡Déjenme en paz!”. Pero ese atrevimiento es el descaro de quien no alcanza la altura de un pensamiento elevado como el de la Docta Bibiana. Lo que esta maestra está sugiriendo a sus pupilos es que dediquen sus esfuerzos al estudio, y que ellos mismos determinen, en su sabiduría, qué es vida humana y qué no, quién merece vivir y quién no, quien debe morir y quién no… De este modo, y tras haber superado a Santo Tomás, a Aristóteles, a Catón, a Descartes, y al propio Sócrates, la Docta Bibiana ha alcanzado la identificación con aquél que dijo al hombre: “Seréis como dioses” (Gén 3, 5).

José-Fernando Rey Ballesteros
jfernandorey@jfernandorey.es